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                                                                                                                                El comienzo del viaje a Júpiter

                                                                                                                                La misión Juno marca un nuevo capítulo en la exploración del espacio y se convirtió en el primer lanzamiento realizado por la Nasa luego del retiro de la flota de transbordadores.

                                                                                                                                Por Santiago La Rotta, redactor de El Espectador

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El camino hacia Júpiter, con sus casi 900 millones de kilómetros, había comenzado para Adriana Ocampo, la geóloga planetaria que dirige la misión, muchos años atrás en su natal Barranquilla, desde donde miraba las estrellas para verse reflejada en ellas. Había continuado con una brillante carrera en la Nasa y culminaba con esa mañana en la que, sin perder la calma y vestida de impecable blanco, miraba en el horizonte la plataforma en donde Juno estaba estacionado y esperando el visto bueno para ascender hacia el espacio con una llamarada apocalíptica.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Ella, una reconocida científica, con una misión de US$1,1 billones bajo su mando, se sentaba a escuchar los proyectos de aquellos que soñaban con ser un poco como ella y a darles consejos y contarles historias hasta bien entrada la noche, como si fueran viejos amigos; viejos amigos que no se conocían sino desde hacía un par de días.

                                                                                                                                Las voces continuaban saliendo de los altavoces y cada cierto tiempo había una prórroga del tiempo de despegue después de una nueva discusión sobre el estado técnico del cohete. Allá, distante en el horizonte, yacía Juno erguido y resguardado por pararrayos. El reloj de diales rojos aún detenido en cuatro minutos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Un minuto luego fue anunciado que Juno había sido desconectado del exterior y funcionaba con su propia energía. El reloj aún andando, ahora desbocado hacia el cero.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Los últimos 10 segundos fueron coreados por todos, ejecutivos de corbata, científicos, técnicos, invitados. “Cinco, cuatro, tres, dos, Juno”, gritó Ocampo cuando el cohete emitió un fulgor abrasador y comenzó a elevarse sin prisa.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Unos segundos después, Juno ya ascendía vertiginosamente y en ese momento llegó un rugido sobrecogedor, el mecánico bramido de los motores que impulsaban el cohete en contra de la gravedad. “Vamos, Juno” gritaban varios en una suerte de trance lleno de felicidad y plenitud. En medio del ruido y las llamas que se llevaban varias toneladas de sofisticada tecnología más allá del alcance de la vista, Ocampo contemplaba la estela que dejaba el cohete, el enorme gusano de humo que le decía a ella, quien se atrevió a soñar con esa travesía, que el viaje apenas comenzaba.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El camino hacia Júpiter, con sus casi 900 millones de kilómetros, había comenzado para Adriana Ocampo, la geóloga planetaria que dirige la misión, muchos años atrás en su natal Barranquilla, desde donde miraba las estrellas para verse reflejada en ellas. Había continuado con una brillante carrera en la Nasa y culminaba con esa mañana en la que, sin perder la calma y vestida de impecable blanco, miraba en el horizonte la plataforma en donde Juno estaba estacionado y esperando el visto bueno para ascender hacia el espacio con una llamarada apocalíptica.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Ella, una reconocida científica, con una misión de US$1,1 billones bajo su mando, se sentaba a escuchar los proyectos de aquellos que soñaban con ser un poco como ella y a darles consejos y contarles historias hasta bien entrada la noche, como si fueran viejos amigos; viejos amigos que no se conocían sino desde hacía un par de días.

                                                                                                                                Las voces continuaban saliendo de los altavoces y cada cierto tiempo había una prórroga del tiempo de despegue después de una nueva discusión sobre el estado técnico del cohete. Allá, distante en el horizonte, yacía Juno erguido y resguardado por pararrayos. El reloj de diales rojos aún detenido en cuatro minutos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Un minuto luego fue anunciado que Juno había sido desconectado del exterior y funcionaba con su propia energía. El reloj aún andando, ahora desbocado hacia el cero.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Los últimos 10 segundos fueron coreados por todos, ejecutivos de corbata, científicos, técnicos, invitados. “Cinco, cuatro, tres, dos, Juno”, gritó Ocampo cuando el cohete emitió un fulgor abrasador y comenzó a elevarse sin prisa.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Por Santiago La Rotta, redactor de El Espectador

                                                                                                                                Temas recomendados:

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