Caso Laura Sarabia: la arista de la violencia política en su contra
Laura Sarabia, hoy directora del Departamento de Prosperidad Social, es investigada presuntamente por abusar de su poder mientras era la jefa de gabinete del presidente Gustavo Petro. Ese episodio, sin embargo, también estuvo marcado por violencia política contra ella, por ser joven y mujer, según expertas.
Pilar Cuartas Rodríguez
Todo el país escuchó los audios en los que, hace tres meses, el excongresista Armando Benedetti, entonces embajador de Colombia en Venezuela, descalificó, intimidó y ofendió a Laura Sarabia, entonces jefa de gabinete del presidente Gustavo Petro. Los reveló la revista Semana, desestabilizaron al gobierno, desencadenaron investigaciones judiciales porque se mencionaron posibles hechos de corrupción y dejaron en el aire una arista de género: la violencia política que atravesó la funcionaria, por ser mujer y joven. Así lo ha expresado ella en organismos internacionales y lo confirman expertas consultadas por este diario.
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Laura Sarabia es una de las funcionarias en las que más confía el primer mandatario colombiano. Trabajó en su campaña política y llegó a la Casa de Nariño como jefa de gabinete, cargo del que salió a los pocos meses por cuenta de las declaraciones de la exniñera de su hijo, Marelbys Meza, en las que dijo haber sido amenazada, secuestrada y sometida a una prueba de polígrafo, después del robo de un dinero de la casa de la funcionaria. Por estos hechos, Sarabia está siendo investigada por la Fiscalía por posible tráfico de influencias.
Eso es lo primero que piden resaltar las expertas consultadas por El Espectador: no quitar de vista de que Sarabia debe ser investigada por los hechos denunciados por la exniñera y, que el hecho de ser mujer, no la exime de una posible responsabilidad penal.
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Pero coinciden también en que esas investigaciones tampoco debería impedir hablar de la arista de la violencia política en su contra. En medio del escándalo, se conocieron unos audios editados en los que, Armando Benedetti, además de exigirle a Sarabia nombrarlo en un ministerio y amenazarla con contar posibles hechos de corrupción electoral en la campaña Petro, la descalifica profesionalmente; le dice groserías; le sugiere que instrumentalice su maternidad como estrategia de comunicación política; habla de sus genitales; le advierte que su posición laboral se la debe a él, y se burla de su apariencia física.
Por ende, Laura Sarabia, quien volvió hace poco a la arena pública como directora del Departamento de Prosperidad Social, considera que ha sido víctima de violencia política. Así lo ha expresado a la opinión pública y a organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
La violencia política contra las mujeres es aquella que se ejerce usando los prejuicios de género para descalificarlas, causarles sufrimiento y apartarlas de la participación política. Y tiene varias modalidades: verbal, física, sexual, psicológica, moral, económica, digital y simbólica. Así la define en Colombia un proyecto de ley que establece medidas para combatirla, está en revisión de la Corte Constitucional y cobija a las mujeres en cargos de elección popular y a las que están en niveles decisorios en el Estado, como es el caso de Laura Sarabia.
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El Espectador conversó con expertas en violencia política y estas fueron sus conclusiones:
Lo primero que menciona Cindy Caro Cárdenas, trabajadora social y maestra de estudios de género vinculada a la Universidad del Rosario, es que la violencia contra Sarabia se ha evidenciado, no solo en los audios de Benedetti, sino en el cubrimiento mediático, en el que se ha puesto en duda su idoneidad en el rol solo por el hecho de ser joven. Tiene 29 años.
Sumado a eso, Juliana Hernández, directora de Artemisas, organización que ha acompañado el proyecto de ley de violencia política en Colombia, considera que hay otro ingrediente: Sarabia dijo que quiere ser presidenta. Y ahí, en su concepto, se activa otro prejuicio sobre las mujeres: lo esperado es que sean calladas, sumisas y sin ambiciones. Pero, cuando Sarabia cuenta que quiere poder y lo habla públicamente, se activan varias violencias, porque “desafía el rol tradicional y al sistema patriarcal y machista”.
El asunto paternalista y las mujeres solo como secretarias. En uno de los audios filtrados, Benedetti le dijo a Sarabia que ella no hubiese llegado a la campaña de Petro sin su ayuda, que todo se lo debe a él y que ella no da ideas, sino que es eficiente. Caro explica que aquí se evidencia la actitud paternalista con la que Benedetti desmerita a Sarabia, lo que constituiría una forma de violencia psicológica, porque la hace cuestionarse así misma sobre sus capacidades. “Los hombres te hacen creer que te hicieron. Como si ella no tuviera agencia. Te dice: ‘yo te puse ahí’”, agrega Hernández.
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Además, refuerza el estereotipo de que las mujeres sirven para seguir órdenes y no para pensar. Un ejemplo de esto también son gran parte de los sindicatos, en los que la mayoría de las mujeres hacen parte de la base, pero son los hombres los que lideran. “En los espacios laborales, las mujeres somos las que organizamos las celebraciones de cumpleaños y tomamos notas, pero no las que tomamos decisiones sobre la planeación de una organización. Cuando una mujer rompe la norma y se sale del padrinazgo, entonces el hombre la llama al orden. Es un llamado violento, explícito, pero también puede ser muy sutil”, explica Caro.
Las mujeres solo para hablar de maternidad y niños. Benedetti criticó la metida de pata del presidente Petro el pasado 17 de mayo, cuando se equivocó anunciando que habían rescatado a los niños perdidos en la selva del Guaviare, sin que esto fuera cierto. Entonces, le dijo a Sarabia que era ella la que debía hablar con la opinión pública, por ser mamá. Caro asegura que esto transmite el prejuicio de que las mujeres están habilitadas solo para hablar de infancias y maternidades, lo que es limitante y las reduce al rol de cuidadoras. Eso, en su opinión, es violencia simbólica porque reproduce códigos culturales.
Las mujeres ascienden porque “lo dan”. Benedetti hace un comentario en los audios que sugiere que Sarabia se ha mantenido en el cargo por favores sexuales. Juliana Hernández, de Artemisas, explica que esta expresión es una forma de violencia sexual que reproduce la idea de que las mujeres ascienden o están en el poder porque “lo dan” o “se los dan” y no por mérito propio, anulándoles sus conocimientos o experiencias.
Las mujeres son chiquitas. Benedetti, también en los audios, le repite varias veces a Sarabia que es “chiquita”. María Auxiliadora González Malabet, internacionalista, doctora en gobierno y docente de la Universidad del Norte, afirma que la intención con este comentario es minimizarla e infantilizarla. “El decirle chiquita refleja la realidad de que siempre nos intentan disminuir en espacios. No podemos vernos imponentes”.
Juliana Hernández, de Artemisas, añade que no toda violencia en política está basada en género. Y que sería distinto si a Laura Sarabia la criticaran por no tener experiencia ejecutando recursos públicos o por sus capacidades, pero, en cambio, se le suele descalificar por joven, ambiciosa y arrogante. Y los audios de Benedetti son prueba de ese círculo de prejuicios alrededor de lo que se espera socialmente de las mujeres.
Laura Sarabia, en la CIDH
El pasado 22 de agosto, la exjefa de gabinete viajó a Washington, Estados Unidos, donde se reunió con funcionarios de la CIDH y expuso la arista de la violencia política de la que considera haber sido blanco en Colombia. Sarabia se refirió al trato de Benedetti como desobligante, misógino y grosero, que duró al menos un año, y dijo que minimizaba sus labores e infantilizaba su capacidad.
Lea aquí: La CIDH va a monitorear el proceso de Laura Sarabia, exjefa de gabinete de Petro
Además, le planteó a la CIDH que su asunto se incluya en los informes temáticos que suelen redactarse sobre la situación de derechos de las mujeres en el ejercicio político en Colombia y América Latina.
Una fuente que conoce de cerca al Sistema Interamericano de Derechos Humanos le explicó a este diario que la presencia de Laura Sarabia en la CIDH no tiene trascendencia a nivel jurídico y no supone la existencia de un caso en la comisión. Y que esta se reúne de la misma manera y de forma recurrente con personas de diferentes sectores y corrientes políticas. Tiene más bien una connotación política, en su opinión, usada por Sarabia, para resaltar que estuvo conversando sobre su situación en un espacio internacional.
“La comisión recibe a todo el mundo, hasta a sus detractores. El mandato de la comisión es velar porque los Estados cumplan con sus obligaciones en derechos humanos y la verdad es que no veo cómo la comisión puede hacer algo respecto a Benedetti, no le corresponde. Y aún es muy pronto para analizar si Colombia no está garantizando los derechos de Laura Sarabia”, asegura la fuente que prefiere el anonimato.
Por su parte, Silvia Serrano, investigadora, docente de la Universidad de Georgetown y especialista en derechos humanos, coincide en que cualquier persona que siente afectados sus derechos puede ir a la CIDH y pedir reuniones, ya que es bastante accesible. La congresista uribista María Fernanda Cabal, por ejemplo, lo hizo durante las protestas del paro nacional.
Serrano explica que la comisión tiene varios mecanismos, uno de ellos es el monitoreo, en el que, por ejemplo, la CIDH podría enviar cartas al Estado preguntándole qué medidas ha tomado sobre un hecho particular o expresando preocupación por un hecho; así como emitir comunicados de prensa; o tomar nota de lo que Sarabia está expresando y tenerlo en cuenta en sus informes temáticos sobre las violencias contra las mujeres.
La CIDH, sin embargo, no ha dicho nada de manera oficial sobre la situación de Sarabia, pero le contestó a ella por correo electrónico: “El tema que nos ha traído a la conversación será objeto del trabajo de monitoreo de la Secretaría Ejecutiva”.
Todo el país escuchó los audios en los que, hace tres meses, el excongresista Armando Benedetti, entonces embajador de Colombia en Venezuela, descalificó, intimidó y ofendió a Laura Sarabia, entonces jefa de gabinete del presidente Gustavo Petro. Los reveló la revista Semana, desestabilizaron al gobierno, desencadenaron investigaciones judiciales porque se mencionaron posibles hechos de corrupción y dejaron en el aire una arista de género: la violencia política que atravesó la funcionaria, por ser mujer y joven. Así lo ha expresado ella en organismos internacionales y lo confirman expertas consultadas por este diario.
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Laura Sarabia es una de las funcionarias en las que más confía el primer mandatario colombiano. Trabajó en su campaña política y llegó a la Casa de Nariño como jefa de gabinete, cargo del que salió a los pocos meses por cuenta de las declaraciones de la exniñera de su hijo, Marelbys Meza, en las que dijo haber sido amenazada, secuestrada y sometida a una prueba de polígrafo, después del robo de un dinero de la casa de la funcionaria. Por estos hechos, Sarabia está siendo investigada por la Fiscalía por posible tráfico de influencias.
Eso es lo primero que piden resaltar las expertas consultadas por El Espectador: no quitar de vista de que Sarabia debe ser investigada por los hechos denunciados por la exniñera y, que el hecho de ser mujer, no la exime de una posible responsabilidad penal.
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Pero coinciden también en que esas investigaciones tampoco debería impedir hablar de la arista de la violencia política en su contra. En medio del escándalo, se conocieron unos audios editados en los que, Armando Benedetti, además de exigirle a Sarabia nombrarlo en un ministerio y amenazarla con contar posibles hechos de corrupción electoral en la campaña Petro, la descalifica profesionalmente; le dice groserías; le sugiere que instrumentalice su maternidad como estrategia de comunicación política; habla de sus genitales; le advierte que su posición laboral se la debe a él, y se burla de su apariencia física.
Por ende, Laura Sarabia, quien volvió hace poco a la arena pública como directora del Departamento de Prosperidad Social, considera que ha sido víctima de violencia política. Así lo ha expresado a la opinión pública y a organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
La violencia política contra las mujeres es aquella que se ejerce usando los prejuicios de género para descalificarlas, causarles sufrimiento y apartarlas de la participación política. Y tiene varias modalidades: verbal, física, sexual, psicológica, moral, económica, digital y simbólica. Así la define en Colombia un proyecto de ley que establece medidas para combatirla, está en revisión de la Corte Constitucional y cobija a las mujeres en cargos de elección popular y a las que están en niveles decisorios en el Estado, como es el caso de Laura Sarabia.
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El Espectador conversó con expertas en violencia política y estas fueron sus conclusiones:
Lo primero que menciona Cindy Caro Cárdenas, trabajadora social y maestra de estudios de género vinculada a la Universidad del Rosario, es que la violencia contra Sarabia se ha evidenciado, no solo en los audios de Benedetti, sino en el cubrimiento mediático, en el que se ha puesto en duda su idoneidad en el rol solo por el hecho de ser joven. Tiene 29 años.
Sumado a eso, Juliana Hernández, directora de Artemisas, organización que ha acompañado el proyecto de ley de violencia política en Colombia, considera que hay otro ingrediente: Sarabia dijo que quiere ser presidenta. Y ahí, en su concepto, se activa otro prejuicio sobre las mujeres: lo esperado es que sean calladas, sumisas y sin ambiciones. Pero, cuando Sarabia cuenta que quiere poder y lo habla públicamente, se activan varias violencias, porque “desafía el rol tradicional y al sistema patriarcal y machista”.
El asunto paternalista y las mujeres solo como secretarias. En uno de los audios filtrados, Benedetti le dijo a Sarabia que ella no hubiese llegado a la campaña de Petro sin su ayuda, que todo se lo debe a él y que ella no da ideas, sino que es eficiente. Caro explica que aquí se evidencia la actitud paternalista con la que Benedetti desmerita a Sarabia, lo que constituiría una forma de violencia psicológica, porque la hace cuestionarse así misma sobre sus capacidades. “Los hombres te hacen creer que te hicieron. Como si ella no tuviera agencia. Te dice: ‘yo te puse ahí’”, agrega Hernández.
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Además, refuerza el estereotipo de que las mujeres sirven para seguir órdenes y no para pensar. Un ejemplo de esto también son gran parte de los sindicatos, en los que la mayoría de las mujeres hacen parte de la base, pero son los hombres los que lideran. “En los espacios laborales, las mujeres somos las que organizamos las celebraciones de cumpleaños y tomamos notas, pero no las que tomamos decisiones sobre la planeación de una organización. Cuando una mujer rompe la norma y se sale del padrinazgo, entonces el hombre la llama al orden. Es un llamado violento, explícito, pero también puede ser muy sutil”, explica Caro.
Las mujeres solo para hablar de maternidad y niños. Benedetti criticó la metida de pata del presidente Petro el pasado 17 de mayo, cuando se equivocó anunciando que habían rescatado a los niños perdidos en la selva del Guaviare, sin que esto fuera cierto. Entonces, le dijo a Sarabia que era ella la que debía hablar con la opinión pública, por ser mamá. Caro asegura que esto transmite el prejuicio de que las mujeres están habilitadas solo para hablar de infancias y maternidades, lo que es limitante y las reduce al rol de cuidadoras. Eso, en su opinión, es violencia simbólica porque reproduce códigos culturales.
Las mujeres ascienden porque “lo dan”. Benedetti hace un comentario en los audios que sugiere que Sarabia se ha mantenido en el cargo por favores sexuales. Juliana Hernández, de Artemisas, explica que esta expresión es una forma de violencia sexual que reproduce la idea de que las mujeres ascienden o están en el poder porque “lo dan” o “se los dan” y no por mérito propio, anulándoles sus conocimientos o experiencias.
Las mujeres son chiquitas. Benedetti, también en los audios, le repite varias veces a Sarabia que es “chiquita”. María Auxiliadora González Malabet, internacionalista, doctora en gobierno y docente de la Universidad del Norte, afirma que la intención con este comentario es minimizarla e infantilizarla. “El decirle chiquita refleja la realidad de que siempre nos intentan disminuir en espacios. No podemos vernos imponentes”.
Juliana Hernández, de Artemisas, añade que no toda violencia en política está basada en género. Y que sería distinto si a Laura Sarabia la criticaran por no tener experiencia ejecutando recursos públicos o por sus capacidades, pero, en cambio, se le suele descalificar por joven, ambiciosa y arrogante. Y los audios de Benedetti son prueba de ese círculo de prejuicios alrededor de lo que se espera socialmente de las mujeres.
Laura Sarabia, en la CIDH
El pasado 22 de agosto, la exjefa de gabinete viajó a Washington, Estados Unidos, donde se reunió con funcionarios de la CIDH y expuso la arista de la violencia política de la que considera haber sido blanco en Colombia. Sarabia se refirió al trato de Benedetti como desobligante, misógino y grosero, que duró al menos un año, y dijo que minimizaba sus labores e infantilizaba su capacidad.
Lea aquí: La CIDH va a monitorear el proceso de Laura Sarabia, exjefa de gabinete de Petro
Además, le planteó a la CIDH que su asunto se incluya en los informes temáticos que suelen redactarse sobre la situación de derechos de las mujeres en el ejercicio político en Colombia y América Latina.
Una fuente que conoce de cerca al Sistema Interamericano de Derechos Humanos le explicó a este diario que la presencia de Laura Sarabia en la CIDH no tiene trascendencia a nivel jurídico y no supone la existencia de un caso en la comisión. Y que esta se reúne de la misma manera y de forma recurrente con personas de diferentes sectores y corrientes políticas. Tiene más bien una connotación política, en su opinión, usada por Sarabia, para resaltar que estuvo conversando sobre su situación en un espacio internacional.
“La comisión recibe a todo el mundo, hasta a sus detractores. El mandato de la comisión es velar porque los Estados cumplan con sus obligaciones en derechos humanos y la verdad es que no veo cómo la comisión puede hacer algo respecto a Benedetti, no le corresponde. Y aún es muy pronto para analizar si Colombia no está garantizando los derechos de Laura Sarabia”, asegura la fuente que prefiere el anonimato.
Por su parte, Silvia Serrano, investigadora, docente de la Universidad de Georgetown y especialista en derechos humanos, coincide en que cualquier persona que siente afectados sus derechos puede ir a la CIDH y pedir reuniones, ya que es bastante accesible. La congresista uribista María Fernanda Cabal, por ejemplo, lo hizo durante las protestas del paro nacional.
Serrano explica que la comisión tiene varios mecanismos, uno de ellos es el monitoreo, en el que, por ejemplo, la CIDH podría enviar cartas al Estado preguntándole qué medidas ha tomado sobre un hecho particular o expresando preocupación por un hecho; así como emitir comunicados de prensa; o tomar nota de lo que Sarabia está expresando y tenerlo en cuenta en sus informes temáticos sobre las violencias contra las mujeres.
La CIDH, sin embargo, no ha dicho nada de manera oficial sobre la situación de Sarabia, pero le contestó a ella por correo electrónico: “El tema que nos ha traído a la conversación será objeto del trabajo de monitoreo de la Secretaría Ejecutiva”.