La batalla de John por Fernando
Pareja de ingeniero fallecido lleva cinco meses esperando para poder sepultar a su cónyuge de nuevo. La familia dice que fue asesinato y lo evita.
Norbey Quevedo Hernández
El pasado 23 de abril, un equipo forense de la Fiscalía irrumpió en el cementerio Jardines de Paz, ubicado al norte de Bogotá. Casi sin mediar palabra, acudieron a la oficina del gerente con una petición para exhumar el cuerpo del ingeniero de 62 años Fernando Gómez Angulo. La misión de los peritos era trasladar el cadáver al Instituto de Medicina Legal a fin de precisar si fue o no asesinado por su pareja John Fredy Garcés Vanegas, con quien convivió 23 años. Hoy, cinco meses después de la exhumación, el cuerpo de Gómez permanece en una nevera de la entidad forense, a la espera de que la justicia defina si se trató o no de un homicidio.
El ingeniero Gómez Angulo había sido sepultado el 11 de noviembre 2012. Falleció luego de una agonía de más de cinco años generada por una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Era un paciente que durante la mayor parte de su vida fumó dos paquetes de cigarrillos diarios y cuando empezó su rehabilitación fue tarde. Al sepelio asistieron sus dos familias. Una representada por su esposa Adela y Santiago, uno de sus cuatro hijos, y la otra por su cónyuge John Fredy, un comerciante de joyas de 41 años de edad.
Desde el mismo día de las exequias hubo pullas entre las familias por los bienes del difunto. Un presagio de que todo iba a terminar mal. De por medio estaban unos saldos menores en cuentas bancarias, una finca embargada en las afueras de Bogotá, dos pensiones —una de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB), donde el ingeniero Gómez Angulo trabajó casi toda su vida, y otra de Colpensiones— y un pequeño apartamento ubicado en el barrio Palermo de la capital, cerca de una zona universitaria.
Un conflicto mayor en donde todos creen tener derechos sobre las propiedades. La esposa, por tratarse de un matrimonio que no se disolvió formalmente. Los cuatro hijos mayores de edad que vivieron parte de su vida en el exterior, entre ellos una mujer discapacitada. Una disputa contractual con John Fredy, su compañero de dos más de dos décadas, con quien registró su unión marital de hecho de pareja del mismo sexo el 10 de mayo de 2011 en la Notaría 65 de Bogotá.
La unión
Casi desde la adolescencia, John Fredy Garcés Vanegas entendió su condición sexual. No así su padre, quien ebrio lo increpaba frecuentemente por ser gay. Era la década de los ochenta y en el conjunto residencial Torres del Parque, en pleno centro de Bogotá, vivía la familia Garcés. Allí habitaban familias, estudiantes, parejas, extranjeros y por supuesto personas solas. Justo al frente de su apartamento, cuando comenzaban los 90, llegó el ingeniero Gómez Angulo, quien para esa época tenía 42 años de edad.
Aburrido por los reclamos de su padre y a veces de sus hermanos y mamá y con sólo 17 años, John Fredy pensó en abandonar su casa. No obstante, conoció y se enamoró de su vecino que habitába en el apartamento del frente y desde enero de 1991 tomaron la decisión de convivir. Paradójicamente, desde entonces el papá de John reconsideró la posición frente a su hijo. La condición sexual de la pareja, la diferencia de edad entre ellos de 25 años o sus opuestas formas de pensar, no fueron obstáculo para que su padre aceptara la unión. “Ferchito se convirtió en uno más de la casa, mi padre lo aceptó y fueron buenos amigos”, recuerda John Fredy Garcés.
En la familia del ingeniero Gómez el entorno también era de cierta aceptación, aunque el factor financiero siempre parecía ser detonante. No disolvió en papeles su matrimonio con Adela Menéndez Vallserra. Luego de la unión con el joven, siguió apoyándola económicamente. Una ayuda que también se hizo extensiva a sus cuatro hijos, José María, Tatiana, Santiago y Andrea, quienes además de la nacionalidad colombiana, también tienen la española. Mientras estuvieron trabajando y estudiando en Inglaterra y España, los recursos de su padre fueron uno de los soportes, ya que a todos les hacía giros desde Colombia.
Entre 1991 y 2007, John y Fernando construyeron una relación sólida y sin dificultades. “Él era todo para mi. Era mi compañero, mi padre, vivíamos muy bien, fueron años muy felices”, recuerda John. Mientras Fernando trabajaba en la subgerencia de operaciones de la ETB y se las ingeniaba en actividades agrícolas, su pareja se dedicó a estudiar y a consolidar su actividad de comerciante en joyas y artículos de numismática. “Estábamos planeando nuestras vidas y ya teníamos previstas muchas actividades para cuando él se pensionara”, destaca Garcés.
Un diagnóstico
En 2008 llegó el momento esperado. La ETB pensionó al ingeniero, a los 62 años era suficiente trabajo. Pero con la dicha llegó la desgracia. Casi cuando la pareja salía de la empresa de conocer la noticia, un fuerte ataque de tos tuvo a Gómez Angulo a punto del desmayo. El síntoma se volvió reiterativo. Cada vez que salían, la fatiga y la tos le obstaculizaban la respiración. Fernando no pudo disfrutar de su pensión.
“Deje el cigarrillo o se muere. Si las cosas siguen así, tiene entre cuatro y seis años de vida”, fue el crudo diagnóstico de su médico en el hospital San Ignacio. No era para menos, los resultados arrojaron un daño severo en los pulmones conocido como Epoc. Una enfermedad que causa dificultad para respirar y con el paso del tiempo empeora. El ingeniero entendió la gravedad del asunto, le cogió fobia al cigarrillo, mejoró sus hábitos y hasta comenzó a hacer ejercicio.
En 2009, el asunto se complicó para Fernando pese a la atención especializada que recibió en la Nueva EPS. Por eso, John se convirtió en su enfermero con un hospital en casa. Bala de oxígeno las 24 horas del día, cánulas, nebulizaciones, inhaladores y terapias se convirtieron en los insumos del día a día para preservar la vida. Entre tanto, sus hijos que permanecían fuera del país lo llamaban esporádicamente y su exesposa Adela poco aparecía, excepto cuando se trataba de asuntos económicos, relató Garcés en diálogo con El Espectador.
La crisis médica se profundizó. En julio de 2010 Fernando afrontó una neumonía que lo internó en la unidad de cuidados intensivos durante un mes. Se recuperó, pero por su frágil estado y para evitar una infección, los médicos determinaron la atención asistencial en su domicilio. Los aumentos de oxígeno, llegaron al máximo nivel que puede recibir un paciente. Del apartamento desaparecieron los tapetes, cobijas, persianas, manteles, todo lo que pudiera aglutinar polvo y bacterias. Para las esporádicas visitas que recibía de algunos familiares era obligatorio usar tapabocas y jabón desinfectante.
En medio de la soledad, los vecinos del barrio Palermo, los médicos del programa de Neumología del hospital San Ignacio y algunos funcionarios de la Nueva EPS se convirtieron en el apoyo de John Fredy. En 2011 y 2012 Fernando ingresó de urgencia no menos de cuatro veces al hospital. Hacia agosto de 2012 entró en fase terminal y fue entonces cuando recibió orden para recibir cuidados paliativos. Conectado las 24 horas del día a una bala de oxígeno, le hicieron una traqueostomía (incisión en la tráquea para respirar mejor), era alimentado con pitillo y de tanto estar acostado se escaró la espalda.
El 10 de noviembre de 2012, ante la difícil situación médica del ingeniero Fernando, una de sus hijas llamó desde Londres a John y le recomendó una sanadora naturista. La especialista Yenny Ruiz atendió a Fernando, le hizo acupuntura y le suministró una pastilla importada de Alemania. El ingeniero, en presencia de su hijo Santiago, pareció relajarse, pero a los pocos minutos John vio que tenía los pies hinchados y fríos, le tocó la cara, tenía las pupilas dilatadas y notó que había fallecido. Luego llegaron los paramédicos y el médico de la Fiscalía y certificaron que la causa de la muerte, palabras más, palabras menos, era derivada de sus graves antecedentes de salud.
El cuerpo
El domingo 11 de noviembre el cuerpo de Fernando llegó a una funeraria del norte de Bogotá. John, su pareja, quiso que esposa e hijos le ayudaran con los gastos de las exequias, pero no lo logró. Lo sepultaron ese día en Jardines de Paz. Desde esa fecha, todos los domingos lo visitaba. “Le puse la mejor lápida, flores, poda, pagaba el mantenimiento al año”, recuerda. Sin embargo, después de la exequias y con el paso de los días, empezaron las diferencias por los bienes. En suma, la finca quedó en manos de los hijos y la esposa, al igual que los saldos bancarios. La mitad de una pensión quedó en poder de una hija discapacitada. Pero el apartamento quedó a nombre de un tercero, lo cual generó la ira de una de las hijas del ingeniero.
Entonces vino la sorpresa. El 27 de abril de 2014, cuando John Fredy Garcés llegó al cementerio como todos los domingos la tumba estaba destrozada. Cuatro días antes, la Fiscalía 34 de la Unidad de Vida había exhumado el cuerpo para aclarar si se trató de un homicidio, según denuncia que radicó la familia del ingeniero contra su pareja. Desde entonces, la vida de John Garcés se convirtió en un infierno.
Reclamó en el cementerio y allí le dijeron que cumplían órdenes de la justicia. Fue a Medicina Legal y entregó copia de la historia clínica y nada le solucionaron. Acudió a la Fiscalía 34 y Édgar Rodríguez, asistente de la fiscal, negó que se hubiera hecho la exhumación, no recibió documentos del caso para radicar e informó que el despacho estaba sin fiscal en ese momento. Garcés regresó entonces a Medicina Legal y lo remitieron a la oficina de asignaciones de la Fiscalía para averiguar el caso. Allí, un funcionario le confirmó lo impensable: “La Fiscalía ordenó la exhumación por solicitud de la familia de Fernando”.
El tiempo empezó a pasar. En junio asignaron como fiscal a Lavinia Soledad Holguín. La servidora informó que cuando exhumaron al ingeniero Fernando Gómez no estaba en ese cargo y aseguró que estaba estudiando el caso. De manera extraoficial en Medicina Legal informaron que la exhumación tenía inconsistencias. Un funcionario indicó que cuando el cuerpo llego a la entidad forense, la Fiscalía no entregó el documento que acreditaba las razones del procedimiento. Tampoco la historia clínica. Además, señalaron que ya habían enviado un informe preliminar de la necropsia, en donde no se encontró rastro toxicológico en el cuerpo.
El pasado 10 de julio, la fiscal Lavinia Holguín ratificó oficialmente sobre lo que ha sucedido. Señaló que el caso se encuentra en indagación por una denuncia que presentaron los hijos de Fernando Gómez Angulo. Luego se ordenó la exhumación y se solicitó un nuevo análisis de Medicina Legal. En este sentido dijo que esa entidad pidió más información para dar un concepto definitivo.
Frente a la entrega del cuerpo, explicó que existen dos solicitudes: del hijo Santiago Fernando Gómez Menéndez y de la pareja John Fredy Garcés Vanegas. Para la funcionaria judicial, mediante una audiencia pública que se convocará en los próximos días, un juez deberá decidir a quién se le entrega, porque todos tienen derecho. Con respecto al trato homofóbico que Garcés recibió de un funcionario de la Fiscalía, Holguín señaló que está atenta a las indagaciones.
Con la respuesta, John Fredy siguió en su lucha para recuperar el cuerpo de su pareja. En julio instauró una tutela en el Tribunal Superior de Bogotá, pero le fue negada, argumentando, entre otros asuntos, que la petición ya había sido respondida por la Fiscalía de la Unidad de Vida que lleva el proceso. El asunto pasó a la Corte Constitucional, a la espera de ser seleccionada. El caso también fue radicado en la Procuraduría y ante el Consejo Superior de la Judicatura.
Esta semana se cumplen cinco meses de la exhumación del cuerpo del ingeniero Fernando Gómez Angulo. Su pareja John Fredy Garcés Vanegas, con quien convivió 23 años, sigue esperando para volver a sepultarlo como lo hizo en noviembre de 2012. Tiene miedo y dice que ha recibido amenazas. La familia del fallecido considera que Garcés lo asesinó. Un apartamento y una pensión de $6 millones están en disputa. La justicia, como siempre lenta, tiene la última palabra. El ingeniero aún no descansa en paz.
La versión de la hija del ingeniero Gómez
“Me vine a enterar de que el cuerpo de mi padre fue exhumado hace más o menos un mes. Fui informada por una tercera persona de lo que pasó. Saber que mi madre y mis hermanos presentaron una denuncia por el homicidio de mi progenitor fue muy doloroso para mí”: de esta manera explicó Andrea Gómez Menéndez la referencia del caso que involucra a su madre y hermanos respecto al cuerpo de su padre.
“No tengo nada que ver con ellos. Desde hace mucho tiempo no hablo con ninguno de mi familia y por lo tanto no sé cuáles fueron las razones que los llevaron a presentar la denuncia ante las autoridades”, resaltó.
La hija del ingeniero Gómez indicó que una vez falleció su padre realizó los trámites con el propósito de acceder a la sustitución pensional que le corresponde en consideración a que es una persona que tiene una discapacidad permanente. “No me he metido en nada de eso”, manifestó.
La huella de la historia clínica
El pasado 29 de agosto le fueron entregados al Instituto de Medicina Legal trece documentos para certificar cuál fue la evolución médica de Fernando Gómez Angulo. Entre los documentos suministrados a la entidad forense está la orden de atención al paciente expedida por el hospital San Ignacio, en donde se hace la valoración y el manejo de cuidados paliativos de Gómez. También se aportó la historia clínica electrónica, epicrisis, expedida por la misma institución, con fecha 30 de julio de 2012. Otros papeles entregados fueron la historia clínica de la IPS Javesalud, las instrucciones de egreso hospitalario, la contrarreferencia de medicina interna y la consulta médica domiciliaria también de la IPS Javesalud.
Los derechos violados según Garcés
Cuando la pareja del fallecido y comerciante de joyas John Fredy Garcés entabló una acción de tutela ante el Tribunal Superior de Bogotá, con el propósito de lograr que le entregaran el cuerpo de su pareja, señaló que se le habían violado los derechos fundamentales al libre desarrollo de la personalidad, a la honra, a la igualdad, al debido proceso, libertad de conciencia y a que nadie será sometido a tratos degradantes. De igual manera, adjuntó jurisprudencia de la Corte Constitucional Sentencia T-248/12, sobre el principio de igualdad y no discriminación. Adjuntó también la Ley 1098 de 2006 sobre adopción y las sentencias C-075 y C-811 de 2007; C-336 y C-798 de 2008, así como la Sentencia C-029 de 2009 sobre parejas del mismo sexo.
El pasado 23 de abril, un equipo forense de la Fiscalía irrumpió en el cementerio Jardines de Paz, ubicado al norte de Bogotá. Casi sin mediar palabra, acudieron a la oficina del gerente con una petición para exhumar el cuerpo del ingeniero de 62 años Fernando Gómez Angulo. La misión de los peritos era trasladar el cadáver al Instituto de Medicina Legal a fin de precisar si fue o no asesinado por su pareja John Fredy Garcés Vanegas, con quien convivió 23 años. Hoy, cinco meses después de la exhumación, el cuerpo de Gómez permanece en una nevera de la entidad forense, a la espera de que la justicia defina si se trató o no de un homicidio.
El ingeniero Gómez Angulo había sido sepultado el 11 de noviembre 2012. Falleció luego de una agonía de más de cinco años generada por una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Era un paciente que durante la mayor parte de su vida fumó dos paquetes de cigarrillos diarios y cuando empezó su rehabilitación fue tarde. Al sepelio asistieron sus dos familias. Una representada por su esposa Adela y Santiago, uno de sus cuatro hijos, y la otra por su cónyuge John Fredy, un comerciante de joyas de 41 años de edad.
Desde el mismo día de las exequias hubo pullas entre las familias por los bienes del difunto. Un presagio de que todo iba a terminar mal. De por medio estaban unos saldos menores en cuentas bancarias, una finca embargada en las afueras de Bogotá, dos pensiones —una de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB), donde el ingeniero Gómez Angulo trabajó casi toda su vida, y otra de Colpensiones— y un pequeño apartamento ubicado en el barrio Palermo de la capital, cerca de una zona universitaria.
Un conflicto mayor en donde todos creen tener derechos sobre las propiedades. La esposa, por tratarse de un matrimonio que no se disolvió formalmente. Los cuatro hijos mayores de edad que vivieron parte de su vida en el exterior, entre ellos una mujer discapacitada. Una disputa contractual con John Fredy, su compañero de dos más de dos décadas, con quien registró su unión marital de hecho de pareja del mismo sexo el 10 de mayo de 2011 en la Notaría 65 de Bogotá.
La unión
Casi desde la adolescencia, John Fredy Garcés Vanegas entendió su condición sexual. No así su padre, quien ebrio lo increpaba frecuentemente por ser gay. Era la década de los ochenta y en el conjunto residencial Torres del Parque, en pleno centro de Bogotá, vivía la familia Garcés. Allí habitaban familias, estudiantes, parejas, extranjeros y por supuesto personas solas. Justo al frente de su apartamento, cuando comenzaban los 90, llegó el ingeniero Gómez Angulo, quien para esa época tenía 42 años de edad.
Aburrido por los reclamos de su padre y a veces de sus hermanos y mamá y con sólo 17 años, John Fredy pensó en abandonar su casa. No obstante, conoció y se enamoró de su vecino que habitába en el apartamento del frente y desde enero de 1991 tomaron la decisión de convivir. Paradójicamente, desde entonces el papá de John reconsideró la posición frente a su hijo. La condición sexual de la pareja, la diferencia de edad entre ellos de 25 años o sus opuestas formas de pensar, no fueron obstáculo para que su padre aceptara la unión. “Ferchito se convirtió en uno más de la casa, mi padre lo aceptó y fueron buenos amigos”, recuerda John Fredy Garcés.
En la familia del ingeniero Gómez el entorno también era de cierta aceptación, aunque el factor financiero siempre parecía ser detonante. No disolvió en papeles su matrimonio con Adela Menéndez Vallserra. Luego de la unión con el joven, siguió apoyándola económicamente. Una ayuda que también se hizo extensiva a sus cuatro hijos, José María, Tatiana, Santiago y Andrea, quienes además de la nacionalidad colombiana, también tienen la española. Mientras estuvieron trabajando y estudiando en Inglaterra y España, los recursos de su padre fueron uno de los soportes, ya que a todos les hacía giros desde Colombia.
Entre 1991 y 2007, John y Fernando construyeron una relación sólida y sin dificultades. “Él era todo para mi. Era mi compañero, mi padre, vivíamos muy bien, fueron años muy felices”, recuerda John. Mientras Fernando trabajaba en la subgerencia de operaciones de la ETB y se las ingeniaba en actividades agrícolas, su pareja se dedicó a estudiar y a consolidar su actividad de comerciante en joyas y artículos de numismática. “Estábamos planeando nuestras vidas y ya teníamos previstas muchas actividades para cuando él se pensionara”, destaca Garcés.
Un diagnóstico
En 2008 llegó el momento esperado. La ETB pensionó al ingeniero, a los 62 años era suficiente trabajo. Pero con la dicha llegó la desgracia. Casi cuando la pareja salía de la empresa de conocer la noticia, un fuerte ataque de tos tuvo a Gómez Angulo a punto del desmayo. El síntoma se volvió reiterativo. Cada vez que salían, la fatiga y la tos le obstaculizaban la respiración. Fernando no pudo disfrutar de su pensión.
“Deje el cigarrillo o se muere. Si las cosas siguen así, tiene entre cuatro y seis años de vida”, fue el crudo diagnóstico de su médico en el hospital San Ignacio. No era para menos, los resultados arrojaron un daño severo en los pulmones conocido como Epoc. Una enfermedad que causa dificultad para respirar y con el paso del tiempo empeora. El ingeniero entendió la gravedad del asunto, le cogió fobia al cigarrillo, mejoró sus hábitos y hasta comenzó a hacer ejercicio.
En 2009, el asunto se complicó para Fernando pese a la atención especializada que recibió en la Nueva EPS. Por eso, John se convirtió en su enfermero con un hospital en casa. Bala de oxígeno las 24 horas del día, cánulas, nebulizaciones, inhaladores y terapias se convirtieron en los insumos del día a día para preservar la vida. Entre tanto, sus hijos que permanecían fuera del país lo llamaban esporádicamente y su exesposa Adela poco aparecía, excepto cuando se trataba de asuntos económicos, relató Garcés en diálogo con El Espectador.
La crisis médica se profundizó. En julio de 2010 Fernando afrontó una neumonía que lo internó en la unidad de cuidados intensivos durante un mes. Se recuperó, pero por su frágil estado y para evitar una infección, los médicos determinaron la atención asistencial en su domicilio. Los aumentos de oxígeno, llegaron al máximo nivel que puede recibir un paciente. Del apartamento desaparecieron los tapetes, cobijas, persianas, manteles, todo lo que pudiera aglutinar polvo y bacterias. Para las esporádicas visitas que recibía de algunos familiares era obligatorio usar tapabocas y jabón desinfectante.
En medio de la soledad, los vecinos del barrio Palermo, los médicos del programa de Neumología del hospital San Ignacio y algunos funcionarios de la Nueva EPS se convirtieron en el apoyo de John Fredy. En 2011 y 2012 Fernando ingresó de urgencia no menos de cuatro veces al hospital. Hacia agosto de 2012 entró en fase terminal y fue entonces cuando recibió orden para recibir cuidados paliativos. Conectado las 24 horas del día a una bala de oxígeno, le hicieron una traqueostomía (incisión en la tráquea para respirar mejor), era alimentado con pitillo y de tanto estar acostado se escaró la espalda.
El 10 de noviembre de 2012, ante la difícil situación médica del ingeniero Fernando, una de sus hijas llamó desde Londres a John y le recomendó una sanadora naturista. La especialista Yenny Ruiz atendió a Fernando, le hizo acupuntura y le suministró una pastilla importada de Alemania. El ingeniero, en presencia de su hijo Santiago, pareció relajarse, pero a los pocos minutos John vio que tenía los pies hinchados y fríos, le tocó la cara, tenía las pupilas dilatadas y notó que había fallecido. Luego llegaron los paramédicos y el médico de la Fiscalía y certificaron que la causa de la muerte, palabras más, palabras menos, era derivada de sus graves antecedentes de salud.
El cuerpo
El domingo 11 de noviembre el cuerpo de Fernando llegó a una funeraria del norte de Bogotá. John, su pareja, quiso que esposa e hijos le ayudaran con los gastos de las exequias, pero no lo logró. Lo sepultaron ese día en Jardines de Paz. Desde esa fecha, todos los domingos lo visitaba. “Le puse la mejor lápida, flores, poda, pagaba el mantenimiento al año”, recuerda. Sin embargo, después de la exequias y con el paso de los días, empezaron las diferencias por los bienes. En suma, la finca quedó en manos de los hijos y la esposa, al igual que los saldos bancarios. La mitad de una pensión quedó en poder de una hija discapacitada. Pero el apartamento quedó a nombre de un tercero, lo cual generó la ira de una de las hijas del ingeniero.
Entonces vino la sorpresa. El 27 de abril de 2014, cuando John Fredy Garcés llegó al cementerio como todos los domingos la tumba estaba destrozada. Cuatro días antes, la Fiscalía 34 de la Unidad de Vida había exhumado el cuerpo para aclarar si se trató de un homicidio, según denuncia que radicó la familia del ingeniero contra su pareja. Desde entonces, la vida de John Garcés se convirtió en un infierno.
Reclamó en el cementerio y allí le dijeron que cumplían órdenes de la justicia. Fue a Medicina Legal y entregó copia de la historia clínica y nada le solucionaron. Acudió a la Fiscalía 34 y Édgar Rodríguez, asistente de la fiscal, negó que se hubiera hecho la exhumación, no recibió documentos del caso para radicar e informó que el despacho estaba sin fiscal en ese momento. Garcés regresó entonces a Medicina Legal y lo remitieron a la oficina de asignaciones de la Fiscalía para averiguar el caso. Allí, un funcionario le confirmó lo impensable: “La Fiscalía ordenó la exhumación por solicitud de la familia de Fernando”.
El tiempo empezó a pasar. En junio asignaron como fiscal a Lavinia Soledad Holguín. La servidora informó que cuando exhumaron al ingeniero Fernando Gómez no estaba en ese cargo y aseguró que estaba estudiando el caso. De manera extraoficial en Medicina Legal informaron que la exhumación tenía inconsistencias. Un funcionario indicó que cuando el cuerpo llego a la entidad forense, la Fiscalía no entregó el documento que acreditaba las razones del procedimiento. Tampoco la historia clínica. Además, señalaron que ya habían enviado un informe preliminar de la necropsia, en donde no se encontró rastro toxicológico en el cuerpo.
El pasado 10 de julio, la fiscal Lavinia Holguín ratificó oficialmente sobre lo que ha sucedido. Señaló que el caso se encuentra en indagación por una denuncia que presentaron los hijos de Fernando Gómez Angulo. Luego se ordenó la exhumación y se solicitó un nuevo análisis de Medicina Legal. En este sentido dijo que esa entidad pidió más información para dar un concepto definitivo.
Frente a la entrega del cuerpo, explicó que existen dos solicitudes: del hijo Santiago Fernando Gómez Menéndez y de la pareja John Fredy Garcés Vanegas. Para la funcionaria judicial, mediante una audiencia pública que se convocará en los próximos días, un juez deberá decidir a quién se le entrega, porque todos tienen derecho. Con respecto al trato homofóbico que Garcés recibió de un funcionario de la Fiscalía, Holguín señaló que está atenta a las indagaciones.
Con la respuesta, John Fredy siguió en su lucha para recuperar el cuerpo de su pareja. En julio instauró una tutela en el Tribunal Superior de Bogotá, pero le fue negada, argumentando, entre otros asuntos, que la petición ya había sido respondida por la Fiscalía de la Unidad de Vida que lleva el proceso. El asunto pasó a la Corte Constitucional, a la espera de ser seleccionada. El caso también fue radicado en la Procuraduría y ante el Consejo Superior de la Judicatura.
Esta semana se cumplen cinco meses de la exhumación del cuerpo del ingeniero Fernando Gómez Angulo. Su pareja John Fredy Garcés Vanegas, con quien convivió 23 años, sigue esperando para volver a sepultarlo como lo hizo en noviembre de 2012. Tiene miedo y dice que ha recibido amenazas. La familia del fallecido considera que Garcés lo asesinó. Un apartamento y una pensión de $6 millones están en disputa. La justicia, como siempre lenta, tiene la última palabra. El ingeniero aún no descansa en paz.
La versión de la hija del ingeniero Gómez
“Me vine a enterar de que el cuerpo de mi padre fue exhumado hace más o menos un mes. Fui informada por una tercera persona de lo que pasó. Saber que mi madre y mis hermanos presentaron una denuncia por el homicidio de mi progenitor fue muy doloroso para mí”: de esta manera explicó Andrea Gómez Menéndez la referencia del caso que involucra a su madre y hermanos respecto al cuerpo de su padre.
“No tengo nada que ver con ellos. Desde hace mucho tiempo no hablo con ninguno de mi familia y por lo tanto no sé cuáles fueron las razones que los llevaron a presentar la denuncia ante las autoridades”, resaltó.
La hija del ingeniero Gómez indicó que una vez falleció su padre realizó los trámites con el propósito de acceder a la sustitución pensional que le corresponde en consideración a que es una persona que tiene una discapacidad permanente. “No me he metido en nada de eso”, manifestó.
La huella de la historia clínica
El pasado 29 de agosto le fueron entregados al Instituto de Medicina Legal trece documentos para certificar cuál fue la evolución médica de Fernando Gómez Angulo. Entre los documentos suministrados a la entidad forense está la orden de atención al paciente expedida por el hospital San Ignacio, en donde se hace la valoración y el manejo de cuidados paliativos de Gómez. También se aportó la historia clínica electrónica, epicrisis, expedida por la misma institución, con fecha 30 de julio de 2012. Otros papeles entregados fueron la historia clínica de la IPS Javesalud, las instrucciones de egreso hospitalario, la contrarreferencia de medicina interna y la consulta médica domiciliaria también de la IPS Javesalud.
Los derechos violados según Garcés
Cuando la pareja del fallecido y comerciante de joyas John Fredy Garcés entabló una acción de tutela ante el Tribunal Superior de Bogotá, con el propósito de lograr que le entregaran el cuerpo de su pareja, señaló que se le habían violado los derechos fundamentales al libre desarrollo de la personalidad, a la honra, a la igualdad, al debido proceso, libertad de conciencia y a que nadie será sometido a tratos degradantes. De igual manera, adjuntó jurisprudencia de la Corte Constitucional Sentencia T-248/12, sobre el principio de igualdad y no discriminación. Adjuntó también la Ley 1098 de 2006 sobre adopción y las sentencias C-075 y C-811 de 2007; C-336 y C-798 de 2008, así como la Sentencia C-029 de 2009 sobre parejas del mismo sexo.