Prima Facie: un monólogo sobre la justicia injusta tras una agresión sexual
Cristina Umaña interpreta a Teresa García, una abogada que pasa de defender a agresores sexuales a vivir en carne propia las trabas que el sistema penal les impone a las denunciantes. Aquí les contamos cómo nos fue viendo la obra, que estará en el Teatro Nacional en Bogotá hasta el 13 de julio.
Pilar Cuartas Rodríguez
Cada quien percibe la vida a través de sus propios filtros. Nos atraviesan tantos factores que hacen imposible que sea la misma para todas. La infancia, el barrio, la familia, la escuela, el estrato, los amigos, el trabajo, el género. Y, a veces, cuando nos paramos a mirarla desde otro lugar, uno abismalmente distinto al que siempre habíamos ocupado, la vida nos cambia por completo. Donde había orgullo puede surgir vergüenza; la culpa puede reemplazar la seguridad; la confianza podría ser minada por la rabia; y donde creíamos ver justicia empieza a imponerse la impunidad.
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Eso es lo que le pasa a Teresa García cuando deja de pararse en un juzgado como abogada defensora de agresores sexuales, para sentarse en la silla en la que cientos de mujeres se reconocen como víctimas y tienen que relatar una y otra vez cómo sus cuerpos fueron tocados o penetrados por hombres sin que ellas lo desearan. Hombres reputados, con paredes llenas de cartones, amigos influyentes y una fachada bien montada en el lugar donde trabajan.
A Teresa García la interpreta en las tablas del Teatro Nacional la actriz Cristina Umaña, pero su monólogo podría ser el mismo que ronda la cabeza de cualquier víctima de violencia sexual en Colombia, China o Australia. Las preguntas que se vuelven bucle, los juicios que te persiguen y las reflexiones esclarecedoras que cobran vida gracias a la rabia, a la coherente y digna rabia, tan estigmatizada, pero necesaria para impulsar una denuncia por agresión sexual ante un sistema penal que, poco o nada, les cree a las denunciantes.
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¿Esto me pasó a mí? ¿No era que siempre le pasaba a otras? ¿A mí que soy abogada? ¿A mí que sé de delitos sexuales? ¿Por qué no me levanté y fui enseguida a Medicina Legal? ¿Por qué no pensé en recolectar las pruebas que había en mi cuerpo? ¿Estoy exagerando? ¿Solo fue una cosa de tragos? ¿Yo quería? ¿Fui lo suficientemente clara al decirle que no quería? ¿Cómo haré para verle la cara a él todos los días en la oficina? ¿Aquí terminó mi carrera profesional? ¿Me van a creer? ¿Quiénes se pondrán de su parte? ¿Alguien me apoyará? ¿Cuándo voy a sanar?
Ver la obra Prima Facie, que se presenta estos días y hasta el 13 de julio en el Teatro Nacional de Bogotá, te abre un hueco en el estómago, te remueve recuerdos, te incomoda, pero te escupe la verdad en la cara. Que el sistema penal es injusto con las mujeres que denuncian violencia sexual. De entrada, las revictimiza, las juzga, no les cree, las somete a una agonizante espera, y les invierte la carga. Son ellas las que pasan al banquillo de los acusados.
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Y esa es la universalidad de las denunciantes sin importar en qué país vivan, porque esta obra fue escrita originalmente por la dramaturga, libretista, guionista y abogada Suzie Miller, hastiada del sistema judicial británico, pero ya ha sido adaptada en Australia, España, Estados Unidos, Francia y ahora en Colombia.
Cada frase del monólogo de Prima Facie parece extraída de la realidad local. Una de las obsesiones de Nicolás Montero, director de la obra, fue precisamente ajustar la idea original al sistema legal colombiano. Así, por ejemplo, la participación de un jurado en el proceso penal fue reemplazada únicamente por la figura del juez, porque en Colombia no existen los jurados. Además, durante la preparación de la obra, consultaron a un abogado y una jueza que trabajan casos sobre violencias sexuales. La jueza asistió como invitada especial a la primera función, y salió conmovida imaginando si fuera ella la que debía resolver la verdad de Teresa García.
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“Lo maravilloso de esta obra escrita por Suzie Miller es que encontró un personaje, Teresa García, que se puede volver arquetípico, porque empieza en una cara de la moneda muy orgullosa y confiada, y luego ese armazón se desarma cuando se convierte en víctima de la ley. Teresa tiene un itinerario de descubrimiento, cuando todo se le voltea. ¿Por qué una obra como Prima Facie conmueve tanto en todas partes? Porque está muy bien escrita y creó un personaje, que es capaz de narrar la injusticia y da cuenta de lo que duele”, asegura Nicolás Montero a El Espectador.
Durante dos horas, Cristina Umaña atrapa al público con su monólogo, es inevitable dejar de mirarla o escucharla. Y el montaje está pensado para eso. No hay grandes efectos, se protegió la sinceridad de la actriz y las luces, la escenografía y el resto de la puesta en escena están a su servicio, para que ella confronte a la audiencia.
En los primeros ensayos, la actriz lloró conmovida por la travesía de Teresa y, aunque dice a El Espectador que no hay ninguna experiencia o recuerdo compartido con su personaje, el hecho de ser mujer las conecta. “Creo que hay algo ancestral que nos cruza a todas (...) Después de hacer este papel y conversar con abogadas y jueces, creo que la ley en casos de violencia sexual se tiene que revisar en Colombia, porque protege más al victimario que a la víctima”, sostiene Umaña.
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Hablar de impunidad en delitos sexuales es habitual. En 2018, cuando la periodista Claudia Morales contó en su columna en este diario que había sido violada hacía años por su jefe, la abogada feminista Mariana Ardila Trujillo aseguró en Ámbito Jurídico que “la impunidad por violencia sexual en Colombia supera el 90 %”. Ardila explicó que para las mujeres es difícil confiar en que la denuncia prospere y termine en un castigo y en la reparación del daño. “Las víctimas sienten que denunciar puede afectarlas, y no solo por las potenciales retaliaciones de los agresores, sino, principalmente, porque el sistema judicial las revictimiza”.
“Todo me motivó a protagonizar esta obra. El texto tan maravilloso y contundente, la posibilidad de regresar al teatro y más con un monólogo. Sabía sin duda alguna que iba a ser un reto importante y un gran aprendizaje. También la posibilidad de transformarnos todos a través del teatro o por lo menos hacernos preguntas es algo que reafirma y recuerda mi propósito como artista”, añade en diálogo con este diario Cristina Umaña.
La vergüenza y la culpa son dos emociones que permanecen en el auditorio de Prima Facie. Ambas son bien conocidas entre las sobrevivientes de violencia sexual. Luchar contra ellas es una batalla diaria. Cristina Umaña también las ha atravesado, especialmente cuando siendo joven entabló relaciones de pareja poco sanas, en las que sufrió maltrato psicológico, que minaron su autoestima y la hicieron sentir insegura y poco merecedora. Se sintió irrespetada por sus parejas y el alcohol estuvo presente en varias de esas situaciones. El alcohol que también media las escenas de Prima Facie y que suele ser usado por los agresores sexuales para intentar “justificar” la comisión de sus delitos.
“El alcohol altera los sentidos y, bajo esa lógica, algunas veces se justifican comportamientos asegurando que si estuviera sobrio o sobria no lo hubiera hecho, o que el recuerdo de los hechos no es claro porque se estaba bajo los efectos del alcohol. El alcohol en exceso está lejos de ser un buen compañero y no en vano Suzie Miller lo pone en el plot twist (giro de la trama) de la historia. Además, en las audiencias sobre abuso sexual, la presencia de alcohol termina sirviendo muchas veces para desestimar el testimonio de la víctima”, dice Umaña.
Prima Facie cuenta esta y otras verdades de cuando la justicia es injusta al juzgar las violencias sexuales. Nos pone a reflexionar sobre el consentimiento, más allá de los términos jurídicos rígidos, pomposos y grandilocuentes. Y lo hace a través de Teresa García, una abogada que vive en carne propia lo que antes vivía fríamente a través de otros. Ahora ve la vida con otros filtros, parada desde otro lugar abismalmente distinto. Cristina Umaña cree que no ha vivido una situación tan crítica como la de su personaje, pero la vida sí la ha llevado a cambiar la forma de ver ciertas cosas y a comerse sus propias palabras. ¿Y a ti? ¿La vida te ha cambiado cuando la miras parada desde otro lugar?
Cada quien percibe la vida a través de sus propios filtros. Nos atraviesan tantos factores que hacen imposible que sea la misma para todas. La infancia, el barrio, la familia, la escuela, el estrato, los amigos, el trabajo, el género. Y, a veces, cuando nos paramos a mirarla desde otro lugar, uno abismalmente distinto al que siempre habíamos ocupado, la vida nos cambia por completo. Donde había orgullo puede surgir vergüenza; la culpa puede reemplazar la seguridad; la confianza podría ser minada por la rabia; y donde creíamos ver justicia empieza a imponerse la impunidad.
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Eso es lo que le pasa a Teresa García cuando deja de pararse en un juzgado como abogada defensora de agresores sexuales, para sentarse en la silla en la que cientos de mujeres se reconocen como víctimas y tienen que relatar una y otra vez cómo sus cuerpos fueron tocados o penetrados por hombres sin que ellas lo desearan. Hombres reputados, con paredes llenas de cartones, amigos influyentes y una fachada bien montada en el lugar donde trabajan.
A Teresa García la interpreta en las tablas del Teatro Nacional la actriz Cristina Umaña, pero su monólogo podría ser el mismo que ronda la cabeza de cualquier víctima de violencia sexual en Colombia, China o Australia. Las preguntas que se vuelven bucle, los juicios que te persiguen y las reflexiones esclarecedoras que cobran vida gracias a la rabia, a la coherente y digna rabia, tan estigmatizada, pero necesaria para impulsar una denuncia por agresión sexual ante un sistema penal que, poco o nada, les cree a las denunciantes.
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¿Esto me pasó a mí? ¿No era que siempre le pasaba a otras? ¿A mí que soy abogada? ¿A mí que sé de delitos sexuales? ¿Por qué no me levanté y fui enseguida a Medicina Legal? ¿Por qué no pensé en recolectar las pruebas que había en mi cuerpo? ¿Estoy exagerando? ¿Solo fue una cosa de tragos? ¿Yo quería? ¿Fui lo suficientemente clara al decirle que no quería? ¿Cómo haré para verle la cara a él todos los días en la oficina? ¿Aquí terminó mi carrera profesional? ¿Me van a creer? ¿Quiénes se pondrán de su parte? ¿Alguien me apoyará? ¿Cuándo voy a sanar?
Ver la obra Prima Facie, que se presenta estos días y hasta el 13 de julio en el Teatro Nacional de Bogotá, te abre un hueco en el estómago, te remueve recuerdos, te incomoda, pero te escupe la verdad en la cara. Que el sistema penal es injusto con las mujeres que denuncian violencia sexual. De entrada, las revictimiza, las juzga, no les cree, las somete a una agonizante espera, y les invierte la carga. Son ellas las que pasan al banquillo de los acusados.
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Y esa es la universalidad de las denunciantes sin importar en qué país vivan, porque esta obra fue escrita originalmente por la dramaturga, libretista, guionista y abogada Suzie Miller, hastiada del sistema judicial británico, pero ya ha sido adaptada en Australia, España, Estados Unidos, Francia y ahora en Colombia.
Cada frase del monólogo de Prima Facie parece extraída de la realidad local. Una de las obsesiones de Nicolás Montero, director de la obra, fue precisamente ajustar la idea original al sistema legal colombiano. Así, por ejemplo, la participación de un jurado en el proceso penal fue reemplazada únicamente por la figura del juez, porque en Colombia no existen los jurados. Además, durante la preparación de la obra, consultaron a un abogado y una jueza que trabajan casos sobre violencias sexuales. La jueza asistió como invitada especial a la primera función, y salió conmovida imaginando si fuera ella la que debía resolver la verdad de Teresa García.
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“Lo maravilloso de esta obra escrita por Suzie Miller es que encontró un personaje, Teresa García, que se puede volver arquetípico, porque empieza en una cara de la moneda muy orgullosa y confiada, y luego ese armazón se desarma cuando se convierte en víctima de la ley. Teresa tiene un itinerario de descubrimiento, cuando todo se le voltea. ¿Por qué una obra como Prima Facie conmueve tanto en todas partes? Porque está muy bien escrita y creó un personaje, que es capaz de narrar la injusticia y da cuenta de lo que duele”, asegura Nicolás Montero a El Espectador.
Durante dos horas, Cristina Umaña atrapa al público con su monólogo, es inevitable dejar de mirarla o escucharla. Y el montaje está pensado para eso. No hay grandes efectos, se protegió la sinceridad de la actriz y las luces, la escenografía y el resto de la puesta en escena están a su servicio, para que ella confronte a la audiencia.
En los primeros ensayos, la actriz lloró conmovida por la travesía de Teresa y, aunque dice a El Espectador que no hay ninguna experiencia o recuerdo compartido con su personaje, el hecho de ser mujer las conecta. “Creo que hay algo ancestral que nos cruza a todas (...) Después de hacer este papel y conversar con abogadas y jueces, creo que la ley en casos de violencia sexual se tiene que revisar en Colombia, porque protege más al victimario que a la víctima”, sostiene Umaña.
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Hablar de impunidad en delitos sexuales es habitual. En 2018, cuando la periodista Claudia Morales contó en su columna en este diario que había sido violada hacía años por su jefe, la abogada feminista Mariana Ardila Trujillo aseguró en Ámbito Jurídico que “la impunidad por violencia sexual en Colombia supera el 90 %”. Ardila explicó que para las mujeres es difícil confiar en que la denuncia prospere y termine en un castigo y en la reparación del daño. “Las víctimas sienten que denunciar puede afectarlas, y no solo por las potenciales retaliaciones de los agresores, sino, principalmente, porque el sistema judicial las revictimiza”.
“Todo me motivó a protagonizar esta obra. El texto tan maravilloso y contundente, la posibilidad de regresar al teatro y más con un monólogo. Sabía sin duda alguna que iba a ser un reto importante y un gran aprendizaje. También la posibilidad de transformarnos todos a través del teatro o por lo menos hacernos preguntas es algo que reafirma y recuerda mi propósito como artista”, añade en diálogo con este diario Cristina Umaña.
La vergüenza y la culpa son dos emociones que permanecen en el auditorio de Prima Facie. Ambas son bien conocidas entre las sobrevivientes de violencia sexual. Luchar contra ellas es una batalla diaria. Cristina Umaña también las ha atravesado, especialmente cuando siendo joven entabló relaciones de pareja poco sanas, en las que sufrió maltrato psicológico, que minaron su autoestima y la hicieron sentir insegura y poco merecedora. Se sintió irrespetada por sus parejas y el alcohol estuvo presente en varias de esas situaciones. El alcohol que también media las escenas de Prima Facie y que suele ser usado por los agresores sexuales para intentar “justificar” la comisión de sus delitos.
“El alcohol altera los sentidos y, bajo esa lógica, algunas veces se justifican comportamientos asegurando que si estuviera sobrio o sobria no lo hubiera hecho, o que el recuerdo de los hechos no es claro porque se estaba bajo los efectos del alcohol. El alcohol en exceso está lejos de ser un buen compañero y no en vano Suzie Miller lo pone en el plot twist (giro de la trama) de la historia. Además, en las audiencias sobre abuso sexual, la presencia de alcohol termina sirviendo muchas veces para desestimar el testimonio de la víctima”, dice Umaña.
Prima Facie cuenta esta y otras verdades de cuando la justicia es injusta al juzgar las violencias sexuales. Nos pone a reflexionar sobre el consentimiento, más allá de los términos jurídicos rígidos, pomposos y grandilocuentes. Y lo hace a través de Teresa García, una abogada que vive en carne propia lo que antes vivía fríamente a través de otros. Ahora ve la vida con otros filtros, parada desde otro lugar abismalmente distinto. Cristina Umaña cree que no ha vivido una situación tan crítica como la de su personaje, pero la vida sí la ha llevado a cambiar la forma de ver ciertas cosas y a comerse sus propias palabras. ¿Y a ti? ¿La vida te ha cambiado cuando la miras parada desde otro lugar?