Alta funcionaria de ONU dice que su hija también fue acosada en colegio Helvetia
Juliette de Rivero, representante en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, dice que su hija fue víctima de acoso escolar y racismo en el colegio Helvetia; sin embargo, la institución afirma que actuó bien y activó su ruta de atención.
Pilar Cuartas Rodríguez
Juliette de Rivero es la representante en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, pero acudió a la entrevista para este artículo en calidad de mamá, para hablar de su hija y del acoso escolar y el racismo que aseguran haber sufrido en el colegio Helvetia, en Bogotá, por ser negra. Ya no está con su niña, porque regresó a Suiza con el papá para recuperar su salud mental. Aún le cuesta hablar sin que salgan lágrimas o se le quiebre la voz, y lo hace ahora porque la Corte Constitucional reconoció por primera vez en una sentencia que otro niño fue acosado en esa misma escuela y que esta no hizo lo suficiente para atenderlo. Y solo entonces, entendió que no era la única.
Lea aquí: Así fue como una mamá demostró que su hijo era acosado en el colegio Helvetia
Juliette de Rivero es peruana, británica y suiza, y tiene más de 20 años trabajando por los derechos humanos. Fue designada en Colombia a finales de 2020, a donde llegó proveniente de Suiza, y luego se le unió su hija, una niña de 10 años. No quería que perdiera la continuidad del sistema educativo del que venía, así que, por recomendación de varias personas, la matriculó en el prestigioso colegio suizo Helvetia, fundado hace siete décadas en Bogotá, donde los costos anuales por alumno ascienden a $50 millones (que incluye matrícula, alimentación y útiles escolares, entre otros).
Lea aquí: Niña que se quitó la vida en Bogotá sí habría sido amenazada en el colegio
En el primer año se presentaron algunos incidentes. Un niño se burlaba reiteradamente de su hija, le lanzaba agua y, en plena pandemia, estornudó en su plato de comida mientras otros niños observaban. No pudo comer y llegó a su casa manifestando que no quería volver al colegio. La situación fue reportada a la profesora, así que sentaron de frente a ambos niños para que dialogaran, y el niño escribió una carta diciendo que no sabía el daño que estaba causando.
Lea aquí: “En nuestra sociedad combatir el acoso escolar es determinante”: Mineducación
Las doctoras en Psicología y expertas en acoso escolar Olga Lucía Hoyos de los Ríos, profesora de la Universidad del Norte, y Carolina Botero García, de la Pontificia Universidad Javeriana, coinciden en que es un error sentar a la persona agredida con quien la agredió. Ambas explicaron a El Espectador que en este escenario no se está frente a una situación de conflicto sino de acoso.
En la primera, las partes tienen la misma capacidad de defenderse y pueden sentarse a negociar; pero en la segunda hay una disparidad de poder y la víctima está en indefensión, siente miedo. “¿Cómo le puedes tú pedir a la víctima que se cambie de gafas o de color de piel? No es posible”, argumenta Hoyos. Por ende, si hubo acoso, la víctima no tenía nada que ceder ni negociar, porque eso la hacía sentir culpable y la revictimizaba. Y nunca debieron enfrentarla con quien la acosó.
La situación se agravó en septiembre del año pasado, cuando la hija de De Rivero repitió que no quería ir al colegio, decía que le dolía el estómago y tenía ataques de pánico al subirse a la ruta. Con el tiempo y la insistencia de su mamá, fue verbalizando que no se sentía segura ni aceptada. Otros niños mayores le escondían la mochila y su almuerzo y le hacían comentarios racistas, como “negra de ******”, y otros que le daban a entender que mejor no hubiera nacido. Los insultos ocurrían con frecuencia en el pasillo, cuando iba al baño y a la hora del almuerzo.
Lea aquí: En Colombia, el 11.2% de los estudiantes de 15 años fue agredido por compañeros
La niña perdió seguridad en sí misma. “Ella era una persona muy segura, sociable, amiguera y de repente era temerosa. Era feliz mientras estaba en la casa, pero si tenía que ir al colegio entraba en pánico y decía que ya no tenía confianza en ella, que no sabía cómo era vista por los demás”, relató De Rivero a El Espectador. También tenía miedo de que la volvieran a sentar con el niño que la molestó el primer año, no confiaba en cómo las directivas iban a resolver el matoneo.
“Dijo que no se sentía en su lugar y hablaba de que en el colegio no había diversidad, lo contrastaba en su colegio en Suiza, donde hay diversidad de colores, orígenes, personas, y acá ella era la única ‘diferente’. Desde el 12 de septiembre, le dije al colegio que algo estaba pasando y que ella no iba a poder asistir así no más”, continúa De Rivero.
Se llevaron a cabo algunas reuniones con la profesora y la psicóloga. En octubre, la mamá logró que la niña identificara a los niños que la molestaban (uno de ellos fue el mismo que se disculpó el año anterior) y los detalles de las expresiones racistas. El 2 de noviembre acudió a una cita con el rector para pedirle que le enviaran las tareas a la casa, que su hija participara en las clases de forma virtual, para seguir escolarizada; y que le informaran las medidas que había tomado el colegio para generar un entorno seguro.
Especial: Los rostros del acoso y el abuso escolar
Según De Rivero, no recibió respuesta, por lo que radicó un derecho de petición el 24 de noviembre. En el documento dejó constancia de que estaba muy decepcionada por la falta de información y respuesta oportuna. “No he recibido ninguna novedad sobre las medidas adoptadas por el colegio, ni posibles soluciones de apoyo escolar frente a la desescolarización de mi hija”, concluyó la mamá.
Una semana después, el colegio Helvetia respondió que había adoptado todas las medidas necesarias “de acuerdo con la Ruta de Atención Integral de la Convivencia Escolar” y atendió “las recomendaciones hechas por sus profesionales”. Por ejemplo, que presentó un plan de acción para acompañar a la niña y que citó a los estudiantes para verificar lo ocurrido. Algunos de ellos dijeron que los comentarios no se habían dirigido contra la estudiante y no tenían esa intención. Otro admitió haberse reído, pero no haber hecho nada por detener la situación; y uno más reconoció haber hecho el comentario racista, pero que no estaba dirigido a la niña.
La institución anunció seguir impulsando los procesos disciplinarios, pero se negó a dar detalles de los avances por ser información “de reserva”. “El colegio advierte que están prohibidas las expresiones racistas, así como cualquier otra forma de discriminación”, añadió Martin Kobel, rector del Helvetia, que propuso realizar un acto de reparación para la hija de De Rivero y mirar alternativas para escolarizarla de nuevo.
En video: ¿Cuáles son los tipos de acoso escolar y cómo identificarlos?
Pero esta respuesta fue inaceptable para De Rivero, quien perdió la esperanza de que su hija pudiera volver a ese colegio. “Esto me dio a entender que no habían dimensionado el impacto, minimizaron lo que ella vivió y la dimensión racista de lo que experimentó. Los niños, por ejemplo, dijeron que las expresiones racistas sí fueron dichas, pero no eran dirigidas a ella. Fue repudiable esa actitud”, añadió la funcionaria de la ONU, quien en esa época libraba otra batalla con su salud, pues acababa de ser diagnosticada con cáncer de seno.
Su hija vive hoy en Suiza, donde está en tratamiento psicológico para recobrar la confianza y seguridad en sí misma.
La Pulla: la importancia de hablar sobre el “bullying” en Colombia
Corte Constitucional sobre el matoneo en el Helvetia
Juliette de Rivero se enteró hace poco de que su caso no era el único, a través de una sentencia de la Corte Constitucional que reconoció, el pasado 10 de julio, que hubo acoso escolar contra otro niño, en situaciones similares a las de su hija. Lloró cuando descubrió la decisión judicial y vuelve a llorar ahora, porque le recuerda que no estaba equivocada, que la herida sigue abierta y que ahora viven separadas. Le remueve la experiencia y la indiferencia del colegio.
El caso de la Corte lo empezó otra mamá que, como De Rivero, detectó el acoso escolar que sufría su hijo en el colegio Helvetia, porque sus emociones empezaron a oscurecerse. El niño se mostraba decaído, pasaba las tardes en silencio y de repente lloraba. Sus compañeros de la escuela lo maltrataban en los descansos, lo llamaban con apodos despectivos.
La mamá habló con el colegio para exponer la situación y envió correos, pero poco o nada hicieron para atender el caso. En el expediente se menciona que el colegio estaba tomando los testimonios de los estudiantes para escribir la versión de los hechos y que llegaran a un acuerdo. Pero la situación se volvió insostenible para el niño y sus padres lo retiraron en junio del año pasado. Y aun así sus compañeros averiguaron cuál sería su nuevo colegio y ofrecieron dinero a otros menores allí para que lo agredieran físicamente.
La Corte reconoció que la mamá avisó de forma oportuna del acoso del que era víctima su hijo, pero que el Helvetia actuó de forma “pasiva” y no hizo lo suficiente, que los actos sí fueron sistemáticos y no esporádicos y que no consideró otros mecanismos para que continuara el aprendizaje académico de forma virtual. Por eso, le ordenó, entre cosas, fortalecer la respuesta ante sospechas de acoso escolar, establecer medidas de reparación y no repetición para las víctimas, pedirle disculpas al estudiante acosado por no haber activado las rutas oportunamente y que los niños que lo agredieron le pidan perdón.
“Decidimos hablar de lo que le pasó a mi hija para prevenir que esto les pueda pasar a otras personas y que no piensen que el caso de la Corte es aislado, sino que el colegio en general tiene un mal manejo del matoneo y no protege a las personas que son vulnerables a ese matoneo. Yo soy defensora de derechos humanos y es importante decir lo que no va bien en un lugar. Nuestro caso no fue solo matoneo, sino discriminación y racismo”, sostiene De Rivero.
Lo que dice el colegio Helvetia
El colegio Helvetia respondió a El Espectador que las situaciones reportadas por De Rivero fueron atendidas de forma inmediata, que las considera meros “conflictos” y que no cumplen los requisitos para ser calificadas como “acoso escolar”. “Fueron situaciones independientes y esporádicas que se atendieron de acuerdo con la ruta de atención integral para la convivencia escolar. Así mismo, el colegio hizo un seguimiento estricto a las situaciones y verificó que ninguna se volviera a presentar”, aseguró la institución.
La ley establece que las situaciones consideradas conflicto son esporádicas, inciden negativamente en el clima escolar, pero no generan daños al cuerpo o la salud física o mental. A diferencia de cuando se habla de acoso escolar, que son situaciones repetidas, que sí causan daños a la persona agredida y necesitan mayores acciones de intervención, como avisar a las mamás y los papás y buscar la forma de reparar a la víctima.
“Considerando que dos de los reportes se referían a conductas de presunta discriminación, el colegio activó medidas específicas para atender y prevenir este tipo de situaciones, tal como lo recomiendan autoridades especialistas en la materia. Así mismo, informó periódicamente a la familia sobre las medidas de protección, salud y pedagógicas establecidas por el colegio. El Helvetia tiene tolerancia cero frente a cualquier tipo de discriminación”, añadió.
La institución educativa afirma que implementó 37 acciones que incluyeron: consulta con psicología, reuniones internas con el rector, la directora de convivencia y la directora del curso, medidas de atención establecidas en la ruta de atención integral, así como procesos disciplinarios y sanciones a los estudiantes implicados.
“Adicionalmente el colegio implementó adaptaciones para posibilitar la asistencia de la estudiante. También propuso acciones para garantizar la continuidad en el proceso educativo que no fueron atendidas por la madre. Es importante recalcar que el tema ha sido prioritario para el colegio y hemos estado pendientes de la situación desde el primer momento y de manera permanente. El colegio siempre mantuvo las puertas abiertas sin vulnerar el derecho a la educación de la menor y activó todos los protocolos bajo el marco de la Ley 1620″, concluyó.
El acoso escolar en Colombia
El acoso escolar no es un asunto exclusivo del colegio Helvetia y las cifras dejan muy mal parada a Colombia. Un estudio de la organización internacional Bullying Sin Fronteras ubicó al país como el décimo con más casos de matoneo a escala mundial (8.981). Cundinamarca es el departamento que más concentra casos (21 %), y le siguen Antioquia (13 %) y Atlántico (12 %). Así mismo, un informe del Laboratorio de Economía y Educación (LEE) de la Universidad Javeriana dijo que somos el segundo país en Latinoamérica entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con mayor exposición al bullying. El 32 % de los estudiantes reporta haber sufrido matoneo.
Entre los impactos que esto genera en los niños, niñas y adolescentes están el temor, la inseguridad, pasividad y aislamiento, así como depresión, ansiedad y baja autoestima. Eso, a su vez, puede conllevar a un bajo desempeño académico, ausentismo y deserción.
Juan Felipe Rivera, abogado que ha litigado casos de acoso escolar y es consultor de convivencia escolar, explica que uno de los errores más frecuentes de los colegios es concentrarse en la atención de los casos, pese a que la ley establece que hay obligaciones de prevención. Las instituciones deberían recolectar información y medir constantemente el clima escolar para determinar cada cierto tiempo cuáles son los casos que se presentan y qué los motivan. De esta manera, los comités de convivencia pueden actuar.
Por ejemplo, si se logra detectar que en un colegio los incidentes más frecuentes son por racismo, se pueden diseñar estrategias para combatir esta discriminación entre los estudiantes y hacer campañas para que sean menos proclives a estas conductas. Esta es la falla en la que, según Rivera, más incurren las instituciones educativas en Colombia.
El acoso sigue abriéndose paso en el país. Mientras tanto, el Colegio Helvetia le sigue debiendo unas disculpas a un niño que quiso acabar su vida por culpa del matoneo.
*Si conoces casos de acoso escolar como este, escríbenos a lasigualadasoficial@gmail.com
Juliette de Rivero es la representante en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, pero acudió a la entrevista para este artículo en calidad de mamá, para hablar de su hija y del acoso escolar y el racismo que aseguran haber sufrido en el colegio Helvetia, en Bogotá, por ser negra. Ya no está con su niña, porque regresó a Suiza con el papá para recuperar su salud mental. Aún le cuesta hablar sin que salgan lágrimas o se le quiebre la voz, y lo hace ahora porque la Corte Constitucional reconoció por primera vez en una sentencia que otro niño fue acosado en esa misma escuela y que esta no hizo lo suficiente para atenderlo. Y solo entonces, entendió que no era la única.
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Juliette de Rivero es peruana, británica y suiza, y tiene más de 20 años trabajando por los derechos humanos. Fue designada en Colombia a finales de 2020, a donde llegó proveniente de Suiza, y luego se le unió su hija, una niña de 10 años. No quería que perdiera la continuidad del sistema educativo del que venía, así que, por recomendación de varias personas, la matriculó en el prestigioso colegio suizo Helvetia, fundado hace siete décadas en Bogotá, donde los costos anuales por alumno ascienden a $50 millones (que incluye matrícula, alimentación y útiles escolares, entre otros).
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En el primer año se presentaron algunos incidentes. Un niño se burlaba reiteradamente de su hija, le lanzaba agua y, en plena pandemia, estornudó en su plato de comida mientras otros niños observaban. No pudo comer y llegó a su casa manifestando que no quería volver al colegio. La situación fue reportada a la profesora, así que sentaron de frente a ambos niños para que dialogaran, y el niño escribió una carta diciendo que no sabía el daño que estaba causando.
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Las doctoras en Psicología y expertas en acoso escolar Olga Lucía Hoyos de los Ríos, profesora de la Universidad del Norte, y Carolina Botero García, de la Pontificia Universidad Javeriana, coinciden en que es un error sentar a la persona agredida con quien la agredió. Ambas explicaron a El Espectador que en este escenario no se está frente a una situación de conflicto sino de acoso.
En la primera, las partes tienen la misma capacidad de defenderse y pueden sentarse a negociar; pero en la segunda hay una disparidad de poder y la víctima está en indefensión, siente miedo. “¿Cómo le puedes tú pedir a la víctima que se cambie de gafas o de color de piel? No es posible”, argumenta Hoyos. Por ende, si hubo acoso, la víctima no tenía nada que ceder ni negociar, porque eso la hacía sentir culpable y la revictimizaba. Y nunca debieron enfrentarla con quien la acosó.
La situación se agravó en septiembre del año pasado, cuando la hija de De Rivero repitió que no quería ir al colegio, decía que le dolía el estómago y tenía ataques de pánico al subirse a la ruta. Con el tiempo y la insistencia de su mamá, fue verbalizando que no se sentía segura ni aceptada. Otros niños mayores le escondían la mochila y su almuerzo y le hacían comentarios racistas, como “negra de ******”, y otros que le daban a entender que mejor no hubiera nacido. Los insultos ocurrían con frecuencia en el pasillo, cuando iba al baño y a la hora del almuerzo.
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La niña perdió seguridad en sí misma. “Ella era una persona muy segura, sociable, amiguera y de repente era temerosa. Era feliz mientras estaba en la casa, pero si tenía que ir al colegio entraba en pánico y decía que ya no tenía confianza en ella, que no sabía cómo era vista por los demás”, relató De Rivero a El Espectador. También tenía miedo de que la volvieran a sentar con el niño que la molestó el primer año, no confiaba en cómo las directivas iban a resolver el matoneo.
“Dijo que no se sentía en su lugar y hablaba de que en el colegio no había diversidad, lo contrastaba en su colegio en Suiza, donde hay diversidad de colores, orígenes, personas, y acá ella era la única ‘diferente’. Desde el 12 de septiembre, le dije al colegio que algo estaba pasando y que ella no iba a poder asistir así no más”, continúa De Rivero.
Se llevaron a cabo algunas reuniones con la profesora y la psicóloga. En octubre, la mamá logró que la niña identificara a los niños que la molestaban (uno de ellos fue el mismo que se disculpó el año anterior) y los detalles de las expresiones racistas. El 2 de noviembre acudió a una cita con el rector para pedirle que le enviaran las tareas a la casa, que su hija participara en las clases de forma virtual, para seguir escolarizada; y que le informaran las medidas que había tomado el colegio para generar un entorno seguro.
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Según De Rivero, no recibió respuesta, por lo que radicó un derecho de petición el 24 de noviembre. En el documento dejó constancia de que estaba muy decepcionada por la falta de información y respuesta oportuna. “No he recibido ninguna novedad sobre las medidas adoptadas por el colegio, ni posibles soluciones de apoyo escolar frente a la desescolarización de mi hija”, concluyó la mamá.
Una semana después, el colegio Helvetia respondió que había adoptado todas las medidas necesarias “de acuerdo con la Ruta de Atención Integral de la Convivencia Escolar” y atendió “las recomendaciones hechas por sus profesionales”. Por ejemplo, que presentó un plan de acción para acompañar a la niña y que citó a los estudiantes para verificar lo ocurrido. Algunos de ellos dijeron que los comentarios no se habían dirigido contra la estudiante y no tenían esa intención. Otro admitió haberse reído, pero no haber hecho nada por detener la situación; y uno más reconoció haber hecho el comentario racista, pero que no estaba dirigido a la niña.
La institución anunció seguir impulsando los procesos disciplinarios, pero se negó a dar detalles de los avances por ser información “de reserva”. “El colegio advierte que están prohibidas las expresiones racistas, así como cualquier otra forma de discriminación”, añadió Martin Kobel, rector del Helvetia, que propuso realizar un acto de reparación para la hija de De Rivero y mirar alternativas para escolarizarla de nuevo.
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Pero esta respuesta fue inaceptable para De Rivero, quien perdió la esperanza de que su hija pudiera volver a ese colegio. “Esto me dio a entender que no habían dimensionado el impacto, minimizaron lo que ella vivió y la dimensión racista de lo que experimentó. Los niños, por ejemplo, dijeron que las expresiones racistas sí fueron dichas, pero no eran dirigidas a ella. Fue repudiable esa actitud”, añadió la funcionaria de la ONU, quien en esa época libraba otra batalla con su salud, pues acababa de ser diagnosticada con cáncer de seno.
Su hija vive hoy en Suiza, donde está en tratamiento psicológico para recobrar la confianza y seguridad en sí misma.
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Corte Constitucional sobre el matoneo en el Helvetia
Juliette de Rivero se enteró hace poco de que su caso no era el único, a través de una sentencia de la Corte Constitucional que reconoció, el pasado 10 de julio, que hubo acoso escolar contra otro niño, en situaciones similares a las de su hija. Lloró cuando descubrió la decisión judicial y vuelve a llorar ahora, porque le recuerda que no estaba equivocada, que la herida sigue abierta y que ahora viven separadas. Le remueve la experiencia y la indiferencia del colegio.
El caso de la Corte lo empezó otra mamá que, como De Rivero, detectó el acoso escolar que sufría su hijo en el colegio Helvetia, porque sus emociones empezaron a oscurecerse. El niño se mostraba decaído, pasaba las tardes en silencio y de repente lloraba. Sus compañeros de la escuela lo maltrataban en los descansos, lo llamaban con apodos despectivos.
La mamá habló con el colegio para exponer la situación y envió correos, pero poco o nada hicieron para atender el caso. En el expediente se menciona que el colegio estaba tomando los testimonios de los estudiantes para escribir la versión de los hechos y que llegaran a un acuerdo. Pero la situación se volvió insostenible para el niño y sus padres lo retiraron en junio del año pasado. Y aun así sus compañeros averiguaron cuál sería su nuevo colegio y ofrecieron dinero a otros menores allí para que lo agredieran físicamente.
La Corte reconoció que la mamá avisó de forma oportuna del acoso del que era víctima su hijo, pero que el Helvetia actuó de forma “pasiva” y no hizo lo suficiente, que los actos sí fueron sistemáticos y no esporádicos y que no consideró otros mecanismos para que continuara el aprendizaje académico de forma virtual. Por eso, le ordenó, entre cosas, fortalecer la respuesta ante sospechas de acoso escolar, establecer medidas de reparación y no repetición para las víctimas, pedirle disculpas al estudiante acosado por no haber activado las rutas oportunamente y que los niños que lo agredieron le pidan perdón.
“Decidimos hablar de lo que le pasó a mi hija para prevenir que esto les pueda pasar a otras personas y que no piensen que el caso de la Corte es aislado, sino que el colegio en general tiene un mal manejo del matoneo y no protege a las personas que son vulnerables a ese matoneo. Yo soy defensora de derechos humanos y es importante decir lo que no va bien en un lugar. Nuestro caso no fue solo matoneo, sino discriminación y racismo”, sostiene De Rivero.
Lo que dice el colegio Helvetia
El colegio Helvetia respondió a El Espectador que las situaciones reportadas por De Rivero fueron atendidas de forma inmediata, que las considera meros “conflictos” y que no cumplen los requisitos para ser calificadas como “acoso escolar”. “Fueron situaciones independientes y esporádicas que se atendieron de acuerdo con la ruta de atención integral para la convivencia escolar. Así mismo, el colegio hizo un seguimiento estricto a las situaciones y verificó que ninguna se volviera a presentar”, aseguró la institución.
La ley establece que las situaciones consideradas conflicto son esporádicas, inciden negativamente en el clima escolar, pero no generan daños al cuerpo o la salud física o mental. A diferencia de cuando se habla de acoso escolar, que son situaciones repetidas, que sí causan daños a la persona agredida y necesitan mayores acciones de intervención, como avisar a las mamás y los papás y buscar la forma de reparar a la víctima.
“Considerando que dos de los reportes se referían a conductas de presunta discriminación, el colegio activó medidas específicas para atender y prevenir este tipo de situaciones, tal como lo recomiendan autoridades especialistas en la materia. Así mismo, informó periódicamente a la familia sobre las medidas de protección, salud y pedagógicas establecidas por el colegio. El Helvetia tiene tolerancia cero frente a cualquier tipo de discriminación”, añadió.
La institución educativa afirma que implementó 37 acciones que incluyeron: consulta con psicología, reuniones internas con el rector, la directora de convivencia y la directora del curso, medidas de atención establecidas en la ruta de atención integral, así como procesos disciplinarios y sanciones a los estudiantes implicados.
“Adicionalmente el colegio implementó adaptaciones para posibilitar la asistencia de la estudiante. También propuso acciones para garantizar la continuidad en el proceso educativo que no fueron atendidas por la madre. Es importante recalcar que el tema ha sido prioritario para el colegio y hemos estado pendientes de la situación desde el primer momento y de manera permanente. El colegio siempre mantuvo las puertas abiertas sin vulnerar el derecho a la educación de la menor y activó todos los protocolos bajo el marco de la Ley 1620″, concluyó.
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El acoso escolar no es un asunto exclusivo del colegio Helvetia y las cifras dejan muy mal parada a Colombia. Un estudio de la organización internacional Bullying Sin Fronteras ubicó al país como el décimo con más casos de matoneo a escala mundial (8.981). Cundinamarca es el departamento que más concentra casos (21 %), y le siguen Antioquia (13 %) y Atlántico (12 %). Así mismo, un informe del Laboratorio de Economía y Educación (LEE) de la Universidad Javeriana dijo que somos el segundo país en Latinoamérica entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con mayor exposición al bullying. El 32 % de los estudiantes reporta haber sufrido matoneo.
Entre los impactos que esto genera en los niños, niñas y adolescentes están el temor, la inseguridad, pasividad y aislamiento, así como depresión, ansiedad y baja autoestima. Eso, a su vez, puede conllevar a un bajo desempeño académico, ausentismo y deserción.
Juan Felipe Rivera, abogado que ha litigado casos de acoso escolar y es consultor de convivencia escolar, explica que uno de los errores más frecuentes de los colegios es concentrarse en la atención de los casos, pese a que la ley establece que hay obligaciones de prevención. Las instituciones deberían recolectar información y medir constantemente el clima escolar para determinar cada cierto tiempo cuáles son los casos que se presentan y qué los motivan. De esta manera, los comités de convivencia pueden actuar.
Por ejemplo, si se logra detectar que en un colegio los incidentes más frecuentes son por racismo, se pueden diseñar estrategias para combatir esta discriminación entre los estudiantes y hacer campañas para que sean menos proclives a estas conductas. Esta es la falla en la que, según Rivera, más incurren las instituciones educativas en Colombia.
El acoso sigue abriéndose paso en el país. Mientras tanto, el Colegio Helvetia le sigue debiendo unas disculpas a un niño que quiso acabar su vida por culpa del matoneo.
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