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Algo así como una “rockstar” del feminismo y la academia latinoamericana, la reconocida antropóloga Rita Segato, después de su conferencia, tenía frente a ella a decenas de personas que le pedían autógrafos, querían expresar su admiración y tomarse una foto con ella. En sus celulares, cuadernos y libros, quedaría la constancia de que compartieron un auditorio y escucharon de cerca a la persona que se sumergió en la mente de un violador para explicar la violencia machista que sufren las mujeres, uno de sus grandes aportes a los estudios de género.
Y tal admiración no es una sorpresa, pues ella se erige como una figura fundamental para comprender la realidad de las mujeres en América Latina. Su trabajo ha abarcado desde el análisis de la violencia de género hasta el cuestionamiento de las estructuras de poder. Llegando a analizar cómo el control sobre la vida y la muerte de las mujeres está atravesado por el Estado y otros actores de poder. Una perspectiva que ha permitido entender los feminicidios y otras formas de violencia contra las mujeres en la región.
Su conferencia en el marco del evento de Latin American Studies Association (LASA), en la Pontificia Universidad Javeriana, trató sobre los “Feminismos ante la cruzada antigénero” y su postura política, como es característico de ella, no se hizo esperar en el auditorio. No sólo por lo que discutía, pues entre el micrófono y sus dedos entrelazados, se podía ver en su pecho un botón de la bandera de Palestina, como un acto simbólico sutil, para mostrar su apoyo al pueblo de Gaza y su situación política actual.
Todo lo que ocurre alrededor de Rita Segato cuenta con su opinión crítica, pues minutos antes de iniciar la entrevista con El Espectador, nos contó sobre la situación actual de Argentina con el gobierno de Javier Milei, sus preocupaciones y sus luchas. Todo esto, mientras recibía información directa de Buenos Aires y las protestas que estaban ocurriendo en ese momento. Corroborando que sus familiares estuvieran bien mediante mensajes de texto, se sentó a hablar con nosotras.
Para muchas eres un ícono feminista. Pero, para ti, ¿quién es Rita Segato?
¡Ay qué difícil! Yo soy una mamá. Mis hijos no aceptarían esta autodefinición porque dirían que me dediqué demasiado a trabajar y poco a ser mamá. Pero yo me autodefino, en este momento de mi vida, como alguien que está pensando mucho en sus hijos y que dije una vez que “maternar es político”, porque maternar es tejer la sensibilidad ética y la piel política de quien tú cuidas, quien con quien vos cuidás. No maternar en el sentido general de cuidarte, el cuidado es político. No es solamente garantizar la vida, la alimentación, la salud, es tejer.
Bueno, esa es una definición mía. En Alemania tomaron esa frase y la pusieron en Berlín, en la Casa de las Culturas del Mundo, la tradujeron al alemán, pero tuve un gran disgusto porque no se puede traducir al alemán, porque cambia el sentido. Mis traductores, al alemán, me dijeron: “No, pero ahí no dice maternar político, dice ‘la maternidad es política’”, que cambia completamente el sentido de lo que quise decir. Porque la vuelve como obligatoria, parecería que hay algo así contra el aborto, por ejemplo, contra la prevención de la natalidad. No, yo dije maternar, no maternidad.
Ahora, yo soy una mujer argentina que tuvo la oportunidad de tener una excelente educación en su país y a los 23 años, me fui de la Argentina, en las vísperas de la dictadura, cuando ya comenzaron las muertes arbitrarias, los asesinatos de personas por una organización que se llamó la Triple A. Y me fui, y pensé que nunca sería capaz de volver y cada día, cada día que estuve fuera de mi país, soñé con poder encontrar el camino de regreso. Esa es una característica mía. Por eso, hoy tengo un proyecto de libro, con la idea de conseguir retirarme del mundo para escribir un ensayo sobre el arraigo. Pero está muy difícil porque, lentamente, me fui transformando de una persona que fue una profesora toda su vida, una investigadora toda su vida y, de repente, me transformé en un, lo que se llama hoy en una “intelectual pública” y eso es difícil porque me está impidiendo esa retirada del mundo que se necesita para seguir, para pensar y escribir a profundidad.
¿Cuál fue ese primer acercamiento al feminismo?
Yo nací de una madre que realmente era, de algunas formas, mucho más radical que yo en su visión de los hombres como un grupo realmente “despreciable”. No sé qué otra palabra ponerle. Entonces, yo soy una feminista un poco menos ardorosa que mi madre, soy de segunda generación. Mi feminismo surge de ese hogar, de esa libertad que mi madre me dio, de esa manera de pensar en la libertad de una mujer y la necesidad de que una mujer sea completamente autónoma. O sea, por ejemplo, hacerme jurar que jamás dependería económicamente de un hombre, lo tuve que jurar. Ese fue mi inicio.
Luego, cuando empiezo mi trabajo de campo como antropóloga con una religión afro-brasileña, una religión africana en Brasil, en la ciudad de Recife, donde las mujeres tenían una gran autoridad y donde, por ejemplo, la transitividad de género era abierta, en el sentido de que las mujeres, la mayor parte de las mujeres con las que trabajé, tenían una compañera mujer, es ahí cuando empiezo a sumergirme en los temas de género.
Recuerdo que en ese momento no estaba transitando la palabra “género”, estamos hablando de 1976, 77 y 78. No existía la palabra “género” en el vocabulario analítico. Pues, la palabra género es una categoría analítica, no podemos hablar jamás ni mencionar la expresión “ideología de género” porque el género no es una ideología, es una categoría analítica, sirve para analizar las diferencias de la construcción del masculino y lo femenino en diferentes civilizaciones, en diferentes culturas. Entonces, cuando yo voy a mi trabajo de campo, encuentro toda una tradición que construye lo que es una mujer y lo que es un hombre, y construye lo que es el masculino y el femenino de una manera totalmente diferente a la occidental y construye la sexualidad de una manera totalmente diferente a la occidental. Ahí empiezo a pensar: ¿cómo le llamo a esto?, ¿hombre y mujer? No, ¿cómo hablo de esto?, ¿qué es? Es móvil, no es el macho de la especie o la hembra de la especie, sino algo así como una construcción cultural encima de esa base orgánica. ¿Dónde hay una palabra que exprese eso que es una convención? Pues saco de la gramática la palabra “género”. No estaba todavía publicado “Gender Trouble” de Judith Butler y no circulaba la palabra “género”. Bueno, esa fue una de mis puertas de entrada al feminismo.
Nos hablas de la ideología de género, y algunos sectores políticos en Colombia usan esa expresión para decir que es un proyecto que quiere “acabar con la familia”, ¿la ideología de género existe?
Yo no creo en ninguna política basada en la amargura, en el rencor y las políticas que vienen del rencor son siempre de derecha, son siempre conservadoras. Nosotras no podemos partir del rencor para construir nuestras políticas. Hablar de “ideología de género” es absurdo.
Pero tampoco supimos decir que no, que el género no es una ideología. Nos hemos tragado su discurso, hemos asimilado y proyectado el discurso, que es absolutamente contestable porque el género no es una ideología. Es una categoría analítica que sirve, por ejemplo, a las antropólogas y a los antropólogos, como yo, para hablar de las diferencias de cómo se es hombre y mujer en culturas diferentes. Entonces, no es una ideología, es una categoría para analizar la realidad y es de facto que hombres y mujeres, en diferentes tradiciones y en diferentes culturas, no se construyen de la misma manera. Entonces, no es una ideología, pero estamos ahora nosotras hablando de la ideología de género. No. Está mal.
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Continuemos en el contexto colombiano. En los últimos meses hemos visto que las agresiones sexuales y los feminicidios están ocurriendo a los ojos de todos, pasamos de hablar de que esto sólo ocurre en el ámbito de lo privado y ahora lo vemos en público, ¿cómo se explica esto?
En mi análisis del discurso de convictos por violación en una cárcel de Brasilia, una de las primeras conclusiones es que la violencia sexual es una violencia no instrumental, no utilitaria, como el sentido común la construye, sino expresiva. O sea, es un enunciado, es una exhibición, es un espectáculo. Y de lo que me estás hablando es de un espectáculo de crímenes cuyos restos se dejan en la calle, a la vista de todo el público. O sea, la cuestión del espectáculo para mí es la característica fundamental de los crímenes sexuales. Porque hay una necesidad de exhibición, de una capacidad de dominación para la construcción de la masculinidad. Es un tributo. Para que un hombre sea un hombre, tienen que tributar a la mujer. Exaccionar un tributo, como se hablaría de un impuesto de la posición femenina que transita hacia la posición masculina y la construye, la constituye.
Entonces, mi feminismo va surgiendo lentamente de la comprensión de esa estructura violenta que, en realidad, afecta a toda la sociedad. Por eso, hoy, ya muchísimos años después, yo digo que la lucha contra la violencia, la lucha feminista, que es una lucha que tiene en su centro como uno de sus ejes más importantes: la lucha contra la violencia. Esto no es para las mujeres solamente, sino para toda la humanidad. Cuando trabajamos en nuestro activismo, contribuimos a la mejoría de las condiciones de vida de la humanidad.
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Hablas de un feminismo que es para la humanidad pero, como en todos lados, los radicalismos existen, ¿qué piensas de ese feminismo que quiere excluir a las personas trans?
Considero que es una estupidez porque, en realidad, la meta feminista es la soberanía sobre el cuerpo y sobre la sexualidad. Entonces, ¿le vas a negar a unas personas que ejerzan esa soberanía? No, ellas están en la misma lucha que nosotras. Es parte de la lucha y es una mala comprensión. La transitividad de género no es ningún invento reciente, no tiene nada de reciente. Al contrario, en los pueblos preconquistuales, precoloniales, la transitividad de género era abierta de una manera que deja de serlo cuando llega la colonización, que introduce el binarismo y el determinismo biológico de una manera que antes no existía.
Por la misma línea, ¿consideras que es radical excluir a los hombres del movimiento feminista?
Yo creo que existen fuerzas dentro del feminismo que aspiran a un control del movimiento. Yo opino lo contrario. Yo no creo que deba haber un control del movimiento, y no creo que nuestros esquemas, nuestro paradigma, nuestra meta, deba ser la misma que la del patriarcado, la del poder y el control. Tenemos que sentir, nombrar, definir otras metas de nuestro movimiento que no sean la de tomar el poder del feminismo o tomar el poder de la sociedad. Para mí, el poder es una mala palabra.
Muchas veces, los hombres me preguntan ¿cómo podemos nosotros colaborar con el movimiento feminista, con sus luchas? Y la pregunta está completamente equivocada, ellos tienen que luchar. Nosotras les estamos ayudando a comprender los daños del mandato de masculinidad. Entonces, nosotras estamos colaborando con una masculinidad que se descubre en este momento muy lesionada. Los hombres están sufriendo y por eso se están volviendo cada vez más violentos y para muchos hombres solo queda la violencia, no queda más nada que la violencia para constituirse como hombres. Porque se ha precarizado la posición masculina.
Por eso, ellos tienen que hacer su propio movimiento. Nosotras tenemos nuestro movimiento y muchos hombres han entrado en un activismo de deconstrucción de su masculinidad. Eso está ocurriendo. No tengo la menor duda. En la liberación masculina hay un movimiento muy disperso. Nuestro movimiento ha construido más alianzas internacionales, el de los hombres es más localizado y más disperso, pero existe un movimiento o diversos movimientos de liberación masculina.
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¿Qué piensas de las nuevas masculinidades?
Cuando yo hablo de abajo el mandato de masculinidad es muy impresionante, pero encuentro por la calle, y en más de un país, hombres de diversas clases sociales y diversas edades, de hombres más viejos que yo o jovencitos, que me agradecen por esa propuesta. Es curiosísimo, pero creo que muchos hombres se dan cuenta de que han sido estafados y que el mandato de masculinidad es una estafa. El patriarcado vuelve a los hombres mucho más infelices y los hace morir antes de tiempo. Tienen que sacrificar muchas cosas y muchos aspectos de la felicidad que nosotras, las mujeres, tenemos.
Ellos tienen que crear un callo de distancia en sus relaciones. No se pueden manifestar y temen muchísimo cualquier manifestación de fragilidad. Y nosotras, podemos hacerlo en cualquier momento y no pasa nada. Los hombres no pueden hacerse cargo de determinadas tareas y por eso están en esa situación de dependencia del cuidado. Por un lado, son infelices por la normativa de la manifestación de la fragilidad y, por otro, por la dependencia de que alguien les cuide.
Rita, ¿alguna vez has dudado de seguir en el camino del feminismo?
No, no. Es que es parte de la realidad que a todos y a todas nos importa, nos interesa. Solo vamos a encaminar la historia hacia un horizonte más benigno para toda la humanidad si entendemos esa estructura de poder que es basal y se replica en todas las otras estructuras de poder. O sea, es necesario, es un tema indispensable, es un tema universal. No es un tema de las mujeres. Necesitamos comprender por qué somos tan letales, por qué somos tan crueles. De dónde sale, dónde es la escuelita de la letalidad y de la crueldad, y está en el género y en el patriarcado.
¿Cuál es el futuro del feminismo después de haber conquistado tantas luchas?
El movimiento es plural y debe ser plural. El mundo debe ser plural. Mi meta para el mundo es el pluralismo radical, un mundo sin hegemonías. Somos muchas y somos distintas, pero hay algunas cuestiones que sí son universales, por ejemplo, la lucha de las mujeres contra la violencia que se ejerce sobre ellas. Eso es universal, aunque sean diferentes formas de violencia, porque no todas las civilizaciones perpetran el mismo tipo de violencia contra las mujeres, por ejemplo, la violencia violadora no es universal, todas las sociedades humanas conocen la violación, pero algunas generaciones pasan sin que ocurra una. O por ejemplo, el islam es violentísimo con relación a la dominación de las mujeres, pero no es una civilización violadora. Y el otro tema, es la soberanía sobre el cuerpo que es una lucha y una reivindicación que sí considero que es de todas, tenemos que seguir luchando por la la soberanía sobre nuestros propios cuerpos.