El retorno a casa de los extraditables
De la época en que los narcos preferían una tumba en Colombia a una cárcel en EE.UU., se pasó a un alud de deportados al país después de purgar cortas penas por tráfico de drogas.
Norbey quevedo hernández
Los tiempos en que la extradición a Estados Unidos representaba el único temor para los narcotraficantes colombianos, definitivamente hoy es asunto del pasado. Si bien cada día son mayores los rumores del inminente regreso del narcotraficante y jefe paramilitar Juan Carlos El Tuso Sierra, lo que sí es verificable es que en lo corrido de 2013 han retornado al país 160 colombianos, referenciados con una misma clasificación: “Deportados por tráfico de drogas”. Algunos desconocidos, pero otros en su momento protagonistas de escándalos.
Se sabe, por ejemplo, que Víctor Patiño Fómeque fue extraditado a Estados Unidos en 2002, confesó sus faltas, delató a sus socios y enemigos, y volvió a Colombia a reanudar su guerra. Sin embargo, poco se conoce que también regresó Phanor Arizabaleta Arzayús, quien dio de qué hablar en los tiempos del Proceso 8.000 de la era Samper; o que también retornó, sin mucha bulla, Eduardo Restrepo Victoria, alias El Socio, cuyas andanzas pusieron a temblar a más de un político o a un oficial de la Fuerza Pública en el departamento del Tolima.
Cuando caía el telón de 2012, entre el alud de deportados de Estados Unidos a Colombia, con referencias a oficios diversos como joyeros, barmans, conductores, marineros, obreros o amas de casa, arribaron también buen número de procesados por narcotráfico. Ricardo Salazar Murillo, Ómar Castro Rodríguez, Jhonny Andrei Tayake, Edward Riascos Chaverra, José Jairo García Giraldo o William Albeiro Talero. Poco o nada se sabe de estos personajes, pero basta indagar en las razones de su extradición para saber su importancia.
Por ejemplo, José Jairo García Giraldo formó parte de una redada de 28 personas que fueron capturadas en 2002 en Pereira, Medellín, Ipiales y Cúcuta, y, según los documentos allegados a la Corte Suprema de Justicia, fue uno de los cerebros de una bien organizada banda para enviar heroína a Estados Unidos. A su vez, William Albeiro Talero, extraditado en 2003, fue en su momento presentado como un capo del cartel del norte del Valle y se le reseñó como un individuo con nexos con los hermanos Arellano Félix, del cartel de Tijuana.
Tanto el uno como el otro ahora están en Colombia. Lo mismo que sucede con 160 colombianos que han vuelto al país deportados de Estados Unidos en los últimos seis meses, todos con el mismo inri de procesados por narcotráfico. El 28 de enero, por ejemplo, llegó deportado el carpintero Antonio Díaz Lans, quien estuvo detenido 61 meses luego de ser capturado por la Armada Nacional cerca de Cartagena. En su momento hizo parte de un grupo de 12 detenidos que integraron una red de distribución de droga desde el Golfo de Morrosquillo.
Está también de regreso un tal Jhon Fredy Mena Niño, que rastreado en los archivos judiciales, resultó ser uno de los detenidos en la llamada ‘Operación Vencedor’, que hace 20 años permitió desmantelar una organización dedicada a traficar droga desde el Golfo de Urabá. El mismo tiempo que estuvo detenido el mecánico Jaime Solís Rentería, deportado en enero, la misma fecha en que llegó después de cinco años de prisión César Augusto Carrero, o lo hizo el ingeniero civil Mario Ernesto Villabona, quien pasó 27 años en prisión.
Al parecer este último fue de los procesados por narcotráfico cuando la extradición era el coco. Revisando los archivos se constata que cayó en 1988 y que tenía nexos con uno de los traficantes de droga más poderosos de Los Ángeles. De hecho, se dijo que vendía una tonelada de cocaína por semana. En otras palabras, un capo que pasó 27 años preso por su protagonismo en el cartel Bennett-Villabona, en su momento la más sofisticada red de distribución de cocaína en California. Ahora, Mario Villabona está de nuevo en Colombia.
Como Germán Soto Villa, quien pasó cinco años en una cárcel norteamericana, tras caer junto a seis colombianos más que manejaban una red de narcotráfico en el aeropuerto José María Córdova de Medellín. Soto era supervisor en la zona de artículos libres de impuestos, pero se dejó tentar por el dinero fácil. Lo mismo que le sucedió a Luis Fernando Macias Villa, también recién deportado a Colombia luego de 10 años de prisión. Macías formó parte de un grupo de procesados por conspiración para distribuir cocaína en Reveré Malden.
Recientemente volvió deportado Jaime Moreno Bravo, procesado en Georgia por lavado de activos y distribución de cocaína. Y por la misma época —febrero de 2013— retornó José Mauricio Morales, después de 13 años de prisión. El mismo día llegó Ferney Hernández Jaramillo, según las autoridades, capturado junto con 22 colombianos más durante una redada en Cali, Pereira, Bogotá y Medellín. Pasó cinco años preso. Con él llegaron deportados el administrador Róger Nieto Borrego y el comerciante Ruperto Roldán Torres.
Del primero escasamente se sabe que fue capturado en febrero de 2010 en Barranquilla y que se le imputaron cargos por envío de droga hacia Centroamérica y Estados Unidos. Además se dijo en su momento que estaba vinculado con el cartel mexicano de Los Zetas. En cuanto a Ruperto Roldán, éste fue vinculado a una red de lavado de dinero y narcotráfico con destino al sur de Florida. Pasó 126 meses en prisión en Estados Unidos, pero más temprano que tarde volvió al país, como lo hicieron los compañeros de fechorías con los que fue extraditado.
La lista realmente es extensa. Aparecen Iván Darío Suárez, capturado en Medellín y seis años preso en Estados Unidos; Manuel Didacio Cruz, deportado después de 10 años de prisión en una cárcel norteamericana; Fredy Panesso Murillo, un marinero con siete años de cárcel por contrabando de cocaína; Marlwis Castro Imitola, encerrado por tres años por vender éxtasis en una peluquería en North Plainfield; o Jairo Villegas Amariles, hombre cercano a William Rodríguez Abadía, el heredero de los Rodríguez Orejuela.
Entre los últimos en llegar a Colombia hay algunos conocidos. Néstor Ramón Caro Chaparro, de quien llegó a decirse que podía comprometer a políticos de Casanare; José María Ortiz Pinilla (ver actualización de esta noticia), muy popular entre los esmeralderos y los juegos de azar, a quien se relacionó con un negocio con el controvertido lobista de la justicia Ascencio Reyes, y hasta Eugenio Vargas, alias Carlos Bolas, un guerrillero de las Farc capturado en Surinam, de quien se dijo era hombre clave del jefe guerrillero Tomás Medina Caracas, alias El Negro Acacio”.
Mensualmente pasan de cien los deportados colombianos desde Estados Unidos. Unos por conducir embriagados, otros por permanencia irregular en el país del norte y algunos más por robo, trabajo sin permiso, fraude o estafa. Pero definitivamente el común denominador entre zapateros, diseñadores o auxiliares de enfermería, todos con el añadido de desempleados, es el narcotráfico. Así como crece el número de extraditados que llegan a las cárceles norteamericanas, aumenta también el de los extraditables que regresan a Colombia.
Expectativa por el regreso de ‘El Tuso’ Sierra
El 13 de mayo de 2008 fueron extraditados a Estados Unidos los principales jefes del paramilitarismo. El pasado mes de abril ya regresó el primero de ellos: Diego Ruiz Arroyave, alias El Primo, conocedor de importantes secretos del actuar criminal del bloque Centauros en los Llanos y el bloque Capital en Bogotá. Esta semana trascendió que en el estado de Virginia las autoridades norteamericanas notificaron al confeso narcotraficante Juan Carlos El Tuso Sierra de su inminente regreso a Colombia. La razón de su pronto retorno es su colaboración con la justicia en Estados Unidos, al parecer en el caso Santoyo. No obstante, Sierra no quiere retornar al país y pretende tener otro destino. Pero la justicia colombiana confía en que sea deportado para que ayude a aclarar varios delitos. Los demás jefes paramilitares extraditados siguen purgando sus condenas, pero no serían muy largas como podría creerse.
La extradición, una figura controvertida
El tratado de extradición entre Colombia y Estados Unidos se firmó en septiembre de 1977, pero la ley aprobatoria sólo se dio hasta 1980. Aunque la justicia norteamericana ya tenía documentadas las acciones de los grandes capos, sólo hasta 1984 se vino a aplicar la extradición, tras el asesinato del ministro Rodrigo Lara. Dos años después, en diciembre de 1986, la Corte Suprema de Justicia tumbó la ley aprobatoria del tratado. En medio de la guerra de Pablo Escobar contra la sociedad y el Estado, el gobierno Barco decidió aplicar la extradición por vía administrativa. En 1991 la Asamblea Constituyente la prohibió. En 1997, una reforma constitucional por vía Congreso, volvió a revivir la figura. En el gobierno Pastrana se dieron algunas extradiciones, pero fue en el gobierno Uribe cuando se multiplicó el número de extraditados. Hoy van y vienen los nacionales que son extraditados, la mayoría por narcotráfico.
Actualización de esta noticia: El señor José María Ortiz Pinilla fue procesado y en junio de 2013 cumplió a cabalidad la pena impuesta por el Tribunal del Distrito de los Estados Unidos del Sur de Florida.
Los tiempos en que la extradición a Estados Unidos representaba el único temor para los narcotraficantes colombianos, definitivamente hoy es asunto del pasado. Si bien cada día son mayores los rumores del inminente regreso del narcotraficante y jefe paramilitar Juan Carlos El Tuso Sierra, lo que sí es verificable es que en lo corrido de 2013 han retornado al país 160 colombianos, referenciados con una misma clasificación: “Deportados por tráfico de drogas”. Algunos desconocidos, pero otros en su momento protagonistas de escándalos.
Se sabe, por ejemplo, que Víctor Patiño Fómeque fue extraditado a Estados Unidos en 2002, confesó sus faltas, delató a sus socios y enemigos, y volvió a Colombia a reanudar su guerra. Sin embargo, poco se conoce que también regresó Phanor Arizabaleta Arzayús, quien dio de qué hablar en los tiempos del Proceso 8.000 de la era Samper; o que también retornó, sin mucha bulla, Eduardo Restrepo Victoria, alias El Socio, cuyas andanzas pusieron a temblar a más de un político o a un oficial de la Fuerza Pública en el departamento del Tolima.
Cuando caía el telón de 2012, entre el alud de deportados de Estados Unidos a Colombia, con referencias a oficios diversos como joyeros, barmans, conductores, marineros, obreros o amas de casa, arribaron también buen número de procesados por narcotráfico. Ricardo Salazar Murillo, Ómar Castro Rodríguez, Jhonny Andrei Tayake, Edward Riascos Chaverra, José Jairo García Giraldo o William Albeiro Talero. Poco o nada se sabe de estos personajes, pero basta indagar en las razones de su extradición para saber su importancia.
Por ejemplo, José Jairo García Giraldo formó parte de una redada de 28 personas que fueron capturadas en 2002 en Pereira, Medellín, Ipiales y Cúcuta, y, según los documentos allegados a la Corte Suprema de Justicia, fue uno de los cerebros de una bien organizada banda para enviar heroína a Estados Unidos. A su vez, William Albeiro Talero, extraditado en 2003, fue en su momento presentado como un capo del cartel del norte del Valle y se le reseñó como un individuo con nexos con los hermanos Arellano Félix, del cartel de Tijuana.
Tanto el uno como el otro ahora están en Colombia. Lo mismo que sucede con 160 colombianos que han vuelto al país deportados de Estados Unidos en los últimos seis meses, todos con el mismo inri de procesados por narcotráfico. El 28 de enero, por ejemplo, llegó deportado el carpintero Antonio Díaz Lans, quien estuvo detenido 61 meses luego de ser capturado por la Armada Nacional cerca de Cartagena. En su momento hizo parte de un grupo de 12 detenidos que integraron una red de distribución de droga desde el Golfo de Morrosquillo.
Está también de regreso un tal Jhon Fredy Mena Niño, que rastreado en los archivos judiciales, resultó ser uno de los detenidos en la llamada ‘Operación Vencedor’, que hace 20 años permitió desmantelar una organización dedicada a traficar droga desde el Golfo de Urabá. El mismo tiempo que estuvo detenido el mecánico Jaime Solís Rentería, deportado en enero, la misma fecha en que llegó después de cinco años de prisión César Augusto Carrero, o lo hizo el ingeniero civil Mario Ernesto Villabona, quien pasó 27 años en prisión.
Al parecer este último fue de los procesados por narcotráfico cuando la extradición era el coco. Revisando los archivos se constata que cayó en 1988 y que tenía nexos con uno de los traficantes de droga más poderosos de Los Ángeles. De hecho, se dijo que vendía una tonelada de cocaína por semana. En otras palabras, un capo que pasó 27 años preso por su protagonismo en el cartel Bennett-Villabona, en su momento la más sofisticada red de distribución de cocaína en California. Ahora, Mario Villabona está de nuevo en Colombia.
Como Germán Soto Villa, quien pasó cinco años en una cárcel norteamericana, tras caer junto a seis colombianos más que manejaban una red de narcotráfico en el aeropuerto José María Córdova de Medellín. Soto era supervisor en la zona de artículos libres de impuestos, pero se dejó tentar por el dinero fácil. Lo mismo que le sucedió a Luis Fernando Macias Villa, también recién deportado a Colombia luego de 10 años de prisión. Macías formó parte de un grupo de procesados por conspiración para distribuir cocaína en Reveré Malden.
Recientemente volvió deportado Jaime Moreno Bravo, procesado en Georgia por lavado de activos y distribución de cocaína. Y por la misma época —febrero de 2013— retornó José Mauricio Morales, después de 13 años de prisión. El mismo día llegó Ferney Hernández Jaramillo, según las autoridades, capturado junto con 22 colombianos más durante una redada en Cali, Pereira, Bogotá y Medellín. Pasó cinco años preso. Con él llegaron deportados el administrador Róger Nieto Borrego y el comerciante Ruperto Roldán Torres.
Del primero escasamente se sabe que fue capturado en febrero de 2010 en Barranquilla y que se le imputaron cargos por envío de droga hacia Centroamérica y Estados Unidos. Además se dijo en su momento que estaba vinculado con el cartel mexicano de Los Zetas. En cuanto a Ruperto Roldán, éste fue vinculado a una red de lavado de dinero y narcotráfico con destino al sur de Florida. Pasó 126 meses en prisión en Estados Unidos, pero más temprano que tarde volvió al país, como lo hicieron los compañeros de fechorías con los que fue extraditado.
La lista realmente es extensa. Aparecen Iván Darío Suárez, capturado en Medellín y seis años preso en Estados Unidos; Manuel Didacio Cruz, deportado después de 10 años de prisión en una cárcel norteamericana; Fredy Panesso Murillo, un marinero con siete años de cárcel por contrabando de cocaína; Marlwis Castro Imitola, encerrado por tres años por vender éxtasis en una peluquería en North Plainfield; o Jairo Villegas Amariles, hombre cercano a William Rodríguez Abadía, el heredero de los Rodríguez Orejuela.
Entre los últimos en llegar a Colombia hay algunos conocidos. Néstor Ramón Caro Chaparro, de quien llegó a decirse que podía comprometer a políticos de Casanare; José María Ortiz Pinilla (ver actualización de esta noticia), muy popular entre los esmeralderos y los juegos de azar, a quien se relacionó con un negocio con el controvertido lobista de la justicia Ascencio Reyes, y hasta Eugenio Vargas, alias Carlos Bolas, un guerrillero de las Farc capturado en Surinam, de quien se dijo era hombre clave del jefe guerrillero Tomás Medina Caracas, alias El Negro Acacio”.
Mensualmente pasan de cien los deportados colombianos desde Estados Unidos. Unos por conducir embriagados, otros por permanencia irregular en el país del norte y algunos más por robo, trabajo sin permiso, fraude o estafa. Pero definitivamente el común denominador entre zapateros, diseñadores o auxiliares de enfermería, todos con el añadido de desempleados, es el narcotráfico. Así como crece el número de extraditados que llegan a las cárceles norteamericanas, aumenta también el de los extraditables que regresan a Colombia.
Expectativa por el regreso de ‘El Tuso’ Sierra
El 13 de mayo de 2008 fueron extraditados a Estados Unidos los principales jefes del paramilitarismo. El pasado mes de abril ya regresó el primero de ellos: Diego Ruiz Arroyave, alias El Primo, conocedor de importantes secretos del actuar criminal del bloque Centauros en los Llanos y el bloque Capital en Bogotá. Esta semana trascendió que en el estado de Virginia las autoridades norteamericanas notificaron al confeso narcotraficante Juan Carlos El Tuso Sierra de su inminente regreso a Colombia. La razón de su pronto retorno es su colaboración con la justicia en Estados Unidos, al parecer en el caso Santoyo. No obstante, Sierra no quiere retornar al país y pretende tener otro destino. Pero la justicia colombiana confía en que sea deportado para que ayude a aclarar varios delitos. Los demás jefes paramilitares extraditados siguen purgando sus condenas, pero no serían muy largas como podría creerse.
La extradición, una figura controvertida
El tratado de extradición entre Colombia y Estados Unidos se firmó en septiembre de 1977, pero la ley aprobatoria sólo se dio hasta 1980. Aunque la justicia norteamericana ya tenía documentadas las acciones de los grandes capos, sólo hasta 1984 se vino a aplicar la extradición, tras el asesinato del ministro Rodrigo Lara. Dos años después, en diciembre de 1986, la Corte Suprema de Justicia tumbó la ley aprobatoria del tratado. En medio de la guerra de Pablo Escobar contra la sociedad y el Estado, el gobierno Barco decidió aplicar la extradición por vía administrativa. En 1991 la Asamblea Constituyente la prohibió. En 1997, una reforma constitucional por vía Congreso, volvió a revivir la figura. En el gobierno Pastrana se dieron algunas extradiciones, pero fue en el gobierno Uribe cuando se multiplicó el número de extraditados. Hoy van y vienen los nacionales que son extraditados, la mayoría por narcotráfico.
Actualización de esta noticia: El señor José María Ortiz Pinilla fue procesado y en junio de 2013 cumplió a cabalidad la pena impuesta por el Tribunal del Distrito de los Estados Unidos del Sur de Florida.