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Lina Rezk Rojas vive como si estuviera presa en su propia casa, aunque no ha cometido ningún delito. Dejó de ejercer como ingeniera biomédica, se desconectó de sus amigos y no puede dejar de atender el celular porque, si lo hace, su familia imagina que ha muerto. Sus días inician y terminan con miedo. Miedo a que César Alejandro Vivas Becerra haga realidad sus amenazas y la mate. Su acosador ha inventado que son pareja, hostiga a sus amigos y ha prometido impedir que esté con alguien distinto a él. Ella tuvo que desaparecer de los espacios públicos, renunciar a su trabajo, cambiar de línea telefónica y cerrar sus redes sociales.
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Comenzó a ser hostigada el 7 de mayo de 2022. César Alejandro Vivas Becerra, el vigilante del edificio donde trabajaba, le regaló flores, una semana después fueron chocolates, luego le pidió un abrazo, le escribió sin autorización a su celular y cuestionó a uno de sus conocidos porque los vio saludarse en la portería. “¿Son amigos o novios?”, increpó Vivas.
Lina expresó su molestia a la administradora del edificio y lo cambiaron de turno, pero de nada sirvió, porque él llegaba antes o después para verla, y la esperaba en portería. Así que fue despedido. Desde entonces se dedica a intentar hackear las cuentas en las redes sociales de la víctima, suplantar su identidad y amenazarla a ella, su pareja y sus seres queridos.
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Ha creado por lo menos 70 perfiles de Instagram para enviarle mensajes intimidantes como “vas a ser mía”, “voy a ser una pesadilla en tu vida”, “no la voy a dejar en paz”, “me va a hacer ir hasta su casa” y “tú eres la mujer con la que sueño algún día casarme, porque me encantas demasiado”. Desde esas cuentas falsas ha publicado carteles con el rostro de Lina diciendo que está desaparecida y que busca información de su paradero.
También les ha escrito a más de 10 personas que conocen a Lina exigiéndoles su contacto. En algunos de sus mensajes se lee esto: “Voy a luchar contra quien sea. El resultado me da igual”, “Yo no me puedo quedar con esta”, “Yo la tengo súper stalkeada por todos lados. Sé lo que hace, lo que no hace y todo”, “Si usted no me da su contacto, no se preocupe. Así como he conseguido su dirección, el acceso a su cuenta de icloud, su correo y muchas cosas, asimismo consigo su contacto”. “Ella me rebajó a nada y yo voy a hacer lo mismo”.
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“Conmigo Lina nunca va a tener paz. Ella se lo buscó y ahora que se aguante”, “Ella habla conmigo por las buenas o habla conmigo por las malas”, “Ella se está cavando su propia tumba”, “Sé que ella no me pertenece, pero quiero que no le pertenezca a absolutamente a nadie. Y la quiero ver sola siempre, o al menos hasta que yo esté”, se lee en otros mensajes acompañados de decenas de llamadas perdidas a los amigos de Lina.
Este hombre tiene 28 años, es el tercero de seis hermanos y se ha dedicado a oficios varios: ha sido empacador, vigilante y mesero. Nació en el seno de una familia empobrecida y trabajadora. Migró a Colombia en mayo de 2019.
Una persona cercana a su familia reconoce que César sí está acosando a Lina y que se niega a dejar de hacerlo, pese a que sus familiares se lo han pedido, pues eso también los está exponiendo a intimidaciones en redes sociales. Esta fuente, que pide mantener su anonimato, le dijo a El Espectador que el sujeto salió de Colombia a finales del año pasado, que pasó por Perú y hoy se encuentra en Chile, aunque se desconoce su paradero exacto. “Él es una persona adulta, debe responder por lo que hizo. Además, repite que quiere ‘hacer pagar a Lina’, y eso nos preocupa”, afirmó su allegado.
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En su familia también es recordado un episodio similar al de Lina, pero ocurrido hace 10 años y que hoy interpretan de otra manera. César tenía 17 años y asistió a un evento de la familia de su cuñado, el esposo de su hermana. Ahí conoció a una joven a la que también acosó, la perseguía físicamente y le escribía cartas, pese a que ella no quería ningún acercamiento. En su momento sus familiares creyeron que era un “arrebato adolescente”, pero hoy lo llaman acoso y obsesión.
Esta información ya está en poder de la Fiscalía, que, según Lina, archivó su caso hace varias semanas. Sin embargo, después de que su historia fue divulgada por medios de comunicación y periodistas, fue citada en el ente investigador para ampliar su testimonio.
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César Vivas fue despedido como vigilante el 9 de agosto de 2022. En una carta enviada a la administradora del edificio donde trabajaba la víctima, la empresa de seguridad Multiproactivos informó que su empleado era responsable de “conductas inadecuadas dentro de la ejecución de funciones para con el servicio y los clientes” y, por ende, se le terminó su contrato.
Multiproactivos es una cooperativa que se presenta en sus comunicaciones como “empresa de seguridad”. Pese a prestar servicios y estar en funcionamiento, no aparece dentro de los listados de servicios autorizados de la Supervigilancia, lo que podría indicar una posible irregularidad. Dicha entidad es la única que se encarga de autorizar quiénes pueden desarrollar actividades de seguridad privada, así como las inspecciona y controla.
La Supervigilancia le anunció a El Espectador que realizará una visita de inspección a donde Multiproactivos presta el “presunto servicio de seguridad y vigilancia privada sin licencia de funcionamiento”. Como resultado de esta visita, le podrían imponer una medida cautelar a la cooperativa, que le obligue a suspender de inmediato sus servicios. Por otra parte, al edificio que la contrató se le iniciaría un proceso administrativo sancionatorio por contratar un servicio informal.
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Pese a que en sus comunicaciones corporativas Multiproactivos se presenta como “empresa de seguridad”, en diálogo con El Espectador, Juan Carlos Pérez, presidente del Consejo de Administración de la cooperativa, negó que sea una empresa de seguridad, sino de “portería, aseo y conserje”. “El cargo de él (César) era portero del edificio, no es servicio de vigilancia privada. Cumple las funciones de conserje o recepcionista, verifica que una persona entra o sale, no está encargado de la vigilancia o de realizar recorridos”, agregó el vocero de la cooperativa.
Lina Rezk Rojas afirma lo contrario. Identifica a César como un vigilante que portaba uniforme, tenía turnos de noche, daba acceso a las personas dependiendo de si había autorización, tenía acceso a las cámaras de seguridad, recibía la correspondencia y debía verificar las pertenencias de las personas que ingresaban.
Pérez explicó también que César Vivas llegó a la compañía por recomendación de un familiar y no tuvo quejas previas a los dos años que estuvo en la compañía. Y que, tras lo ocurrido con Lina, le llamaron la atención y lo cambiaron de lugar de trabajo, pero persistió en el hostigamiento y fue despedido.
La hoja de vida entregada por César Vivas a Multiproactivos, y que está en poder de este diario, asegura que su residencia queda en la carrera 4 #35-15, en Bogotá. Pero El Espectador fue hasta allí y no queda ninguna casa, sino un colegio. ¿La empresa sabía de esta inconsistencia? En un primer momento Pérez aseguró que no tenía conocimiento y que sabía que César vivía con una familiar. Horas después aseguró que, según la persona encargada de hacer las visitas domiciliarias, César suministró otra dirección en el barrio de Pardo Rubio y que no se trata de la misma en poder de este diario. Esa supuesta segunda dirección tampoco corresponde a su verdadera residencia, según constató este diario.
Multiproactivos tampoco denunció a la Fiscalía los hechos cometidos por su trabajador, pese a que, de acuerdo con la Secretaría de la Mujer, era su deber. Lisa Gómez, subsecretaria de fortalecimiento de la entidad, explica que la empresa tiene la obligación de denunciar las violencias de género, en las que las víctimas no están obligadas a denunciar y lo puede hacer cualquier persona que conozca la situación.
Gómez agregó que la Secretaría de la Mujer, en compañía de la Personería, ha acompañado el caso de Lina y elaboró oficios para desarchivar las denuncias que habían sido archivadas y agilizar las respuestas. Ya se expidieron órdenes de policía judicial para que la víctima amplíe su denuncia, entregue las pruebas que tiene y reciba acompañamiento policivo. En su opinión, en este caso se configura el delito de tortura, por las afectaciones psicológicas a la víctima y el sufrimiento que le han generado las amenazas de muerte.
La organización Karisma habla también de la existencia de posibles delitos como hostigamiento, pues el sujeto la contacta sin que ella lo quiera, crea perfiles falsos y la amenaza; injuria y calumnia, ya que César ha llamado “violadores, ladrones y maltratadores de animales” a la víctima y su familia, con el fin de conocer su paradero; constreñimiento ilegal, porque la víctima se ha visto obligada a tolerar las actitudes machistas del sujeto; y falsedad personal, pues ha suplantado su identidad.
Karisma llama la atención sobre la violencia de género digital que está sufriendo Lina, y que en Colombia aún no está regulada como delito, pese a que la Corte Constitucional la ha reconocido en sentencias relacionadas con la difusión no consentida de imágenes íntimas de una mujer y en la violencia digital que sufren las mujeres periodistas por ataques en redes sociales. “Los tipos penales existentes no están pensados para este tipo de violencia y, en muchas ocasiones, las conductas no encuadran en la descripción de los tipos penales. Los tipos penales mencionados, aunque puedan cobijar alguna o varias de las conductas del señor Vivas, no fueron pensados ni tipificados para responder propiamente la conducta de violencia de género digital.
La Corte Constitucional ha exhortado al Congreso de la República para fijar normatividad sobre el tema. Sin embargo, aún no contamos con una ley que reconozca y establezca medidas para abordar la violencia digital. Es necesario establecer una normatividad que realmente cuente con un análisis de diagnóstico con derechos humanos, considere medidas no solo penales, sino sobre todo pedagógicas, de protección y empoderamiento frente a estos eventos, y fije un protocolo de respuesta inmediata para este tipo de situaciones, reconociendo la relevancia de este tipo de violencia”, concluyó Karisma a El Espectador.