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“Siempre solemos pensar que la vida es un ciclo. Uno nace, vive, envejece, y muere. Lo más doloroso de estar reunidos todos acá es reconocer que hace unos días se rompió este ciclo. Y aún más fuerte, es reconocer que alguien más rompió este ciclo y no nos dio tiempo ni de asimilarlo. Hoy, como sus primos, nos quisimos poner la tarea más difícil del mundo. Hacer unas palabras parar honrar a una persona como nana. Independientemente de qué tan bien lo hagamos, estamos seguros de que nos vamos a quedar cortos para el ser humano que eras. (Lea aquí la carta de despedida de la hermana de Ana María Serrano tras su feminicidio)
Para contarles lo que siento por ella, quiero contarles dos historias. Por un poco de contexto, la vida de nosotros dos se caracterizó por una incesante competencia.
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La primera historia vuelve a cuando éramos muy chiquitos. Como dije, solíamos competir por todo, pero sin duda alguna el premio mayor. El trofeo máximo por el que competíamos era la atención de mi abuela. Un día, como cualquier otro, nos estamos peleando porque mi abuela nos alzara. Para evitar peleas, ella muy inteligentemente nos subió a uno en cada pierna. Sin embargo, yo no podía permitir esto, así que le pase mis manos como si quisiera darle un abrazo. Todos a mi alrededor estaban conmovidos por mi acto tan tierno. Sin embargo, apenas nana me cogió las manos, en vez de darle un abrazo, la jalé con todas mis fuerzas y la tiré al piso. Mi acto de amabilidad, se convirtió en mi gran estrategia para ganar la pierna de mi abuela.
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La segunda historia, como podrán adivinar, era de competencia. Éramos pequeños e íbamos en el carro en Colombia de camino a los llanos orientales. Fue en ese momento cuando vi una vaca. Yo, muy asombrado e inocente, le dije a mi abuela: “tata, tata, vi una vaca” y un silencio corto fue interrumpido por nana que dijo: “tú no, yo sí”. Para mí, esa frase fue la mayor ofensa que había recibido como persona hasta el momento, pues no entendía por qué mi prima estaba diciendo que no vi la vaca. Yo, obviamente, en mi competitividad, le dije a mi abuela “tata, ¿cierto que yo vi la vaca?”, y me dijo: “claro, Juli”. Y nuevamente fue interrumpida por nana: “tú no, yo sí”, “tú no, yo sí”, “tú no, yo sí”. Lo dijo como 20 veces. Ese día lloré por 10 minutos hasta que ella paró de decirlo.
Y nana, si estás oyendo esto, yo sí vi la vaca.
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Durante estos días me senté a pensar, ¿será que entre toda nuestra competitividad no la aproveché lo suficiente? Y en este pensamiento caí en cuenta de que la competitividad más que todo era admiración. Siempre quise ser como ella. Inteligente, amable, dispuesta a ayudar, buena hija, buena nieta, buena hermana, y buena estudiante. Y hoy y ayer, viendo la cantidad de gente que vino a despedirte, me di cuenta de que sin duda alguna eres de las personas que más admiro en mi vida. Tienes unos amigos increíbles que te vinieron a acompañar y una familia que te pensará todos los días y rezará por ti todas las noches.
Siempre he dicho que nadie se va mientras se le recuerde y por eso estoy tranquilo de que tú eres inmortal. Como las anécdotas que conté, todos y cada uno de los acá presentes tiene momentos increíbles a tu lado y los seguirá llevando por el resto de sus vidas. Y aunque es doloroso saber que te vas en uno de los momentos más felices de tu vida, quedamos tranquilos de que te vas a un lugar aún más feliz. Estás acompañada de Dios y de los ángeles y estamos seguros de que, al igual que acá, allá tienes gente que te ama y te está esperando con los brazos abiertos.
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Nada va a ser igual sin ti, pero cuando los que amamos parten, pasan de vivir entre nosotros a vivir en nosotros. Hoy, nana, vives en el corazón de cada uno de los acá presentes. Te amamos y seremos fuertes por ti. Y recuerda, yo sí vi la vaca”.