Fentanilo: ¿una guerra ajena que está comprando Colombia?
Si bien el país está lejos de vivir la misma crisis que padece Norteamérica por el consumo problemático de este opioide con fines no terapéuticos, hay alertas que no se deben desatender sobre su uso creciente en mezclas sintéticas y la dificultad que tienen las autoridades para detectarlo. Entrevista a Candice Welsch, representante regional de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito para la Región Andina y el Cono Sur (Unodc).
Natalia Herrera Durán
Por invitación del presidente Gustavo Petro, esta semana se realizó en Cali la Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre Drogas. La cumbre, de alto nivel político, no pudo eludir un tema que tiene las alertas encendidas en Estados Unidos y Canadá: la crisis de salud pública por el consumo problemático de drogas sintéticas, en especial de opioides derivados del fentanilo, que dejó en Norteamérica más de 100.000 muertos en 2021.
Aunque el consumo de estas sustancias es muy bajo en Latinoamérica, no se puede obviar que la agenda global de drogas orbita cada vez más sobre este asunto. Un fenómeno que 52 organizaciones de derechos humanos de Latinoamérica calificaron como una “guerra ajena”, que busca perpetuar el “enfoque bélico y punitivo” contra las drogas que ha liderado Estados Unidos.
Pero, ¿qué retos tiene la guerra contra el fentanilo en el continente y qué puede aprender Colombia? En entrevista con El Espectador, la canadiense Candice Welsch, representante regional de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito para la Región Andina y el Cono Sur (Unodc), da muy buenas puntadas sobre esta conversación que debemos empezar a asumir de forma rigurosa en el país.
En el reporte global de drogas de la Unodc en 2022 se aseguraba que en Estados Unidos y Canadá la epidemia por el consumo de opiáceos, con fines no terapéuticos, desató una crisis que ha dado lugar a que incluso el consumo de heroína esté siendo reemplazado casi por completo por el consumo de fentanilo, ¿cómo es el panorama este año?
Los datos del informe mundial siguen refiriendo especialmente la situación de Estados Unidos y Canadá donde, además, la heroína está siendo mezclada con fentanilo o a veces solo consumen fentanilo. Pero la situación de consumo en el resto del mundo no es la misma y especialmente aquí en Sudamérica no se puede decir que el fentanilo esté reemplazando a la heroína. Los datos disponibles muestran un consumo muy bajo en la región.
En Colombia aún no se han identificado laboratorios clandestinos de fentanilo, el que se ha incautado es producto de desvíos del mercado farmacéutico legal. ¿Qué han podido encontrar ustedes en esa cadena de desvío del fentanilo en la región?
Lo que hemos encontrado en Colombia y otros países de la región es que este desvío se está dando principalmente por robos a las farmacias, clínicas y hospitales. Por eso es importante reforzar y apoyar a las autoridades médicas para poder identificar dónde están los mayores riesgos de desvío de opioides.
Usted habló de Estados Unidos y Canadá, específicamente, ¿la crisis de los opioides en estos dos países se acentuó en 2022 en relación con el año anterior?
Crisis es una buena palabra, porque sí es algo muy serio. No hay cifras confirmadas aún para el 2022, pero si atendemos las cifras del año 2021 el tema es escalofriante. Hubo más de 100.000 muertes por sobredosis, 66 % de estas (más de 70.000) fueron asociadas a los opioides sintéticos. Se estima que hoy hay más de 150 muertes cada día en Estados Unidos debido al uso de estas drogas sintéticas. En Canadá el tema es muy serio también. En 2022 hubo más de 7.000 muertes. Esa es la razón para que hoy haya puesta mucha atención y esfuerzos en prevenir más casos y luchar contra este fenómeno, pero la verdad, creo que la crisis está continuando.
¿Cuáles cree que son los aprendizajes y experiencias que se deben tener en cuenta?
Tenemos la suerte de que no estamos en la misma situación aquí. Eso nos da una oportunidad para prevenir una crisis de esas dimensiones. Es importante hablar de la prevención del consumo, tener mayor conocimiento de las buenas y no tan buenas prácticas que se han implementado. Se deben reforzar las capacidades del sistema de salud y también del trabajo de la Policía, porque hay mucha dificultad para detectarlo, ya que se trata de cantidades muy pequeñas y hay que pensar en otras maneras de investigar estos casos.
Explique un poco mejor ese desafío...
Para que se haga una idea, en Colombia, cuando hablamos especialmente de cocaína, tendemos a hablar de incautaciones en kilogramos o toneladas; con el fentanilo y otros derivados sintéticos, estamos hablando de miligramos, como el carfentanil, que es 10.000 veces más fuerte que la morfina. Sustancias que se mueven fácilmente por correo certificado porque son cantidades muy pequeñas.
¿Qué otro reto ve?
Un desafío que existe en Colombia es que las exenciones sobre sustancias dependen mucho de la cantidad, y eso tiene que cambiar porque, como decía, las cantidades van a ser muy diferentes. El fentanilo es una droga demasiado potente en términos de cantidad frente a su efecto. Mientras una dosis normal de cocaína pueden ser 200 miligramos, una dosis de fentanilo no terapéutico puede ser dos miligramos, dependiendo de su clase, porque esa es otra cuestión, se habla del fentanilo como si fuera solo uno y en este momento hay más de 70 moléculas diferentes relacionadas con el fentanilo, cada una con una potencia diferente. Normalmente, un fentanilo puede ser 50 veces más potente que la morfina, pero un carfentanil es 10.000 veces más potente que la morfina.
¿Esa es una de las causas de que genere tantas sobredosis mortales?
Claro, porque dosificar eso para que al usuario no le dé sobredosis es supremamente difícil. El narcotraficante lo hace de forma artesanal, al ojo, y muchas veces no sabe si tiene en sus manos fentanilo o carfentanil y esa diferencia es de vida o muerte, porque la posibilidad de que genere dosis letales es muy alta.
Otro desafío que es notorio frente a las drogas sintéticas es que no es tan fácil de monitorear o estimar su dimensión, porque cualquier cocina de una casa corriente puede ser un potencial laboratorio de drogas sintéticas. ¿Cómo orientar políticas públicas de prevención y control de un fenómeno así?
La respuesta necesita enfrentar estas circunstancias, entender lo que está pasando y tener otras estrategias, porque son muchas sustancias sintéticas hoy, más de 1.200, y muchas de ellas necesarias y utilizadas de forma médica y legal para el tratamiento de diferentes enfermedades. Pensar en políticas públicas debe pasar también por fortalecer los tratamientos médicos contra la adicción a estas sustancias, porque muchos países no saben cómo tratar estos casos. En Colombia, por ejemplo, siempre ha habido mucha atención sobre las exportaciones de drogas de uso ilícito, como la cocaína, pero hoy debe prestar más atención a las drogas y sustancias que están entrando.
A propósito de la cumbre sobre drogas en Cali, varias organizaciones de la sociedad civil en Colombia y en México publicaron un comunicado público alertando sobre el enfoque bélico o punitivo que están implementando Estados Unidos y México con relación al fentanilo. ¿Qué piensan ustedes sobre el tema?
Desde las Naciones Unidas creemos que es muy importante tener un enfoque integral y equilibrado. Las convenciones internacionales son el marco para esto y su enfoque justamente es sobre la protección a la salud pública. Aunque cada país tiene una situación diferente, pensamos que se deben compartir los conocimientos entre naciones y atender la prevención con campañas públicas fuertes.
¿Por qué?
Porque los tratamientos médicos son la única salida posible con este tipo de drogas por su alta potencia adictiva. Es muy difícil que una persona por sí sola pueda afrontar una adicción tan fuerte. Entonces es fundamental tener servicios de tratamiento eficaces. La OMS ha dado unos estándares internacionales sobre eso que deben ser tenidos en cuenta. Porque, si se trata de enfrentar una droga tan adictiva como el fentanilo no sirve que el tratamiento solo sea autorizado seis meses después.
El Espectador publicó este año una investigación audiovisual sobre la droga de moda en el país conocida como tusi, un polvo de colores que se inhala y que proviene de la mezcla artesanal de drogas sintéticas, a la que en algunos casos le estarían poniendo fentanilo farmacéutico. ¿Han encontrado ese mismo hallazgo en sus informes internos?
Tenemos registro de que desde 2021 hay incautaciones de tusi con fentanilo. Para ese momento, era la primera vez que era detectada esa mezcla en la región. Pero es clave seguir haciendo encuestas de consumo porque es importante detectar de manera temprana estos cambios y tendencias.
En Estados Unidos o en Canadá, las cifras sobre el impacto empezaron a saltar a la vista cuando el sistema de salud empezó a alertar de la enorme cantidad de muertos por sobredosis de fentanilo y otros opioides. ¿En Colombia han podido hacer esa relación con el sistema de salud para que se reporten de manera activa casos de intoxicación por estas sustancias por usos no terapéuticos?
Ese es un desafío no solo de Colombia, también es regional. Su detección no se hace de rutina por los servicios forenses. El protocolo del servicio forense identifica alcohol, cocaína y cannabis de rutina, pero no busca fentanilo, a menos de que sea solicitado por el toxicólogo o la Fiscalía. Además, las dosis son tan pequeñas que no son fáciles de detectar. Mire el caso de Buenos Aires: solo una semana después las autoridades pudieron identificar que la cocaína que provocó 24 muertes y más de 80 intoxicaciones en el noroeste de la capital, en febrero de 2022, contenía carfentanil y que por eso habían fallecido. La mezcla de cocaína con fentanilo también está dejando muchos muertos en Estados Unidos y a veces los consumidores no tienen ni idea.
(Le puede interesar: Un lote incautado al narcotráfico será utilizado para pedagogía sobre drogas)
En ese sentido, ¿qué riesgos ve en el tusi, tan de moda en Medellín y Bogotá?
La combinación de drogas sintéticas, como el tusi, es lo más peligroso que puede haber. Porque el consumidor no tiene información veraz de qué está consumiendo: puede tener éxtasis, ketamina, metanfetaminas y ahora a veces hasta fentanilo farmacéutico.
En México sí se han detectado laboratorios clandestinos de fentanilo, ¿hay alertas en este sentido en la región?
Sí, hemos recibido alertas en este sentido en Chile, Perú, Paraguay y Argentina. En el Cono Sur hay mercado para drogas sintéticas, entonces no se puede desconocer el riesgo. Colombia debe tomar este fenómeno como una alerta temprana para prevenir una crisis de opioides. Y no solo es el fentanilo, en África, por ejemplo, la crisis es por el tramadol. Hay historias muy tristes de las vidas que se pierden por esto. Por ejemplo, hace poco conocí el caso de una joven de 16 años en Estados Unidos a quien un supuesto amigo le dio una pastilla para controlar la ansiedad, llegó a su casa, se la tomó en la noche y amaneció muerta. La cápsula era fentanilo al 100 por ciento. Yo tengo una hija de 16 años y esta historia me tocó muchísimo.
¿Cómo ve el uso del medicamento naloxona que puede revertir una sobredosis de opioides con usos no terapéuticos?
Es un medicamento muy eficaz para prevenir estas muertes que se está utilizando mucho en Estados Unidos y, como tal, puede ser una parte de la solución, pero no la única respuesta que se necesita. Los enfoques de prevención de estos consumos deben ser muy fuertes también. No solo se debe decir en términos generales: las drogas son peligrosas, también hay que dar educación sobre riesgos específicos dependiendo de la droga.
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Por invitación del presidente Gustavo Petro, esta semana se realizó en Cali la Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre Drogas. La cumbre, de alto nivel político, no pudo eludir un tema que tiene las alertas encendidas en Estados Unidos y Canadá: la crisis de salud pública por el consumo problemático de drogas sintéticas, en especial de opioides derivados del fentanilo, que dejó en Norteamérica más de 100.000 muertos en 2021.
Aunque el consumo de estas sustancias es muy bajo en Latinoamérica, no se puede obviar que la agenda global de drogas orbita cada vez más sobre este asunto. Un fenómeno que 52 organizaciones de derechos humanos de Latinoamérica calificaron como una “guerra ajena”, que busca perpetuar el “enfoque bélico y punitivo” contra las drogas que ha liderado Estados Unidos.
Pero, ¿qué retos tiene la guerra contra el fentanilo en el continente y qué puede aprender Colombia? En entrevista con El Espectador, la canadiense Candice Welsch, representante regional de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito para la Región Andina y el Cono Sur (Unodc), da muy buenas puntadas sobre esta conversación que debemos empezar a asumir de forma rigurosa en el país.
En el reporte global de drogas de la Unodc en 2022 se aseguraba que en Estados Unidos y Canadá la epidemia por el consumo de opiáceos, con fines no terapéuticos, desató una crisis que ha dado lugar a que incluso el consumo de heroína esté siendo reemplazado casi por completo por el consumo de fentanilo, ¿cómo es el panorama este año?
Los datos del informe mundial siguen refiriendo especialmente la situación de Estados Unidos y Canadá donde, además, la heroína está siendo mezclada con fentanilo o a veces solo consumen fentanilo. Pero la situación de consumo en el resto del mundo no es la misma y especialmente aquí en Sudamérica no se puede decir que el fentanilo esté reemplazando a la heroína. Los datos disponibles muestran un consumo muy bajo en la región.
En Colombia aún no se han identificado laboratorios clandestinos de fentanilo, el que se ha incautado es producto de desvíos del mercado farmacéutico legal. ¿Qué han podido encontrar ustedes en esa cadena de desvío del fentanilo en la región?
Lo que hemos encontrado en Colombia y otros países de la región es que este desvío se está dando principalmente por robos a las farmacias, clínicas y hospitales. Por eso es importante reforzar y apoyar a las autoridades médicas para poder identificar dónde están los mayores riesgos de desvío de opioides.
Usted habló de Estados Unidos y Canadá, específicamente, ¿la crisis de los opioides en estos dos países se acentuó en 2022 en relación con el año anterior?
Crisis es una buena palabra, porque sí es algo muy serio. No hay cifras confirmadas aún para el 2022, pero si atendemos las cifras del año 2021 el tema es escalofriante. Hubo más de 100.000 muertes por sobredosis, 66 % de estas (más de 70.000) fueron asociadas a los opioides sintéticos. Se estima que hoy hay más de 150 muertes cada día en Estados Unidos debido al uso de estas drogas sintéticas. En Canadá el tema es muy serio también. En 2022 hubo más de 7.000 muertes. Esa es la razón para que hoy haya puesta mucha atención y esfuerzos en prevenir más casos y luchar contra este fenómeno, pero la verdad, creo que la crisis está continuando.
¿Cuáles cree que son los aprendizajes y experiencias que se deben tener en cuenta?
Tenemos la suerte de que no estamos en la misma situación aquí. Eso nos da una oportunidad para prevenir una crisis de esas dimensiones. Es importante hablar de la prevención del consumo, tener mayor conocimiento de las buenas y no tan buenas prácticas que se han implementado. Se deben reforzar las capacidades del sistema de salud y también del trabajo de la Policía, porque hay mucha dificultad para detectarlo, ya que se trata de cantidades muy pequeñas y hay que pensar en otras maneras de investigar estos casos.
Explique un poco mejor ese desafío...
Para que se haga una idea, en Colombia, cuando hablamos especialmente de cocaína, tendemos a hablar de incautaciones en kilogramos o toneladas; con el fentanilo y otros derivados sintéticos, estamos hablando de miligramos, como el carfentanil, que es 10.000 veces más fuerte que la morfina. Sustancias que se mueven fácilmente por correo certificado porque son cantidades muy pequeñas.
¿Qué otro reto ve?
Un desafío que existe en Colombia es que las exenciones sobre sustancias dependen mucho de la cantidad, y eso tiene que cambiar porque, como decía, las cantidades van a ser muy diferentes. El fentanilo es una droga demasiado potente en términos de cantidad frente a su efecto. Mientras una dosis normal de cocaína pueden ser 200 miligramos, una dosis de fentanilo no terapéutico puede ser dos miligramos, dependiendo de su clase, porque esa es otra cuestión, se habla del fentanilo como si fuera solo uno y en este momento hay más de 70 moléculas diferentes relacionadas con el fentanilo, cada una con una potencia diferente. Normalmente, un fentanilo puede ser 50 veces más potente que la morfina, pero un carfentanil es 10.000 veces más potente que la morfina.
¿Esa es una de las causas de que genere tantas sobredosis mortales?
Claro, porque dosificar eso para que al usuario no le dé sobredosis es supremamente difícil. El narcotraficante lo hace de forma artesanal, al ojo, y muchas veces no sabe si tiene en sus manos fentanilo o carfentanil y esa diferencia es de vida o muerte, porque la posibilidad de que genere dosis letales es muy alta.
Otro desafío que es notorio frente a las drogas sintéticas es que no es tan fácil de monitorear o estimar su dimensión, porque cualquier cocina de una casa corriente puede ser un potencial laboratorio de drogas sintéticas. ¿Cómo orientar políticas públicas de prevención y control de un fenómeno así?
La respuesta necesita enfrentar estas circunstancias, entender lo que está pasando y tener otras estrategias, porque son muchas sustancias sintéticas hoy, más de 1.200, y muchas de ellas necesarias y utilizadas de forma médica y legal para el tratamiento de diferentes enfermedades. Pensar en políticas públicas debe pasar también por fortalecer los tratamientos médicos contra la adicción a estas sustancias, porque muchos países no saben cómo tratar estos casos. En Colombia, por ejemplo, siempre ha habido mucha atención sobre las exportaciones de drogas de uso ilícito, como la cocaína, pero hoy debe prestar más atención a las drogas y sustancias que están entrando.
A propósito de la cumbre sobre drogas en Cali, varias organizaciones de la sociedad civil en Colombia y en México publicaron un comunicado público alertando sobre el enfoque bélico o punitivo que están implementando Estados Unidos y México con relación al fentanilo. ¿Qué piensan ustedes sobre el tema?
Desde las Naciones Unidas creemos que es muy importante tener un enfoque integral y equilibrado. Las convenciones internacionales son el marco para esto y su enfoque justamente es sobre la protección a la salud pública. Aunque cada país tiene una situación diferente, pensamos que se deben compartir los conocimientos entre naciones y atender la prevención con campañas públicas fuertes.
¿Por qué?
Porque los tratamientos médicos son la única salida posible con este tipo de drogas por su alta potencia adictiva. Es muy difícil que una persona por sí sola pueda afrontar una adicción tan fuerte. Entonces es fundamental tener servicios de tratamiento eficaces. La OMS ha dado unos estándares internacionales sobre eso que deben ser tenidos en cuenta. Porque, si se trata de enfrentar una droga tan adictiva como el fentanilo no sirve que el tratamiento solo sea autorizado seis meses después.
El Espectador publicó este año una investigación audiovisual sobre la droga de moda en el país conocida como tusi, un polvo de colores que se inhala y que proviene de la mezcla artesanal de drogas sintéticas, a la que en algunos casos le estarían poniendo fentanilo farmacéutico. ¿Han encontrado ese mismo hallazgo en sus informes internos?
Tenemos registro de que desde 2021 hay incautaciones de tusi con fentanilo. Para ese momento, era la primera vez que era detectada esa mezcla en la región. Pero es clave seguir haciendo encuestas de consumo porque es importante detectar de manera temprana estos cambios y tendencias.
En Estados Unidos o en Canadá, las cifras sobre el impacto empezaron a saltar a la vista cuando el sistema de salud empezó a alertar de la enorme cantidad de muertos por sobredosis de fentanilo y otros opioides. ¿En Colombia han podido hacer esa relación con el sistema de salud para que se reporten de manera activa casos de intoxicación por estas sustancias por usos no terapéuticos?
Ese es un desafío no solo de Colombia, también es regional. Su detección no se hace de rutina por los servicios forenses. El protocolo del servicio forense identifica alcohol, cocaína y cannabis de rutina, pero no busca fentanilo, a menos de que sea solicitado por el toxicólogo o la Fiscalía. Además, las dosis son tan pequeñas que no son fáciles de detectar. Mire el caso de Buenos Aires: solo una semana después las autoridades pudieron identificar que la cocaína que provocó 24 muertes y más de 80 intoxicaciones en el noroeste de la capital, en febrero de 2022, contenía carfentanil y que por eso habían fallecido. La mezcla de cocaína con fentanilo también está dejando muchos muertos en Estados Unidos y a veces los consumidores no tienen ni idea.
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En ese sentido, ¿qué riesgos ve en el tusi, tan de moda en Medellín y Bogotá?
La combinación de drogas sintéticas, como el tusi, es lo más peligroso que puede haber. Porque el consumidor no tiene información veraz de qué está consumiendo: puede tener éxtasis, ketamina, metanfetaminas y ahora a veces hasta fentanilo farmacéutico.
En México sí se han detectado laboratorios clandestinos de fentanilo, ¿hay alertas en este sentido en la región?
Sí, hemos recibido alertas en este sentido en Chile, Perú, Paraguay y Argentina. En el Cono Sur hay mercado para drogas sintéticas, entonces no se puede desconocer el riesgo. Colombia debe tomar este fenómeno como una alerta temprana para prevenir una crisis de opioides. Y no solo es el fentanilo, en África, por ejemplo, la crisis es por el tramadol. Hay historias muy tristes de las vidas que se pierden por esto. Por ejemplo, hace poco conocí el caso de una joven de 16 años en Estados Unidos a quien un supuesto amigo le dio una pastilla para controlar la ansiedad, llegó a su casa, se la tomó en la noche y amaneció muerta. La cápsula era fentanilo al 100 por ciento. Yo tengo una hija de 16 años y esta historia me tocó muchísimo.
¿Cómo ve el uso del medicamento naloxona que puede revertir una sobredosis de opioides con usos no terapéuticos?
Es un medicamento muy eficaz para prevenir estas muertes que se está utilizando mucho en Estados Unidos y, como tal, puede ser una parte de la solución, pero no la única respuesta que se necesita. Los enfoques de prevención de estos consumos deben ser muy fuertes también. No solo se debe decir en términos generales: las drogas son peligrosas, también hay que dar educación sobre riesgos específicos dependiendo de la droga.
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