Ideas para no sufrir por amor: una conversación con Coral Herrera

La doctora en Humanidades dedicó su trabajo de tesis a investigar el amor, para crear y divulgar herramientas que les ayuden, especialmente a las mujeres, a desmitificar el amor romántico y salir de relaciones de maltrato.

Pilar Cuartas Rodríguez
21 de agosto de 2024 - 07:00 p. m.
Coral Herrera es autora de más de diez libros que hablan sobre el amor romántico y cómo zafarse de los patrones de maltrato.
Coral Herrera es autora de más de diez libros que hablan sobre el amor romántico y cómo zafarse de los patrones de maltrato.
Foto: Marián León
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Hace más de una década, Coral Herrera estaba sufriendo por amor y su cabeza estaba repleta de preguntas mientras atravesaba el duelo de una ruptura amorosa. Pero no encontró información que la ayudara a aclarar lo que estaba sintiendo, así que decidió elaborar las respuestas por su cuenta. Convirtió sus dudas en una tesis doctoral, para desmitificar el amor romántico y, desde una perspectiva interdisciplinar, entender por qué amamos como lo hacemos y cómo las personas, especialmente las mujeres, podemos dejar de sufrir por amor y empezar a disfrutarlo como una fiesta, que brinde bienestar y cuidado.

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Pero su tesis no solo se quedó en el papel, se convirtió en un blog y luego en un Laboratorio de Amor, en el que cientos de mujeres se juntan desde 2015 para estudiar el amor, el sexo y las emociones mezclando lo personal con lo político. Las participantes comparten recursos, ideas, herramientas y sus experiencias, para explorar otras formas de quererse. “Muchas de nosotras somos mujeres autónomas y empoderadas, vivimos solas y somos independientes económicamente(...) pero seguimos soñando con el amor total, y fantaseamos con encontrar a alguien que nos quiera incondicionalmente”, explica Coral en uno de sus libros.

El propósito es el mismo: trabajar para encontrar el modo de quererse sin sufrir y sin hacer sufrir a los demás. Coral Herrera es española, feminista y doctora en humanidades, y esta semana está de visita en Colombia, para compartir con sus lectoras y seguidoras sus reflexiones, entre ellas que el amor no lo puede todo, “no puede con el machismo, ni con la violencia, ni con los problemas del otro”.

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“Nuestro ego, que se cree muy poderoso, piensa que somos capaces de transformar la voluntad de las personas y que la magia del amor cambia a la gente de la noche a la mañana. Sin embargo, siendo amado, el mentiroso no se convierte en una buena persona y el alcohólico no se cura de repente”, afirma Coral, autora de más de una decena de libros.

La agenda de la escritora, gestionada por la organización Puenteras, iniciará este jueves en Bogotá, donde dictará una charla en Diosa Cervecería; el viernes tendrá una conferencia dirigida a jóvenes y adolescentes en la Universidad Agustiniana; y el sábado impartirá un taller en el Parkway y un conversatorio en el Centro Cultural Gabriel García Márquez. La sesión de eventos finalizará el domingo y el lunes en Villavicencio (aquí puedes obtener más información). Previo a estos eventos, El Espectador conversó con Coral Herrera sobre sus ideas para dejar de sufrir por amor.

¿Por qué decidiste dedicarte a hablar sobre el amor romántico y las relaciones afectivas?

Es un tema que siempre me ha apasionado. Desde niña me llamó la atención la distancia que había entre los cuentos que me contaban y la realidad que veía. No entendía por qué las parejas a mi alrededor estaban en luchas perpetuas y las mujeres sufrían un montón y, en cambio, en los cuentos, las historias parecían tan bonitas. Luego, en la adolescencia, me pasé horas leyendo novelas románticas y hablando, pensando, imaginando y soñando el amor.

Pero la pregunta surgió en mi tesis doctoral. El director me pidió elegir un tema que me apasionara.. Yo estaba pasando un duelo tremendo, estaba sufriendo mucho y pensé que investigar el amor me podía dar respuestas a mis preguntas. Entonces dije: el amor romántico, ¿por qué amo así y no de otra manera? Fue apasionante dedicarme seis años a investigar este tema.

No quería que mi tesis se quedara en un rincón de la biblioteca. En esa época, el internet empezaba a ser más masivo y comencé a escribir un blog, para hacer divulgación científica de los conocimientos acumulados, pero con un lenguaje sencillo para llegar a toda la gente. Desde entonces, me he dedicado a crear y divulgar herramientas para dejar de sufrir.

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En uno de tus libros dices que solo cuando hay correspondencia y reciprocidad podemos disfrutar de la fiesta del amor, pero ¿cómo identificamos eso?

Siempre les digo a las mujeres: “Para saber si te quieren, de verdad mira cómo se comportan contigo, no lo que dicen, sino lo que hacen”, porque lo que nos define en realidad son nuestras acciones. También puedes preguntarte: “¿Te estás divirtiendo?, ¿vuelves de las citas con tu pareja radiante y feliz o con ansiedad y la pasas mal? Tu propio cuerpo y las emociones dan la clave para saber si te sientes querida y cuidada. Para mí, el tema de la reciprocidad es clave porque el sufrimiento está asegurado en las relaciones en las que las dos personas no tienen las mismas ganas y el mismo nivel de compromiso. La falta de reciprocidad nos lleva a las relaciones de sufrimiento y maltrato mutuo, en las que estamos todo el tiempo mendigando y reclamando amor. Y el amor no se exige ni se mendiga.

El problema es el autoengaño, las mujeres hemos sido educadas para dejarnos engañar por el amor romántico y engañarnos a nosotras mismas, porque nos han hecho creer en los milagros románticos. Nos han dicho: “Hay que luchar por el amor”, “la esperanza es lo último que se pierde”. Todo eso se nos ha quedado grabado en el interior y es inevitable no hacerse ilusiones y esperar el milagro romántico, para que él finalmente se enamore de ti. Por más enamorada que estés, hay que estar lo más lúcida y despierta posible, con los pies en la tierra, porque nos jugamos muchísimo, nos jugamos la salud mental y emocional, y la vida. También hay que buscar mecanismos para cuando no veas la realidad, como por ejemplo acudir a las amigas.

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¿De qué manera nos suelen educar a las mujeres y a los hombres sobre el amor y por qué eso nos distancia tanto?

A los hombres se les educa para que tengan miedo al amor, le teman a las mujeres y se cuiden de ellas. En la historia del arte hay cientos de ejemplos, se muestra a las mujeres como monstruos, malvadas, que te chupan la sangre, vacían la cartera o destrozan el corazón. Desde niños, los hombres aprenden la misoginia y la interiorizan. Eso los va limitar muchísimo a la hora de poder relacionarse, abrirse y disfrutar del sexo y el amor, porque los hombres van con mucho miedo. Eduardo Galeano dijo que el machismo es el miedo de los hombres a las mujeres sin miedo y “a las mujeres con poder”, añado yo. Es imposible quererse cuando crees que la persona que amas es la enemiga.

Por el contrario, a nosotras se nos educa para que pongamos el amor en el centro, y no cualquier amor, solo el amor hacia un hombre. Nos crían para ser adictas al amor romántico y dependientes emocionalmente del reconocimiento y la aceptación de los hombres. Casi todas nuestras relaciones, salvo la amistad, están marcadas por la dominación y sumisión.

Hacen falta mucho años de terapia para desmontar y deconstruir eso y darnos cuenta de que es una trampa para que vivamos de rodillas a los hombres, porque nos han hecho creer que venimos a sufrir y sacrificarnos. Nos ha costado, pero ya sabemos que amar no es sufrir y que tenemos derecho a disfrutar de relaciones sanas, igualitarias, basadas en el placer, pero también en el respeto y la igualdad.

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Uno de los mitos del amor romántico que tú señalas es que el amor puede curar a las personas violentas y, con eso, el machista podría volverse feminista o el mentiroso en honesto. ¿Por qué es tan clave saber que no es cierto?

Porque uno de los mitos del amor romántico es el de la transformación mágica y también la salvación. Uno de los relatos que ejemplifica esto es el de don Juan, que nos hace creer que cuando encuentra a doña Inés, él deja de ser un golfo mentiroso, para convertirse en una buena persona. Todas nuestras historias y relatos occidentales están basados en esta idea de que el amor cura todo y te transforma la vida, te saca de la pobreza.

Muchísimas mujeres han interiorizado ese mito a través de cuentos como la Bella y la Bestia, que nos deja claro que por más ogro que sea, si aguantas y sacrificas, él se convertirá en príncipe azul. Parece que las mujeres tenemos la misión de educar a los hombres, sacarles de sus vicios y adicciones, hacer de “mujer madre”, como lo describe Marcela Lagarde, pues seguimos maternando a los hombres y ellos siguen comportándose como adolescentes eternos. Lo que yo he comprobado en mi trabajo de investigación es que la gente solo cambia cuando quiere.

¿Cómo podríamos entonces disfrutar de un amor bonito y sano, que sume y no reste?

Sacando de la ecuación al sufrimiento y la servidumbre, que los hombres no nos traten como si fuéramos sus criadas, asistentes, secretarias, enfermeras, psicólogas, trabajadoras sexuales, etcétera. Aprender a relacionarnos de igual a igual. Las relaciones sanas no están basadas en los valores del capitalismo y el patriarcado, como la acumulación, el egoísmo, la avaricia y el sálvese quien pueda, sino en los valores del feminismo y ecologismo, como el compañerismo, la cooperación. El desafío que tenemos por delante es aprender a tratarnos con respeto, cariño, ternura radical y apoyo mutuo.

¿Cuándo es momento de terminar una relación y no seguir negociando?

Cuando sufres, no la pasas bien, lloras, te angustias y cuando la comunicación no funciona. Todos sufriríamos menos si supiéramos poner punto final a nuestras historias en el momento justo, el problema es que nos cuesta separarnos y dar el paso, porque tenemos un miedo tremendo a la soledad. Si tú has hecho un contrato con tu pareja y pactaron unos acuerdos para mantener la relación, pero se incumplen, hay que romper la relación. De la misma manera que cuando no hay equilibrio, reciprocidad y los cuidados no son mutuos. Es fundamental aprender a negociar, pero también a ponerle punto final a las relaciones cuando ya no somos felices en ellas.

También has hablado en tus libros de la necesidad de establecer pactos con nosotras mismas y respetarlos. ¿Cuáles son los tuyos?

Para mí, lo fundamental es tener lealtad conmigo misma, tratarme con el mismo amor con el que trato a mis parejas. Para eso, establezco mis pactos de autocuidado y autodefensa. Es necesario poner límites a los demás, aprender a decir “no” de manera clara y sin miedo. Esos no negociables o líneas rojas que jamás permito que crucen son, por ejemplo, mi libertad de movimientos, a mis parejas les comunico lo que voy a hacer, pero jamás les pido permiso y tampoco acepto que me pidan permiso para hacer nada.

Otras de mis líneas rojas son el respeto, que mi pareja no me haga daño; mi intimidad y privacidad; la honestidad conmigo misma, pues tiendo mucho al autoengaño y también la honestidad de mi pareja conmigo. No quiero volver a verme en relaciones en las que no me he sentido querida ni cuidada. Eso es lo bueno también que da la experiencia: el saber qué es lo que no quieres en tu vida y lo que sí quieres. El amor no es algo que llega de manera mágica a ti y permanece para siempre de forma inagotable. Para que dure, hay que cuidarlo.

¿Qué opinas de las aplicaciones de citas?

Conozco gente a la que le ha ido muy bien, pero la mayoría de las mujeres acaban muy frustradas, pues ofrecemos un perfil que no es real, y luego la realidad resulta decepcionante. Nunca las he usado, porque justo cuando nació Tinder yo me emparejé, pero sí me resulta un poco extraño pasar de foto en foto. Me da como pudor. Coño, es que no estáis viendo zapatos, estáis viendo personas.

He visto sufrir mucho a algunas, ¿sabes? Yo al final pienso que, no sé, si es que soy una antigua ya, pero a mí lo que siempre me ha funcionado es el cara a cara, la gente de carne y hueso, hablar con un chico y que se dé un intercambio de feromonas. Eso lleva a que la persona te guste, pero con una pantalla de por medio esa interacción química no se da.

Pilar Cuartas Rodríguez

Por Pilar Cuartas Rodríguez

Periodista y abogada. Coordina la primera sección de “género y diversidad” de El Espectador, que produce Las Igualadas y La Disidencia. También ha sido redactora de Investigación. @pilar4aspcuartas@elespectador.com

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