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Los códigos de vestimenta para las mujeres en los deportes han estado durante mucho tiempo determinados por un supuesto intento de conciliar las nociones de “feminidad” con las de “atletismo”. Sin embargo, en diversas disciplinas los uniformes terminan sexualizándolas y realmente no consideran sus necesidades y habilidades deportivas. (Colombia regresa a Sidney para preparar el partido frente a Inglaterra)
Poco a poco, las atletas están rechazando las regulaciones de uniformes anticuadas y exigiendo que el desempeño deportivo se priorice sobre la estética. En su último artículo para el New York Times, Vanessa Friedman analiza esta tendencia en los deportes de alto rendimiento. (En video: Representación, un camino para romper con la desigualdad)
En este mundial femenino las selecciones de Estados Unidos, Inglaterra, Nueva Zelanda, Canadá, Francia y Nigeria decidieron no utilizar pantalonetas blancas en sus partidos. “Es justicia menstrual”, dijo la Dr. Akilah Carter-Francique, decana de la Escuela de Educación, Salud y Servicios Humanos del Benedict College en Columbia y expresidenta de la Sociedad Norteamericana de Sociología del Deporte.
En la misma línea, en Wimbledon, Elena Rybakina de Kazajistán y Shelby Rogers, de los Estados Unidos, fueron las primeras competidoras en usar shorts oscuros bajo su vestimenta blanca. Hasta este 2023, el All England Club finalmente flexibilizó sus reglas del código de vestimenta completamente blanco, en reconocimiento de la realidad menstrual de las deportistas.
En general, el rigor del código de vestimenta de cualquier deporte depende de su órgano rector. Es por eso que algunas atletas pueden tener una gama de uniformes para elegir, mientras que otras, como en el voleibol, la gimnasia o el atletismo, deben utilizar uniformes cortos y ceñidos al cuerpo. (Manicures y cortes de pelo: el orgullo LGBT en el Mundial Femenino)
En 2021, el equipo femenino de Handball de playa Noruego fue multado por desafiar el reglamento de los campeonatos europeos usando pantalones cortos frente a los bikinis obligatorios. Ese mismo año, el equipo de gimnasia femenino alemán abandonó las trusas de tiro alto por los uniformes hasta el tobillo, protestando por la “sexualización” de sus cuerpos. Esta medida tenía como objetivo hacer visible el abuso sexual en el deporte, a raíz de casos destapados en los Estados Unidos y el Reino Unido. Ellas continuaron su protesta en los Juegos Olímpicos de Tokio.
“En un momento en que el control de los cuerpos de las mujeres está a la vanguardia del debate político y cultural y en la medida que las cuestiones de los códigos de vestimenta se vuelven cada vez más polémicos en las escuelas, empresas y puestos de gobierno, el mundo del deporte puede ser, en realidad, el corazón de la resistencia”, argumenta Friedman en su artículo. (La historia de las rebeldes de La Guajira que luchan contra el matrimonio infantil)
Los uniformes en los deportes femeninos han evolucionado de dos maneras. Por un lado, son simplemente versiones reducidas de los estilos de los hombres, como en el baloncesto y el fútbol. Por el otro lado, estos fueron diseñados para ser expresamente femeninos, como los vestidos de tenis, los skorts (mezcla entre falda y short) de hockey y los sujetadores y bikinis usados por atletas de atletismo y jugadoras de deportes de playa. Independientemente, o no se ajustan a los cuerpos de las deportistas correctamente, o son pensados desde una “mirada masculina”.
Durante casi todo el tiempo que las mujeres han participado públicamente en escenarios deportivos, la sociedad ha planteado cuestiones que reflejan prejuicios arraigados sobre la feminidad, la sexualidad, el poder, el género y los estereotipos. “Las mujeres que usan sus cuerpos para su propio placer y recreación, las mujeres que usan sus cuerpos de una manera poderosa, no deben ser revolucionarias en 2023″, dijo Lauren Fleshman, campeona nacional de los Estados Unidos y autora de “Good for a Girl: A Woman Running in a Man’s World” (Bueno para una niña: una mujer corriendo en un mundo masculino).
Básicamente, los uniformes son parte de una problemática social mucho más amplia en que las mujeres, desde temprana edad, son sexualizadas y la ropa termina reforzando los roles de género. La investigación “Practical, Professional or Patriarchal?” (¿Práctico, profesional o patriarcal?), realizada por la reconocida jugadora de hockey inglesa, Tess Howard, encontró que el 70% de las niñas que abandonaron los deportes lo hicieron porque les preocupaba el uniforme y su imagen corporal en ellos. (Poni Club, un gimnasio con enfoque gordo y cuir en Bogotá)
Asimismo, el estigma que aún persiste sobre las mujeres en el deporte también contribuye a que las jóvenes se abstengan de participar. Según un informe de la Women’s Sports Foundation, el sexismo y la falta de financiación son determinantes. Por ello Carter-Francique afirma que “el deporte es un microcosmos de nuestra sociedad en general”.
El que hoy cada vez sean más las deportistas que desafían y redefinen sus uniformes, es coherente con el avance de los movimientos por los derechos de las mujeres a nivel mundial y también con la lucha por equidad salarial en escenarios deportivos. En palabras de Risa Isard, Nicole Melton y Charles Macauley, de la Universidad de Massachusetts, es “un acto de resistencia cotidiana” en el que ellas le dan un nuevo sentido a la autonomía corporal y la posibilidad de elegir. Por eso, aunque la decisión de las selecciones de alejarse de las pantalonetas blancas pareciera tan poco importante, es en realidad bastante significativo.
Con información de The New York Times.