“Entre seis policías, volvieron trizas la dignidad de mi hija”: mamá de denunciante en Popayán
La noche del pasado 12 de mayo, una joven de 18 años denunció que policías la amenazaron con “lamerla” y “violarla”, tras detenerla en medio de una marcha del Paro Nacional en Popayán. Su mamá habló con El Espectador sobre lo sucedido.
Pilar Cuartas Rodríguez
Popayán vive jornadas intensas de protestas y, desde el pasado miércoles 12 de mayo, se convirtió en uno de los focos más grandes del Paro Nacional, en el que están sumergidos los colombianos desde el 28 de abril y que expresa el descontento con el actual gobierno y el rechazo al abuso policial. Sin embargo, los reclamos más recientes en la capital del Cauca corren por cuenta de dos denuncias por violencia sexual cometida presuntamente por la Fuerza Pública. (¿Cuáles son las razones que alimentan el Paro Nacional?)
Ambos casos se conocieron en redes sociales. El primero que se hizo público fue el de una joven de 17 años que falleció después de contar que fue “manoseada” presuntamente por policías que disolvían una manifestación. Medicina Legal valoró el cuerpo y tendrá que definir las causas de la muerte para determinar si se trató de un suicidio. El segundo caso es el de una joven de 18 años que contó, tras ser detenida en la Unidad de Reacción Inmediata (URI), que miembros del Esmad la amenazaron con “lamerla y “violarla”. La mamá de esta última joven conversó con El Espectador y entregó su versión de lo sucedido. (Tensión en Popayán: un joven habría muerto por impacto de lacrimógena de la Policía)
La entrevista se da después de que varias personas vestidas de civiles prendieran fuego a las instalaciones de Medicina Legal y la URI en Popayán, destruyéndose evidencias y documentos judiciales; y después de que muriera el joven Sebastián Quintero durante las protestas del viernes. Según organizaciones de derechos humanos y videos que circulan en redes sociales, el estudiante universitario falleció, al parecer, por el impacto de un artefacto de gas lacrimógeno en el cuello. Como Quintero, al menos 42 personas han muerto en los 18 días de protestas, según la Defensoría del Pueblo. (En riesgo restos óseos y evidencia judicial por ataque a fuego a Medicina Legal en Popayán)
¿Qué pasó el 12 de mayo de 2021?
Mi hija salió conmigo a la marcha, llegamos a Campanario, ahí las cosas estuvieron calmadas. El grupo de apoyo (de brigadistas) decidió dispersarse hacia el centro porque se notaba que iba a haber confrontaciones. Mi hija y yo nos dirigimos hacia el centro, y en un momentico ella se fue con unos compañeros, siempre la estuve llamando. Luego empezaron los disturbios. Ya serían como las 4:00 p. m. Yo soy brigadista, auxiliar de enfermería voluntaria en un grupo humanitario que presta primeros auxilios a personas heridas, andamos por todos lados atendiéndolas. Ese día éramos como ocho personas.
Cuando empezaron los disturbios, los gases y las aturdidoras, yo la llamo y ella me dice que está por la calle del Herpo. Me voy hacia allá, porque precisamente en ese sector pidieron apoyo de brigadistas, porque el Esmad dispersó la manifestación en dos puntos. A unos los acorraló hacia el barrio Bolívar y a otros los acorraló hacia el centro, casi como para salir a la calle 13. Nos encontramos mi hija y yo, ella nos colabora en la labor de brigadistas, coge mi celular y me va contando lo que comparten mis compañeros en un grupo de WhatsApp que tenemos, porque yo estaba atendiendo a muchos heridos.
Pasó la tarde entre disturbios y, cuando se calmaron las cosas, bajamos unas cuadras por un colegio en el centro. Una señora nos ofreció su local para instalar un punto de brigadistas, entramos y nos instalamos. Mi hija me dijo que tenía hambre, le regalé para una salchipapa y ella se adelantó con sus compañeros a comprar la comida. Ella alcanzó a avanzar dos cuadras de donde estábamos y nosotros en el grupo decidimos cerrar la jornada e irnos. Yo estaba recogiendo mi equipo de primeros auxilios y dimos un barrido por una cuadra para verificar que no estuvieran muchachos solos y heridos. Luego, escribieron en el grupo que necesitaban apoyo en la Chirimía. En lo primero que pensé fue en mi hija. (En fotos: manifestaciones en Cali tras conocerse denuncia de violencia sexual en Popayán)
Nos dirigíamos a la Chirimía, bajamos por una calle detrás del CAI Benito Juárez y vi que pasaron 15 motorizados y una tanqueta de la Policía, desde la que nos gritaron: “¿A cómo la leche, perras?”. Pensé de nuevo: “Mi hija”. Me angustié y aceleramos el paso. Mi hija iba cruzando desde un punto de la brigada hasta un supermercado llamado Maxihogar y se le vinieron las 15 motos a ella y a los tres muchachos con los que estaba. Ahí fue que me la cogieron.
¿Usted alcanzó a llegar hasta donde ella?
No me dejaron. Tengo el vestido que los policías me rasgaron. Yo quería pasar y vi todo desde unos metros. Los de las motos cierran el paso, no escuchan, no dejan hablar, tiran su bolillazo al que le caiga. Creo que dos compañeros de mi hija alcanzaron a correr y ella quedó con un compañerito. Todos gritábamos: “Déjenlos, son niños”. Yo solo quería llegar hasta allá y quitarles a mi niña; que si le iban a hacer algo, me lo hicieran a mí y no a ella. No se pudo. La cogían del pelo, la tiraron al piso y yo me sentía impotente, con dolor, con ira. La gente empezó a gritar, a hacer bulla, y por eso los policías la montaron a la moto. Mi hija le alcanzó a decir a una mujer policía que, por favor, no la dejara ir con los policías hombres, que la llevara ella, y la policía le dijo que no. (“No es falsa la noticia sobre joven de 17 años en Popayán”: abogada Lizeth Montero)
Cuando la montaron a la moto y alcanzaron a avanzar, ella se tiró y abrazó a un profe que estaba colaborándonos, él quiso agarrarla, pero el policía cogió y le dio muchos golpes con el bolillo. Ahí fue cuando yo me le tiré y el policía me cogió, me tiró a un lado y me rompió el vestido. Ese día no tenía mi uniforme de enfermera. Otro compañero se metió, el policía le tiró la moto encima y le tiró un perdigón en la pierna. Mi hija se ve caminando en un video porque se tiró de la moto y ella misma iba avanzando hacia la URI.
¿Cómo logra llegar usted a la URI y sacar a su hija?
Ahí mismo saqué mi cartera con los documentos del bolso. Todos gritaban “suéltenla” y un Esmad gritó que tenía que ir un familiar por ella. Me fui hacia la URI, ellos seguían tirando aturdidoras, y un compañero se metió conmigo para avanzar. Él le dijo a uno del Esmad: “Ella es la mamá”. “¿Quién lo prueba?, un documento”, respondió. De los nervios no encontré la cédula y pasé el carné de servicios médicos. Me dejó pasar. Cuando llego a la URI, veo mucha gente: gente de derechos humanos y varios miembros del Esmad. En la puerta salió un policía y dije: “Vengo por mi hija”. “¿Hace cuánto la capturaron?”, replicó él. “Hace como 15 minutos”, respondí. “¿Entonces cómo llegó tan rápido?”, preguntó de nuevo. “Porque ella es mi hija y yo soy de la brigada de salud. Ella estaba conmigo”. Llamaron a una patrullera, dijo que esperara unos 20 minutos para llenar el registro y que ya me la podía llevar.
¿Qué vio al entrar en la URI?
Pasó como una hora y nada que me la entregaban. Por fin me llamaron y me hicieron pasar. Entré a la URI y había muchos policías de civil, verde y negro. La abracé y le pregunté qué le habían hecho adentro de la URI y ella dijo que ahí no, pero que afuera sí. “Sí mija, yo sé que afuera te hicieron cosas”, le dije. Y entonces la policía que estaba ahí me dijo: “Yo le respondo hasta aquí, que a nosotros nos los entregan. Los de verde somos unos y los de negro son otros (…) Se la entrego sana y salva”. Yo le dije que todos son los mismos y que no estaba sana y salva. La saqué de ahí y ella enseguida hace la declaración en el video que circula en redes sociales.
¿Qué narró su hija?
Los policías no me la bajaban de “perra” y le decían “¿qué haces en la calle?”, “¿por qué no estás en la casa cocinando?”, “mechuda”, “peináte”, “qué rico pa’ lamerte”, “bajáte los pantalones pa’ violarte”. Son cosas que ninguna mujer debería pasar y menos una niña, porque mi hija es una niña todavía.
Hablemos de lo que sucede después, al llegar a su casa. ¿Cómo pasó su hija esa primera noche?
Terrible. Mi hija no durmió. Cuando salimos de la URI, fui a recoger mi bolso de primeros auxilios, ella empezó a cojear y le dije al doctor que nos acompañaba en el grupo que me la revisara. Alguien dijo que la lleváramos al hospital y ella se rehusó porque decía que los policías iban a ir por ella. Dijo: “Ellos nos van a ir a buscar, porque nos tomaron fotos y nos dijeron que nos iban a buscar y nos iban a matar, que agradeciéramos que la gente se había dado cuenta y que estábamos en la URI, porque si no ellos nos iban a llevar a otra parte”.
Entiendo que uno de los compañeros de su hija también cayó en la detención. ¿Cómo está él?
Eran cuatro jóvenes con mi hija. Dos alcanzaron a correr y uno quedó con ella. Al compañerito de mi hija lo querían obligar a que la soltara, él no la quería soltar, le había prometido que no la iba a dejar sola y se agarraron de la mano. A él lo cogieron de los testículos y le decían: “¿Dónde está tu resistencia, mariquita?”. Eso fue en la calle cuando los agredieron. Él nunca la soltó, fue con ella capturado en la URI. Le pegaron, lo humillaron y le hicieron quitar los zapatos, se paraban encima de sus piecitos. Cuando el muchacho salió de la URI, porque mi hija decidió que no nos fuéramos hasta que sacaran a su amigo, él salió con unas chanclas que le trajeron de su casa porque le quitaron los zapatos. A mi hija también, cuando estaba tirada en el piso, le decían: “¿Esa es tu resistencia, mechuda, perra hijueputa?”.
¿Qué quisiera contar sobre el estado de salud de su hija?
El viernes fuimos a Medicina Legal, la vio medicina general y psiquiatría. De ahí nos mandaron a urgencias para que otro médico la valorara y fuimos a la EPS. El doctor la revisó e hizo informe para la historia clínica. Le encontraron arañazos, golpes en la parte del tórax, moretones en el cuello y le inmovilizaron el pie izquierdo porque le jodieron el tobillo. Tiene un esguince. Ella está muy afectada psicológicamente.
¿Cómo está el tema de seguridad para usted y su familia?
Tengo miedo. Me levanto a ver por la ventana. Si tengo que salir a hacer una vuelta, miro a todos lados. Me da miedo que nos hayan reconocido en los videos de las declaraciones que circulan en redes sociales. Tengo miedo de que le vayan a hacer algo a mi hija o a nosotros.
¿Cómo han actuado las autoridades para recibir las denuncias?
La denuncia se hizo el 13 de mayo. Cuando estaba redactando el documento con la abogada, la llamaron a ella para contarle del caso de la menor de edad que se habría suicidado. Lo primero que dije fue: “Dios mío, gracias, porque yo pude estar con mi hija”. Sentía rabia, mucha rabia, contra los policías, porque para violar a una mujer no es necesario que haya una penetración forzosa. A mi hija la agredieron sexualmente con palabras, con morbosidades. Seis hombres la agredieron, seis hombres que la superaban en estatura. Sentí rabia, sentí asco.
¿Qué les pide a las autoridades?
Justicia. Que no vayan a remeter contra nosotros. Eso es no tener humanidad. Vi en la cara de los policías la sevicia, la burla.
¿Cuántos años tiene su hija?
Tiene 18 años, los cumplió hace 15 días. Estábamos preparando los trámites para sacar la cédula y se vino el paro. Me metí con ella en la brigada y se nos fue el tiempo. Ella tiene hoy tarjeta de identidad y no contraseña.
¿Qué ha visto usted como auxiliar de enfermería durante las marchas?
Brutalidad. Inhumanidad. Desespero. Angustia. Muchos heridos, la mayoría con rostros y cabezas partidas. Cuerpitos de la gente de primera línea que llegaron a pesar 50 kilos con un escudo, mojados con hambre, resistiendo perdigones y gases. Los gases los lastiman en sus cuerpos cuando los impactan.
¿Cuál ha sido la labor de su hija en esas brigadas en medio de las protestas?
Pues ella de primero auxilios no sabe, lo único que le enseñé fue a inyectar y eso allá poco y nada se usa. Se atienden muchos heridos por impactos de perdigones, gaseados, cosas así. Como ella anteriormente había salido a protestas, sabe qué se debe hacer en esas situaciones. Nos ayudaba a llenar las botellas con leche o preparando el agua con el bicarbonato. Ella iba a la esquina y gritaba cuando veía un herido. Ese día en la tarde se nos acabó el agua. Y, como llovió, se paraba con estos tarros a recoger agua lluvia y decía: “Mire, mamá, hasta Dios está con nosotros en esta lucha, porque no teníamos agua y llovió”.
A ratos, iba y gritaba con sus compañeros, porque claro que interactuaba también con ellos. Ella es joven y está viviendo el paro, sabe que esta lucha es para que ellos tengan mejores oportunidades de las que tuvimos nosotros.
¿Qué piensa del cubrimiento mediático sobre las denuncias de su hija y de la otra menor de edad por violencia sexual?
Uno se queda sin palabras. Veo que los medios lloran por una estatua que se tumbó el 12 de mayo, pero no se enfocaron de lleno en lo que le pasó a la menor que se habría suicidado ni en qué más pasó esa noche, a quién más capturaron. Yo miro que hablan de paredes, vidrios, el banco y que quemaron la URI, pero no se enfocan en la violencia que sufrieron ellas. Ofrecen millones por el fulano, y nadie dice “vamos a hacerle justicia a estas mujeres”. El Gobierno le manda un arsenal a Popayán para que sigan maltratando, ultrajando y violando los derechos humanos de la gente.
¿Qué opina de que el brigadier general de la Policía Ricardo Augusto Alarcón Campo califique de “falsa” la noticia sobre la menor que se habría suicidado después de denunciar violencia sexual cometida presuntamente por parte del Esmad?
A mucha gente de Colombia le falta empatía, ponerse en el lugar del otro. No sé cómo es capaz de decir que son acusaciones falsas cuando hay videos, más que todo de la otra niña. En el caso de mi hija, desafortunadamente, no hay video de cuando la agreden porque mi compañero intentó grabar, pero el policía le rompió el celular con el bolillo y se lo pateó hacia un charco de agua.
Me parece una falta de humanidad salir a decir que es una “vil mentira” sabiendo que las pruebas están, sabiendo que para violar a una mujer no es necesario penetrarla. Con una palabra o con tocarla en su cuerpo, sin que ella lo autorice, ya se está violentando sexualmente a una mujer. A la otra menor de edad casi que la desnudaron cuatro policías en la calle. A mi hija, entre seis policías, le volvieron trizas la dignidad. Ese señor no tiene autoridad moral para salir a defender un cuerpo de policía que está siendo brutalmente inhumano.
Popayán vive jornadas intensas de protestas y, desde el pasado miércoles 12 de mayo, se convirtió en uno de los focos más grandes del Paro Nacional, en el que están sumergidos los colombianos desde el 28 de abril y que expresa el descontento con el actual gobierno y el rechazo al abuso policial. Sin embargo, los reclamos más recientes en la capital del Cauca corren por cuenta de dos denuncias por violencia sexual cometida presuntamente por la Fuerza Pública. (¿Cuáles son las razones que alimentan el Paro Nacional?)
Ambos casos se conocieron en redes sociales. El primero que se hizo público fue el de una joven de 17 años que falleció después de contar que fue “manoseada” presuntamente por policías que disolvían una manifestación. Medicina Legal valoró el cuerpo y tendrá que definir las causas de la muerte para determinar si se trató de un suicidio. El segundo caso es el de una joven de 18 años que contó, tras ser detenida en la Unidad de Reacción Inmediata (URI), que miembros del Esmad la amenazaron con “lamerla y “violarla”. La mamá de esta última joven conversó con El Espectador y entregó su versión de lo sucedido. (Tensión en Popayán: un joven habría muerto por impacto de lacrimógena de la Policía)
La entrevista se da después de que varias personas vestidas de civiles prendieran fuego a las instalaciones de Medicina Legal y la URI en Popayán, destruyéndose evidencias y documentos judiciales; y después de que muriera el joven Sebastián Quintero durante las protestas del viernes. Según organizaciones de derechos humanos y videos que circulan en redes sociales, el estudiante universitario falleció, al parecer, por el impacto de un artefacto de gas lacrimógeno en el cuello. Como Quintero, al menos 42 personas han muerto en los 18 días de protestas, según la Defensoría del Pueblo. (En riesgo restos óseos y evidencia judicial por ataque a fuego a Medicina Legal en Popayán)
¿Qué pasó el 12 de mayo de 2021?
Mi hija salió conmigo a la marcha, llegamos a Campanario, ahí las cosas estuvieron calmadas. El grupo de apoyo (de brigadistas) decidió dispersarse hacia el centro porque se notaba que iba a haber confrontaciones. Mi hija y yo nos dirigimos hacia el centro, y en un momentico ella se fue con unos compañeros, siempre la estuve llamando. Luego empezaron los disturbios. Ya serían como las 4:00 p. m. Yo soy brigadista, auxiliar de enfermería voluntaria en un grupo humanitario que presta primeros auxilios a personas heridas, andamos por todos lados atendiéndolas. Ese día éramos como ocho personas.
Cuando empezaron los disturbios, los gases y las aturdidoras, yo la llamo y ella me dice que está por la calle del Herpo. Me voy hacia allá, porque precisamente en ese sector pidieron apoyo de brigadistas, porque el Esmad dispersó la manifestación en dos puntos. A unos los acorraló hacia el barrio Bolívar y a otros los acorraló hacia el centro, casi como para salir a la calle 13. Nos encontramos mi hija y yo, ella nos colabora en la labor de brigadistas, coge mi celular y me va contando lo que comparten mis compañeros en un grupo de WhatsApp que tenemos, porque yo estaba atendiendo a muchos heridos.
Pasó la tarde entre disturbios y, cuando se calmaron las cosas, bajamos unas cuadras por un colegio en el centro. Una señora nos ofreció su local para instalar un punto de brigadistas, entramos y nos instalamos. Mi hija me dijo que tenía hambre, le regalé para una salchipapa y ella se adelantó con sus compañeros a comprar la comida. Ella alcanzó a avanzar dos cuadras de donde estábamos y nosotros en el grupo decidimos cerrar la jornada e irnos. Yo estaba recogiendo mi equipo de primeros auxilios y dimos un barrido por una cuadra para verificar que no estuvieran muchachos solos y heridos. Luego, escribieron en el grupo que necesitaban apoyo en la Chirimía. En lo primero que pensé fue en mi hija. (En fotos: manifestaciones en Cali tras conocerse denuncia de violencia sexual en Popayán)
Nos dirigíamos a la Chirimía, bajamos por una calle detrás del CAI Benito Juárez y vi que pasaron 15 motorizados y una tanqueta de la Policía, desde la que nos gritaron: “¿A cómo la leche, perras?”. Pensé de nuevo: “Mi hija”. Me angustié y aceleramos el paso. Mi hija iba cruzando desde un punto de la brigada hasta un supermercado llamado Maxihogar y se le vinieron las 15 motos a ella y a los tres muchachos con los que estaba. Ahí fue que me la cogieron.
¿Usted alcanzó a llegar hasta donde ella?
No me dejaron. Tengo el vestido que los policías me rasgaron. Yo quería pasar y vi todo desde unos metros. Los de las motos cierran el paso, no escuchan, no dejan hablar, tiran su bolillazo al que le caiga. Creo que dos compañeros de mi hija alcanzaron a correr y ella quedó con un compañerito. Todos gritábamos: “Déjenlos, son niños”. Yo solo quería llegar hasta allá y quitarles a mi niña; que si le iban a hacer algo, me lo hicieran a mí y no a ella. No se pudo. La cogían del pelo, la tiraron al piso y yo me sentía impotente, con dolor, con ira. La gente empezó a gritar, a hacer bulla, y por eso los policías la montaron a la moto. Mi hija le alcanzó a decir a una mujer policía que, por favor, no la dejara ir con los policías hombres, que la llevara ella, y la policía le dijo que no. (“No es falsa la noticia sobre joven de 17 años en Popayán”: abogada Lizeth Montero)
Cuando la montaron a la moto y alcanzaron a avanzar, ella se tiró y abrazó a un profe que estaba colaborándonos, él quiso agarrarla, pero el policía cogió y le dio muchos golpes con el bolillo. Ahí fue cuando yo me le tiré y el policía me cogió, me tiró a un lado y me rompió el vestido. Ese día no tenía mi uniforme de enfermera. Otro compañero se metió, el policía le tiró la moto encima y le tiró un perdigón en la pierna. Mi hija se ve caminando en un video porque se tiró de la moto y ella misma iba avanzando hacia la URI.
¿Cómo logra llegar usted a la URI y sacar a su hija?
Ahí mismo saqué mi cartera con los documentos del bolso. Todos gritaban “suéltenla” y un Esmad gritó que tenía que ir un familiar por ella. Me fui hacia la URI, ellos seguían tirando aturdidoras, y un compañero se metió conmigo para avanzar. Él le dijo a uno del Esmad: “Ella es la mamá”. “¿Quién lo prueba?, un documento”, respondió. De los nervios no encontré la cédula y pasé el carné de servicios médicos. Me dejó pasar. Cuando llego a la URI, veo mucha gente: gente de derechos humanos y varios miembros del Esmad. En la puerta salió un policía y dije: “Vengo por mi hija”. “¿Hace cuánto la capturaron?”, replicó él. “Hace como 15 minutos”, respondí. “¿Entonces cómo llegó tan rápido?”, preguntó de nuevo. “Porque ella es mi hija y yo soy de la brigada de salud. Ella estaba conmigo”. Llamaron a una patrullera, dijo que esperara unos 20 minutos para llenar el registro y que ya me la podía llevar.
¿Qué vio al entrar en la URI?
Pasó como una hora y nada que me la entregaban. Por fin me llamaron y me hicieron pasar. Entré a la URI y había muchos policías de civil, verde y negro. La abracé y le pregunté qué le habían hecho adentro de la URI y ella dijo que ahí no, pero que afuera sí. “Sí mija, yo sé que afuera te hicieron cosas”, le dije. Y entonces la policía que estaba ahí me dijo: “Yo le respondo hasta aquí, que a nosotros nos los entregan. Los de verde somos unos y los de negro son otros (…) Se la entrego sana y salva”. Yo le dije que todos son los mismos y que no estaba sana y salva. La saqué de ahí y ella enseguida hace la declaración en el video que circula en redes sociales.
¿Qué narró su hija?
Los policías no me la bajaban de “perra” y le decían “¿qué haces en la calle?”, “¿por qué no estás en la casa cocinando?”, “mechuda”, “peináte”, “qué rico pa’ lamerte”, “bajáte los pantalones pa’ violarte”. Son cosas que ninguna mujer debería pasar y menos una niña, porque mi hija es una niña todavía.
Hablemos de lo que sucede después, al llegar a su casa. ¿Cómo pasó su hija esa primera noche?
Terrible. Mi hija no durmió. Cuando salimos de la URI, fui a recoger mi bolso de primeros auxilios, ella empezó a cojear y le dije al doctor que nos acompañaba en el grupo que me la revisara. Alguien dijo que la lleváramos al hospital y ella se rehusó porque decía que los policías iban a ir por ella. Dijo: “Ellos nos van a ir a buscar, porque nos tomaron fotos y nos dijeron que nos iban a buscar y nos iban a matar, que agradeciéramos que la gente se había dado cuenta y que estábamos en la URI, porque si no ellos nos iban a llevar a otra parte”.
Entiendo que uno de los compañeros de su hija también cayó en la detención. ¿Cómo está él?
Eran cuatro jóvenes con mi hija. Dos alcanzaron a correr y uno quedó con ella. Al compañerito de mi hija lo querían obligar a que la soltara, él no la quería soltar, le había prometido que no la iba a dejar sola y se agarraron de la mano. A él lo cogieron de los testículos y le decían: “¿Dónde está tu resistencia, mariquita?”. Eso fue en la calle cuando los agredieron. Él nunca la soltó, fue con ella capturado en la URI. Le pegaron, lo humillaron y le hicieron quitar los zapatos, se paraban encima de sus piecitos. Cuando el muchacho salió de la URI, porque mi hija decidió que no nos fuéramos hasta que sacaran a su amigo, él salió con unas chanclas que le trajeron de su casa porque le quitaron los zapatos. A mi hija también, cuando estaba tirada en el piso, le decían: “¿Esa es tu resistencia, mechuda, perra hijueputa?”.
¿Qué quisiera contar sobre el estado de salud de su hija?
El viernes fuimos a Medicina Legal, la vio medicina general y psiquiatría. De ahí nos mandaron a urgencias para que otro médico la valorara y fuimos a la EPS. El doctor la revisó e hizo informe para la historia clínica. Le encontraron arañazos, golpes en la parte del tórax, moretones en el cuello y le inmovilizaron el pie izquierdo porque le jodieron el tobillo. Tiene un esguince. Ella está muy afectada psicológicamente.
¿Cómo está el tema de seguridad para usted y su familia?
Tengo miedo. Me levanto a ver por la ventana. Si tengo que salir a hacer una vuelta, miro a todos lados. Me da miedo que nos hayan reconocido en los videos de las declaraciones que circulan en redes sociales. Tengo miedo de que le vayan a hacer algo a mi hija o a nosotros.
¿Cómo han actuado las autoridades para recibir las denuncias?
La denuncia se hizo el 13 de mayo. Cuando estaba redactando el documento con la abogada, la llamaron a ella para contarle del caso de la menor de edad que se habría suicidado. Lo primero que dije fue: “Dios mío, gracias, porque yo pude estar con mi hija”. Sentía rabia, mucha rabia, contra los policías, porque para violar a una mujer no es necesario que haya una penetración forzosa. A mi hija la agredieron sexualmente con palabras, con morbosidades. Seis hombres la agredieron, seis hombres que la superaban en estatura. Sentí rabia, sentí asco.
¿Qué les pide a las autoridades?
Justicia. Que no vayan a remeter contra nosotros. Eso es no tener humanidad. Vi en la cara de los policías la sevicia, la burla.
¿Cuántos años tiene su hija?
Tiene 18 años, los cumplió hace 15 días. Estábamos preparando los trámites para sacar la cédula y se vino el paro. Me metí con ella en la brigada y se nos fue el tiempo. Ella tiene hoy tarjeta de identidad y no contraseña.
¿Qué ha visto usted como auxiliar de enfermería durante las marchas?
Brutalidad. Inhumanidad. Desespero. Angustia. Muchos heridos, la mayoría con rostros y cabezas partidas. Cuerpitos de la gente de primera línea que llegaron a pesar 50 kilos con un escudo, mojados con hambre, resistiendo perdigones y gases. Los gases los lastiman en sus cuerpos cuando los impactan.
¿Cuál ha sido la labor de su hija en esas brigadas en medio de las protestas?
Pues ella de primero auxilios no sabe, lo único que le enseñé fue a inyectar y eso allá poco y nada se usa. Se atienden muchos heridos por impactos de perdigones, gaseados, cosas así. Como ella anteriormente había salido a protestas, sabe qué se debe hacer en esas situaciones. Nos ayudaba a llenar las botellas con leche o preparando el agua con el bicarbonato. Ella iba a la esquina y gritaba cuando veía un herido. Ese día en la tarde se nos acabó el agua. Y, como llovió, se paraba con estos tarros a recoger agua lluvia y decía: “Mire, mamá, hasta Dios está con nosotros en esta lucha, porque no teníamos agua y llovió”.
A ratos, iba y gritaba con sus compañeros, porque claro que interactuaba también con ellos. Ella es joven y está viviendo el paro, sabe que esta lucha es para que ellos tengan mejores oportunidades de las que tuvimos nosotros.
¿Qué piensa del cubrimiento mediático sobre las denuncias de su hija y de la otra menor de edad por violencia sexual?
Uno se queda sin palabras. Veo que los medios lloran por una estatua que se tumbó el 12 de mayo, pero no se enfocaron de lleno en lo que le pasó a la menor que se habría suicidado ni en qué más pasó esa noche, a quién más capturaron. Yo miro que hablan de paredes, vidrios, el banco y que quemaron la URI, pero no se enfocan en la violencia que sufrieron ellas. Ofrecen millones por el fulano, y nadie dice “vamos a hacerle justicia a estas mujeres”. El Gobierno le manda un arsenal a Popayán para que sigan maltratando, ultrajando y violando los derechos humanos de la gente.
¿Qué opina de que el brigadier general de la Policía Ricardo Augusto Alarcón Campo califique de “falsa” la noticia sobre la menor que se habría suicidado después de denunciar violencia sexual cometida presuntamente por parte del Esmad?
A mucha gente de Colombia le falta empatía, ponerse en el lugar del otro. No sé cómo es capaz de decir que son acusaciones falsas cuando hay videos, más que todo de la otra niña. En el caso de mi hija, desafortunadamente, no hay video de cuando la agreden porque mi compañero intentó grabar, pero el policía le rompió el celular con el bolillo y se lo pateó hacia un charco de agua.
Me parece una falta de humanidad salir a decir que es una “vil mentira” sabiendo que las pruebas están, sabiendo que para violar a una mujer no es necesario penetrarla. Con una palabra o con tocarla en su cuerpo, sin que ella lo autorice, ya se está violentando sexualmente a una mujer. A la otra menor de edad casi que la desnudaron cuatro policías en la calle. A mi hija, entre seis policías, le volvieron trizas la dignidad. Ese señor no tiene autoridad moral para salir a defender un cuerpo de policía que está siendo brutalmente inhumano.