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                                                                                                                                Bombardeos, una estrategia militar en entredicho por la muerte de menores

                                                                                                                                La herramienta militar que logró doblegar a las Farc hoy es el arma principal en la lucha contra el narcotráfico y los Grupos Armados Organizados. Mientras unos la defienden, otros insisten es que se trata de una clara violación al derecho a la vida.

                                                                                                                                Santiago Martínez Hernández / @santsmartinez / smartinezh@elespectador.com

                                                                                                                                Judicial, Orden Público, Fiscalía, Altas Cortes, Corrupción, Contratación estatal.
                                                                                                                                Así quedó el campamento de alias Raúl Reyes tras el bombardeo en 2008. / EFE
                                                                                                                                Foto: José Jácome
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Sin embargo, aunque parezca una discusión nueva, en los gobiernos de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos ocurrió lo mismo por razones semejantes. “Jamás el discurso político puede atentar contra las premisas del DIH en relación con el uso de la fuerza. Es lo que hace el Gobierno al decir que no hay conflicto armado, pero jurídicamente apegarse a las normas del DIH. Es lo que ha sucedido en los últimos tres gobiernos (Uribe, Santos y Duque), jugando con la normatividad”, explica Jean Carlo Mejía, quien estuvo en las negociaciones de paz en La Habana y es experto en DIH, derechos humanos y derecho operacional. Nunca fue un secreto que en la era Uribe se negó la existencia de un conflicto armado, pero sí se aplicó a rajatabla el DIH para insistir en el uso de la fuerza ofensiva.

                                                                                                                                En el gobierno de Juan Manuel Santos se aceptó que existía un conflicto armado y se adelantó un proceso de paz. Para 2016, con la firma del Acuerdo, se aseguró que llegaba el fin del conflicto, pero simultáneamente desde la Fiscalía se impulsó una ley de sometimiento que terminó por admitir que aún existía confrontación con los grupos armados organizados (GAO). A través de distintas directivas, las disidencias, el Clan del Golfo, los Caparros y otros grupos tuvieron esta clasificación para poder ser combatidos vía Fuerzas Militares. Si bien no se les consideró actores del conflicto, les aplicaron las normas de combate a la luz del DIH. Un dilema que para muchos equivocadamente se reduce a un problema de delincuencia común y narcotráfico que perpetúa la confrontación armada.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Esa respuesta es la que sigue dividiendo a los académicos y expertos en el tema. Para el Gobierno, la muerte de los menores en Calamar está legitimada en el DIH. “Los jóvenes que están en esos campamentos hacen parte de las hostilidades y recibían directrices para desarrollar actividades terroristas”, insistió el ministro Molano. En contraste, para expertos en derechos humanos consultados, en esa operación militar se desconocieron los principios de precaución y proporcionalidad, los cuales buscan ponderación entre la ventaja militar –que era la posibilidad de abatir a Gentil Duarte– y los daños colaterales, como la muerte de menores. Además, que se desconocieron alertas de otras autoridades como la Defensoría del Pueblo, que advirtió sobre reclutamientos de niños y niñas en la región.

                                                                                                                                Según Camilo Umaña, doctor en criminología y experto en derechos humanos y de DIH, la falta de certeza sobre la edad de las personas muertas indica que la información de las Fuerzas Militares antes del bombardeo no era clara. “Los menores reclutados por grupos armados ilegales son víctimas de reclutamiento forzado y el Estado tiene el deber de protegerlos. Se debe privilegiar las medidas de atención, no las medidas de combate”, indicó. A su voz se suma la del profesor Andrés Valdivieso, quien explicó que se desconoció el principio de precaución, según el cual el respeto a las normas humanitarias no depende de que la otra parte las respete.

                                                                                                                                En pocas palabras, que los niños y niñas son sujetos de especial protección. Las fuentes recalcaron que si bien en los Protocolos de Ginebra se establece que entre los 15 y 18 años un menor pierde su condición de víctima mientras participe directamente en hostilidades, Colombia firmó en 2005 un protocolo en el que se considera que, por debajo de los 18 años, toda persona es víctima de reclutamiento ante cualquier escenario. La pregunta es: “¿por qué el Gobierno por un lado condena con ahínco el reclutamiento de menores de 18 años y por el otro justifica la muerte de jóvenes en bombardeos al decir que perdieron su condición de víctimas por participar en hostilidades? No hay identidad de criterios entre quienes señalan que siempre deben ser tratados como víctimas o quienes creen que pierden esa condición cuando hacen parte de la confrontación.

                                                                                                                                Jean Carlos Mejía le explicó a este diario que una de las premisas del DIH es que los menores tienen una doble condición y solo son considerados víctimas ante la justicia, no en el campo de batalla. “Si un civil, sin importar su edad, participa en las hostilidades, pierde su protección e inmunidad y es sujeto de un ataque militar directo, como un bombardeo. Participar en una hostilidad se define a partir del nexo beligerante, que es el hecho de pertenecer a un grupo armado ilegal. Además, se debe comprobar una actitud hostil, que significa el uso de armas, prestar guardias de forma continuada y participar en acciones bélicas bajo un mando responsable”, precisó el experto Mejía.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Así quedó el campamento de alias Raúl Reyes tras el bombardeo en 2008. / EFE
                                                                                                                                Foto: José Jácome
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Sin embargo, aunque parezca una discusión nueva, en los gobiernos de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos ocurrió lo mismo por razones semejantes. “Jamás el discurso político puede atentar contra las premisas del DIH en relación con el uso de la fuerza. Es lo que hace el Gobierno al decir que no hay conflicto armado, pero jurídicamente apegarse a las normas del DIH. Es lo que ha sucedido en los últimos tres gobiernos (Uribe, Santos y Duque), jugando con la normatividad”, explica Jean Carlo Mejía, quien estuvo en las negociaciones de paz en La Habana y es experto en DIH, derechos humanos y derecho operacional. Nunca fue un secreto que en la era Uribe se negó la existencia de un conflicto armado, pero sí se aplicó a rajatabla el DIH para insistir en el uso de la fuerza ofensiva.

                                                                                                                                En el gobierno de Juan Manuel Santos se aceptó que existía un conflicto armado y se adelantó un proceso de paz. Para 2016, con la firma del Acuerdo, se aseguró que llegaba el fin del conflicto, pero simultáneamente desde la Fiscalía se impulsó una ley de sometimiento que terminó por admitir que aún existía confrontación con los grupos armados organizados (GAO). A través de distintas directivas, las disidencias, el Clan del Golfo, los Caparros y otros grupos tuvieron esta clasificación para poder ser combatidos vía Fuerzas Militares. Si bien no se les consideró actores del conflicto, les aplicaron las normas de combate a la luz del DIH. Un dilema que para muchos equivocadamente se reduce a un problema de delincuencia común y narcotráfico que perpetúa la confrontación armada.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Esa respuesta es la que sigue dividiendo a los académicos y expertos en el tema. Para el Gobierno, la muerte de los menores en Calamar está legitimada en el DIH. “Los jóvenes que están en esos campamentos hacen parte de las hostilidades y recibían directrices para desarrollar actividades terroristas”, insistió el ministro Molano. En contraste, para expertos en derechos humanos consultados, en esa operación militar se desconocieron los principios de precaución y proporcionalidad, los cuales buscan ponderación entre la ventaja militar –que era la posibilidad de abatir a Gentil Duarte– y los daños colaterales, como la muerte de menores. Además, que se desconocieron alertas de otras autoridades como la Defensoría del Pueblo, que advirtió sobre reclutamientos de niños y niñas en la región.

                                                                                                                                Según Camilo Umaña, doctor en criminología y experto en derechos humanos y de DIH, la falta de certeza sobre la edad de las personas muertas indica que la información de las Fuerzas Militares antes del bombardeo no era clara. “Los menores reclutados por grupos armados ilegales son víctimas de reclutamiento forzado y el Estado tiene el deber de protegerlos. Se debe privilegiar las medidas de atención, no las medidas de combate”, indicó. A su voz se suma la del profesor Andrés Valdivieso, quien explicó que se desconoció el principio de precaución, según el cual el respeto a las normas humanitarias no depende de que la otra parte las respete.

                                                                                                                                En pocas palabras, que los niños y niñas son sujetos de especial protección. Las fuentes recalcaron que si bien en los Protocolos de Ginebra se establece que entre los 15 y 18 años un menor pierde su condición de víctima mientras participe directamente en hostilidades, Colombia firmó en 2005 un protocolo en el que se considera que, por debajo de los 18 años, toda persona es víctima de reclutamiento ante cualquier escenario. La pregunta es: “¿por qué el Gobierno por un lado condena con ahínco el reclutamiento de menores de 18 años y por el otro justifica la muerte de jóvenes en bombardeos al decir que perdieron su condición de víctimas por participar en hostilidades? No hay identidad de criterios entre quienes señalan que siempre deben ser tratados como víctimas o quienes creen que pierden esa condición cuando hacen parte de la confrontación.

                                                                                                                                Jean Carlos Mejía le explicó a este diario que una de las premisas del DIH es que los menores tienen una doble condición y solo son considerados víctimas ante la justicia, no en el campo de batalla. “Si un civil, sin importar su edad, participa en las hostilidades, pierde su protección e inmunidad y es sujeto de un ataque militar directo, como un bombardeo. Participar en una hostilidad se define a partir del nexo beligerante, que es el hecho de pertenecer a un grupo armado ilegal. Además, se debe comprobar una actitud hostil, que significa el uso de armas, prestar guardias de forma continuada y participar en acciones bélicas bajo un mando responsable”, precisó el experto Mejía.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Para Jean Carlo Mejía es claro que nadie quiere niños muertos en la guerra, pero “es una realidad que los bombardeos son decisivos en la victoria estratégico-militar, como sucedió con las Farc. Se debe reservar para contadas oportunidades y el vacío de la ley en Colombia podría regular esta situación. Pero el discurso político de que no existe conflicto armado genera terrible inseguridad jurídica para los miembros de las Fuerzas Armadas frente a su operación y es una de las principales amenazas a la seguridad pública. Los discursos políticos en Colombia han tenido más importancia que las normas del DIH. A pesar de ser el único país que sigue en guerra en el hemisferio, carecemos de una ley de seguridad, defensa y uso de la fuerza”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El llamado común al Gobierno es que dejen de dar discursos indecisos sobre si existe o no un conflicto armado, pues abre las puertas a una manipulación del DIH y a una indebida interpretación que permite que se repitan hechos como las ejecuciones extrajudiciales. Además, los expertos alertaron sobre la delgada línea en la que caminan los militares, que al no tener un piso jurídico quedan expuestos a ser juzgados por violaciones a los derechos humanos. El uso de la fuerza letal en el marco del DIH no es una licencia para matar ni tener una visión de desprecio por la vida, es la premisa básica. Pero la ambigüedad solo refuerza la polémica.

                                                                                                                                Temas recomendados:

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