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“Alístense conmigo para salir con mi mamá”, dijo una niña de diez años en sus redes sociales, que luego se echa en su cara nueve productos cosmetológicos en medio de su “rutina” de maquillaje. Situaciones como esta han ocasionado preocupación porque, como ella, hay más niñas que ahora frecuentan más las tiendas cosméticas y crean contenido de belleza en las diferentes plataformas digitales.
El fenómeno se llama Sephora Kids, porque en las tiendas de maquillaje Sephora es donde más se ha visto, y las niñas catalogadas con este nombre, compran productos de $70 dólares (cerca de $275.000 pesos colombianos) o más, de alta gama, con diversos compuestos químicos para prevenir el envejecimiento.
Lo anterior puede afectar a las niñas en varios niveles, según expertas, pues algunas repercusiones son directas, mientras que otras van apareciendo con el tiempo y pueden perpetuar concepciones que hay sobre la sociedad y el supuesto rol que deben cumplir las mujeres.
Más allá de la piel
En primer lugar, hablemos de la salud, pues la piel es la que se ve directamente afectada. La dermatóloga Camila Pérez, de la IPS Universidad CES, explica a este diario que cuando las niñas se aplican maquillaje o productos de skincare sin la receta de un médico especialista, pueden crear sensibilidad, sequedad, irritación, espinillas negras y acné.
Por eso, la médica dice que a cortas edades solo es apropiado el uso de un limpiador sin detergente, protector solar e hidratante especial, dependiendo del tipo de piel que tenga. Hace hincapié en que todos los productos que lleguen al rostro deben ser aprobados por un dermatólogo.
En la otra cara de la moneda está el contexto actual, en el que abrir una aplicación por tan solo cinco minutos implica ser “bombardeada por estándares de belleza muy altos, que provocan el deseo de acceder al mundo adulto muy rápido”, según dijo Daghelly Zúñiga, profesora de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario, a Las Igualadas de El Espectador.
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Así es como las niñas van cambiando el aspecto de su rostro –y luego su cuerpo–, para parecerse a esas mujeres que ven en pantalla. En consecuencia, replican modelos que afectan la construcción de género en el contexto social, porque, para Zúñiga, esto también implica que se tenga como referente el estereotipo conservador de lo femenino, sin que en la infancia se dé espacio al libre desarrollo de la personalidad.
Lo que quiere decir que “se van generando una serie de expectativas sobre la contextura física que ni siquiera se pueden controlar. Debido a que una niña con huesos pequeños, tendencia a la esbeltez, está viendo una realidad en la que ella encaja. Sin embargo, también lo puede observar una niña bajita con contextura gruesa, que puede sentir que hay algo malo con ella”, explicó Claudia Gutiérrez, magíster en Psicología Clínica, que trabaja con niños y adolescentes.
En consecuencia, las niñas que están entre los 6 y los 12 años, creen equivocadamente que su belleza es la carta de presentación más fuerte, porque les da valor, diferente a lo que ocurre con el desarrollo personal, de una profesión u otro tipo de logros.
Del juego a la realidad
Hay quienes dirán: “Esto no es nuevo, yo jugaba antes a maquillarme con mis amiguitas”. Entonces, ¿cuál es el problema? Gutiérrez sugiere que es distinto, porque mientras un escenario es un juego de rol, de pretender que se es una señora y se realizan juegos sanos, en otro se enfrentan situaciones que están más allá de la etapa cognitiva en la que está la niña o de las relaciones que pueden manejar.
Así es como se generan factores de estrés e inquietudes que no son propias de niñas de diez años o menos, que corresponde a la edad de las Sephora Kids. Por ejemplo, preocupación constante por la apariencia, por querer cuerpos que no corresponden a la etapa de vida y referirse al tema de la belleza de forma excesiva.
“Al generar unas expectativas, ante todos estos factores del aspecto físico, puede aparecer ansiedad, insatisfacción y tristeza, desde la infancia, porque no se cumplen los estándares que se deberían tener. Además, y en una escala más preocupante, puede haber problemas de alimentación y autoestima”, explicó Gutiérrez.
La experta aclara un concepto que toma relevancia: la expectativa. A pesar de que la insatisfacción, en cierto grado, puede motivar a las personas a que cuiden su salud y se preocupen por ella, hay conductas que responden a una expectativa que puede, incluso, ser peligrosa.
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Algo tan simple como escuchar de una niña decir: “Ya no quiero comer postre”, debería considerarse como una alarma para los más grandes. Porque podría ser una muestra de las conexiones causales que hizo la niña, por ejemplo, cuando comentan: “Si me como este helado, se va a notar mi barriga”.
Llegar a los 20 y mantenerse allí
La eterna juventud ha sido un objetivo que muchas personas se preocupan por alcanzar, no solo niñas, según Carolina Morales, profesora de Psicología de la Universidad Javeriana. Para ella, lo que ocurre con las Sephora Kids es que no quieren montarse en la máquina del tiempo, para retroceder unos cuantos años (porque serían bebés de cuna), sino que, por el contrario, quieren meterse en esa máquina para adelantar unos años y empezar a trabajar por conservar su aspecto en lo que creen es su “mejor” versión.
“Piensan en una niñez que se debe pasar rápidamente, como si tuvieran que dejar de ser niñas para ser grandes. Algunos lo describirían como una fobia a la niñez o como si se tratara de un periodo no deseable”, explicó la experta y enlazó esto con un modelo económico, junto con la idea de consumo que se tiene en la actualidad. Porque lo que acaba de leer, requiere de meterse la mano en el bolsillo y sacar una cantidad considerable de billetes.
Por otro lado, entre brochas y rubores en las cosmetiqueras de las niñas, puede aparecer la sexualización a la que se exponen, cuando publican un video maquillándose. Morales advirtió que, sin quererlo, la niña puede encajar en el concepto de lo femenino, pero desde una arista sexual y de deseo, que puede ser llamativo para usuarios malintencionados. Pues, “ser bonita en nuestra sociedad, que es patriarcal y machista, es convertirse en un ser sexualmente deseable”, añadió.
¿Y los papás qué?
En un mundo en que hay información por todas partes, los padres tienen una labor compleja. En algo en lo que coinciden las expertas es que los responsables de las Sephora Kids deben tomar acción, para prevenir que el futuro de las niñas esté limitado por ideales que pueden ser inalcanzables, también porque estos pensamientos no aparecen de la noche a la mañana.
“Por una vez que se reúna en la casa de la amiguita a ver ciertos contenidos, no se van a crear determinados ideales. Esto solo da avisos, pero pensar en maquillarse como algo normal o ver ciertos tipos de mujer como un rol a seguir, no es algo de un solo momento, sino de repetidas ocasiones”, comentó Gutiérrez.
Como solución, las especialistas aconsejan, no solo restringir horas en pantalla y cerciorarse que la niña está expuesta a otros estímulos distintos a redes sociales, sino que también deberían educar a las menores a ser conscientes sobre el contenido que ven, hablar con ellas sobre esas cosas que consultan en el celular y establecer límites claros.
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De acuerdo con Morales, no se trata de satanizar el uso del celular y decir que es terrible, es asumir una postura como padres y enseñarla a las hijas a analizar ciertos contenidos, generar escenarios más críticos que lleven a preguntas como: ¿Esto que me muestran, cómo lo veo?, ¿de qué forma me está afectando?