Se disparó el consumo de agua en Bogotá en plena temporada de sequías y calor
Mientras el país atraviesa una temporada de sequías y altas temperaturas, profundizadas por el Fenómeno del Niño, la presión sobre el agua aumenta. Pese a que Colombia ha promovido acuerdos para conservar el agua y los ecosistemas que la producen, las medidas para lograrlo han sido insuficientes. La situación de consumo de Bogotá preocupa, pero en otras regiones la situación es dramática: al menos 283 municipios sufren el desabastecimiento de agua. Panorama en el Día Mundial del Agua.
Daniela Quintero Díaz
Mientras el país atraviesa un periodo de altas temperaturas y sequías (profundizadas por el Fenómeno del Niño), y los niveles de los embalses y los ríos disminuyen causando en varios departamentos racionamiento de agua; en Bogotá, según la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, el consumo de agua se ha disparado. Se han distribuido cerca de 86 millones de litros adicionales de agua diariamente (lo equivalente a llenar 6.600 carrotanques cada día) en estos primeros meses del año, en comparación con el 2023. El mayor consumo (58%) se presenta en las rutinas de aseo personal (bañarse, lavarse los dientes o afeitarse).
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Mientras el país atraviesa un periodo de altas temperaturas y sequías (profundizadas por el Fenómeno del Niño), y los niveles de los embalses y los ríos disminuyen causando en varios departamentos racionamiento de agua; en Bogotá, según la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, el consumo de agua se ha disparado. Se han distribuido cerca de 86 millones de litros adicionales de agua diariamente (lo equivalente a llenar 6.600 carrotanques cada día) en estos primeros meses del año, en comparación con el 2023. El mayor consumo (58%) se presenta en las rutinas de aseo personal (bañarse, lavarse los dientes o afeitarse).
Aunque el Acueducto ha maniobrado para que en la ciudad no haya desabastecimiento durante este Fenómeno del Niño, los niveles de los tres sistemas que abastecen de agua a Bogotá han disminuido. El sistema Chingaza, por ejemplo, se encuentra en un nivel de llenado de solo un 22,75 %. El sistema norte en un 57,3% y el sistema sur en un 59,7%.
En otras regiones la situación ha sido más dramática. Guatapé, en Antioquia, donde está una de las represas más turísticas, tuvo cortes de agua de seis horas al día. En el sur del Atlántico, el Gobernador declaró calamidad pública por los bajos niveles del río Magdalena, que no lograban abastecer 14 bocatomas de donde el acueducto capta el agua. En San Gil, Santander, y en La Calera, Cundinamarca, también se presentaron racionamientos. A inicios de febrero, aseguró la ministra de Vivienda, Catalina Velasco, en Noticias Caracol, 283 municipios sufrían desabastecimiento de agua.
Esto, pese a que Colombia ocupa los primeros puestos entre los países con mayores fuentes hídricas del mundo. El Reporte Colombia Anfibia documentó que cerca del 30 % del territorio nacional está compuesto de humedales, ecosistemas que capturan el doble de carbono que los bosques y que, además, son fuente de alimento y ayudan a reducir el riesgo de desastres. Pero que también se están perdiendo aceleradamente.
En palabras de la exviceministra de Ambiente Sandra Vilardy, doctora en Ecología y profesora de la U. de los Andes, buena parte de los problemas relacionados con el agua en Colombia se deben a una mirada centrada en el agua como “recurso”. “Históricamente hemos visto el agua como algo que se puede empaquetar, meter en un tubo para que pueda ser usada con un fin económico, productivo. Eso ha dejado por fuera todas sus otras utilidades en la naturaleza, y la importancia de conservar estos ecosistemas”, explica.
Silvia López-Casas, doctora en Biología y especialista de ecosistemas acuáticos de Wildlife Conservation Society (WCS), coincide. “Lo que estamos viendo ahora con el Fenómeno del Niño es, en parte, el resultado de políticas que están mal apuntadas, porque no se han preocupado por conservar la integridad de los ecosistemas acuáticos, por mantener la integridad de la cuenca, la calidad del agua; sino porque tengamos agua potable disponible. Desconocen que el agua potable es un servicio ecosistémico que nos brindan los ecosistemas acuáticos”, asegura.
Las aguas continentales, incluidos los ríos, lagos y humedales, representan algunos de los ecosistemas más amenazados del planeta. En solo 50 años, más del 35% de los humedales se ha perdido a nivel global. Están despareciendo tres veces más rápido que los bosques, principalmente, por el cambio del uso del suelo, la ganadería y la agricultura. Con su colapso, también están desapareciendo las especies que los habitan. El Índice Planeta Vivo reveló que las poblaciones de agua dulce monitoreadas a nivel mundial han disminuido en un 85%, el doble de la tasa de las poblaciones terrestres y marinas.
Como explica Vilardy, estos tiempos de variabilidades climáticas, cada vez más impredecibles y extremas, nos exigen un cambio. “El agua no es solo la que llega a la casa o la que usamos para producir energía. Es también la que mantiene nutrientes esenciales para que los suelos sean fértiles, la que fluye para que los ríos se conecten con caños y ciénagas y la que permite que tengamos reservorios de agua natural ante la escasez. Pero la hemos desconectado, hemos rellenado y contaminado esos reservorios”.
Una de las principales estrategias que se ha usado a nivel mundial para detener esta pérdida acelerada, asegura López-Casas, es la declaración de áreas protegidas. La más conocida de estas estrategias es la conocida como 30x30, asociada con proteger el 30% de los ecosistemas terrestres y el 30% de los ecosistemas marinos.
“El problema es que estas iniciativas de conservación se centran abrumadoramente en la biodiversidad terrestre. Y los ecosistemas de agua dulce han estado pobremente representados en estos objetivos”, insiste. En sus palabras, uno de los grandes vacíos en esta inclusión es que los ecosistemas de agua dulce terminan protegiéndose de forma “incidental”.
“Un cuerpo de agua continental termina protegido porque está justo dentro de las áreas protegidas terrestres. Porque el río o el humedal pasa por ahí. Pero esas protecciones no tienen en cuenta las particularidades que permiten que un ecosistema acuático esté sano”, explica la bióloga. Entre esas, la conectividad, la cantidad y la calidad de agua que fluye a través de ellos.
Vilardy coincide. “Es cierto que hay una invisibilización de los ecosistemas acuáticos, no solo en Colombia, sino en el mundo”. Pero también resalta que, en 2022, por primera vez, el Convenio de Diversidad Biológica (COP15) incluyó en su decisión final que las aguas continentales fueran incluidas en todos los objetivos y metas para abordar la crisis climática y de biodiversidad.
“No podemos seguir sin escuchar lo que nos dice la ciencia y lo que nos dice la gente en los pueblos que están sufriendo. Son dos extremos del conocimiento, el sistema tradicional y el sistema científico, que llevan años haciendo estas advertencias. Es hora de que las decisiones empiecen a ir en la misma línea”, asegura.
Esta semana, desde San Marcos (Sucre), el Gobierno anunció una inversión de 2.1 billones de pesos para la restauración ecológica, la rehabilitación de caños y la reconexión del río Cauca en La Mojana. “Restaurar ecológicamente La Mojana es una prioridad porque sus ecosistemas son estratégicos para el equilibrio natural de la confluencia de tres importantes ríos: Magdalena, Cauca y San Jorge. Además, el 37 % de este territorio es humedal permanente”, aseguraron desde el Ministerio de Ambiente. La meta es, para el final del gobierno, haber restaurado 100.000 mil hectáreas.
Colombia, muy activa en el discurso, pero con grandes retos
Hace un año, Colombia fue uno de los países que impulsó y propuso el “Freshwater Challenge”, una iniciativa que busca incluir a los ecosistemas de agua dulce en las metas y compromisos de conservación que los países ya están implementando y reportando ante Naciones Unidas. ¿Cómo? A través de la restauración de 300.000 km de ríos degradados y 350 millones de hectáreas de humedales degradados para 2030. Actualmente 46 países hacen parte de la iniciativa.
El país tiene como primer punto de su Plan Nacional de Desarrollo, la “organización del territorio” alrededor del agua. Aunque la medida va en línea con los convenios internacionales, los pasos para implementarla aún son pequeños, y la idea se enfrenta a varios retos.
Una de las regiones mejor estudiadas en Colombia es la cuenca del Río Magdalena. Cerca del 77% de la población del país se encuentra allí asentada. También está el 70% de la producción de energía hidráulica, el 70% de las cosechas agrícolas y el 50% de la pesca de agua dulce. Su importancia nacional ha tenido un costo: la acelerada degradación ambiental de la cuenca.
Por solo mencionar algunos datos, de los 514 municipios que se encuentran cerca del cauce del río Magdalena, el 57 % no tiene sistema de tratamiento de aguas residuales. Las concentraciones de metales pesados como el Plomo y el Mercurio superan ampliamente el límite permitido. Como se observa en la siguiente imágen, la barra superior refleja el límite de concentración por metal permitido, la inferior hace referencia a la cantidad documentada en la cuenca del río Magdalena.
“No hemos entendido que la disponibilidad de agua no solo depende de la cantidad, sino también depende de la calidad. Y que si queremos seguridad hídrica tenemos que tener ecosistemas sanos que permitan que el agua se infiltre en las montañas y llegue hasta los cuerpos de agua. Pero hemos transformado tanto las cuencas, que también impactamos esa dinámica”, insiste López-Casas.
Uno de los mecanismos que podrían servir en tiempos de estrés hídrico (cuando la demanda de agua es mayor a la disponibilidad del recurso) es el uso de aguas subterráneas. Así lo aseguró la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, en preparaciones para el Fenómeno del Niño. Sin embargo, el Estudio Nacional del Agua, presentado a finales del año pasado por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) y el Minambiente, también revela que el monitoreo de las aguas subterráneas en Colombia es “insuficiente tanto en cantidad como en calidad”. Aunque se conocen 68.397 puntos de agua subterránea en el país, no hay información de más del 53% de ellos.
También se desconoce cuál es la oferta y la demanda de esas aguas subterráneas, o si estas son recursos renovables o no renovables. Hay acuíferos, por ejemplo, que no están conectados con otras “zonas de recarga”, por lo que la cantidad que se consuma no se va a renovar naturalmente.
Hay otros retos. Un estudio realizado por la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, en 2021, estima que las pérdidas de agua en las cabeceras urbanas (el agua que habiendo entrado al sistema, no se usa en este, sino que se pierde) es del 41%.
¿Hacia donde está yendo el agua en Colombia?
El Estudio Nacional del Agua reveló que la mayoría del agua concesionada en Colombia (71%) va para uso agrícola, el 13% para uso industrial y el 10% para uso doméstico. Entre los cultivos que concentran gran parte de la demanda de agua en el país están la palma de aceite, la caña de azúcar, la yuca, el cacao, banano, aguacate y plátano. Sólo el cultivo de palma demanda el 29% del agua de este grupo de cultivos.
Con eventos climáticos cada vez más adversos, el ENA también estima que, a futuro, la producción de estos alimentos va a demandar el uso de más agua, pues las lluvias serán menores, la desertificación de los suelos y su pérdida de nutrientes habrá avanzado y crecerá la población que los consume. Al 2040, por ejemplo, se espera que solo el aguacate tenga un crecimiento en su demanda de agua de un +182%.
Algo similar sucede con el agua que tiene como destino la producción de energía. Aunque los embalses aún están por encima de los niveles de alerta, como contamos en esta nota, su descenso continúa mientras aumenta la demanda de electricidad en Colombia. Solo en febrero, la demanda de energía creció 5,48% frente al mismo mes en 2023.
Sortear futuros escenarios de variabilidad climática o sequías cada vez más extremas, coinciden las expertas, implica acciones coordinadas entre todos los entes que, de alguna u otra forma, tienen que ver con el manejo del agua. La cartera de energía, la de vivienda, la de agricultura, la de ambiente, el Departamento de Planeación Nacional, los gobiernos regionales y locales. “Las acciones que se deben implementar no pueden quedarse solo en un Gobierno. Ordenar el territorio alrededor del agua es una necesidad de aquí en adelante”, insiste López-Casas.
Según Vilardy, es fundamental recuperar la capacidad de almacenamiento del agua. “Y tenemos un 30 % del territorio nacional con esa posibilidad. Un futuro sin agua es inviable. Estamos a tiempo de cambiarlo”.
Aunque el 70 % de la superficie del planeta es agua, solo el 2,5 % es agua dulce. Y menos del 1 % está disponible para el consumo humano. Por eso, cada 22 de marzo -desde hace 30 años- tiene lugar el Día Mundial del Agua, con el que se busca resaltar la importancia del agua dulce y lograr un manejo sostenible de esta.
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