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Nororiente de Medellín, siete y treinta de la mañana. Como si fuera una jirafa recién nacida a la que le cuesta dar sus primeros pasos, un joven de no más de 14 años intenta subir las escaleras empinadas que colindan con una de las casas de esta periferia. Sus movimientos son torpes, no tiene equilibrio y está desorientado. Cinco minutos antes había perdido el conocimiento tras desplomarse contra una mesa. Durante varias horas, él y quienes lo rodeaban inhalaron un polvo rosado con palas fosforescentes. “Le dio al sople”, como dicen en la calle, al tusi o tusibí, un coctel de sustancias psicoactivas y fármacos con olor a vainilla (Le recomendamos este especial multimedia: Tusi, el coctel de drogas de alto riesgo producido en Colombia).
El día anterior conocimos los ingredientes y el proceso para obtener esa mezcla. Era jueves a mediodía y al parque de uno de los barrios más populares del oriente de la ciudad llegó Calavera, reconocido productor de tusi en la zona. Llevaba gorra, camiseta ancha y un cigarrillo de marihuana a medio fumar en la mano derecha. “No se puede decir el barrio en el que estamos o me mandan a matar, cucho”, nos advierte antes de mostrarnos su lugar de producción. Vende tusi desde hace cinco años y rinde cuentas a La Oficina, una de las organizaciones criminales que controla el microtráfico en Medellín.
Calavera nos lleva a su vivienda. Entramos uno por uno para no llamar la atención. Tiene una puerta negra, vidrios oscuros y una camioneta lujosa parqueada al frente. En la cocina de la casa, donde vive con su esposa e hijos, produce diariamente parte del tusi que se comercializa en la zona. Al lado del cereal y de la sal, como si fueran condimentos, almacena todo tipo de sustancias, recipientes y demás parafernalia del negocio. Parece la escena de un capítulo de la serie de televisión Breaking Bad y su protagonista Walter White, quien cocina metanfetaminas en una casa rodante. Calavera empieza a “fritar”, como él llama al proceso, analgésicos de uso veterinario, como la ketamina, con más de siete sustancias que conserva en ampollas de vidrio y bolsas adhesivas.
El ingrediente final del tusi de Calavera es un tarro de esencia de yogur que impregna su olor por la casa. “Se me hizo agua la nariz”, comenta mientras pesa el polvo en una gramera y lo reparte con destreza en paquetes transparentes pequeños. Según él, la mezcla contiene éxtasis, fentanilo, cafeína, ketamina y clonazepam, entre otras sustancias. Cabe resaltar que, a la fecha, ninguna organización especializada en análisis de drogas ha reportado la presencia de fentanilo en las muestras de tusi estudiadas. “Pagué $12 millones por la receta. Acá en Medellín esto se está moviendo más que nunca. La gente está de cabeza con el tusi. Sobre todo los menores de edad, ellos son los que mueven la vuelta”, cuenta mientras pone en cada bolsa la prueba de ser un vendedor “autorizado” por La Oficina: una etiqueta que tiene el dibujo de una sandía.
El resultado de la “fritada”, que no duró más de hora y media, dejó 16 “puntos” de tusi listos para vender. El precio de cada uno, dependiendo del sector, oscila entre $60.000 y $120.000. Comparado con otras sustancias psicoactivas, cada “punto” de esta mezcla cuesta, al menos, 10 veces más que el gramo de “perico”, que en la zona está a $6.000. Mientras limpia sus utensilios, Calavera toma una llave, le pone un poco de tusi y lo inhala. “Ya me hubiera vuelto rico si esto no fuera tan adictivo. Cuando cocino, es más lo que consumo que lo que vendo”, admite. A principio de cada mes debe pagar $500.000 a La Oficina para que lo dejen distribuir el tusi. Si no cumple, le cobran una multa de $5 millones. Lo mismo sucede con los vendedores que no están autorizados por esta banda criminal. El que no paga se mete en problemas.
¿La “cocaína rosada” colombiana?
En Alemania, Francia, Italia, Ecuador, México y Argentina al tusi lo llaman “cocaína rosada” colombiana, aunque no tenga mucho que ver con esa droga, salvo por su presentación en polvo y que se inhala por la nariz. En un artículo publicado en diciembre de 2022, el periódico español El País documentó que un gramo de tusi en Madrid puede costar más de 100 euros (unos $500.000). Recientemente fueron desmantelados dos laboratorios liderados por “traficantes de origen colombiano”, apuntan. Aunque algunos medios internacionales señalan a Medellín como la “cuna del tusi”, lo paradójico es que, hace unos años, la sustancia original era contrabandeada de Europa.
En 1974, el químico y farmacéutico Alexander Shulgin sintetizó por primera vez la sustancia 2C-B, una feniletilamina con efectos psicodélicos derivada de las anfetaminas. En la década de los 90 tuvo una exposición masiva en las discotecas europeas, comercializada con el nombre de Nexus y luego fue incluida entre las sustancias restringidas por la Administración de Control de Drogas del Departamento de Justicia de Estados Unidos. A Colombia llegó a finales de 2000, cuando traficantes nacionales la contrabandearon desde Europa y comenzaron a venderla a precios muy altos. Algunos medios de comunicación la popularizaron con la denominación de la “droga de lujo”, la “traba de la élite” y aseguraron que se trataba de la droga de “modelos, reinas, actores y políticos”.
El 2C-B (o Nexus) se vendía en forma de pastillas pequeñas o polvo blanco y su consumo solía ser por vía oral. En el país se comercializó como tusi o tusibí (por la pronunciación en inglés de la sigla de la sustancia original). Con el tiempo, los traficantes empezaron a rendirla con otros componentes. Agregaron colorantes de cocina y esencias con olores de vainilla, fresa o yogur, para hacerla más agradable al consumo humano. Así ganó popularidad y empezó a ser llamada “cocaína rosada”. Según análisis de muestras realizados por la Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional (Dirán), el 2C-B ha sido reemplazado, casi en su totalidad, por un coctel de drogas sintéticas que no tienen nada de la sustancia original y varían según el productor.
Los efectos del Tusi
Por la calle principal de este barrio popular de Medellín, donde conocimos la antesala de la distribución del tusi, aparece Fresa manejando una moto de alto cilindraje. En la silla de atrás va su pareja que, a la vez, es su socia en la producción y venta de esta mezcla. Llevan años liderando el microtráfico en la zona y son paranoicos con todos sus movimientos. Después de dar dos y hasta tres vueltas por la misma cuadra deciden subir al encuentro programado. Nos aborda también Joaquín, integrante de La Oficina que fue condenado por porte de armas y tráfico de estupefacientes. Paga casa por cárcel, pero lleva un brazalete de seguridad en la pierna derecha, que le da cierta confianza para moverse y seguir en el negocio.
Es el día a día de los que mueven el dinero y la droga al por mayor. Al igual que Calavera, Fresa tiene lista su parafernalia para producir una venta exitosa durante el fin de semana. Una sartén, ampolletas de vidrio, bolsas adhesivas y una pequeña cuchilla. Pero, en su caso, la receta cambia. El tusi ya no es rosado, sino amarillo. Él asegura que lo puede hacer de cualquier color y que dejó de echarle heroína para “no tirarse tanto a los pelados del barrio”. Una vez terminado lo reparte, según la cantidad de gramos, en diferentes empaques que los llaman manillas, puntos, bolsones y granadas en diferentes paquetes. En realidad, el principal riesgo para los consumidores es esa arbitraria variación en la receta, los ingredientes y las cantidades que emplea cada productor de tusi.
Julián Quintero, sociólogo e investigador que cofundó la Corporación Acción Técnica Social (ATS), una ONG que estudia las políticas de drogas y su impacto, explica que, según los análisis que han realizado, el tusi es la sustancia sintética de más alto riesgo de consumo en Colombia, porque las personas desconocen por completo los componentes de cada mezcla y las cantidades que los productores agregan a su arbitrio. “Esto es altamente complicado para la salud. En el país ya se conocen casos de personas que fallecen y les encuentran estas sustancias en su organismo”, comenta.
¿Qué tan peligroso es el Tusi?
Le llevamos a Échele Cabeza -proyecto de ATS que busca generar y difundir información sobre sustancias psicoactivas para la reducción de riesgos y daños- dos bolsas, cada una con un gramo de tusi, para conocer su análisis. Una provenía de la cocina de Calavera, en Medellín, la otra la conseguimos por $80.000 en un reconocido parque al nororiente de Bogotá. Los resultados de la prueba colorimétrica, que se implementa en los festivales musicales para quienes quieren analizar las sustancias a las que tienen acceso, arrojaron que ninguna de las muestras era apta para el consumo por el riesgo de no saber, con exactitud, los componentes ni su dosificación.
Santiago Pabón, toxicólogo clínico de la Universidad del Rosario, explica que la mayoría de los componentes encontrados en el tusi tienen efectos adictivos, entre ellos la oxicodona, un fármaco de la familia de los opioides. Al preguntarle por la escena del menor de edad que no podía caminar por las escaleras de la capital antioqueña, cuenta que el tusi suele contener también ketamina, sustancia que se usa como anestésico en medicina y veterinaria. Además, informa que si las mezclan con más opioides sintéticos llegan a producir efectos narcóticos, y “por esta razón las personas que inhalan cocteles de este tipo se llegan a desplomar”.
Entramos a tres fiestas de jóvenes en Medellín. El consumo de tusi está normalizado, no se oculta e incluso no es un panorama desconocido en las discotecas reguladas. La escena se repite. En las mesas abundan los jugos y las botellas de agua. Cada “parche” tiene palas distintas, algunas fosforescentes o con figuras en la parte superior, y muchas bolsas de tusi. Diana Pava, magíster en toxicología de la Universidad Nacional, docente y asesora de la Policía, insiste en que son muchos los riesgos para los menores de edad. “Ningún niño debería estar expuesto a una mezcla de sustancias psicoactivas como esta. Se genera dependencia, consumo problemático y trastornos psicóticos. Asimismo, se llegan a presentar convulsiones, intoxicaciones agudas, palpitaciones, taquicardias e incluso efectos en el comportamiento y la salud mental”.
Una joven que consumió tusi cuenta que sintió felicidad y euforia. “La fiesta me duró hasta las siete de la mañana. Con otras drogas no me suele pasar, pero con el tusi quería más. Estaba como desesperada por meter, casi no me puedo dormir”, asegura. La experiencia que tuvo otro adolescente fue lo contrario. “Empecé a perder la conciencia de mis movimientos. Eso fue de inmediato, fue al minuto de consumir tusi. Estaba tan desesperado que caminaba de un lugar a otro. Cuando me di cuenta de lo mal que estaba, se empeoró todo. Vinieron muchos pensamientos negativos a mi cabeza y terminé vomitando. Me sentía muy triste”. La mezcla de sustancias que componen el tusi y la dosificación de cada una cambia según el productor y la “receta” que conozca, lo que genera un riesgo para la salud de los consumidores.
Carlos Eduardo Umaña, viceministro de Política Criminal y Justicia Restaurativa del Ministerio de Justicia, le contó a El Espectador que hace pocos días recibió un reporte de la Policía que informaba sobre el aumento del consumo de tusi. “A partir del Sistema de Alertas Tempranas (SAT) se detectó que en el país se están produciendo nuevas drogas sintéticas. Es un fenómeno que está comenzando a tomar fuerza y, por lo tanto, se le debe prestar atención. Se hará un abordaje de salud pública coordinado con el Ministerio de Salud, reconociendo que tenemos mercados locales de drogas y consumo importante de sustancias, principalmente en el ámbito urbano”.
Santiago Bedoya, secretario de Juventud de la Alcaldía de Medellín, explica que “hay una demanda creciente en el consumo y se presenta un aumento en el uso de sintéticos en la ciudad. A pesar de que se han implementado estrategias de control y de incautación, la guerra contra las drogas desde la perspectiva de la represión y la criminalización tiene muy poca perspectiva de éxito en el futuro”. Las escenas del consumo de tusi se repiten a lo largo del país, dejando varios interrogantes: ¿por qué, si el consumo de esta mezcla es tan evidente, el tema aún no es parte del debate público? ¿Cuáles son los verdaderos impactos en la salud generados por este tipo de mezclas? ¿Qué se puede hacer para mitigar los riesgos y daños de la población joven que consume este tipo de sustancias? Lea mañana la siguiente parte de esta investigación, en la que contamos cómo son las fiestas clandestinas de menores de edad en Medellín, en las que predomina el consumo de tusi.