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Bombas, serpentinas, un suculento bufé, música en vivo, un pequeño grupo de mujeres treintañeras, cuarentonas y cincuentonas empeñadas en borrar de sus rostros las huellas de la edad y uno o varios cirujanos plásticos o médicos esteticistas son los asistentes a las cada vez más populares fiestas de bótox. Una tendencia en auge en países como Estados Unidos, Argentina, Chile, España y Colombia, que prendió las alarmas entre algunos miembros de la comunidad médica, quienes ven con preocupación cómo se está desprestigiando este procedimiento, que debería realizarse en un consultorio y no en el marco de una concurrida reunión social.
Generalmente, son las casas farmacéuticas que distribuyen la toxina botulínica tipo A (en Colombia solamente hay tres laboratorios que la comercializan) las encargadas de organizar estas fiestas. Su objetivo es promocionar el producto y lograr que cada vez más personas lo utilicen como alternativa para combatir el envejecimiento. En algunas de estas reuniones la dinámica consiste en rifar entre las asistentes la aplicación del bótox en las zonas del rostro que más lo necesiten, usualmente son la frente, el contorno de los ojos y alrededor de la boca.
En algunas fiestas, las más comunes en Chile, son las mismas pacientes quienes se encargan de contactar al médico e invitarlo a una tarde de música y diversión, en la que deberá inyectarle varias unidades de bótox a un reducido grupo de mujeres, que pagarán un precio especial, mucho más económico al que se cobra cuando el procedimiento se realiza en un consultorio. Rodrigo Sierra, médico cirujano de la Universidad de Chile y protagonista de estas populares reuniones desde 2007, explica que comenzó a asistir a las fiestas de bótox después de enterarse de su éxito en Estados Unidos. La verdad es que para Sierra ha sido el mecanismo perfecto para dar a conocer las ventajas de este producto y atraer pacientes a su consultorio.
Según un reportaje del periódico El Mercurio, de Chile, hoy en día Sierra atiende a 700 personas, de las cuales el 30% son hombres. La mayoría de estos pacientes conocieron el bótox en una de las afamadas fiestas que nacieron en Estados Unidos en 2003 y que están siendo bastante cuestionadas por la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos y la Food and Drug Administration (FDA). A estas críticas también se ha unido el médico Ricardo Lancheros, director del Centro Colombiano de Cirugía Plástica, quien cree que se trata de una tendencia orquestada por las compañías farmacéuticas como una estrategia de mercadeo.
La preocupación de Lancheros no es por los riesgos médicos, pues el bótox puede aplicarse a cualquier edad, generalmente se usa a partir de los 25 años, y sus contraindicaciones son pocas. Por ejemplo, estar tomando antibióticos, presentar algún tipo de alergia en la piel (incluida el acné), sufrir de alteraciones en la coagulación o estar embarazada. La molestia de Lancheros radica en que se le está quitando seriedad a esta procedimiento y desprestigiando el producto.
“Esas fiestas hacen que el bótox sea visto como si fuera un champú o un desodorante que puede aplicarse cualquiera, en cualquier lugar. Tener a la paciente mascando chicle, comiendo papas fritas y después poniéndose el bótox hace que el procedimiento pierda formalidad”. Cuando en realidad, agrega, lo ideal es que el médico evalúe a su paciente y le inyecte las unidades necesarias en su consultorio.
Aunque Lancheros nunca ha presidido una fiesta de bótox, cuenta que algunos colegas le han dicho que se pueden aplicar 30 frascos de esta sustancia en una sola reunión y que las mujeres que asisten son bastante desinhibidas y les tiene sin cuidado el tema de la intimidad, para ellas ponerse bótox es como ir a una peluquería a hacerse la manicura o un masaje capilar. Lo cierto es que este procedimiento para combatir y prevenir la aparición de arrugas se ha vuelto cada vez más popular. En el mundo cada año 10 mil millones de personas se inyectan bótox y se prevé que con estas fiestas el número siga aumentando dramáticamente en los próximos años.