De las esmeraldas a Ecopetrol
Las relaciones de un miembro de la junta directiva de Ecopetrol, posesionado hace tres meses, con el zar de las esmeraldas de Boyacá, Víctor Carranza Niño y su círculo empresarial. Detalles de una historia de 20 años.
Norbey Quevedo H.
Los destinos del zar de las esmeraldas, Víctor Carranza Niño, y del ingeniero Germán Bernal Gutiérrez se cruzan por caminos afines, pero proyecciones personales distintas. Mientras el primero acumula dos décadas peleando con la justicia y desmintiendo sus presuntos nexos con el paramilitarismo, el segundo lleva el mismo tiempo destacándose en el mundo empresarial, al punto que hoy forma parte de la junta directiva de Ecopetrol. No obstante, más de una vez han compartido capitales y en sus negocios ostentan una sinergia prolongada de amigos y socios.
Esta historia compartida tiene un origen común. En 1985, cuando la sociedad minera Quípama Ltda. cambió su razón social por la de Compañía de Técnicas Mineras (Tecminas Ltda.), los esmeralderos Víctor Carranza y Gilberto Molina encontraron en el ingeniero Bernal Gutiérrez al gerente idóneo para su sociedad. En ese momento, y desde los aciagos tiempos de la primera guerra verde que, en julio de 1973, obligó al presidente Misael Pastrana a intervenir la zona esmeraldífera de Boyacá, el oficio de la guaquería estaba regulado y tres empresas controlaban la masa de aventureros que arañaban los socavones en busca de gemas.
Sin embargo, para la época, el fulgor blanco de la cocaína se había cruzado por la zona esmeraldífera y, principalmente de la mano del comerciante de Pacho (Cundinamarca) José Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano, comenzaban a cambiar las reglas de juego del poder en Muzo, Quípama, Otanche o Borbur. Antes el amo y señor era Gilberto Molina y, de una u otra manera, los socios principales de Esmeracol, Coexminas y Tecminas respetaban ese liderazgo. Pero llegó El Mexicano a cambiarlo todo, y no sólo no fue acogido en el círculo empresarial, sino que desató el segundo ciclo de la guerra verde.
Una guerra que coincidió con el desafío narcoparamilitar y terrorista de los extraditables contra el Estado colombiano. En principio, Gonzalo Rodríguez Gacha y Gilberto Molina compartieron amistad y negocios, pero desde 1986 se empezó a fracturar esta cercanía y de viejos colegas pasaron a enconados enemigos. El punto culminante de esta violencia tuvo lugar el 27 de febrero de 1989, cuando hombres al servicio de Rodríguez Gacha asesinaron en Sasaima (Cundinamarca) a Gilberto Molina y a 18 personas más que lo acompañaban. Entonces la confrontación salió del territorio esmeraldífero y llegó hasta las calles bogotanas.
El año 1989, mientras Colombia vivía el lastre de los carros bomba y se multiplicaban los magnicidios, Rodríguez Gacha y Víctor Carranza libraban una guerra aparte. En medio de los atentados y asesinatos selectivos, en julio de ese año un atentado terrorista destruyó las instalaciones de Tecminas. El ingeniero Germán Bernal Gutiérrez oficiaba como gerente. Lo hizo desde 1985 hasta 1997. Ese día, declaró a El Espectador, que no se explicaba el origen del ataque, pues la empresa no se dedicaba a la explotación de yacimientos esmeraldíferos, sino a la producción de gemas en Quípama, a través de un contrato con el Gobierno.
En ese momento, Víctor Carranza afrontaba sus primeros problemas con la justicia, producto de las delaciones de un sicario del paramilitarismo apodado Travolta, quien condujo al DAS hasta varias fosas repletas de cadáveres, ubicadas en el área rural de Puerto López (Meta). Con el paso del tiempo, Carranza fue sobreseído de cargos, El Mexicano fue dado de baja en diciembre de 1989 y se abrió paso un proceso de paz que puso fin a la nueva guerra verde. El acuerdo que permitió la concordia se firmó el 12 de julio de 1990 en la sede de Tecminas, ubicada en el municipio de Muzo (Boyacá).
Superada la violencia y después de que Carranza saliera bien librado en los estrados judiciales, el negocio de las esmeraldas recobró su dinamismo. Prueba de ello es que hacia abril de 1992, junto con el ingeniero Germán Bernal y otros asociados, emprendió la creación de la primera bolsa mundial de esmeraldas. En su momento, Bernal, al presentar el proyecto ante los medios, habló incluso de la creación de una escuela de gemología y de importar talladores japoneses, israelíes e hindúes para perfeccionar la esmeralda colombiana. Por su parte, Víctor Carranza despuntó como un empresario de mundo.
Vinieron tiempos entre exitosos y amargos. Bernal Gutiérrez ampliando su portafolio de empresas y Carranza saltando matones con la justicia. Primero sorteando una sindicación de paramilitarismo y narcotráfico en 1993 y después sindicado por el presunto delito de conformación de grupos de justicia privada en 1997. Este último año, el ingeniero mecánico Germán Bernal dejó la gerencia de Tecminas y ocupó transitoriamente la Secretaría General del Ministerio de Minas, pero también constituyó un nuevo acuerdo empresarial que volvió a unirlo, esta vez como socio, con su amigo Víctor Carranza Niño.
En efecto, desde junio de 1989 Bernal Gutiérrez había constituido con otros socios la firma Tecniaéreas de Colombia, orientada al transporte aéreo a través de helicópteros y aeronaves menores. Siguiendo el recorrido de esta empresa se advierte que en abril de 1997 uno de los socios le cedió el 33% a la firma Coexminas, que entre sus principales dueños tenía a Víctor Carranza. Sin embargo, en mayo de 1998 Coexminas le dio las acciones a la misma persona a quien le había comprado: Jorge Alfonso Cabra Páez. Tres meses antes, el 24 de febrero de 1998, Víctor Carranza había sido detenido a las afueras de Bogotá.
Víctor Carranza estuvo preso hasta diciembre de 2001. En febrero de 2003 la justicia lo absolvió. El año pasado, el Tribunal de Cundinamarca condenó a la Nación por “privación injusta de su libertad”. El caso está en estudio en el Consejo de Estado. Entre tanto, el ingeniero Bernal ofició como consultor de varias empresas. En cuanto a su empresa Tecminas, que fue contratista del Banco Agrario en 2007, vendió sus acciones en febrero de 2008 por $2.000 millones a Luis Carlos Tenorio Herrera, entonces presidente de la Asociación de Colegios Privados y miembro de la ONG Niños forjadores de paz.
El pasado 26 de marzo, en atención a un compromiso de la Nación avalado por el ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, y en representación de los departamentos productores de hidrocarburos, el ingeniero Bernal Gutiérrez ingresó a la junta directiva de Ecopetrol. Su viejo amigo y ex socio Víctor Carranza enfrenta un nuevo señalamiento, esta vez del ex jefe paramilitar Freddy Rendón, alias El Alemán, quien sostiene que el zar de las esmeraldas sí participó en el patrocinio de grupos paramilitares y que además lo hizo en la masacre de Mapiripán en julio de 1997. Carranza dice que está dispuesto a responder ante la justicia.
Los destinos del zar de las esmeraldas, Víctor Carranza Niño, y del ingeniero Germán Bernal Gutiérrez se cruzan por caminos afines, pero proyecciones personales distintas. Mientras el primero acumula dos décadas peleando con la justicia y desmintiendo sus presuntos nexos con el paramilitarismo, el segundo lleva el mismo tiempo destacándose en el mundo empresarial, al punto que hoy forma parte de la junta directiva de Ecopetrol. No obstante, más de una vez han compartido capitales y en sus negocios ostentan una sinergia prolongada de amigos y socios.
Esta historia compartida tiene un origen común. En 1985, cuando la sociedad minera Quípama Ltda. cambió su razón social por la de Compañía de Técnicas Mineras (Tecminas Ltda.), los esmeralderos Víctor Carranza y Gilberto Molina encontraron en el ingeniero Bernal Gutiérrez al gerente idóneo para su sociedad. En ese momento, y desde los aciagos tiempos de la primera guerra verde que, en julio de 1973, obligó al presidente Misael Pastrana a intervenir la zona esmeraldífera de Boyacá, el oficio de la guaquería estaba regulado y tres empresas controlaban la masa de aventureros que arañaban los socavones en busca de gemas.
Sin embargo, para la época, el fulgor blanco de la cocaína se había cruzado por la zona esmeraldífera y, principalmente de la mano del comerciante de Pacho (Cundinamarca) José Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano, comenzaban a cambiar las reglas de juego del poder en Muzo, Quípama, Otanche o Borbur. Antes el amo y señor era Gilberto Molina y, de una u otra manera, los socios principales de Esmeracol, Coexminas y Tecminas respetaban ese liderazgo. Pero llegó El Mexicano a cambiarlo todo, y no sólo no fue acogido en el círculo empresarial, sino que desató el segundo ciclo de la guerra verde.
Una guerra que coincidió con el desafío narcoparamilitar y terrorista de los extraditables contra el Estado colombiano. En principio, Gonzalo Rodríguez Gacha y Gilberto Molina compartieron amistad y negocios, pero desde 1986 se empezó a fracturar esta cercanía y de viejos colegas pasaron a enconados enemigos. El punto culminante de esta violencia tuvo lugar el 27 de febrero de 1989, cuando hombres al servicio de Rodríguez Gacha asesinaron en Sasaima (Cundinamarca) a Gilberto Molina y a 18 personas más que lo acompañaban. Entonces la confrontación salió del territorio esmeraldífero y llegó hasta las calles bogotanas.
El año 1989, mientras Colombia vivía el lastre de los carros bomba y se multiplicaban los magnicidios, Rodríguez Gacha y Víctor Carranza libraban una guerra aparte. En medio de los atentados y asesinatos selectivos, en julio de ese año un atentado terrorista destruyó las instalaciones de Tecminas. El ingeniero Germán Bernal Gutiérrez oficiaba como gerente. Lo hizo desde 1985 hasta 1997. Ese día, declaró a El Espectador, que no se explicaba el origen del ataque, pues la empresa no se dedicaba a la explotación de yacimientos esmeraldíferos, sino a la producción de gemas en Quípama, a través de un contrato con el Gobierno.
En ese momento, Víctor Carranza afrontaba sus primeros problemas con la justicia, producto de las delaciones de un sicario del paramilitarismo apodado Travolta, quien condujo al DAS hasta varias fosas repletas de cadáveres, ubicadas en el área rural de Puerto López (Meta). Con el paso del tiempo, Carranza fue sobreseído de cargos, El Mexicano fue dado de baja en diciembre de 1989 y se abrió paso un proceso de paz que puso fin a la nueva guerra verde. El acuerdo que permitió la concordia se firmó el 12 de julio de 1990 en la sede de Tecminas, ubicada en el municipio de Muzo (Boyacá).
Superada la violencia y después de que Carranza saliera bien librado en los estrados judiciales, el negocio de las esmeraldas recobró su dinamismo. Prueba de ello es que hacia abril de 1992, junto con el ingeniero Germán Bernal y otros asociados, emprendió la creación de la primera bolsa mundial de esmeraldas. En su momento, Bernal, al presentar el proyecto ante los medios, habló incluso de la creación de una escuela de gemología y de importar talladores japoneses, israelíes e hindúes para perfeccionar la esmeralda colombiana. Por su parte, Víctor Carranza despuntó como un empresario de mundo.
Vinieron tiempos entre exitosos y amargos. Bernal Gutiérrez ampliando su portafolio de empresas y Carranza saltando matones con la justicia. Primero sorteando una sindicación de paramilitarismo y narcotráfico en 1993 y después sindicado por el presunto delito de conformación de grupos de justicia privada en 1997. Este último año, el ingeniero mecánico Germán Bernal dejó la gerencia de Tecminas y ocupó transitoriamente la Secretaría General del Ministerio de Minas, pero también constituyó un nuevo acuerdo empresarial que volvió a unirlo, esta vez como socio, con su amigo Víctor Carranza Niño.
En efecto, desde junio de 1989 Bernal Gutiérrez había constituido con otros socios la firma Tecniaéreas de Colombia, orientada al transporte aéreo a través de helicópteros y aeronaves menores. Siguiendo el recorrido de esta empresa se advierte que en abril de 1997 uno de los socios le cedió el 33% a la firma Coexminas, que entre sus principales dueños tenía a Víctor Carranza. Sin embargo, en mayo de 1998 Coexminas le dio las acciones a la misma persona a quien le había comprado: Jorge Alfonso Cabra Páez. Tres meses antes, el 24 de febrero de 1998, Víctor Carranza había sido detenido a las afueras de Bogotá.
Víctor Carranza estuvo preso hasta diciembre de 2001. En febrero de 2003 la justicia lo absolvió. El año pasado, el Tribunal de Cundinamarca condenó a la Nación por “privación injusta de su libertad”. El caso está en estudio en el Consejo de Estado. Entre tanto, el ingeniero Bernal ofició como consultor de varias empresas. En cuanto a su empresa Tecminas, que fue contratista del Banco Agrario en 2007, vendió sus acciones en febrero de 2008 por $2.000 millones a Luis Carlos Tenorio Herrera, entonces presidente de la Asociación de Colegios Privados y miembro de la ONG Niños forjadores de paz.
El pasado 26 de marzo, en atención a un compromiso de la Nación avalado por el ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, y en representación de los departamentos productores de hidrocarburos, el ingeniero Bernal Gutiérrez ingresó a la junta directiva de Ecopetrol. Su viejo amigo y ex socio Víctor Carranza enfrenta un nuevo señalamiento, esta vez del ex jefe paramilitar Freddy Rendón, alias El Alemán, quien sostiene que el zar de las esmeraldas sí participó en el patrocinio de grupos paramilitares y que además lo hizo en la masacre de Mapiripán en julio de 1997. Carranza dice que está dispuesto a responder ante la justicia.