Tesoros arqueológicos bajo las carreteras colombianas
La ANI reveló que en los proyectos 4G se han hallado más de dos millones de piezas arqueológicas, entre vasijas, cerámicas, hachas, joyas, obras de orfebrería, figuras de piedra e incluso cientos de enterramientos humanos. Antropólogos expertos explican cuáles son los riesgos y las oportunidades de este proceso.
Juan Miguel Hernández Bonilla
Mónica Rivera Rueda
Unas 700 piezas de un collar precolombino
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Unas 700 piezas de un collar precolombino
El arqueólogo colombiano Juan Carlos Agudelo recuerda con emoción cuando uno de sus compañeros descubrió 700 piezas de un collar precolombino y varias figuras de barro en un pequeño hueco de menos de 40 centímetros de área. Realizaban excavaciones preliminares para la construcción de un proyecto de infraestructura en el departamento del Cesar, cuando debajo de la tierra, a menos de un metro de profundidad, apareció un pedacito de un enorme yacimiento perteneciente a una comunidad indígena de la zona. El hallazgo, cuenta Agudelo, terminó siendo una aldea prehispánica con cientos de riquezas arqueológicas desconocidas.
Agudelo y su equipo trabajan en una empresa que lleva décadas diseñando programas de arqueología preventiva para que los proyectos de carreteras identifiquen, rescaten y preserven posibles objetos que se encuentren en la tierra antes de comenzar las obras. “Nuestro objetivo es eliminar los impactos nocivos que pueda tener una construcción sobre los bienes del Patrimonio Arqueológico de la Nación”, explica Agudelo. Su empresa ha estado a cargo de la revisión de arqueología preventiva de más de 150 kilómetros de carreteras en el país, y su testimonio ayuda a entender cómo se han encontrado cerca de dos millones y medio de piezas arqueológicas desde que comenzaron los proyectos 4G, según informó esta semana la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI).
Diego Morales, vicepresidente de Planeación, Riesgos y Entorno de la ANI, explicó que son 2’487.469 hallazgos, localizados en 420 sitios arqueológicos, en 21 de las 29 carreteras 4G del país (ver infografía). De acuerdo con Morales, se han descubierto vasijas, hachas, rastros de viviendas, cerámicas, obras de orfebrería, figuras de piedra y madera e incluso cientos de enterramientos humanos de distintos pueblos indígenas. Las troncales con más hallazgos son la Perimetral de Oriente de Cundinamarca, sobre el tramo tres entre Sesquilé y Cáqueza, con más de un millón de hallazgos, y la autopista conexión Pacífico 3, desde La Virginia, en Risaralda, hasta La Pintada, en Antioquia, donde se encontraron 35,7 toneladas de material arqueológico, incluidas 5.000 cerámicas completas (ver mapa).
Colombia está llena de vestigios milenarios
A pesar de la enorme cantidad de piezas encontradas en las carreteras, varios antropólogos afirman que en Colombia estos hallazgos arqueológicos son normales y frecuentes, solo que no siempre se les da la importancia que merecen. Carlo Emilio Piazzini, investigador del Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia y exdirector del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) entre 2008 y 2011, insiste en que Colombia es producto de procesos históricos que se remontan por lo menos 16.000 años atrás, cuando el territorio fue habitado por grupos sociales que dejaron objetos de su vida cotidiana y sus rituales funerarios. “Prácticamente en donde se remueve tierra para vías, gasoductos u oleoductos se encontrarán vestigios milenarios”, dice Piazzini.
La clave, sin embargo, no está solo en la cantidad de objetos encontrados, sino su proceso de rescate, preservación y análisis. El antropólogo Ancízar Sánchez, experto en arqueología preventiva para obras de infraestructura, explica que a veces las empresas que construyen carreteras creen que el trabajo es sacar, contar y entregar objetos. “Los museos están llenos de objetos arqueológicos, ya no sabemos qué hacer con tantas piezas, hay que estudiarlas para entender cómo vivían nuestros antepasados”. Sánchez dice que cuando se saca una ollita del piso de donde estaba enterrada se puede descontextualizar la información arqueológica. “La olla por sí misma nos dice que ahí cocinaban, pero los manchones negros del suelo cercano nos muestran qué tan grande era el fogón y cuánta gente vivía ahí. Los huesitos de animales que muchas veces están al lado nos ayudan a entender la dieta de la comunidad, a saber cuál era su talla”.
Su argumento es que muchas veces en el afán de las empresas por construir, las interpretaciones se dejan de lado. “Está bien que hayan encontrado dos millones de piezas, ahora hace falta una buena investigación que dé un sentido a esos objetos. La idea de recuperarlos es explicar y entender a quién le pertenecían”, explica Sánchez. Y concluye: “Este es el sentido de la arqueología”. El profesor Piazzini coincide y plantea un símil interesante: “Un yacimiento es como un libro. El libro puede tener hojas arrancadas, manchadas e ilegibles, o puede estar en buen estado. Muchas veces se dice: qué olla tan linda se encontró, pero esos hallazgos son como las letras, no las podemos leer sin el contexto, que en este caso es el sitio donde estaba, la posición que tenía y lo que había alrededor, por eso debemos excavar con cuidado”.
Palas, palines y palustres
El proceso de arqueología preventiva que deben hacer todas las empresas que van a construir obras de infraestructura en Colombia es actualmente supervisado por el Icanh, y tiene cinco pasos principales. El primero, el diagnóstico arqueológico, consiste en hacer un acercamiento documental al territorio con programas de computador e información académica para identificar cuáles son los posibles objetos, las temporalidades y los grupos indígenas prehispánicos que se podrían encontrar a lo largo de la obra.
Una vez esté listo ese estudio, y aprobado el permiso por el Icanh, se hace la prospección en terreno, algo así como una evaluación directa del suelo. “Hacemos pequeños pozos de sondeos de 40 por 40 centímetros y menos de un metro de profundidad en puntos específicos de la ruta”, explica el antropólogo Juan Carlos Agudelo. Fue en esa etapa en la que él y su equipo encontraron las 700 piezas del collar y las figuras de barro que desencadenaron el gran hallazgo de la aldea indígena en Cesar. Todo esto sucede antes de que se inicie la construcción.
Después se hace el rescate arqueológico, el proceso en el que se remueve la tierra con la maquinaria y se identifican y se recuperan los objetos. Esa es la etapa más demorada del proceso, pero la más interesante. El antropólogo Ancízar Sánchez, de la Universidad Nacional, explica que el mejor hallazgo de su carrera fue un cementerio humano que excavó en los Montes de María durante un rescate arqueológico para una obra de infraestructura. “Había muchos cuerpos enterrados. Al limpiarlos descubrimos que ese grupo indígena sufrió enfermedades, tenía desnutrición y el medio ambiente lo había golpeado muy fuerte”. En el rescate se usan herramientas pequeñas como palas, palines, palustres, pinceles, utensilios de odontología, brochas y cámaras fotográficas. Los arqueólogos explican también el proceso de la estratigrafía, clave durante esa etapa: “Es una forma de identificar la época de los objetos. Entre más profundo este el material, sabemos que es más antiguo”, explica el antiguo director del Icanh, Piazzini. Muchas veces en esta etapa se detienen las obras porque aparecen hallazgos no previstos, se generan retrasos y comienza la pelea entre ingenieros y arqueólogos por el cumplimiento de los tiempos de la obra.
De la tierra al museo
El siguiente paso es llevar los objetos hallados al laboratorio para hacerles distintos estudios, incluidos los de carbono 14 y, al final, plantear una estrategia de preservación y divulgación. Beatriz Rincón, investigadora del Icanh, señala que en esta fase de estudio las evidencias arqueológicas son separadas por materiales: cerámica, líticos, restos óseos humanos, restos óseos de animales y semillas con el fin de analizarlas y obtener información sobre las condiciones de salud, vida y muerte de los individuos, de los animales que consumían, las plantas que cultivaban y la forma como los enterraban.
En la actualidad, Beatriz Rincón es la encargada de supervisar en el Icanh los dos proyectos 4G con más hallazgos arqueológicos: el Perimetral Oriental de Cundinamarca y la autopista Pacífico 3. “En el primero se han recuperado más de 60.000 fragmentos cerámicos, más de 318.000 objetos de piedra, más de 40 vasijas y alrededor de 270 restos de individuos”, dice la investigadora en entrevista con El Espectador. Un vocero de Pacífico 3 explica que en esta concesión se han hallado más de 1.000 piezas cerámicas y más de 450 esqueletos humanos, se han obtenido más de 1.110 muestras de suelo, más de 1.200 muestras de macrorrestos y más de 50 volantes de huso.
En 2021, Pacífico 3, en compañía de la ANI, realizó la entrega oficial del primer Museo de Arqueología al departamento de Caldas, ubicado en la Casa de la Cultura del municipio de Belalcázar. “Este municipio recibió en custodia 7.400 piezas arqueológicas halladas y rescatadas gracias a la construcción de las obras. Los hallazgos restantes se encuentran en la Universidad de Caldas, en Manizales, donde se finalizan las actividades de laboratorio y ejecución de informes finales”, explica el funcionario de la Concesión. La concesión también llegó a un acuerdo con la Universidad de Caldas para la tenencia del resto de los materiales arqueológicos recuperados.
Patricia Salazar, vicerrectora de Proyección de la Universidad de Caldas, explicó que aún no han recibido los materiales, pero que la idea es construir un edificio para resguardarlos. “Vamos a hacer un ejercicio de apropiación del rol del museo en la sociedad. Queremos que la gente pueda verlos y sentirlos como suyos”, dice Salazar. El proyecto completo podría tardar tres años, y en él se invertirán casi $1.000 millones en el espacio físico para hacerlo realidad.