Gobernador contra las cuerdas
Supuesto direccionamiento de megaobras por un billón de pesos tiene al mandatario de Caldas en problemas.
Norbey Quevedo H.
Desde la década de los ochenta, cuando se inició una feroz pelea por el poder regional entre la coalición barco-yepista y el denominado grupo de Pensilvania, liderado por el padre del embajador Luis Alfonso Hoyos, o luego con el macabro asesinato del periodista Orlando Sierra en febrero de 2002, el departamento de Caldas no estaba tan convulsionado.
Pero el miércoles de esta semana la inesperada renuncia de Luis Bernardo Ocampo Mejía, gerente del Instituto de Financiamiento, Promoción y Desarrollo de Caldas (Inficaldas), estremeció a la región y promete convertirse en un polémico episodio que puede dejar al descubierto los tentáculos del gobernador de Caldas, Mario Aristizábal Muñoz. Un sereno y destacado político liberal para sus seguidores y un lobo con piel de oveja para sus detractores.
Inficaldas es una poderosa entidad que maneja los proyectos más importantes de esa zona. Una torta presupuestal y de obras estimada en $1 billón para este y el próximo año, nada despreciable para cualquier grupo político o de contratistas.
Todo comenzó hace tres meses. De repente renunció a la gerencia de Inficaldas Uriel Sepúlveda. Era el segundo en dejar el cargo durante la administración del gobernador Mario Aristizábal, que se posesionó en enero de 2008. La entidad está repartida entre la clase política. Cerca de 40 funcionarios pertenecen al grupo de los Yepes. Otros 30, dicen, son de la cuerda de los Tapasco.
Necesitaban un gerente. Por eso el Gobernador acudió a sus amigos Roberto Calderón y Andrés Echeverry, miembros de la junta directiva de la Industria de Licores de Caldas y de Inficaldas.
Sin pensarlo mucho, coincidieron en Luis Bernardo Ocampo. Lo conocían desde sus tiempos de empresario y directivo en Legis, Danaranjo, Autoniza, Autonal y por su paso en el IFI y el viceministerio de Desarrollo cuando su titular era Luis Alberto Moreno.
El 19 de octubre Ocampo ya estaba listo. Asumió el cargo y tenía claro que como parte de una administración debía llevar a su equipo y seguir instrucciones de su jefe máximo, el gobernador Aristizábal, pero nunca pensó que buscaban una marioneta.
En pocos días entendió que iba a manejar un monstruo de varias cabezas con los bolsillos llenos de dinero. Por eso empezó a estructurar en Inficaldas unidades de negocios: servicios financieros, proyectos de inversión, administración y cooperación internacional. La idea era manejar al menos 11 proyectos vitales de la región.
Al comienzo sus relaciones con el gobernador Aristizábal eran claras y cordiales. Pero rápidamente empezaron a cambiar. Sorpresivamente, el 26 de noviembre llegó a su oficina el ex gerente de Inficaldas Uriel Sepúlveda con una misión clara, sugerir nombres para el negocio de la venta de las acciones de Terpel y para la elección de una banca de inversión en el tema de las vigencias futuras.
Luego, a comienzos de diciembre, Ocampo denunció que el propio Gobernador le insistió en direccionar el tema de las acciones de Terpel. Posteriormente, en una nueva reunión, el asunto se volvió rutinario con más temas. Mensajes directos o a través de terceros para favorecer nombres en negocios trascendentales.
A finales de diciembre lo acontecido llegó a oídos de Roberto Calderón, quien lo había recomendado para el cargo. Se reunieron en la finca de éste a 40 minutos de Manizales por la vía a Medellín. Allí, a la sazón de un buen almuerzo, dice que Calderón le expresó la molestia del Gobernador por la lentitud de los procesos y porque no entendía sus mensajes. Por eso fue directo con Ocampo: “Me dijo ‘permita los direccionamientos y el Gobernador le garantiza blindaje jurídico’”. Ambos terminaron la reunión con pesadez estomacal y ceño fruncido.
Comenzó la Feria de Manizales y, mientras la gente se divertía, el Gobernador, su gerente de Inficaldas y sus amigos que lo recomendaron, Roberto Calderón y Andrés Echeverry, no bailaban pasodoble, no cabalgaban por las calles y en las corridas de toros ni las chicuelinas, ni los toros, ni las orejas cortadas los emocionaban.
Entonces Ocampo se dirigió al ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, le contó lo que le estaba pasando y éste le aconsejó que denunciara. Fue adonde Óscar Ortiz, el zar anticorrupción, quien no hizo nada. Cuando regresó, el Gobernador lo citó y le preguntó: ¿usted me echó los perros? Él asintió.
El 19 de enero, el Gobernador y su funcionario se volvieron a encontrar en Bogotá. Allí le dijo: “Borremos lo que pasó, comencemos de nuevo, generemos confianza”. Pasó una semana y hubo poca comunicación. El lunes, sostiene él, el Gobernador lo puso contra la pared frente al gabinete y lo culpó de que se hubiese caído la licitación de vivienda.
El miércoles en la noche Ocampo renunció. Se reunió con el Gobernador, lo vio tranquilo, y éste le explicó sobre el aislamiento, “es que ya me da miedo escribirle cualquier cosa a usted, manejemos esto con bajo perfil frente a la prensa”.
El jueves en la mañana su caso era público en Radiosucesos RCN. Luego en el diario La Patria. El viernes a primera hora Ocampo estuvo ante sus abogados y en la tarde en la Procuraduría. Hoy anda en Manizales.
Para una situación tan grave su renuncia parece tardía. Entre tanto, el Gobernador explicó con amplitud sus decisiones y negó tajantemente las acusaciones en su contra. Como en los viejos tiempos algo huele muy mal en Caldas. Pero será la justicia quien dirima la verdad de la delicada situación.
Desde la década de los ochenta, cuando se inició una feroz pelea por el poder regional entre la coalición barco-yepista y el denominado grupo de Pensilvania, liderado por el padre del embajador Luis Alfonso Hoyos, o luego con el macabro asesinato del periodista Orlando Sierra en febrero de 2002, el departamento de Caldas no estaba tan convulsionado.
Pero el miércoles de esta semana la inesperada renuncia de Luis Bernardo Ocampo Mejía, gerente del Instituto de Financiamiento, Promoción y Desarrollo de Caldas (Inficaldas), estremeció a la región y promete convertirse en un polémico episodio que puede dejar al descubierto los tentáculos del gobernador de Caldas, Mario Aristizábal Muñoz. Un sereno y destacado político liberal para sus seguidores y un lobo con piel de oveja para sus detractores.
Inficaldas es una poderosa entidad que maneja los proyectos más importantes de esa zona. Una torta presupuestal y de obras estimada en $1 billón para este y el próximo año, nada despreciable para cualquier grupo político o de contratistas.
Todo comenzó hace tres meses. De repente renunció a la gerencia de Inficaldas Uriel Sepúlveda. Era el segundo en dejar el cargo durante la administración del gobernador Mario Aristizábal, que se posesionó en enero de 2008. La entidad está repartida entre la clase política. Cerca de 40 funcionarios pertenecen al grupo de los Yepes. Otros 30, dicen, son de la cuerda de los Tapasco.
Necesitaban un gerente. Por eso el Gobernador acudió a sus amigos Roberto Calderón y Andrés Echeverry, miembros de la junta directiva de la Industria de Licores de Caldas y de Inficaldas.
Sin pensarlo mucho, coincidieron en Luis Bernardo Ocampo. Lo conocían desde sus tiempos de empresario y directivo en Legis, Danaranjo, Autoniza, Autonal y por su paso en el IFI y el viceministerio de Desarrollo cuando su titular era Luis Alberto Moreno.
El 19 de octubre Ocampo ya estaba listo. Asumió el cargo y tenía claro que como parte de una administración debía llevar a su equipo y seguir instrucciones de su jefe máximo, el gobernador Aristizábal, pero nunca pensó que buscaban una marioneta.
En pocos días entendió que iba a manejar un monstruo de varias cabezas con los bolsillos llenos de dinero. Por eso empezó a estructurar en Inficaldas unidades de negocios: servicios financieros, proyectos de inversión, administración y cooperación internacional. La idea era manejar al menos 11 proyectos vitales de la región.
Al comienzo sus relaciones con el gobernador Aristizábal eran claras y cordiales. Pero rápidamente empezaron a cambiar. Sorpresivamente, el 26 de noviembre llegó a su oficina el ex gerente de Inficaldas Uriel Sepúlveda con una misión clara, sugerir nombres para el negocio de la venta de las acciones de Terpel y para la elección de una banca de inversión en el tema de las vigencias futuras.
Luego, a comienzos de diciembre, Ocampo denunció que el propio Gobernador le insistió en direccionar el tema de las acciones de Terpel. Posteriormente, en una nueva reunión, el asunto se volvió rutinario con más temas. Mensajes directos o a través de terceros para favorecer nombres en negocios trascendentales.
A finales de diciembre lo acontecido llegó a oídos de Roberto Calderón, quien lo había recomendado para el cargo. Se reunieron en la finca de éste a 40 minutos de Manizales por la vía a Medellín. Allí, a la sazón de un buen almuerzo, dice que Calderón le expresó la molestia del Gobernador por la lentitud de los procesos y porque no entendía sus mensajes. Por eso fue directo con Ocampo: “Me dijo ‘permita los direccionamientos y el Gobernador le garantiza blindaje jurídico’”. Ambos terminaron la reunión con pesadez estomacal y ceño fruncido.
Comenzó la Feria de Manizales y, mientras la gente se divertía, el Gobernador, su gerente de Inficaldas y sus amigos que lo recomendaron, Roberto Calderón y Andrés Echeverry, no bailaban pasodoble, no cabalgaban por las calles y en las corridas de toros ni las chicuelinas, ni los toros, ni las orejas cortadas los emocionaban.
Entonces Ocampo se dirigió al ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, le contó lo que le estaba pasando y éste le aconsejó que denunciara. Fue adonde Óscar Ortiz, el zar anticorrupción, quien no hizo nada. Cuando regresó, el Gobernador lo citó y le preguntó: ¿usted me echó los perros? Él asintió.
El 19 de enero, el Gobernador y su funcionario se volvieron a encontrar en Bogotá. Allí le dijo: “Borremos lo que pasó, comencemos de nuevo, generemos confianza”. Pasó una semana y hubo poca comunicación. El lunes, sostiene él, el Gobernador lo puso contra la pared frente al gabinete y lo culpó de que se hubiese caído la licitación de vivienda.
El miércoles en la noche Ocampo renunció. Se reunió con el Gobernador, lo vio tranquilo, y éste le explicó sobre el aislamiento, “es que ya me da miedo escribirle cualquier cosa a usted, manejemos esto con bajo perfil frente a la prensa”.
El jueves en la mañana su caso era público en Radiosucesos RCN. Luego en el diario La Patria. El viernes a primera hora Ocampo estuvo ante sus abogados y en la tarde en la Procuraduría. Hoy anda en Manizales.
Para una situación tan grave su renuncia parece tardía. Entre tanto, el Gobernador explicó con amplitud sus decisiones y negó tajantemente las acusaciones en su contra. Como en los viejos tiempos algo huele muy mal en Caldas. Pero será la justicia quien dirima la verdad de la delicada situación.