Aria Vega, la artista urbana que le escribió una canción a Yuliana Samboní
Hace siete años, el 4 de diciembre, se conoció el feminicidio de Yuliana Samboní. Aria Vega, una artista y feminista barranquillera, compuso La salsa, para que Colombia no olvide este crimen. El Espectador habló con ella sobre su música, sus sueños y esa canción.
Daniela Villamarín Solorza
“Ni tu hermano, que es hombre, se fue a estudiar a Bogotá. No te vas a ir tú, que eres mujer, a perseguir ese sueño estúpido de la música”. Esas fueron las palabras que Aria Vega le escuchó decir a su papá cuando ella tenía 17 años y era finalista de un reality de talento en Colombia. Ese es su nombre artístico. El real es Mariana Padilla. Cuando salió del concurso, los productores no paraban de buscarla y las promesas de convertirla en una estrella comenzaban con mudarse a Bogotá. “Pero mi papá —conservador, costeño, tradicional— pensó que mi sueño era una locura”.
Su mamá aplicó por ella a la Universidad del Norte, en Barranquilla. Cuando la aceptaron, rechazó a los productores y empezó a estudiar Comunicación Social. Siguió componiendo en su casa. Experimentando en pequeños estudios. Haciendo música con las uñas. Cumpliendo el sueño de ser artista, que la acompaña desde que tiene cuatro años.
“Cuando estaba sola en mi cuarto, cogía el cepillo —ese era mi micrófono— y me ponía frente al espejo a hacer maromas y coreografías”, recuerda. En las tardes, después de estudiar, se trepaba en el marco de madera de su cama —que para ella era la baranda de seguridad de un gran concierto— y jugaba a cantarle a un público invisible que no dejaba de aplaudirla. “Mi sueño más grande siempre estuvo en el show”.
A finales de noviembre, Aria Vega se paró en la tarima del Megaland, el festival de radio más importante del país, y cumplió el sueño de cantar frente a un público que gritaba su nombre, coreaba sus canciones, le pedía fotos y abrazos. “Fue mágico, luz en medio de la oscuridad”, dice ella recordando ese momento. “Yo celebro cada pasito que doy. Pero siempre me pregunto, ¿qué habría pasado si hubiese tenido apoyo para perseguir mi sueño? Todo habría sido diferente”.
Para distraer el recuerdo de la puerta que alguna vez le cerró su padre, cuenta un chiste y se ríe. Está sentada sobre la cama, comiendo maní frente al computador mientras explica que acostumbra a “disfrazar sus traumas con sentido del humor”. Dice que su alter ego —Aria Vega— es invencible. “Es ultra fuerte, nada puede con ella, ningún hombre heteronormativo sería capaz de derribarla. Mariana es diferente. Ella sí es vulnerable”.
Por eso, no acostumbra a escuchar La salsa, la canción que escribió sobre el feminicidio de Yuliana Samboní, una niña de siete años que fue secuestrada, violada y asesinada por el arquitecto Rafael Uribe Noguera. En la canción, Vega le habla al feminicida, quien desde 2018 se encuentra pagando una condena de 58 años en la cárcel de Valledupar. Hasta el momento, ha logrado descontar de su condena un año, dos meses y 17 días, por trabajar haciendo planos dentro del penal.
Ay mira lo que hiciste, Rafael
Tú eras veneno disfrazao’ de miel
Quién pensaría que serias tan cruel
Ahora te toco perder.
Estas son algunas de las frases que quedaron inmortalizadas en la canción, que fusiona la salsa con lo urbano. “Las grandes leyendas de la salsa siempre cantan sobre cosas que son difíciles de escuchar, que nos marcan. Yo sentí que, por más doloroso que fuera, tenía que hablar de Yuliana. Porque en este momento Rafael Uribe Noguera está reduciendo su pena. Porque la gente presta mucha atención cuando esto sucede y no cuando hay que hacerle seguimiento. Porque hay historias que tenemos que recordar para no repetirlas nunca”, asegura Vega.
No hay dinero que compre y cure todas las heridas,
de las familias de un país que nunca olvida.
Cada vez que alguien se atreva y te mire a la cara,
pensarán en Yuliana.
Aunque La salsa se hizo viral y fue recibida con nostalgia por el país, algunas personas no entendieron el mensaje que quiso enviar la cantante cuando la escribió. “Dijeron que quería lucrarme de una situación tan dolorosa y que ese feminicidio no tenía nada que ver conmigo. Eso me dolió mucho”. Sin embargo, Vega asegura que esas nunca fueron sus intenciones, que la canción no le ha generado ganancias y que “ningún artista hace arte para eso”.
Vea: La ciencia es un campo que sigue borrando a las mujeres
De su infancia y de su vida él fue un ladrón
Pa’ decirle tú no aprendiste
que a una niña nunca se le desviste
y que el de arriba obre y cobre el daño que tú hiciste.
“Quería enviar un mensaje. Sí, soy una mujer blanca y privilegiada, pero esto nos afecta a todas, estamos en la misma lucha. Nosotras, las mujeres, somos la minoría más grande del mundo y vivimos todo el tiempo en peligro. Escribí la canción porque quiero amplificar nuestra voz, que ese sea mi legado como artista. Para mí, La salsa es arte y el arte suele incomodar”.
Lea: Un proyecto de ley busca reconocer el legado de las sufragistas colombianas
Aria Vega busca que su música valga la pena. Es “capricorniana” y cree que por eso tiene los pies sobre la tierra. Quiere hacerse un par de tatuajes para acompañar a los dragones que tiene en el brazo desde que se siente identificada y atraída por su fuego. Agradece que hoy no esté su hermano, con quien comparte habitación en una casa llena de mujeres —abuela, mamá, tía y prima— porque seguro tendría el televisor prendido a todo volumen. Sueña con cantar en Coachella y hacer un show inolvidable en el medio tiempo del Super Bowl. No quiere olvidar nunca el lema que la ha llevado a donde está: “El amor y la libertad, esa es mi guía”.
“Ni tu hermano, que es hombre, se fue a estudiar a Bogotá. No te vas a ir tú, que eres mujer, a perseguir ese sueño estúpido de la música”. Esas fueron las palabras que Aria Vega le escuchó decir a su papá cuando ella tenía 17 años y era finalista de un reality de talento en Colombia. Ese es su nombre artístico. El real es Mariana Padilla. Cuando salió del concurso, los productores no paraban de buscarla y las promesas de convertirla en una estrella comenzaban con mudarse a Bogotá. “Pero mi papá —conservador, costeño, tradicional— pensó que mi sueño era una locura”.
Su mamá aplicó por ella a la Universidad del Norte, en Barranquilla. Cuando la aceptaron, rechazó a los productores y empezó a estudiar Comunicación Social. Siguió componiendo en su casa. Experimentando en pequeños estudios. Haciendo música con las uñas. Cumpliendo el sueño de ser artista, que la acompaña desde que tiene cuatro años.
“Cuando estaba sola en mi cuarto, cogía el cepillo —ese era mi micrófono— y me ponía frente al espejo a hacer maromas y coreografías”, recuerda. En las tardes, después de estudiar, se trepaba en el marco de madera de su cama —que para ella era la baranda de seguridad de un gran concierto— y jugaba a cantarle a un público invisible que no dejaba de aplaudirla. “Mi sueño más grande siempre estuvo en el show”.
A finales de noviembre, Aria Vega se paró en la tarima del Megaland, el festival de radio más importante del país, y cumplió el sueño de cantar frente a un público que gritaba su nombre, coreaba sus canciones, le pedía fotos y abrazos. “Fue mágico, luz en medio de la oscuridad”, dice ella recordando ese momento. “Yo celebro cada pasito que doy. Pero siempre me pregunto, ¿qué habría pasado si hubiese tenido apoyo para perseguir mi sueño? Todo habría sido diferente”.
Para distraer el recuerdo de la puerta que alguna vez le cerró su padre, cuenta un chiste y se ríe. Está sentada sobre la cama, comiendo maní frente al computador mientras explica que acostumbra a “disfrazar sus traumas con sentido del humor”. Dice que su alter ego —Aria Vega— es invencible. “Es ultra fuerte, nada puede con ella, ningún hombre heteronormativo sería capaz de derribarla. Mariana es diferente. Ella sí es vulnerable”.
Por eso, no acostumbra a escuchar La salsa, la canción que escribió sobre el feminicidio de Yuliana Samboní, una niña de siete años que fue secuestrada, violada y asesinada por el arquitecto Rafael Uribe Noguera. En la canción, Vega le habla al feminicida, quien desde 2018 se encuentra pagando una condena de 58 años en la cárcel de Valledupar. Hasta el momento, ha logrado descontar de su condena un año, dos meses y 17 días, por trabajar haciendo planos dentro del penal.
Ay mira lo que hiciste, Rafael
Tú eras veneno disfrazao’ de miel
Quién pensaría que serias tan cruel
Ahora te toco perder.
Estas son algunas de las frases que quedaron inmortalizadas en la canción, que fusiona la salsa con lo urbano. “Las grandes leyendas de la salsa siempre cantan sobre cosas que son difíciles de escuchar, que nos marcan. Yo sentí que, por más doloroso que fuera, tenía que hablar de Yuliana. Porque en este momento Rafael Uribe Noguera está reduciendo su pena. Porque la gente presta mucha atención cuando esto sucede y no cuando hay que hacerle seguimiento. Porque hay historias que tenemos que recordar para no repetirlas nunca”, asegura Vega.
No hay dinero que compre y cure todas las heridas,
de las familias de un país que nunca olvida.
Cada vez que alguien se atreva y te mire a la cara,
pensarán en Yuliana.
Aunque La salsa se hizo viral y fue recibida con nostalgia por el país, algunas personas no entendieron el mensaje que quiso enviar la cantante cuando la escribió. “Dijeron que quería lucrarme de una situación tan dolorosa y que ese feminicidio no tenía nada que ver conmigo. Eso me dolió mucho”. Sin embargo, Vega asegura que esas nunca fueron sus intenciones, que la canción no le ha generado ganancias y que “ningún artista hace arte para eso”.
Vea: La ciencia es un campo que sigue borrando a las mujeres
De su infancia y de su vida él fue un ladrón
Pa’ decirle tú no aprendiste
que a una niña nunca se le desviste
y que el de arriba obre y cobre el daño que tú hiciste.
“Quería enviar un mensaje. Sí, soy una mujer blanca y privilegiada, pero esto nos afecta a todas, estamos en la misma lucha. Nosotras, las mujeres, somos la minoría más grande del mundo y vivimos todo el tiempo en peligro. Escribí la canción porque quiero amplificar nuestra voz, que ese sea mi legado como artista. Para mí, La salsa es arte y el arte suele incomodar”.
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Aria Vega busca que su música valga la pena. Es “capricorniana” y cree que por eso tiene los pies sobre la tierra. Quiere hacerse un par de tatuajes para acompañar a los dragones que tiene en el brazo desde que se siente identificada y atraída por su fuego. Agradece que hoy no esté su hermano, con quien comparte habitación en una casa llena de mujeres —abuela, mamá, tía y prima— porque seguro tendría el televisor prendido a todo volumen. Sueña con cantar en Coachella y hacer un show inolvidable en el medio tiempo del Super Bowl. No quiere olvidar nunca el lema que la ha llevado a donde está: “El amor y la libertad, esa es mi guía”.