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Uno de los recuerdos de infancia más intensos que tengo me transporta a la puerta de la casa de mi abuela, en Barranquilla. Cada tarde se sentaba en su mecedora para disfrutar de la brisa fresca que le regalaba el ocaso. Cuando veía que estaba bien acomodada, yo me sentaba en sus piernas para que me consintiera la cabeza y me cantara canciones llenas de historias inverosímiles. Recuerdo la del gato que recibió una carta en la que le notificaban que debía casarse con una “gatita blanca, hija de un gato pintado”. Por la inesperada noticia, perdió el equilibrio, se cayó del tejado y se rompió cuatro costillas.
También me acercaba a ella porque alguien más llegaba a acompañarnos y doña Eunice empezaba a contar las historias de su juventud, de su pueblo, Sabanalarga, y de cómo se comprometió con mi abuelo en la heladería Americana, la misma que Gabriel García Márquez nombra en El amor en los tiempos del cólera. Desde esas conversaciones, en mi cabeza siempre resuena la frase que ella repetía con frecuencia: “Es que en mi época…”.
Seguramente, usted también tiene ese tipo de remembranzas intactas. Cuentos de nuestros abuelos que nos hubiera gustado plasmar en un libro por su importancia histórica o por lo fantásticos. Eran otras épocas, en efecto, pero muchos episodios, problemáticas y momentos se repiten, y sus consejos hoy serían muy útiles.
Por las ganas de recuperar esa memoria y darles un mayor protagonismo a los adultos mayores, la Fundación Saldarriaga Concha y la Fundación Fahrenheit 451 crearon Historias en Yo Mayor, un concurso de narraciones orales y escritas hechas por personas mayores de 60 años.
“Queremos darles una reinterpretación y una nueva difusión a esos nuevos saberes de las personas mayores. Pero debemos aclarar que esto es más que un concurso, porque, a la par de este proceso, el proyecto es un espacio de capacitación y formación para esta población. Tenemos 11 laboratorios de memoria y escritura, en donde se reúne esta población semanalmente para recordar y salvaguardar esa sabiduría”, explica Javier Osuna, director de la Fundación Fahrenheit 451.
Aunque comenzaron en 2012, las organizaciones celebran con más entusiasmo la actual edición, pues recibieron muchas más historias: 1.242 cuentos de 19 departamentos, que ponen en evidencia el impacto de la iniciativa en el país.
El crecimiento que ha tenido Historias en Yo Mayor se debe también a una novedad en el concurso: la nueva página web, www.historiasenyomayor.com, a donde llegaron más videos y escritos que en otras convocatorias. Por supuesto, ese incremento hizo que la selección fuera más complicada por la diversidad de temas. Armenia, Bogotá, Cali, Medellín y municipios apartados como Génova, San Basilio de Palenque y Versalles aportaron su cuota creativa en la reñida competencia.
Hay tres categorías: Cuento escrito, Narración oral y Herencia de Mi Pueblo. La idea es que todas las personas mayores tengan la oportunidad de participar, a pesar de que varias han perdido algunas de sus facultades y otras tienen bajos niveles de lectoescritura.
En cuanto a los temas, hay libertad absoluta. Gracias a ello los jurados se encontraron con varias curiosidades, como la repetición constante de algunos contenidos. El conflicto armado, el maltrato intrafamiliar o las costumbres de la década de los años 50 son algunos de ellos.
María Olga Pernaza, ganadora de la categoría de Narración oral, valora la iniciativa porque considera que muchos adultos mayores son olvidados por la sociedad y sus familias. Cuando le pregunto a qué se dedica, responde orgullosa: “Yo soy compositora, cantautora, poeta y artesana. Mi nombre artístico es la Flor del Pacífico”.
Tiene 70 años, es de Barbacoas (Nariño) y conquistó al jurado con una historia llamada El niño triste y su laberinto, que narra la vida de un joven testigo de violencia intrafamiliar, una problemática sistemática que, según ella, ha estado presente en cada década, en todas las regiones, sin exclusión de estrato social.
Pernaza asegura que muchos de sus compañeros, que hoy tienen entre 80 y 85 años, se aferraron a la vida gracias al certamen. Ahora se sienten útiles, pero sobre todo importantes, porque están tejiendo la historia de una nación que se caracteriza por cometer siempre los mismos errores.
Con esto coincide Osuna, quien agrega que “un país que trata con respeto a las personas mayores es más justo y próspero”. Y no duda en agregar que “quien no conocen su pasado corre el riesgo de cometer acciones más crueles en el presente”.
Las historias que ganen el concurso tienen una ayuda monetaria y participan en un especial multimedia que está en la página web y en un libro de distribución gratuita. Pero, sin duda, lo más importante para ellos es narrar sus cuentos, producto de la realidad y la ficción, con el objetivo de tener una mayor difusión y construir memoria colectiva, y de esta forma contribuir para dejarles un mejor mundo a quienes continúan en este largo camino.
Ahora el premio invita a leer a los ganadores y a más participantes para la edición de 2017, pues las ganas de resguardar la memoria volverán con muchas más canas.