La colombiana que fue violada en su casa y hoy logró justicia en la Corte IDH
La Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a Bolivia, por no investigar y sancionar la violencia sexual que sufrió Brisa de Angulo Losada, cuando tenía 16 años. El denunciado es su primo.
Pilar Cuartas Rodríguez
Brisa de Angulo Losada estudió derecho para convertirse en una de las abogadas de su propio litigio ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). Después de 21 años de espera, este jueves la colombiana ganó su caso y el tribunal regional condenó al Estado de Bolivia por no protegerla ni investigar y sancionar la violencia sexual que sufrió a los 16 años en su casa. El denunciado es su primo. (La historia de amor entre dos hombres que protegió la Corte IDH)
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Brisa de Angulo Losada estudió derecho para convertirse en una de las abogadas de su propio litigio ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). Después de 21 años de espera, este jueves la colombiana ganó su caso y el tribunal regional condenó al Estado de Bolivia por no protegerla ni investigar y sancionar la violencia sexual que sufrió a los 16 años en su casa. El denunciado es su primo. (La historia de amor entre dos hombres que protegió la Corte IDH)
Según la denuncia de Brisa, desde septiembre de 2001 y durante ocho meses, su primo de 26 años (identificado en la sentencia como E.G.A) la violó casi que a diario. Los hechos ocurrieron en la casa de ella en Cochabamba, Bolivia, a donde había llegado a vivir con sus padres, de nacionalidad colombiana, para desarrollar labores de asistencia social. Un país en el que el 70% de las mujeres han sido víctimas de violencia sexual y un tercio de las niñas la sufren antes de cumplir 18 años. (Paola Guzmán, el primer caso de violencia sexual en un colegio que llega a la Corte IDH)
Brisa era la tercera de cinco hermanos, pero ellos se habían ido a estudiar a Estados Unidos, por lo que creía que su primo, quien llegaba desde Colombia a realizar una pasantía, llenaría esa figura de “hermano mayor”. Pero, de acuerdo con la víctima, él se aprovechó de esa expectativa y abusó de ella. En palabras de una de las psicólogas que la examinó, era seducida “por un hombre adulto con el propósito de explotarla sexualmente (…) y para manipularla haciéndola creer que ella había hecho algo incorrecto”. La violencia sexual estuvo acompañada de maltratos, golpizas e intimidaciones para que la joven no contara nada.
En un viaje a Estados Unidos en mayo del 2002, los hermanos mayores de Brisa leyeron su diario y descubrieron lo que estaba sucediendo. Y, aunque sus padres propusieron quedarse a vivir en territorio norteamericano cuando se enteraron, Brisa quiso volver a Bolivia para denunciar y exigir justicia. Pero poco o nada pasó en los juzgados. Los tres procesos penales que se abrieron no concluyeron con una investigación exhaustiva ni un fallo definitivo. Por eso, el 20 de enero de 2012, Brisa y sus abogadas acudieron al Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Este jueves, la Corte IDH le dio la razón y condenó al Estado de Bolivia, porque su sistema de justicia la revictimizó cuando denunció; la discriminó por ser mujer y niña; y por no investigar al sujeto colombiano denunciado, que logró escapar a Colombia, donde permanece sin haber sido extraditado, porque la acción penal prescribió. (“La vasectomía no te hace menos hombre”: presidenta de la CIDH)
En consideración de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que admitió primero el caso y luego lo escaló a la Corte IDH, los policías, fiscales, jueces, el personal médico y judicial se comportaron escépticos, insensibles y abusivos con Brisa. Por ejemplo, el fiscal que atendió el caso trató de culparla por “provocar” la agresión sexual, la presionó para guardar silencio y retractarse de su acusación, amenazándola con encarcelarla si comprobaba que se trataba de una “mentira”.
La Corte IDH reiteró estas fallas del Estado en su sentencia y agregó que “la forma en la que fue conducida la investigación por la violación sexual de Brisa fue discriminatoria y no fue llevada a cabo con una perspectiva de género y de protección reforzada de los derechos de la niñez”. Adicionalmente, el tribunal consideró que el Estado se convirtió en un segundo agresor, al cometer distintos actos revictimizantes que constituyeron violencia institucional y deben calificarse, teniendo en cuenta la entidad del sufrimiento provocado, como un trato cruel, inhumano y degradante.
Bolivia tiene ahora que, por orden de la Corte IDH, mantener abierto el proceso penal seguido contra E.G.A. e impulsar la investigación; determinar las eventuales responsabilidades de los y las funcionarias que contribuyeron a la revictimización; realizar un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional; adoptar protocolos para proteger a las niñas y niños víctimas de violencia sexual; entre otras cosas. (Abecé de la histórica condena contra Colombia por discriminar a pareja gay)
Brisa de Angulo Losada se conectó a las 9a.m. este jueves y recibió de forma virtual la notificación de la sentencia que había estado esperando durante dos décadas. El Espectador habló con ella sobre su caso:
Pasaron 21 años para que la Corte IDH condenara al Estado de Bolivia por no investigar como debía el caso de violación del que fuiste víctima. ¿Cómo han sido estos años de espera?
Toda mi vida no es suficiente para mostrar el impacto que tiene la violencia sexual. Son tres generaciones que ya han sido afectadas. Mis papás, al enterarse de que su niña había sido víctima de violencia sexual, quedaron completamente devastados y toda su vida ha sido tratando de recoger los pedazos y hacer algo. Mi vida quedó completamente desestructurada y, de la misma forma, he tratado de coger estos pedazos para poder decir: “bueno, con lo que tengo, ¿qué puedo hacer yo para prevenir que otros no pasen por lo que yo pasé?”. Pero le ha afectado también a mis hijos, la forma en que yo los cuido, en los miedos que les transfiero, la forma en que veo el mundo, que no es un mundo seguro. Y les puedo asegurar que mis nietos también van a estar afectados por la forma en que mis hijos van a transferir lo que yo les estoy transfiriendo.
El impacto de una violencia sexual, especialmente en el entorno familiar, cuando era la persona que tenía que cuidarte la que te lastima, tiene un impacto que es generacional. No es simplemente algo pequeño, repercute toda la vida y las siguientes generaciones. Para mí ha sido un calvario, porque también he recibido amenazas y difamaciones. Como luchadora de derechos humanos, mi vida corre peligro todo el tiempo. Entonces, no solamente es la violencia sexual y la revictimización del Estado, sino la conspiración del silencio que continúa perpetuando una violencia contra mí. Yo no puedo vivir una vida libre, siempre estoy buscando cómo protegerme de que no me vayan a hacer más daño. (“El racismo no es solo una opinión”: Margarette Macaulay, comisionada de CIDH)
Mi objetivo no es castigar al gobierno boliviano, tampoco buscar una reparación personal. Ya con mi caso realmente no hay nada que se pueda hacer, los daños que me hicieron no hay cómo repararlos, pero sí podemos crear políticas y podemos reestructurar nuestros gobiernos para asegurarnos que ninguna niña o niño pasen por lo que yo pasé.
¿Qué significa esta sentencia para ti?
Como les decía a los jueces de la Corte IDH, este no es mi caso. Yo soy la voz de miles de niños y niñas que nunca van a tener la oportunidad de llegar a la Corte. Creo que, para mí, el escuchar que los jueces puedan reconocer y visibilizar las horribles violaciones que estamos sufriendo y que tomen acciones para decir “lo que ocurrió no está bien”, “vamos a cambiar” y “vamos a empujar a que los gobiernos cambien para que ninguna persona pase por lo que pase” es una forma de decir “todo este esfuerzo valió la pena”. Y crear estándares internacionales para la debida diligencia en estos casos.
Hay mujeres y niñas que todavía no denuncian por miedo a la revictimización, a que no les crean o que las sometan a reiterados exámenes. ¿Cómo fue tu experiencia al denunciar?
Horrible. Es una segunda victimización, porque son los mismos funcionarios del gobierno que están creando nuevos traumas. Muchas de las pesadillas que yo continúo teniendo son cosas que el personal del gobierno hizo. No es solamente la violencia sexual, sino las otras situaciones. Ese desamparo, esa sensación de que me han dejado completamente sola; de que, a pesar de haber sufrido torturas y violaciones, pido ayuda a un gobierno y que ellos mismos me den la espalda, que me vean como la culpable. Y es muy doloroso tener que vivir con esa sensación de que tenemos que luchar solas, especialmente para las niñas y mujeres. (La histórica sentencia por el homicidio de Vicky Hernández, mujer trans)
¿Por qué crees que a las mujeres no suelen creerles cuando denuncian una agresión sexual?
Es una situación que viene arrastrándose de generación a generación. Vivimos en una sociedad de “adultocentrismo”, donde los derechos y las necesidades de los adultos se priorizan. Y en una sociedad “androcéntrica”, donde los intereses de los hombres van a ser más importantes. Entonces, cuando tienes a una niña resquebrajada que, después de haber sufrido un trauma, su historia no tiene mucho sentido, que no puede realmente entender lo que está pasando; y por el otro lado tienes a un adulto mayor que tiene una historia estructurada, una manera de torcer la verdad…es mucho más fácil creer esa historia que tiene ese adulto a comparación de una niña que acaba de sufrir un trauma.
Creaste una organización para trabajar con niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual. ¿Qué has observado desde esta posición?
Desde hace 20 años, vengo acompañando a más de 2.200 niños y niñas víctimas de violencia sexual. Más del 70% de los casos que recibimos son situaciones que ocurren dentro de la familia. Y esto es escalofriante porque realmente son los adultos de nuestra familia, que tienen que ser los que nos cuidan, los que nos protegen, los que nos enseñan qué es el mundo, los que están destrozando nuestra forma de ver el mundo.
Otra de las cosas muy comunes es que la niña que rompe el silencio, especialmente en situaciones incestuosas, el resto de la familia se une y se alía para callar y silenciar a esa víctima. También vemos con frecuencia lo difícil que es la restauración y el salir adelante. Y el pensar que mi única salida es la muerte. Los sentimientos que yo tenía y las razones por las cuales yo intenté cometer suicidio continúan siendo las mismas cosas que día a día escucho de estos niños. Es muy difícil ver que hay un mañana para mí. (Por primera vez, Estado colombiano pedirá perdón a lesbiana por discriminarla)
Estudiaste neuropsicología, ¿cómo impacta el trauma de la violación al cerebro de una persona?
Vemos la desregularización del sistema nervioso y esto impacta en todo aspecto de la persona. Por ejemplo, vemos que las personas tienden a sufrir más en todos los aspectos médicos. Se hizo una investigación que concluyó que las personas que habían sufrido violencia sexual o traumas en su niñez morían de las diez causas más comunes en Estados Unidos. La persona empieza a tener problemas con el sistema inmunológico, tiende a enfermarse más, a tener más debilidades para defenderse de cánceres.
Hemos visto un 17% de reducción de la amígdala o el cuerpo calloso en niñas víctimas de violencia sexual en comparación con niños que no ha sufrido violencia sexual. Entonces, diferentes partes del cerebro han cambiado la estructura fisiológica y eso afecta, por ejemplo, en el colegio. Tienen más problemas en recordar cosas, en los exámenes, tienen más problema para memorizar. Eso va a afectar sus notas, lo que a su vez afecta la forma en que ellos se sienten: “Soy incapaz, soy bruto. Todos pueden. Yo no puedo”. Eso va a afectar en su autoestima.
¿Cómo se debería hablar con las niñas, los niños y los adolescentes sobre violencia sexual?
Nosotros trabajamos desde que ellos nacen, se les habla sobre los diferentes tipos de violencia. No es un tabú, es una forma natural de hablar. Así como decimos” mira, mi amor, no levantamos la voz porque eso es violencia verbal”, la violencia sexual es cuando alguien está introduciéndote o viéndote tus genitales. Se les dice simplemente como un tipo más de violencia y es importante no decirles que ellos tienen que protegerse de este tipo de violencia, porque apenas nosotros les ponemos esa responsabilidad, hemos puesto una barrera para que ellos nos cuenten que han sido víctimas de violencia sexual. El niño dice “tanto me recomendó mi mamá, y yo dejé que esto me pasara. Le fallé a mi mamá”. Se sienten culpables.
Otra de las cosas que es muy importante trabajar con los niños hacerles ver que no tenemos secretos, sino que tenemos sorpresas. La diferencia es que las sorpresas las guardamos por un ratico, pero es para contarle a alguien más adelante. Pero apenas alguien nos diga “secretos”, algo que no se cuenta, es peligroso. Entonces, el niño identifica un no, cuando alguien le dice “esto es un secreto”, porque nosotros no hacemos sorpresas, pero no secretos.
¿Algo más que te gustaría decir?
Mi agresor está prófugo de la justicia en Colombia y, por acuerdos internacionales, no lo están deportando, pero no están cumpliendo con el interés superior del niño. ¿Cómo podemos como países unirnos para la debida diligencia y para poner realmente el interés superior de niños, niñas y adolescentes y que no queden impunidad este tipo de violencia que no solamente afecta a una generación, sino que es transgeneracional? Él continúa en Colombia y es parte de una iglesia donde está trabajando en la parte de liderazgo con niños, niñas y adolescentes.