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Después de años de activismo, trabajo en terreno y lucha con ahínco en contra de las violaciones a los derechos humanos en sus países de origen y en la región, cinco mujeres de origen latinoamericano presiden hoy varios de los más influyentes organismos internacionales de promoción y protección a los derechos fundamentales de las personas.
Y lo hacen desde Washington D. C., considerada la capital política del mundo, donde se toman muchas de las decisiones que trazan el destino de los habitantes del planeta y se llevan a cabo discusiones sobre temas trascendentales para la humanidad. Por vez primera, los máximos cargos en cinco organizaciones que les hablan al oído a los círculos de poder en Estados Unidos, que tienen “línea directa” con los gobiernos latinoamericanos y a las que temen los regímenes violadores de derechos humanos, están, de manera simultánea, en cabeza de mujeres.
Carolina Jiménez, de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA); Viviana Krsticevic, del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL); Katya Salazar, de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF); Tania Reneaum, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y Rebecca Bill Chavez, de Diálogo Interamericano (TheDialogue), son las jefas de sus respectivas organizaciones.
Este hecho es significativo y evidencia, en opinión de Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica y defensora de la democracia, una “muy significativa muestra de empoderamiento de la mujer latinoamericana en cargos de dirección a escala mundial. Es una muy buena señal porque habla de una mayor determinación y mejores posibilidades a las mujeres de asumir cargos de liderazgo en distintos ámbitos. Ellas están en organismos clave, vitales para la democracia y el Estado de derecho. Su presencia allí es una buena expresión del avance de la mujer latinoamericana en los distintos campos de acción y ratifica que la mujer latinoamericana está conquistando espacios con mucha mayor rapidez que las mujeres de otras regiones”, señaló Chinchilla.
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“La presencia de ellas en los máximos cargos es un buen primer paso en la dirección correcta. Y lo mejor, es que son mujeres que no llegaron simplemente por representar una cuota, sino porque se ganaron a pulso dichos cargos. Es el reconocimiento a su determinación, entereza y gran capacidad de lucha”, puntualizó Chinchilla, presidenta de su país entre 2010 y 2014. La dirigente abogó porque cargos como la secretaría de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre otros, sean ocupados por mujeres.
El Espectador contactó a las presidentas de las organizaciones de derechos humanos en la capital estadounidense y les preguntó sobre lo que significa su presencia en los máximos cargos de dirección y cómo ese hecho se traducirá en mejores garantías de seguridad para los millones de víctimas de la golpeada región latinoamericana. Esto respondieron:
Carolina Jiménez
Presidenta de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA)
La última década ha estado marcada por grandes avances en la lucha por los derechos de las mujeres en América Latina. Sin embargo, a la par de dichos avances, también observamos con preocupación el trabajo constante de los grupos antiderechos y los retrocesos que se han visto en áreas como la participación política. Por eso considero que la llegada y permanencia de mujeres en puestos de liderazgo es más relevante que nunca. La representación importa, e importa mucho.
El liderazgo desde el feminismo busca ser incluyente, pues su fin último es la igualdad. Como bien sabemos, la creación de espacios inclusivos es vital para la democracia y para la construcción de paz. La historia nos ha enseñado que tanto mientras se negocia el fin de un conflicto como en la etapa posconflicto la inclusión de las mujeres es absolutamente necesaria para generar cambios sociales que se sostengan en el tiempo. Ninguna sociedad puede avanzar y hacer frente a las continuas desigualdades dejando de lado a los grupos “marginalizados”, y esto incluye a las mujeres.
El mundo se enfrenta en estos momentos a tremendas desigualdades mientras continúan las secuelas de la pandemia. Un liderazgo feminista, que va contra el estilo de liderazgo dominante que privilegia el “statu quo” y que suele observarse en diferentes niveles de gobierno, pero también en el ámbito corporativo, entre otros, es necesario para crear el tipo de transformación social y política que necesitan nuestros países.
Pero poner a las mujeres en posiciones de liderazgo simplemente para marcar una casilla no logra nada. Las mujeres lideresas deben ser acogidas y aceptadas. Las organizaciones deben trabajar para crear una cultura de apertura y adaptabilidad. A nadie le sirve tener una mujer lideresa con ideas audaces si la oficina que supervisa y las personas que dirige no están dispuestas a escuchar y crecer. También hay que dar a las mujeres las herramientas y el espacio que necesitan para tener éxito. Con demasiada frecuencia, las mujeres lideresas son puestas en situaciones imposibles, con grandes expectativas y con poco o ningún espacio para concurrir a esas expectativas. Así que, aunque las mujeres lideresas están haciendo grandes avances, todavía hay mucho margen de mejora.
Por último, creo que es importante recalcar que no basta con que las mujeres asumamos posiciones de liderazgo. Las mujeres lideresas debemos ser acogidas, aceptadas e integradas en todos los espacios de poder con suficiente libertad para avanzar en nuestras agendas y visiones. En tal sentido, las organizaciones deben trabajar para crear una cultura de apertura y adaptabilidad en la cual se den o se construyan las herramientas y el espacio que necesitamos para tener éxito. Estamos siendo testigos de grandes avances, pero aún queda mucho camino que recorrer.
Rebecca Bill Chávez
Presidenta de Diálogo Interamericano / TheDialogue
Para mí es muy importante que las mujeres estemos asumiendo cargos de dirección. Yo vengo de la academia, fui profesora toda mi vida y siento que tengo la enorme responsabilidad de trabajar por las nuevas generaciones de mujeres, contribuir a su liderazgo, que ellas vean que pueden y deben jugar un rol fundamental en todo tipo de las organizaciones. De ahí mi énfasis a trabajar con las nuevas generaciones, de hombres también, pero especialmente de mujeres, porque las necesitamos ver más involucradas y en mayor cantidad.
Siento que debemos enfocarnos y prestar mucha atención ahora al tema de violencia doméstica contra la mujer que, como sabemos, es una de las principales causas raíz de la migración de mujeres y niños desde Centroamérica por la frontera sur de los EE. UU.
Recientemente visité la frontera, tanto del lado de Reynosa (México) como de Texas, y pude constatar que muchas mujeres de Honduras, El Salvador y Guatemala tuvieron que huir de sus países precisamente por el tema de la violencia en su contra. De ahí que en Diálogo Interamericano necesitamos enfocarnos más en el tema de violencia doméstica y tenemos que trabajar para evitar el abuso en los hogares y todas las violencias relacionadas. Esta es una buena oportunidad para que las mujeres de las distintas organizaciones de derechos humanos trabajemos juntas en buscar soluciones a estos problemas y que, como sociedad, busquemos programas de prevención y atención a los sobrevivientes, Hoy hay mucha impunidad, tenemos que encontrar la manera de aumentar la capacidad de las autoridades para frenar este problema. Durante la administración [de Barack] Obama me enfoqué en los temas de mujeres, procesos de paz y seguridad. Ahora, desde TheDialogue daremos mucha fuerza al tema de violencia de género, como causa raíz de la migración.
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Viviana Krsticevic
Directora ejecutiva del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL)
Es muy alentador tener a un grupo significativo de mujeres en los espacios de debate de las políticas públicas y de protección de derechos en Washington D. C. Y es más, tener a una masa crítica de mujeres latinoamericanas en estos espacios sin duda ayuda a sumar perspectivas y a refrescar las agendas.
Sirve, además, para revisar el tono, el enfoque y la profundidad de las discusiones sobre temas de los derechos humanos en Washington. Y esto tiene consecuencias a la hora de definir qué es relevante, quién cuenta y quién tiene voz en una ciudad que mueve la agenda en este tema.
También es bueno anotar que este grupo de mujeres venimos de experiencias diferentes, pero complementarias, que permiten que tengamos espacios de encuentro y áreas donde aprender y explorar. Veo esta coincidencia como algo auspicioso. Y aprovecho para lanzar un par de propuestas: ¿por qué no retomar la idea de eliminar los paneles conformados solo por hombres (“manels”) de los centros de pensamiento de Washington? ¿Y por qué no revisar las prioridades de la agenda interamericana y la de Latinoamérica en temas de derechos humanos a la luz de esta nueva realidad?
Katya Salazar
Directora ejecutiva de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF)
Dirigir una organización de alcance regional, que responda a las principales amenazas al Estado de derecho manteniendo a la vez la excelencia técnica, es un gran reto, pero a la vez un privilegio, pues me permite usar lo aprendido a lo largo de los años para promover cambios que mejoren la situación de nuestros países.
Los techos de cristal y otros obstáculos para el desarrollo profesional de las mujeres siguen existiendo, aunque ahora son más sutiles y encubiertos. Hay que saber reconocerlos, enfrentarse a ellos, visibilizarlos y abrir camino para las que vienen.
DPLF es una organización regional que trabaja en la defensa del Estado de derecho y los derechos humanos en América Latina, usando el derecho internacional como herramienta principal. DPLF está integrada por personal de diferentes nacionalidades —la mayoría mujeres—, y desde 2009 soy su directora. Soy abogada graduada de la Universidad Católica de Lima (PUCP) y de la Universidad de Heidelberg, en Alemania.
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La llegada de una mujer peruana a la dirección de DPLF trajo a la organización la experiencia de un país multicultural que se enfrentó a una fuerte tensión entre justicia y barbarie, en el contexto de la violencia política, y cuyas lecciones aprendidas no han perdido vigencia.
Tania Reneaum
Secretaria ejecutiva de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
La presencia de nosotras en estos cargos significa que la lucha de las muchas que nos antecedieron se cristaliza. Las mujeres que hoy estamos en posiciones de dirección no hubiésemos llegado sin el trabajo arduo de las mujeres sufragistas, las que estuvieron en las bases. Es una lucha centenaria.
Luego, estas posiciones de dirección son, sin duda, una oportunidad para que hagamos visibles otras agendas específicas de las mujeres que han estado ocultas. Si bien las agendas de violencias contra las mujeres y todo el tema discriminatorio ha estado presente, también debemos visibilizar otras como la problemática de las mujeres transgénero, de las trabajadoras sexuales y de las empleadas domésticas, por ejemplo.
Otro tema que es bien importante es la manera como nos relacionamos las mujeres con el poder, porque un cuerpo de mujer no necesariamente garantiza un pensamiento feminista. Entonces, las feministas —que hemos pasado por un proceso de pensar la manera en que el poder puede servir a la gente y no solo servirnos en la agenda personal— debemos lograr ambientes más equitativos, más justos… Y las mujeres que estamos en espacios de decisión tenemos la responsabilidad de hacer eso posible en las estructuras masculinas que persisten. Pero estamos en el camino adecuado.
Nota de la editora: en la versión impresa y digital de este artículo dijimos, con base en información publicada en la página oficial de la CIDH, que Tania Reneaum es la primera mujer en desempeñarse como secretaria ejecutiva de la Comisión. Sin embargo, esta posición había sido ocupada ya por Edith Márquez Rodríguez, de Venezuela, entre 1990 y 1996. En las correcciones también aclaramos que Rebecca Bill Chávez es estadounidense de ascendencia latinoamericana. Ofrecemos disculpas.