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Rebeca Lane es socióloga, poeta, rapera feminista, guatemalteca y mamá. A sus 40 años, se ha liberado de las ataduras que la sociedad les suele imponer a las mujeres. Se zafó de una relación abusiva que le quitaba energía y dinero; lanzó un nuevo disco para reivindicar su soltería y celebrar su cuerpo; y se quitó el velo para ver la violencia que enfrentan muchas mujeres cuando se vuelven mamás, más aún cuando lo tienen que hacer en solitario.
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Sus canciones hablan de ella y de otras, y las atraviesan experiencias que no hablan de un único nombre, pues identifican a muchas. Su rap es denuncia y le tira al machismo, a la violencia, al Estado y a todo en lo que asoma la injusticia. Con casi una decena de discos, Rebeca Lane está de gira por estos días promocionando su nuevo disco en Guatemala, El Salvador y Costa Rica. El Espectador habló con ella.
Hace poco, junto a Audry Funk, lanzaste el nuevo álbum “40tonas y Sabrosas”. ¿De qué habla este disco?
Este disco nació el año pasado, tanto Audrey como yo nos separamos de nuestras parejas, fueron relaciones en las que hubo abuso emocional, psicológico, de esas de las que te cuesta mucho salir y de las que una sale muy rota. Entonces, el disco fue una forma de ayudarnos a sanar en conjunto, somos amigas hace diez años y nos hemos acompañado. El disco también habla de nuestra llegada a los 40 años y poder liberarnos de estos lugares donde te minimizan, te hacen sentir pequeña y no te valoran.
Hay muchas emociones, pero en ellas aparece la liberación y poder decir “wow, qué delicia enfrentar la vida sin cargar con una relación que me pesaba mucho, qué rico estar viva y soltera, qué rico valorar mi cuerpo”. Hay que reivindicar la soltería a esta edad, es reivindicar que te gusta estar contigo misma, con tus amigas. Antes, para muchas mujeres, el ser solteras y divorciadas implicaba un estigma social muy fuerte, pero hoy es distinto. Estamos divorciadas y estamos bailando y disfrutando la vida al máximo. De hecho, en el disco hay una canción que se llama “divorciadas”, que la vamos a bailar el día que oficialmente obtengamos el divorcio.
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¿Te dio angustia cumplir 40 años por cómo la sociedad percibe la edad en las mujeres?
Cero. Lo que me ha gustado de llegar a esta edad es precisamente vivirla desde el gozo. Yo antes pensaba “no me siento de 40 años, me siento súper joven y no sé qué”. Y no, ahora quiero decir “me siento de 40 años, tengo mucha experiencia. Ya me siento muy madura respecto a mi trabajo, tengo mucha sabiduría, tomo las decisiones sobre mi vida y tengo energía y proyectos de vida”.
No me gusta esa idea de que, si no lo has logrado a los 40 o si no tienes tu vida armada en los 40, ya fue. Yo todavía tengo muchos sueños y proyectos por cumplir, y no quiero guiarme por esos miedos que la sociedad nos pone al cumplir ciertos años.
¿Ves distinta la vida después de ser mamá?
Sí. Ahora soy capaz de identificar toda la violencia a la que somos sujetas las madres y las criaturas, que previo a ser madre para mí no era visible. La sociedad promueve que las mujeres nos reproduzcamos y les interesa mucho la cría mientras está dentro de ti, pero una vez ese bebé sale, la sociedad se lava las manos y te quedas tú sola. Es como: “Bueno, pues si no querías ser mamá o si no querías no tener tiempo para ti misma, pues haberlo pensado antes o, si no querías criar sola, pues hubieras elegido mejor al papá de tu hija”, como que si fuera mi responsabilidad el que otra persona elija ser responsable o no.
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También está la violencia que ocurre en la salud reproductiva, la violencia obstétrica que antes no era consciente de ella, desde la elección o no de ser mamá, de qué tipo de acompañamiento tienes, hasta cómo te tratan en los centros de salud. Yo pagué un hospital privado carísimo, porque en el resto de hospitales, si a las dos horas que empezaste el trabajo de parto no has tenido a tu bebé, pues te hacen una cesárea innecesaria. No se te informa qué medicamentos te están poniendo.
Además, considero que las mujeres deberíamos poder divorciarnos de forma unilateral, sin tener que demandar. Las leyes están hechas para protegerlos a ellos, incluso cuando han abandonado el hogar y están ausentes.
Fuiste educada en un colegio católico y has contado que creciste creyendo que las mujeres debían ser calladas y sumisas. ¿En qué momento ese rol cambió para ti?
Ahí mismo mientras estudiaba en el colegio. Fui una niña “bien portada” hasta los 12 años. Si durante tu infancia no se te ha permitido expresar tu verdadero ser, uno de los principales síntomas en la adolescencia es la rebeldía. Y la mía era una rebeldía absoluta. Yo quería hacer lo contrario a lo que me dijeran y, para mí, este es un síntoma de haber crecido precisamente en un entorno súper restrictivo respecto a lo que una mujer tenía que ser y pensar.
Mi colegio era un colegio católico, pero además para “señoritas”, para formar básicamente a amas de casa, había una clase de educación para el hogar para mujeres, que consistía en aprender a cocinar o coser, mientras que a los hombres les daban capacitación técnica en carpintería o electricidad.
Luego, empezaste a estudiar Sociología, a trabajar y denunciaste acoso sexual y te echaron. ¿Hoy sigues creyendo que vale la pena hablar y denunciar?
Yo trabajaba en Flacso y tenía planes de seguir una maestría en Estudios Culturales. Utilicé los medios institucionales para hacer la denuncia. Era absolutamente común que los investigadores se metieran con asistentes, que solían ser mujeres jóvenes y guapas. Porque eso te “garantizaba” tener oportunidades laborales. Entonces, uno de estos investigadores me ofreció una plaza como su asistente y empezó el acoso sistemático para ver si yo accedía a ese puesto a cambio de volverme su amante. A mí me sacaron después de poner la denuncia, pero la denuncia al señor nadie se la quita.
Es necesario hacer las denuncias, no es justo que las mujeres investigadoras jóvenes tengamos que entrar a una institución y se nos escuche solo a partir de ser amantes de los investigadores que te doblan la edad. Poner la denuncia fue importante sobre todo para mí, para decirme “yo no quiero una carrera académica a costa de esto”. Todas las mujeres en la academia debiéramos tener la posibilidad de tener un crecimiento profesional a partir de nuestras capacidades.
Te he escuchado decir que confías en tu instinto, en lo que dice la tripa. ¿Qué has logrado al confiar en tu intuición?
Yo saqué una canción que se llama 2022, en la que digo que le debo una disculpa a mi intuición, por mi relación con mi expareja, el papá de mi hija. Una parte de mí sabía que ahí había algo malo. Tenía una crisis de ansiedad horrible y no lograba identificar que era por estar en esa relación. Quería todo el tiempo justificarlo, y él era de los que escuchaba los discursos feministas y los usaba en contra. A ese tipo de hombres los llamo “feministos” o “aliades”, que en realidad son manes que no quieren estar con mujeres que ponen límites y exigen cuidado. Yo le tenía tanto miedo a esa voz pequeña que me decía que no estaba bien esa relación. Pero también entiendo que hay personas que son maestras de la manipulación.
A raíz de esa experiencia, ahora sí me tomo el tiempo de escucharme antes de tomar decisiones y, si hay algo que no me gusta o no me parece, ya no solo me lo cuestiono, sino que también lo comparto con mis amigas.
Hay una canción que me gusta mucho, “Reina del Caos”, en la que dices que tu bandera es anarquista. ¿Por qué crees en el anarquismo?
El anarquismo llegó cuando yo tenía 20 años. Crecí en un entorno de activismo social. Me pareció interesante porque era cuestionar al Estado mismo, que es el principal promotor de la violencia social; y podía pensar en otras posibilidades de organización que no implicaran al Estado. He ido encontrando otras formas de pensar desde las organizaciones de pueblos originarios, que pasa del Estado y tiene una propuesta organizativa ancestral.
Varias de tus canciones hablan de violencia de género, como “Ni una menos” y “Vivas nos queremos”. Pero esas letras hablan desde la rabia y el cansancio, no desde la victimización y la resignación. ¿Por qué es tan legítima esa rabia y el hastío?
La rabia y el enojo son emociones que, dentro del imaginario social, son específicas de la masculinidad y, en ese sentido, a nosotras se nos coarta la posibilidad de poner límites desde ahí, porque estas emociones son las que nos ayudan a defendernos. Y esa es una de las razones por las cuales no confiamos en nuestra intuición, porque no te enseñan a expresar lo que te molesta. La rabia es necesaria para poner límites.
Pero las emociones van transmutando. Creo que las canciones que hablan desde la rabia fueron en mis inicios en el feminismo, cuando estaba explorando y abriendo los ojos ante muchas cosas injustas. Ahora, trabajo desde otro lugar y no quiero un activismo solamente desde la rabia.
En la canción “No es no” hablas de consentimiento y te diriges a las mujeres que están confundidas porque el jefe o alguien mayor las “seduce”. ¿Por qué te importa hablarles a ellas?
Porque muchas veces yo no supe decir “no” y los discursos sobre el consentimiento son generalmente “sí es sí” y “no es no”, y la verdad es que el consentimiento es mucho más complejo que eso, porque tú podrías decir que sí a una situación, pero estás coaccionada. Por ejemplo, si yo le hubiera aceptado la salida al jefe, eso sería un “sí”, pero qué tal que hubiera tenido a mi mamá enferma y me hubiera tenido que ver obligada a tomar ese trabajo, porque no tenía otras opciones laborales. Las dinámicas de poder son complejas.
El poder decir “no” es importante, pero también reconocer todas las veces que yo no pude decir que no, porque la situación no me lo permitía y quiero honrar eso y compartirlo con otras, porque no están solas. Hay que hablarlo con otras personas, con las amigas que te quieren. Vivir estas cuestiones en silencio ayuda a que los tipos se sigan aprovechando de otras. Aunque a mí me hayan echado de mi trabajo por denunciar acoso sexual, estoy segura de que este tipo se la va a pensar 50 veces antes de repetir hacer algo así, porque igual se tuvo que ir a sentar al Tribunal de Ética y responder preguntas. Hubo al menos una sanción social.
Una canción que te levanta el ánimo y con la que recuperas la fe.
Justamente acabamos de lanzar una canción que se llama “amor verdadero”. Siempre pensaba que las amistades entre mujeres eran para siempre, y no. Hay amistades que van a perdurar en el tiempo, pero hay que trabajar para que perduren. A veces buscamos el amor en una pareja romántica y no nos damos cuenta de que nuestras relaciones de amistad también requieren ese trabajo.
Para mí, ese es el amor verdadero, poder entregarme aquí y ahora con lo que soy y aceptarte a ti también y trabajar en conjunto por esa relación.