Las pruebas que inculpan a Orion Deep, el influencer detenido por delitos sexuales
El Espectador accedió al testimonio de tres de las posibles víctimas de este estadounidense de origen indio y a otras pruebas de cómo operaba en Colombia. Fue capturado en Bogotá por explotación sexual y pornografía con menores de edad.
Natalia Herrera Durán
Hace ocho días, el domingo 20 de agosto, fue capturado en el aeropuerto El Dorado en Bogotá el estadounidense de origen indio Krishan Agarwal, de 44 años. Los posibles delitos: explotar sexualmente a cambio de dinero a menores de edad, grabarlas con fines pornográficos y suministrarles drogas, de acuerdo con las pesquisas de las autoridades de Estados Unidos y Colombia. Su nombre no le dice nada a los más de tres millones de seguidores que tiene en Instagram o al millón que tiene en X o Twitter. En sus redes sociales, Agarwal se llama Orion Deep y es reconocido y consultado para conferencias y medios de comunicación en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica como un experimentado “veterano” en el emergente y opaco mundo de las criptomonedas.
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Hace ocho días, el domingo 20 de agosto, fue capturado en el aeropuerto El Dorado en Bogotá el estadounidense de origen indio Krishan Agarwal, de 44 años. Los posibles delitos: explotar sexualmente a cambio de dinero a menores de edad, grabarlas con fines pornográficos y suministrarles drogas, de acuerdo con las pesquisas de las autoridades de Estados Unidos y Colombia. Su nombre no le dice nada a los más de tres millones de seguidores que tiene en Instagram o al millón que tiene en X o Twitter. En sus redes sociales, Agarwal se llama Orion Deep y es reconocido y consultado para conferencias y medios de comunicación en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica como un experimentado “veterano” en el emergente y opaco mundo de las criptomonedas.
“Blancas, niñas, de la comuna, sin cicatrices, sin tatuajes y sin hijos”. Así recuerda Katherine* que Orion Deep buscaba a las jóvenes en Medellín para pagar servicios sexuales a cambio de dinero. Decía que le gustaban delgadas, sin vellos, sin senos ni glúteos, y que no quería afros ni morenas. Cuando lo conoció, Katherine iba a cumplir 15 años y en su casa, una de las comunas vulnerables de Medellín, lo único que sobraba eran las necesidades económicas.
Deep la contactó a través de la red social Facebook y le ofreció trabajo como su asistente personal. Le habló de su naciente fama, le dijo que era un ejecutivo en finanzas, que trabajaba mucho, y que no tenía tiempo para hacer “cosas normales” y que por eso necesitaba a alguien que le ayudara principalmente con dos asuntos. El primero, llevar a cabo tareas sencillas, como hacer mercado, o buscar documentos o temas relacionados con sus populares redes sociales. Y el segundo, y más importante, ayudarlo a socializar con mujeres, porque aseguraba que era muy tímido. El pago sería de $20.000 pesos por hora, ocho horas al día de lunes a viernes. Ella accedió motivada porque necesitaba ingresos para llevar a su casa y siendo menor de edad no era fácil conseguir trabajo.
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Fue en ese empleo que Katherine empezó a conocer a Deep en detalle. A darse cuenta de su personalidad narcisista, de su vanidad extrema para verse mejor en redes sociales, de su obsesión por estar delgado y parecer más joven de lo que era. Fue así como supo también de las cirugías estéticas que se hizo para dejar atrás su fenotipo indio y parecer más anglosajón, más “americano”: el cambio de color de sus ojos oscuros por el verde azulado, el aclaramiento de su piel y la tintura de tono rubio para esconder su pelo oscuro. También conoció su adicción al tusi que se vende en Medellín (la peligrosa mezcla de drogas sintéticas) y a los opioides, como el fentanilo farmacéutico (que dejó en 2021 cerca de cien mil muertos por sobre dosis en Estados Unidos), el clonazepam y la oxicodona. Los pedía a través de la “dark web” y se la enviaban por correo certificado hasta su apartamento en Medellín.
“Otra cosa que hacía mucho es que él se iba al metro de Medellín, varias veces por semana, porque decía que esa era la forma más fácil de conseguir novia o chicas. Se montaba al metro dentro de las estaciones de Envigado hacia Bello, rumbo a las comunas y así engañaba peladitas”, menciona Katherine. Pronto, esta joven también conoció los planes delictivos que este estadounidense tenía en Colombia: Orion Deep buscaba crear una empresa webcam, para lucrarse de los videos de los encuentros sexuales que sostenía a cambio de dinero con menores de edad. A todas les mandaría a hacer cédulas falsas en Bogotá para evadir los controles de las autoridades, como la que mandó a hacer de él mismo, bajo el nombre de Orion Michael Deep.
“Me mostró el anuncio de la empresa de modelaje webcam y me dijo que por favor los imprimiera y los pegara y repartiera en las comunas. También me indicó que el primer pago que les daría por el video porno sería de $250.000 pesos y que iría aumentando el valor si volvían al estudio a grabar. Yo era un puente para que él pudiera acceder sexualmente a niñas pobres y vulnerables de las comunas”, dice Katherine. Era el año 2021. Aunque Katherine se alejó de Deep antes de que concretara su plan, hay otras víctimas que darían cuenta de que Deep sí filmó videos pornográficos de otras menores de edad.
Este diario estableció que el universo de casos de explotación sexual de menores a cambio de dinero de Orion Deep, especialmente en Medellín, puede ser muy grande. De hecho, de acuerdo con los registros de Cancillería, entró al país 27 veces. El Espectador identificó a cuatro de sus posibles víctimas y pudo hablar con tres. “Una vez estaba abriendo los cajones de la mesa del televisor y encontré una bolsa tejida llena de ropa interior, lencería sensual y extrovertida de tallas muy pequeñas, y cuando las saqué encontré un gancho que realmente tenía una cámara escondida. Yo vi el lente y el botón para encender y apagar. En ese instante pensé, Dios mío, ya me debió haber grabado a mí también y así debió grabar a muchas otras sin su consentimiento”, señaló una de ellas.
Otra de ellas tenía 15 cuando la contactó por Facebook hace tres años para tener encuentros sexuales pagados: “Él me empezó a hablar y me mandó fotos y videos. Tenía un mensaje ya construido que se lo mandaba a todas donde decía cuánto daba. Yo solo fui dos veces y después no quise volver y él me dijo que le presentara amigas y que si conocía de 14 años”, dice Jessica*.
Jessica (como las demás posibles víctimas de Deep que contactó este diario) viene de una familia rota, sin una figura paterna presente, y con muy pocos ingresos económicos. Entró al mundo de la prostitución siendo una niña, al ver que su hermana de 20 podía conseguir de esa forma bienes y pequeños lujos que nadie tenía en su casa: “yo no me sentía feliz, me sentía usada, me sentía mal cuando hacía esto, pero cuando volvía con plata para comprarme mis cosas y las de mi sobrina volvía a caer”. Para ella esto pasa todos los días en Medellín y otras ciudades de Colombia porque hay hombres nacionales y extranjeros que se aprovechan de la pobreza y falta de oportunidades de las niñas para satisfacer sus deseos sexuales a toda costa.
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Por estas y otras conductas, que reposan en su expediente, el juzgado 22 penal, con función de control de garantías determinó esta semana que Orion Deep deberá permanecer privado de la libertad en la cárcel de Bello, Antioquia, mientras avanza su proceso penal.
Su caso se suma al de otros estadounidenses que están siendo investigados, procesados o fueron condenados por explotar sexualmente a niñas, jóvenes o mujeres en Colombia. El país atraviesa una emergencia sin precedentes por este delito, sin que haya políticas efectivas que prevengan y desestimulen su demanda. El subregistro de casos es enorme. Pero las pocas cifras que hay muestran el preocupante aumento, según la Subdirección de Gobierno y Gestión Territorial y Lucha contra la Trata, del Ministerio del Interior.
*Los nombres reales fueron protegidos por razones de identidad y seguridad.
*Si es víctima de abuso o explotación sexual por algún ciudadano estadounidense y busca apoyo, puede contactar a ourrescue.org.
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