Campo Dulce: mujeres que hacen de la miel su economía

Con este proyecto, las comunidades del Bajo Cauca buscan reemplazar con apicultura la minería y los cultivos ilícitos como fuente de ingresos.

Laura Alejandra Moreno Urriaga
18 de diciembre de 2021 - 02:00 a. m.
Campo Dulce tiene once fichas técnicas de productos listos para comercializar.  / Campo Dulce
Campo Dulce tiene once fichas técnicas de productos listos para comercializar. / Campo Dulce
Foto: Sergio Fabián Garzón Clavijo
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Sandra Márquez es una mujer que desde el 2007 ha trabajado en las asociaciones de su comunidad, en el corregimiento Cuturú, municipio de Caucasia, Antioquia, a orillas del río Nechí. Su principal labor ha sido conectar a los grupos comunitarios del Bajo Cauca antioqueño para trabajar en proyectos productivos que mejoren la calidad de vida de las mujeres de la región y sus familias.

Márquez, quien ahora es la gerente del proyecto apícola Campo Dulce, recuerda que “antes en la región solo se vivía de la minería o de cultivos ilícitos; fue en la apicultura que vimos una oportunidad de vida que se venía, haciendo asociaciones y trabajando colectivamente”. Por eso, se dieron a la tarea de aprender sobre esta actividad, capacitarse e incursionar en un proyecto apícola de forma empírica.

En el 2010 abordaron la apicultura como un proyecto productivo que involucrara a las familias de los seis municipios de región: Cáceres, Nechí, Caucasia, Tarazá, Zaragoza y El Bagre, este último donde establecieron la planta principal para capacitarse y producir miel.

Su proyecto era formar parte de una industria que, según Fedeabejas, genera más de 9.000 empleos y aporta a la economía local. Por ejemplo, en 2019, de acuerdo con la misma organización, se obtuvieron $41.900 millones en el comercio de productos relacionados con la apicultura.

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Los bajos costos de implementación, mantenimiento, equipos e insumos fueron una de las ventajas que la comunidad encontró para apostarle a la apicultura, además de la contribución a la sostenibilidad ambiental que podrían hacer desde su oficio. Márquez explica que para hacer de su trabajo una práctica sostenible han enfocado sus capacitaciones en el cuidado de las abejas, el mantenimiento de los lugares donde tienen las colmenas libres de agentes tóxicos y la protección de los ecosistemas que habitan.

Sumado a esto, los proyectos de reforestación en áreas degradadas por la minería también impulsaron el desarrollo de la apicultura en el Bajo Cauca antioqueño. Las especies de árboles sembrados en la zona, en su mayoría acacias, les permitieron a los apicultores instalar unidades productivas para el aprovechar el néctar extrafloral que esta especie ofrece.

Teniendo organizado el entorno en el que querían trabajar, la siguiente tarea de estas organizaciones era buscar la forma de producir altos volúmenes de miel y encontrar socios para comercializarla. En 2016 la Asociación Multiactiva de Caña Flecha del Bajo Cauca (Fibrarte) creó Campo Dulce, una empresa dedicada a comercializar la miel de abejas y los subproductos de la actividad apícola.

Junto a Fibrarte, cuatro asociaciones más de la región se unieron a Campo Dulce para darle un mayor alcance geográfico y de comercialización a su proyecto. Ascabia, Asopisnar, Ascocuturu y la Red Nudo del Paramillo se establecieron en el municipio de El Bagre, Antioquia, para agruparse y trabajar para ser más competitivos en la comercialización de los productos apícolas y convertirse en un referente en este sector.

“Campo Dulce es una empresa que ha podido avanzar significativamente en toda la región del Bajo Cauca, ya que intervenimos los seis municipios. A través de las iniciativas PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial), nos hemos ido fortaleciendo y podemos decir que ya tenemos toda la línea de producción de miel 100 % natural”, explica Márquez.

Campo Dulce se ha posicionado en el Bajo Cauca como uno de los proyectos productivos que han logrado salir adelante, incluso en medio de las dificultades han tenido la implementación de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), parte del primer punto del Acuerdo Final con las Farc.

“Hay un fortalecimiento del territorio hacia afuera impresionante, la gente de acá está trabajando para que se comercialice la miel, para que esa materia prima tenga clientes y hasta podamos exportarla. Ese es nuestro objetivo con los apoyos que hemos recibido desde las instituciones”, cuenta Esmilda Pérez Trujillo, miembro del grupo motor de los PDET del municipio de Caucasia.

Después de la firma del Acuerdo de Paz con las Farc, los seis municipios del Bajo Cauca fueron priorizados en los PDET, dada la afectación que han tenido por el conflicto armado, los altos índices de pobreza y la presencia de cultivos ilícitos en el territorio. Pues, aunque esta zona se destaca por la minería y aporta cerca del 25 % del oro nacional, esto no representa estabilidad para las comunidades, pues no tienen garantías de trabajo formal, según indica el Observatorio de los Derechos Humanos y Paz.

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El objetivo de los PDET y del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos (PNIS) en el Bajo Cauca, según el Acuerdo de Paz, estaría centrado en la erradicación voluntaria de coca y la implementación de proyectos productivos liderados por las comunidades, fomentando así el desarrollo de la región.

Pérez se siente afortunada por el trabajo que han podido realizar con Campo Dulce como proyecto productivo. “Los PDET nos han ayudado a través de programas como Colombia Transforma. Nos ayudaron a tecnificarnos y a cumplir con la norma 2674 del Invima del 2013 (requisitos sanitarios sobre alimentos)”, explica. Hasta el momento han podido recibir recursos para ampliar su empresa, a diferencia de otros proyectos que todavía no han obtenido ese apoyo para poner en marcha sus propuestas, pues la inversión del Gobierno solo ha sido de $10,3 billones en los primeros cinco años de implementación, muy por debajo de los $26 billones necesarios para que los PDET se estuvieran implementando como estaba previsto, según el contenido del Conpes 3923 y lo reportado por la Agencia para la Renovación del Territorio (ART).

Y es que según la Corporación Sisma Mujer, en su informe “A cinco años del Acuerdo de Paz: reactivar la paz con las mujeres”, Campo Dulce hace parte de las 4.606 iniciativas PDET con enfoque de género y del 27 % de estas que han tenido avances en materia de implementación. En el caso de este proyecto productivo, organizaciones como la ART, USAID, que lidera el programa Colombia Responde, y la Gobernación de Antioquia han facilitado su implementación y proyección a futuro.

Es decir, este proyecto productivo, que cuenta con un 60 % de mujeres apicultoras, está dentro del 14 % de las iniciativas PDET que tienen un componente de género. Una prioridad que surgió de forma orgánica, pues, “al inicio, la apicultura en la comunidad no era muy atractiva para los hombres, porque ellos estaban dedicados sobre todo a la minería, entonces fuimos las mujeres las que cogimos el rol de apicultoras. Eso ayudó mucho a que la línea se fuera expandiendo y como no requerían estar de tiempo completo, las mujeres pudieron dedicarse al proyecto y poco a poco a sus familias también”, recuerda Márquez.

La producción de miel y el trabajo que desde 2016 realiza Campo Dulce ha logrado que 426 familias estén vinculadas directamente con el negocio y 728 de forma indirecta a través de otras organizaciones, en su mayoría compuestas por personas desplazadas, madres cabeza de hogar, víctimas del conflicto y jóvenes rurales que han trabajado en el sector apícola. Esto ha llegado a impactar positivamente la construcción de tejido social y en el crecimiento económico del Bajo Cauca, el sur de Córdoba y el norte de Antioquia.

En el 2018 Campo Dulce vendió 54 toneladas de miel; 104 toneladas en el 2019; 143 en 2020 y están cerrando este año con la venta de alrededor de 160 toneladas. Este crecimiento les ha permitido crear alianzas para comercializar la miel con empresas como la Multinacional Griffith Foods y la empresa Lok Foods, que les permiten llegar con sus productos a doce departamentos del país.

Durante los últimos años, Márquez y su equipo de trabajo se han dado a la tarea de buscar los medios para no solo producir y vender la miel como materia prima, sino que han empezado a ser transformadores del producto. Entre lo que comercializan, además de la miel en varias presentaciones, también están la miel de abejas con limoncillo, miel con eucalipto, miel caramelizada y, de forma más reciente, están produciendo hidromiel, una bebida alcohólica a base del alimento.

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Durante el 2022, este proyecto productivo espera incrementar su capacidad de producción con la construcción de una planta y un centro de acopio de miel en las afueras de El Bagre. “Ya está el diseño aprobado y las personas contratadas para hacer la construcción”, comenta Pérez, quien además explica que esta ampliación les permitirá tener una mayor producción. “Queremos ser un referente en tecnificación, producción y cuidado en el proceso, que podamos tener nuestras abejas reinas, aumentar el crecimiento de colmenas, estamos pendientes de todo eso para que el negocio prospere”, afirma.

Junto con esta ampliación, como objetivo para el próximo año, las mujeres que hacen parte de Campo Dulce esperan recibir la aprobación de la ficha técnica de su nuevo producto: la cucharita de miel, una porción que sirve como endulzante de bebidas. Este hace parte de sus propuestas de innovación y esperan que empiece a ser comercializada durante el 2022.

Además del trabajo como proyecto productivo, la experiencia y formación de Márquez como administradora de empresas y técnica agropecuaria le ha servido como herramienta para capacitar a miembros de su comunidad en Cuturú en temas apícolas y para hacer de Campo Dulce un espacio asociativo. Las cinco principales organizaciones vinculadas están asesorando el desarrollo de otras cuarenta asociaciones nuevas o más pequeñas que han surgido en la región para trabajar en apicultura.

“Nos estamos convirtiendo en parte de la economía de la región. Además de que es rentable, es una entidad que se ha convertido en una actividad familiar, les ha dado oportunidades a muchas personas”, concluye Márquez.

Laura Alejandra Moreno Urriaga

Por Laura Alejandra Moreno Urriaga

Comunicadora y periodista de la U. Javeriana. Hago parte del equipo editorial de Impacto Mujer en El Espectador. He trabajado como periodista en temas de género, verdad y conflicto. También en coordinación de proyectos de innovación social y estrategias de contenidos multimedia.@lamorenourlamoreno@elespectador.com

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