“En la clínica donde murió mi hermana no había enfermeras y hubo graves fallas en la reanimación”
Daniel Cabeza, hermano de Arelis Cabeza, la joven que falleció el 21 de enero después de someterse a una cirugía estética con el doctor Yesid Martínez, denuncia negligencia e irregularidades en el procedimiento médico. La Secretaría de Salud cerró los quirófanos de la clínica mientras termina la investigación. Tres mujeres víctimas del cirujano denuncian graves afectaciones físicas y psicológicas.
Juan Miguel Hernández Bonilla
Paola Portilla rompe en llanto al otro lado del teléfono. Solo ha pasado una semana desde la muerte de su mejor amiga, Arelis Cabeza, de 38 años, quien falleció en la madrugada del viernes 21 de enero, horas después de someterse a una cirugía plástica con el doctor Yesid Martínez Díaz, en una clínica al norte de Bogotá. Arelis dejó a dos padres destrozados y un hijo de nueve años que aún no entiende por qué su mamá no ha regresado a casa. Daniel Cabeza, su hermano menor, denuncia negligencias e irregularidades en las prácticas médicas de Martínez.
“Cuando murió mi hermana, en la clínica no había enfermeras y hubo graves fallas en la reanimación”. Daniel explica que la persona que intentó evitar el fallecimiento de Arelis fue un amigo que la había acompañado a la cirugía y no el doctor Yesid. “Las personas que estuvieron ahí me cuentan que el cirujano quedó en shock, no supo cómo reaccionar y le tocó al amigo de mi hermana hacer la reanimación hasta que llegó la ambulancia. Además, los equipos estaban lejos, desordenados e incompletos”.
Arelis era hincha apasionada de Independiente Santa Fe, había estudiado ingeniería industrial y llevaba varios años trabajando en el Invías. Paola recuerda que a su amiga le encantaba comer pizza y preparar arroz, carne en bisté y fríjoles. “Arelis era como mi hermana. Siempre que nos reuníamos pasábamos felices”, dice, “era una mujer muy buena, con mucha vitalidad. No merecía un final así”.
Mientras la Fiscalía y Medicina Legal resuelven las causas exactas de la muerte, la Secretaría de Salud de Bogotá decidió cerrar los quirófanos de la clínica del doctor Martínez por presuntos incumplimientos en los “estándares de talento humano, infraestructura, dotación, interdependencia de servicios y malos manejos en la historia clínica”. La Secretaría compulsó copias del caso al Tribunal de Ética Médica para que investiguen al doctor. En los próximos días, el Tribunal tendrá que decidir si el cirujano puede o no seguir operando y qué sanciones se le impondrán.
En entrevista con este diario, Yesid Martínez insiste en que hizo los procedimientos adecuados y afirma que no tiene nada de qué arrepentirse. “El cirujano al que no se le complica un paciente es porque nunca ha operado”, explica, Y continúa: “Uno como médico pone la cirugía y el paciente pone la recuperación”. Martínez asegura que Arelis salió bien de la operación y que no entiende qué pasó: “El cuerpo humano es una cajita de sorpresas”. Ante la pregunta de por qué la clínica no tenía los equipos y el personal necesarios para atender una emergencia como esta, Martínez responde: “Tú nunca piensas que algo así va a pasar, ella ya estaba para darle de alta. Le dije a la enfermera que me asistió que se fuera porque no pensé que esto sucediera. No soy Dios para saber lo que va a pasar después”.
La familia y los amigos de Arelis esperan que la justicia determine la responsabilidad del médico en su muerte y explican que en estos días de duelo les han llegado muchas denuncias de otras mujeres víctimas de las malas prácticas del doctor Martínez, quienes han decidido contar sus historias y exponer sus heridas para evitar que lo que le pasó a Arelis se repita. El Espectador habló con algunas de ellas.
Luz Estela Botero, 60 años, lipoescultura
Mi historia de terror comenzó el 4 de enero de 2020 en la clínica Higea de Cartagena. El doctor Martínez alquiló un quirófano y me operó. Salí con mucho dolor, pero estable. Me dijo que en tres días me haría la cita de revisión. No llegó nunca. La piel del estómago se me empezó a poner negra, negra, como quemada. El señor me llamó a decirme que era culpa mía. Después de mandarle fotos y de rogarle vino a verme y dijo que algo había salido mal, y que me haría otra cirugía para quitarme la piel dañada. El 15 de enero me operó de nuevo. Tuve que dejar de trabajar porque no me podía mover, me tocó buscar a una enfermera permanente por el dolor. Ella me destapó la herida para ver cómo estaba cicatrizando. ¡Oh sorpresa!, me había quitado una tajada del estómago y estaba superinfectado. Me puse a llorar, a gritar, estaba destrozada, casi me desmayo. Consulté a otros médicos y me decían: “Quién es ese matarife, cómo se le ocurre hacer eso”. Lloraba y lloraba, y él solo decía que era mi culpa.
Mis hermanos al verme tan mal me decían que presionara para que me devolviera la plata. El doctor Martínez me dijo que no me daría el dinero, pero me ofreció otra cirugía para el 31 de enero con la idea de arreglar lo que había quedado mal. No sabía qué más hacer. Tenía dos opciones: quedar así de horrible y perder la plata o confiar en él de nuevo. Me equivoqué. Me operó otra vez. Me hizo tres cirugías en la misma parte del cuerpo en menos de un mes. Él decía que la piel se me iba a revitalizar, que eso no era nada, que él lo arreglaba, que estuviera tranquila. Me convenció, pero fue mentira. Además, en la primera cirugía me había dicho que me regalaba el arreglo de la papada. Cuando me quité los puntos había quedado horrible, con una cicatriz enorme en el rostro, mucho peor que antes.
Al salir de la última cirugía me estaba quedando sin oxígeno. Una de las enfermeras de la clínica me auxilió. Le debo la vida. El señor no apareció más. Me dejó como una muñeca de trapo mal cosida. Fueron unos meses horribles, yo estaba destrozada por fuera y por dentro. Me deprimí. Me había gastado todos los ahorros y había quedado horrible y enferma. Lloraba todos los días. Fue tanta la tristeza que ni siquiera tuve fuerza de denunciarlo. Sentía vergüenza. Con la muerte de Arelis, hay muchas víctimas que ahora lo vamos a denunciar para que nunca más le pase algo así a nadie.
Dos años después de las cirugías no puedo usar el fogón, no puedo lavar ropa, no me puedo agachar, no puedo hacer fuerza, no puedo trabajar mucho, ni siquiera puedo coger un trapero fuerte porque me duele demasiado. Y mi estómago, está horrible. La cicatriz está muy mal. En la papada también me quedó una raya muy fea que se está expandiendo por la cara. Doy gracias a Dios porque estoy viva.
Ayda Arellano, 48 años, rinoplastia
Antes de que falleciera Arelis ya había denunciado a este señor en la Secretaría de Salud por negligencia y en la Fiscalía por lesiones personales. Llevo con este caso varios meses, tratando de evitar que pasara lo que finalmente pasó. Todo comenzó en agosto de 2021. Lo consulté para hacerme una rinoplastia. Le dije que lo tenía que pensar, porque no tenía el dinero. Pasaron unas semanas y el señor me llamó por videollamada. Estaba acostado en su cama, como si estuviera hablando con su hermana o con su amiga, no con una paciente. Me dijo que si me operaba con él me daba tres “regalitos”: el lifting, que es como estirar los bordes de la cara; un relleno en las líneas de expresión con mi propia grasa, y, además, un arreglo de la papada. Me cobraba $11 millones por todo. Era un buen precio, y me convenció. Pensé que iba a quedar con una cara divina. A los pocos días ya estaba en la clínica. La operación duró una hora y cuarenta y cinco minutos. Muy poco tiempo para los cuatro procedimientos que me había prometido.
Pasaban los días de recuperación, pero mi nariz había quedado peor que antes. Me sacó un hueso de la nariz, me la dejó torcida, una fosa quedó más grande que otra. Me dijo que era normal y que eso se arreglaba con masajes. Él mismo me los hacía, pero nada cambiaba. El tipo no usa tapabocas, me escupía toda la saliva mientras me trataba.Los primeros días yo confiaba. Le creía sus mentiras, porque en medio de la ignorancia uno se vuelve muy frágil, cuando tú no tienes la información ni la experticia eres muy vulnerable. Duró con los masajes varias semanas y nada cambió.
Salí llorando de una cita de control. Me dijo: “Por qué lloras si yo te voy a hacer el retoque, tranquila”. Me había hecho cuatro operaciones y las cuatro habían quedado mal. La cara me quedó irregular de un lado a otro, quedé con una protuberancia en el cachete derecho, la nariz torcida, la papada con una incisión, un corte horrible. Me ofreció que me operaba el 11 de diciembre, pero le dije que no sabía, que tenía miedo y que no tenía más plata. Cuando estaba decidiendo encontré en redes a Luz Estela, la señora que vive en Cartagena. Ella me mostró cómo estaba su estómago y decidí no volver a donde el doctor Martínez.
Johana Ruiz, 28 años, lipoescultura
Me operé con Yesid Martínez por primera vez en enero de 2020. Lo busqué en redes sociales y no tenía ningún comentario malo, ahora sé que los borra todos. Me hizo una lipoescultura, que consistió en quitarme grasa de los brazos, las piernas y el abdomen. Además, me inyectó grasa en la cola. Todo fue un desastre. Antes de la cirugía, el doctor estaba superinsistente en ponerme grasa en los senos. Consulté a otros cirujanos y me dijeron que ellos no hacían eso porque no estaba estudiado. Ahí comenzó mi angustia, mi desconfianza.
El día de la operación me hicieron esperar mucho tiempo porque había dos mujeres que ya se habían operado con él y estaban inconformes con los resultados. Ahora caigo en cuenta de que así es su modus operandi. Siempre te deja algo mal, te ofrece que te lo arregla y debes volver a pagarle. Cuando me metieron al quirófano me di cuenta de que estaba ensangrentado y sucio. Me dio asco. Además, las sábanas estaban viejas y feas, parecían usadas. Ahí el miedo se multiplicó. Pensé en mi hijo y dije: “No me voy a operar”. Comencé a llorar y le dije a la enfermera que tenía pánico, que no me quería morir y que llamara al doctor. Él me dijo que si quería no me operaba, pero que no me podía devolver el dinero. Al final acepté, había pagado más de $10 millones, pero fue el peor error de mi vida. Me desperté de la anestesia llorando, desubicada, sin poder respirar bien, pero al menos estaba viva.
Llegué a mi casa y me desmayé. Unos días después de la cirugía me comenzaron a salir unas bolas y unas líneas horribles en el abdomen. Él decía que era normal y que me tenía que hacer masajes para que eso cambiara. Estuve nueve meses haciéndome masajes y nada se arregló. Gasté muchísima plata en eso. Consulté con otros cirujanos y decían que había utilizado una mala técnica y nadie se atrevía a volver a operarme. Después de insistirle mucho en que la cirugía no había quedado bien, él aceptó y ofreció volver a operarme. Me cobró un porcentaje del procedimiento. La segunda cirugía fue en septiembre, en plena pandemia. Me incomodaba que no usara el tapabocas. Al final, quedé peor, el estómago no había mejorado y en las piernas me quedaron unos huecos horribles.
Me toco las piernas y se siente un vacío profundo. Además, comencé a sentir dolores y chuzones muy fuertes, que todavía tengo. Apenas me vi a un espejo me sentí muy mal y pensé: así quedé, jamás me vuelvo a someter a una cirugía. Le tengo mucho miedo a ese señor, cada vez que me toco el cuerpo me acuerdo de él, quisiera olvidarlo, pero es imposible. Es como una tortura.
* Si usted ha sido víctima del doctor Yesid Martínez o de otros cirujanos plásticos escríbanos a jmhernandez@elespectador.com.
Paola Portilla rompe en llanto al otro lado del teléfono. Solo ha pasado una semana desde la muerte de su mejor amiga, Arelis Cabeza, de 38 años, quien falleció en la madrugada del viernes 21 de enero, horas después de someterse a una cirugía plástica con el doctor Yesid Martínez Díaz, en una clínica al norte de Bogotá. Arelis dejó a dos padres destrozados y un hijo de nueve años que aún no entiende por qué su mamá no ha regresado a casa. Daniel Cabeza, su hermano menor, denuncia negligencias e irregularidades en las prácticas médicas de Martínez.
“Cuando murió mi hermana, en la clínica no había enfermeras y hubo graves fallas en la reanimación”. Daniel explica que la persona que intentó evitar el fallecimiento de Arelis fue un amigo que la había acompañado a la cirugía y no el doctor Yesid. “Las personas que estuvieron ahí me cuentan que el cirujano quedó en shock, no supo cómo reaccionar y le tocó al amigo de mi hermana hacer la reanimación hasta que llegó la ambulancia. Además, los equipos estaban lejos, desordenados e incompletos”.
Arelis era hincha apasionada de Independiente Santa Fe, había estudiado ingeniería industrial y llevaba varios años trabajando en el Invías. Paola recuerda que a su amiga le encantaba comer pizza y preparar arroz, carne en bisté y fríjoles. “Arelis era como mi hermana. Siempre que nos reuníamos pasábamos felices”, dice, “era una mujer muy buena, con mucha vitalidad. No merecía un final así”.
Mientras la Fiscalía y Medicina Legal resuelven las causas exactas de la muerte, la Secretaría de Salud de Bogotá decidió cerrar los quirófanos de la clínica del doctor Martínez por presuntos incumplimientos en los “estándares de talento humano, infraestructura, dotación, interdependencia de servicios y malos manejos en la historia clínica”. La Secretaría compulsó copias del caso al Tribunal de Ética Médica para que investiguen al doctor. En los próximos días, el Tribunal tendrá que decidir si el cirujano puede o no seguir operando y qué sanciones se le impondrán.
En entrevista con este diario, Yesid Martínez insiste en que hizo los procedimientos adecuados y afirma que no tiene nada de qué arrepentirse. “El cirujano al que no se le complica un paciente es porque nunca ha operado”, explica, Y continúa: “Uno como médico pone la cirugía y el paciente pone la recuperación”. Martínez asegura que Arelis salió bien de la operación y que no entiende qué pasó: “El cuerpo humano es una cajita de sorpresas”. Ante la pregunta de por qué la clínica no tenía los equipos y el personal necesarios para atender una emergencia como esta, Martínez responde: “Tú nunca piensas que algo así va a pasar, ella ya estaba para darle de alta. Le dije a la enfermera que me asistió que se fuera porque no pensé que esto sucediera. No soy Dios para saber lo que va a pasar después”.
La familia y los amigos de Arelis esperan que la justicia determine la responsabilidad del médico en su muerte y explican que en estos días de duelo les han llegado muchas denuncias de otras mujeres víctimas de las malas prácticas del doctor Martínez, quienes han decidido contar sus historias y exponer sus heridas para evitar que lo que le pasó a Arelis se repita. El Espectador habló con algunas de ellas.
Luz Estela Botero, 60 años, lipoescultura
Mi historia de terror comenzó el 4 de enero de 2020 en la clínica Higea de Cartagena. El doctor Martínez alquiló un quirófano y me operó. Salí con mucho dolor, pero estable. Me dijo que en tres días me haría la cita de revisión. No llegó nunca. La piel del estómago se me empezó a poner negra, negra, como quemada. El señor me llamó a decirme que era culpa mía. Después de mandarle fotos y de rogarle vino a verme y dijo que algo había salido mal, y que me haría otra cirugía para quitarme la piel dañada. El 15 de enero me operó de nuevo. Tuve que dejar de trabajar porque no me podía mover, me tocó buscar a una enfermera permanente por el dolor. Ella me destapó la herida para ver cómo estaba cicatrizando. ¡Oh sorpresa!, me había quitado una tajada del estómago y estaba superinfectado. Me puse a llorar, a gritar, estaba destrozada, casi me desmayo. Consulté a otros médicos y me decían: “Quién es ese matarife, cómo se le ocurre hacer eso”. Lloraba y lloraba, y él solo decía que era mi culpa.
Mis hermanos al verme tan mal me decían que presionara para que me devolviera la plata. El doctor Martínez me dijo que no me daría el dinero, pero me ofreció otra cirugía para el 31 de enero con la idea de arreglar lo que había quedado mal. No sabía qué más hacer. Tenía dos opciones: quedar así de horrible y perder la plata o confiar en él de nuevo. Me equivoqué. Me operó otra vez. Me hizo tres cirugías en la misma parte del cuerpo en menos de un mes. Él decía que la piel se me iba a revitalizar, que eso no era nada, que él lo arreglaba, que estuviera tranquila. Me convenció, pero fue mentira. Además, en la primera cirugía me había dicho que me regalaba el arreglo de la papada. Cuando me quité los puntos había quedado horrible, con una cicatriz enorme en el rostro, mucho peor que antes.
Al salir de la última cirugía me estaba quedando sin oxígeno. Una de las enfermeras de la clínica me auxilió. Le debo la vida. El señor no apareció más. Me dejó como una muñeca de trapo mal cosida. Fueron unos meses horribles, yo estaba destrozada por fuera y por dentro. Me deprimí. Me había gastado todos los ahorros y había quedado horrible y enferma. Lloraba todos los días. Fue tanta la tristeza que ni siquiera tuve fuerza de denunciarlo. Sentía vergüenza. Con la muerte de Arelis, hay muchas víctimas que ahora lo vamos a denunciar para que nunca más le pase algo así a nadie.
Dos años después de las cirugías no puedo usar el fogón, no puedo lavar ropa, no me puedo agachar, no puedo hacer fuerza, no puedo trabajar mucho, ni siquiera puedo coger un trapero fuerte porque me duele demasiado. Y mi estómago, está horrible. La cicatriz está muy mal. En la papada también me quedó una raya muy fea que se está expandiendo por la cara. Doy gracias a Dios porque estoy viva.
Ayda Arellano, 48 años, rinoplastia
Antes de que falleciera Arelis ya había denunciado a este señor en la Secretaría de Salud por negligencia y en la Fiscalía por lesiones personales. Llevo con este caso varios meses, tratando de evitar que pasara lo que finalmente pasó. Todo comenzó en agosto de 2021. Lo consulté para hacerme una rinoplastia. Le dije que lo tenía que pensar, porque no tenía el dinero. Pasaron unas semanas y el señor me llamó por videollamada. Estaba acostado en su cama, como si estuviera hablando con su hermana o con su amiga, no con una paciente. Me dijo que si me operaba con él me daba tres “regalitos”: el lifting, que es como estirar los bordes de la cara; un relleno en las líneas de expresión con mi propia grasa, y, además, un arreglo de la papada. Me cobraba $11 millones por todo. Era un buen precio, y me convenció. Pensé que iba a quedar con una cara divina. A los pocos días ya estaba en la clínica. La operación duró una hora y cuarenta y cinco minutos. Muy poco tiempo para los cuatro procedimientos que me había prometido.
Pasaban los días de recuperación, pero mi nariz había quedado peor que antes. Me sacó un hueso de la nariz, me la dejó torcida, una fosa quedó más grande que otra. Me dijo que era normal y que eso se arreglaba con masajes. Él mismo me los hacía, pero nada cambiaba. El tipo no usa tapabocas, me escupía toda la saliva mientras me trataba.Los primeros días yo confiaba. Le creía sus mentiras, porque en medio de la ignorancia uno se vuelve muy frágil, cuando tú no tienes la información ni la experticia eres muy vulnerable. Duró con los masajes varias semanas y nada cambió.
Salí llorando de una cita de control. Me dijo: “Por qué lloras si yo te voy a hacer el retoque, tranquila”. Me había hecho cuatro operaciones y las cuatro habían quedado mal. La cara me quedó irregular de un lado a otro, quedé con una protuberancia en el cachete derecho, la nariz torcida, la papada con una incisión, un corte horrible. Me ofreció que me operaba el 11 de diciembre, pero le dije que no sabía, que tenía miedo y que no tenía más plata. Cuando estaba decidiendo encontré en redes a Luz Estela, la señora que vive en Cartagena. Ella me mostró cómo estaba su estómago y decidí no volver a donde el doctor Martínez.
Johana Ruiz, 28 años, lipoescultura
Me operé con Yesid Martínez por primera vez en enero de 2020. Lo busqué en redes sociales y no tenía ningún comentario malo, ahora sé que los borra todos. Me hizo una lipoescultura, que consistió en quitarme grasa de los brazos, las piernas y el abdomen. Además, me inyectó grasa en la cola. Todo fue un desastre. Antes de la cirugía, el doctor estaba superinsistente en ponerme grasa en los senos. Consulté a otros cirujanos y me dijeron que ellos no hacían eso porque no estaba estudiado. Ahí comenzó mi angustia, mi desconfianza.
El día de la operación me hicieron esperar mucho tiempo porque había dos mujeres que ya se habían operado con él y estaban inconformes con los resultados. Ahora caigo en cuenta de que así es su modus operandi. Siempre te deja algo mal, te ofrece que te lo arregla y debes volver a pagarle. Cuando me metieron al quirófano me di cuenta de que estaba ensangrentado y sucio. Me dio asco. Además, las sábanas estaban viejas y feas, parecían usadas. Ahí el miedo se multiplicó. Pensé en mi hijo y dije: “No me voy a operar”. Comencé a llorar y le dije a la enfermera que tenía pánico, que no me quería morir y que llamara al doctor. Él me dijo que si quería no me operaba, pero que no me podía devolver el dinero. Al final acepté, había pagado más de $10 millones, pero fue el peor error de mi vida. Me desperté de la anestesia llorando, desubicada, sin poder respirar bien, pero al menos estaba viva.
Llegué a mi casa y me desmayé. Unos días después de la cirugía me comenzaron a salir unas bolas y unas líneas horribles en el abdomen. Él decía que era normal y que me tenía que hacer masajes para que eso cambiara. Estuve nueve meses haciéndome masajes y nada se arregló. Gasté muchísima plata en eso. Consulté con otros cirujanos y decían que había utilizado una mala técnica y nadie se atrevía a volver a operarme. Después de insistirle mucho en que la cirugía no había quedado bien, él aceptó y ofreció volver a operarme. Me cobró un porcentaje del procedimiento. La segunda cirugía fue en septiembre, en plena pandemia. Me incomodaba que no usara el tapabocas. Al final, quedé peor, el estómago no había mejorado y en las piernas me quedaron unos huecos horribles.
Me toco las piernas y se siente un vacío profundo. Además, comencé a sentir dolores y chuzones muy fuertes, que todavía tengo. Apenas me vi a un espejo me sentí muy mal y pensé: así quedé, jamás me vuelvo a someter a una cirugía. Le tengo mucho miedo a ese señor, cada vez que me toco el cuerpo me acuerdo de él, quisiera olvidarlo, pero es imposible. Es como una tortura.
* Si usted ha sido víctima del doctor Yesid Martínez o de otros cirujanos plásticos escríbanos a jmhernandez@elespectador.com.