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Tenía 37 años e Irán Sosa no había decidido si quería ser mamá. A veces se despertaba pensando que la maternidad sería una experiencia maravillosa. Otros días creía, con algo más de contundencia, que quizás no era algo para ella. Durante tres años estuvo buscando la respuesta a su pregunta. “Intenté todo; meditaciones, brujas, constelaciones familiares, cartas, pero no pude conectar con mi voz interior. Ese proceso se sintió bastante solitario”, recuerda ahora, casi seis años después.
A Isabel Cortés, su amiga y socia, le ocurrió lo contrario. Dice que tomar la decisión de no ser mamá fue fácil. Lo difícil vino antes, y fue darse cuenta de que esa también era una opción. “Como la gran mayoría de las mujeres en Colombia, me crie pensando que me iba a casar y que luego iba a tener hijos”. Cuando Isabel terminó la relación con la persona con quien creía que iba a tener todas esas cosas, ese camino trazado a priori empezó a parecerle menos suyo.
“Fue después de que se acabó esa relación. Yo estaba en terapia diciendo que iba a tener que salir, conocer a alguien, volver a empezar una relación y esperar quién sabe cuánto tiempo hasta casarme y tener hijos, es decir, todo ese proceso que parece que tenemos que hacer porque nos lo dicta la sociedad. No sé qué habrá visto mi terapeuta, pero me preguntó: ‘Isabel, ¿tú sabes que no tienes que ser mamá si no quieres?’ Esa era la primera vez en la vida que alguien me lo decía y hasta ese momento para mí no había otro camino”, cuenta Isabel, evocando de nuevo, con su sonrisa, esa gran revelación.
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Esa tarde llegó a su casa pensando en no convertirse en madre. Sus razones siempre fueron sencillas y caben en tan solo dos palabras: “No quiero”. Para Isabel, decidir no ser mamá se sintió como quitarse un enorme peso de encima. “No estoy hablando del peso de la maternidad, sino del peso de la decisión. La presión social, las conversaciones con nuestra familia, nuestros amigos, nuestros colegas, toda la romantización de lo que es ser madre, todo eso nos pesa a las mujeres”.
Isabel e Irán son amigas y también fundadoras y talleristas de Nunca Madres. Se conocieron en una comunidad de mujeres que estaban pasando por lo mismo. Era un grupo virtual, en el que se hablaba solamente en inglés. “Empecé a tener química con lo que ella ponía, empecé a escribir y de repente nos dimos cuenta de que ella es colombiana y yo mexicana y dijimos “¿qué estamos haciendo?, ¿por qué hablamos de esto en otro idioma?” Entonces, en plena cuarentena, decidimos conocernos por Zoom, el vínculo fue instantáneo y dijimos: ‘Tenemos que abrir este espacio en nuestro idioma, tenemos que acompañar a otras mujeres latinas, hay un vacío que tenemos que llenar’”, cuenta Irán con entusiasmo.
Nunca Madres nació allí, en esa reunión de Zoom, algo improvisada. El nombre no viene de una negación profunda a la maternidad, sino de una reflexión sobre la deuda del lenguaje con las mujeres que deciden no ser mamás. “No hay representación, siempre se habla a partir del negativo. La palabra para quienes decidimos no maternar existe a partir del negativo: ‘No-Madre’. Por eso nos definimos así, como una reivindicación del lenguaje, de la autonomía corporal, de nuestra decisión”.
Ambas aseguran que con los talleres no buscan inclinar a las mujeres hacia el “no”; quieren invitarlas a cuestionar la decisión. “Nosotras no somos antinatalistas. Lo que queremos es crear espacios en los que las mujeres puedan pensar y tomar esta decisión de manera personal y autónoma. Hay tanta retórica, tanta información, tanta presión y representación sobre las maternidades allí afuera, que queremos mostrarles a las mujeres que hay otros caminos. Queremos que vean la representación de las no maternidades, otras realidades, otras estructuras familiares, vidas diferentes”, explica Isabel.
Con el objetivo de llegarle a más mujeres, todos los talleres se hacen de manera virtual. Algunos de ellos están destinados a quienes están tratando de tomar la decisión y otros para mujeres que ya la tomaron y quieren explorar las preocupaciones que supone pensar en no ser mamá. “¿Cuándo sea mayor voy a estar sola?, ¿quién me va a acompañar?, ¿qué tal si me arrepiento cuando ya sea muy tarde? Todas son preocupaciones muy comunes en las mujeres que tomamos la decisión de no ser mamás”, agrega la tallerista.
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“También nos gusta explorar el tema de cómo podemos reencontrarnos con las mujeres que sí deciden ser mamás, cómo podemos volver a tender esos puentes, pues el sistema nos mantiene separadas, como antagonistas, en un binarismo entre mamás y no mamás que duele”, agrega Irán. Agrega que el acompañamiento es fundamental. Acompañarse con otras mujeres en los miedos, la nostalgia, las preocupaciones, la ansiedad.
“Hemos interiorizado tanto la historia de ‘cuando sea mamá’, que cuando decides no serlo empiezas a pensar: ¿Ahora qué historia me cuento?, ¿quién soy?, ¿hacia dónde quiero ir? Por eso, después de la decisión de no maternar, puedes llegar a experimentar un duelo, que a veces puede llegar a confundirse con el arrepentimiento. Porque abandonaste esa historia. Porque abandonaste tu potencial maternidad. Porque abandonaste la idea sumamente tradicional que había en tu cabeza sobre la familia”, cuenta Irán.
Antes de despedirse, una desde México y la otra desde Colombia, ambas le envían un consejo a las mujeres que, como ellas en su momento, llevan a cuestas la idea de tomar esta decisión. Isabel dice que es importante volver a conectar consigo mismas. “Es importante volver a nuestro centro, el tiempo que se demore, un día, una semana, un mes, un año. Eso ayuda mucho a tomar la decisión y a que después podamos estar en paz con ella”.
El consejo de Irán es que no experimenten el proceso en soledad. “La vida ya es bastante compleja como para que una sola tenga que acomodar todo este gran rompecabezas. Siento que hacerlo en colectivo te permite volver a respirar”.