“El doctor Martínez llegó borracho a una cirugía”: enfermera que trabajó con él
Fernanda Rodríguez relata las malas prácticas de las que fue testigo cuando trabajó como enfermera en una cirugía con Yesid Martínez. Rodríguez denuncia, entre otras cosas, que el doctor operó borracho y que la clínica no tenía equipo de reanimación completo.
Juan Miguel Hernández Bonilla
Después de la publicación del reportaje sobre la muerte de Arelis Cabezas en una cirugía con el doctor Yesid Martínez, El Espectador ha recibido muchas denuncias de personas que quieren contar sus malas experiencias con este cirujano.
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Después de la publicación del reportaje sobre la muerte de Arelis Cabezas en una cirugía con el doctor Yesid Martínez, El Espectador ha recibido muchas denuncias de personas que quieren contar sus malas experiencias con este cirujano.
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Luisa Fernanda Rodríguez, una auxiliar de enfermería que trabajó con Martínez en 2014 en Bogotá, denuncia que este médico operó borracho y que la clínica no tenía equipo de reanimación completo. Rodríguez, en la actualidad es enfermera de una IPS de Armenia.
¿Cómo y cuándo trabajó con el cirujano Martínez?
Fue en el año 2014. Trabajaba como auxiliar de enfermería en un hospital del norte de Bogotá y uno de los anestesiólogos de allí me preguntó si quería hacer un turno extra el sábado en la clínica del doctor Yesid Martínez, que quedaba cerca a Bulevar Niza. Yo acepté.
En esa misma clínica murió Arelis Cabezas y actualmente está sellada por la Secretaría de Salud de Bogotá, ¿qué vio durante la operación?
Llegué a las 7 de la mañana. La secretaria me explicó que la operación que íbamos a hacer era una lipoescultura más una abdominoplastia. Recibí a la paciente, la ingresé al quirófano y la canalicé. El doctor no aparecía. Cuando llegó, estaba borracho. Tenía un tufo horrible, estaba amanecido, con dolor de cabeza. Evidentemente no eran las condiciones óptimas para operar. Sin embargo, la cirugía se hizo. Ese fue solo el primero de una serie de errores.
¿Qué otros?
La bomba de infusión, que es un dispositivo necesario para administrar la anestesia con exactitud, estuvo dañada durante toda la cirugía. Además, el carro de paro, necesario para hacer una reanimación o atender cualquier emergencia, estaba abierto e incompleto.
El hermano de Arelis Cabezas denunció hace unos días en El Espectador que cuando su hermana murió el carro de paro de la clínica de Yesid Martínez estaba incompleto ¿qué le hacía falta cuando usted trabajó allá?
Coincido con esa denuncia. En esa clínica los equipos de reanimación no existen. El desfibrilador no servía, faltaban medicamentos e insumos y, lo más grave, no había laringoscopio, un aparato que sirve para intubar al paciente cuando está en estado crítico.
¿Cómo trascurrió la operación?
En la mitad del procedimiento el cirujano le pidió a la secretaria que le comprara una gaseosa fría. Ella la compró y me la entregó para que se la diera al doctor. Se la serví en la sala de descanso, fuera del quirófano, pero el señor cogió la gaseosa con los mismos guantes con los que estaba operando y la metió al quirófano. Ahí se violaron todas las medidas de asepsia necesarias. Yo no lo podía creer. Pero eso no es lo peor. En un momento me pidió que le guardara lo que quedaba de gaseosa en la nevera que había en la sala. Abrí la nevera y estaba llena de frascos de vidrio con tejidos y órganos de cuerpos humanos guardados. Pensé que eran muestras de patología, que a veces se recogen cuando se hace una biopsia o algo similar, pero no, una de las personas que trabaja allá me confirmó que eran cartílagos de distintas pacientes.
¿Para qué se usan esos cartílagos?
La rinoplastia es un procedimiento estético que se hace para mejorar la forma de la nariz. Algunas veces, cuando el paciente no tiene un cartílago muy fuerte en la nariz, se le saca cartílago de la primera costilla flotante del mismo paciente para moldear la naríz. Eso es lo que hace un cirujano profesional. En este caso el señor tenía guardadas pedazos de cartílago de otros pacientes que muy seguramente utilizaba en cualquier cirugía.
¿Qué pensó en ese momento?
A mi me iba a dar un infarto cuando vi esos cartílago guardados. Yo ya me quería ir. Pensaba; esto es un matadero, no me quiero quedar acá. Tenía miedo. Pero no podía dejar abandonada la cirugía. Esperé a que la señora saliera y se recuperara un poco y me fui. Nunca más volví a ese lugar. El lunes siguiente, llamé a la linea de atención al usuario de la Secretaría de Salud de Bogotá, pedí hablar con un asesor y denuncié todo. Creo que nunca pasó nada. El doctor siguió operando como si nada. y ya han muerto dos personas. Ojalá se haga justicia.
*El doctor Martínez no contestó las llamadas de El Espectador