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                                                                                                                                La guerra de carteles

                                                                                                                                La exagerada violencia de Pablo Escobar Gaviria fue la razón que precipitó las guerras intestinas entre los carteles del narcotráfico.

                                                                                                                                Redacción Ipad

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Desde el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, en abril de 1984, ya había sectores del narcotráfico que no compartían la guerra contra el Estado. La oposición creció cuando Escobar y su círculo más cercano agregaron a su lista de víctimas al coronel de la Policía Jaime Ramírez Gómez y al director de El Espectador Guillermo Cano Isaza. Pero también Escobar Gaviria tuvo claro desde el principio que todo aquel que se opusiera a sus designios criminales lo iba a pagar con la muerte.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Y no sólo murieron Hernán Valencia y Pablo Correa Arroyave. Otro de los asociados, Rodrigo Murillo, corrió la misma suerte. Un cuñado de los Ochoa llamado Alonso Cárdenas también fue secuestrado. Era la época en que Pablo Escobar consolidaba una estructura que con el correr de los años tomó el nombre de oficina de cobro. En otras palabras, obligar a todo aquel que estuviera comprometido en alguna actividad delincuencial en los territorios de su influencia, a contribuir con dinero a la causa de los Extraditables.

                                                                                                                                A lo largo de 1987, fueron varios los narcotraficantes o aliados asesinados por la propia organización. Pero la mayor dificultad la representaban los capos de Cali y el norte del Valle. Gonzalo Rodríguez Gacha y los Ochoa Vásquez nunca se apartaron de sus directrices, pero los Rodríguez Orejuela, Santacruz Londoño y Helmer “Pacho” Herrera pensaban otra cosa. Frente a este último, de tiempo atrás existía una clara rivalidad. Desde la época en que “Pacho” Herrera era un experto lavador, Escobar era su contradictor.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Cuando las autoridades llegaron al sitio de la explosión se encontraron con una sorpresa: salvo el penthouse del edificio, ninguna de los otros apartamentos estaba ocupado, pero en cada piso había un derroche de lujo. En el parqueadero sólo vehículos de colección, motocicletas y hasta una limosina Mercedes Benz. En cada uno de los niveles, toda una galería de arte con cuadros originales de pintores nacionales e internacionales. El edificio Mónaco era, ni más ni menos, el búnker privado de Pablo Escobar Gaviria y de su familia.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Con el tiempo se supo que Pablo Escobar había estado en el inmueble, pero que antes de que amaneciera lo abandonó junto con sus escoltas. Cuando explotó el carro bomba, sólo estaban en el edificio su esposa María Victoria Henao, sus dos hijos Manuela y Juan Pablo, dos empleadas del servicio y dos personas más. Se salvaron de milagro pero el inmueble quedó inhabitable. “Esto se parece a Beirut” fue el comentario del entonces alcalde de Medellín William Jaramillo cuando se percató de lo que estaba sucediendo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El bombazo contra el edificio Mónaco fue el comienzo de una guerra a muerte entre los dos carteles de la droga, con masacres, asesinatos selectivos, bombas, traiciones, mercenarios y delaciones de por medio. Hasta el final de sus días, Pablo Escobar tuvo que confrontar a sus homólogos de Cali, pero en ese momento, cuando también libraba una dura confrontación con el Estado, provocó que el capo de capos pusiera en marcha otra de sus acostumbradas estrategias: el secuestro de líderes políticos.
                                                                                                                                 

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Desde el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, en abril de 1984, ya había sectores del narcotráfico que no compartían la guerra contra el Estado. La oposición creció cuando Escobar y su círculo más cercano agregaron a su lista de víctimas al coronel de la Policía Jaime Ramírez Gómez y al director de El Espectador Guillermo Cano Isaza. Pero también Escobar Gaviria tuvo claro desde el principio que todo aquel que se opusiera a sus designios criminales lo iba a pagar con la muerte.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Y no sólo murieron Hernán Valencia y Pablo Correa Arroyave. Otro de los asociados, Rodrigo Murillo, corrió la misma suerte. Un cuñado de los Ochoa llamado Alonso Cárdenas también fue secuestrado. Era la época en que Pablo Escobar consolidaba una estructura que con el correr de los años tomó el nombre de oficina de cobro. En otras palabras, obligar a todo aquel que estuviera comprometido en alguna actividad delincuencial en los territorios de su influencia, a contribuir con dinero a la causa de los Extraditables.

                                                                                                                                A lo largo de 1987, fueron varios los narcotraficantes o aliados asesinados por la propia organización. Pero la mayor dificultad la representaban los capos de Cali y el norte del Valle. Gonzalo Rodríguez Gacha y los Ochoa Vásquez nunca se apartaron de sus directrices, pero los Rodríguez Orejuela, Santacruz Londoño y Helmer “Pacho” Herrera pensaban otra cosa. Frente a este último, de tiempo atrás existía una clara rivalidad. Desde la época en que “Pacho” Herrera era un experto lavador, Escobar era su contradictor.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Cuando las autoridades llegaron al sitio de la explosión se encontraron con una sorpresa: salvo el penthouse del edificio, ninguna de los otros apartamentos estaba ocupado, pero en cada piso había un derroche de lujo. En el parqueadero sólo vehículos de colección, motocicletas y hasta una limosina Mercedes Benz. En cada uno de los niveles, toda una galería de arte con cuadros originales de pintores nacionales e internacionales. El edificio Mónaco era, ni más ni menos, el búnker privado de Pablo Escobar Gaviria y de su familia.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Con el tiempo se supo que Pablo Escobar había estado en el inmueble, pero que antes de que amaneciera lo abandonó junto con sus escoltas. Cuando explotó el carro bomba, sólo estaban en el edificio su esposa María Victoria Henao, sus dos hijos Manuela y Juan Pablo, dos empleadas del servicio y dos personas más. Se salvaron de milagro pero el inmueble quedó inhabitable. “Esto se parece a Beirut” fue el comentario del entonces alcalde de Medellín William Jaramillo cuando se percató de lo que estaba sucediendo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El bombazo contra el edificio Mónaco fue el comienzo de una guerra a muerte entre los dos carteles de la droga, con masacres, asesinatos selectivos, bombas, traiciones, mercenarios y delaciones de por medio. Hasta el final de sus días, Pablo Escobar tuvo que confrontar a sus homólogos de Cali, pero en ese momento, cuando también libraba una dura confrontación con el Estado, provocó que el capo de capos pusiera en marcha otra de sus acostumbradas estrategias: el secuestro de líderes políticos.
                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Redacción Ipad

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