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Pese a que la Organización Mundial de la Salud retiró la homosexualidad (1990) y la transexualidad (2018) de la lista de enfermedades, en Colombia, así como en más de 60 países del mundo, se siguen practicando las mal llamadas “terapias de conversión”, que falsamente prometen “curar” la orientación sexual o la identidad de género de las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans. Así lo demuestra un proyecto de ley radicado en el Congreso, que recoge más de 50.000 firmas presentadas por la organización All Out y diez testimonios de víctimas publicados por el portal Volcánicas. (El origen nazi de las terapias para “curar” la homosexualidad | La Disidencia)
Las terapias de conversión, llamadas técnicamente esfuerzos de cambio de orientación sexual, identidad y expresión de género (Ecosieg), incluyen rezos, exorcismos, violaciones sexuales, palizas, desnudez forzada, tratamientos hormonales, hipnosis o lobotomías. De acuerdo con investigaciones globales, una persona puede ser sometida a 75 electrochoques diarios, durante seis días, mientras lee frases relacionadas con la homosexualidad como “acostarse con un hombre”, “sexo con mujeres” o “pechos femeninos”. Pero en otros casos se trata de jornadas extensas de oración y sacrificios alimenticios. Desde finales del siglo XIX, médicos, psiquiatras y líderes religiosos han practicado estos tratamientos, que también fueron usados en el régimen nazi.
Aunque estos métodos son de vieja data, solo hasta hace poco se empezaron a dar los primeros esfuerzos para reconocer y reparar los daños que han ocasionado en las personas LGBT. En 2012, la Organización Panamericana de Salud admitió que las terapias de conversión carecen de justificación médica y amenazan la salud y los derechos humanos de las personas. En 2016, la Asociación Mundial de Psiquiatría determinó que no existían pruebas científicas de que la orientación sexual se puede cambiar. En 2020, un informe de la ONU aseguró que 8.000 personas en 100 países han sufrido estas prácticas, casi todas menores de 25 años, y el 98 % de ellas padecieron daños físicos y psicológicos graves, como depresión, ansiedad, vergüenza o pérdida de la fe. (Experto de la ONU pide prohibir “terapias de conversión” a población LGBT)
En Colombia las cifras también son alarmantes. De acuerdo con el Instituto Williams, de la Universidad de California en Los Ángeles, el 22 % de las personas LGBT en Colombia han sido sometidas a las terapias de conversión y 49 % de ellas fueron realizadas por un líder religioso. Además, el 25 % ha intentado suicidarse. Por eso, a finales del año pasado, un grupo de activistas se dio a la tarea de buscar testimonios de sobrevivientes de las terapias de conversión, para que el Congreso le pusiera un ojo a este tema. Así fue como el despacho de Mauricio Toro, representante a la Cámara y primer congresista abiertamente gay en el país, empezó a trabajar en un proyecto de ley. (Él es Mauricio Toro, el primer congresista abiertamente gay en Colombia)
La iniciativa legislativa fue radicada a finales de mayo y busca prohibir estas terapias, así como su publicidad. Para ello, agrava las penas del delito de tortura por la intención de modificar la orientación sexual, la identidad o la expresión de género; pide suspender la tarjeta profesional de los profesionales de la salud que las practiquen y que las personas jurídicas que las propicien no puedan contratar con el Estado. La propuesta incluye también un componente educativo, para que las universidades que forman a los profesionales de la salud actualicen sus contenidos sobre temas LGBT, de acuerdo con la evidencia científica actual. En video: Un hombre abiertamente gay llega por primera vez al Congreso de Colombia
Óscar Marín Garcés, de 40 años, profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia y sobreviviente de las terapias de conversión, considera que la educación puede contribuir a abolir estas prácticas. Debido al desconocimiento, durante su juventud intentó borrar su homosexualidad con un curso de tres meses en una iglesia cristiana, en la que tiempo después se hizo líder religioso para tratar de “convertir” a otras personas gais en heterosexuales.
Óscar dedicó largas horas a la oración, hizo ayunos y se confesó con pastores cada vez que tuvo un pensamiento erótico sobre otro hombre. “Al terminar el curso, me certificaron como un hombre que estaban tan sano, que podía acompañar a otros hombres a salir de ese pecado. Tenía miedo de mi inestabilidad emocional, porque me decían que ser gay era pecado, ¿quién no va a querer estar bien?”, dijo Marín a El Espectador.
“Después de ser supuestamente convertido, siendo líder de la iglesia, conformé grupos pequeños al estilo Alcohólicos Anónimos, donde la gente se escucha y conversa. Acompañé grupos de hombres gais que querían abandonar la homosexualidad, porque en esas iglesias te dicen que ese pecado se obtiene como herencia familiar, por alguna situación negativa del pasado, y debes buscar las formas de sanarte. Hoy quiero prevenir que las personas sigan siendo violentadas. Las iglesias les mienten a las personas, no se puede sanar la homosexualidad, porque no es una enfermedad, pero nos hacen creer eso”, sostiene el profesor Marín.
El testimonio de Marín salió a la luz pública gracias a Danne Aro, directora de la Fundación GAAT, quien solo se reconoció como víctima de terapias de conversión cuando uno de los líderes de la organización All Out le contó de qué se trataban y que necesitaba su ayuda para ubicar personas sobrevivientes en Colombia. “Hablé con Andrés, vocero de All Out, me dejó muchas preguntas, empecé a leer más del tema, y me di cuenta de que a mí me hicieron eso. Llevo 14 años en el activismo y nunca había evaluado mi experiencia con esas terapias. Tenemos naturalizado que esto puede ocurrir”, afirmó Danne a este diario.
“Lo que queremos es que una persona LGBT pueda reconocerse de forma libre y autónoma y vivir tranquila con su orientación e identidad. Muchas de las personas que hemos pasado por eso intentamos suicidarnos. Me sentía mal con quien era, creía que ser gay era malo, y eso generaba frustraciones, miedos y situaciones incómodas. Después de hacer público el proyecto de ley, muchas activistas empezamos a hablar entre nosotras y a decirnos: ‘A mí también me pasó eso’”, añade Danne a El Espectador.
Pese a que la iniciativa legislativa de Mauricio Toro recibió el respaldo de defensores de derechos humanos y se preparaba para ser debatida esta semana por primera vez en la Cámara de Representantes, una recusación contra el congresista trabó la discusión. El ciudadano Jonathan Steven Silva Mocetón, quien pide ser citado como activista cristiano, aseguró que Toro está impedido para presentar el proyecto porque, al ser un hombre gay, tiene un conflicto de interés y estaría legislando motivado por “un interés particular”, para “beneficiar solo a las personas diversas” y no a las heterosexuales que, según él, también sufren terapias para volverse homosexuales.
En diálogo con este diario, Silva asegura que estudió Relaciones Económicas Internacionales en la Universidad Autónoma, pero desde muy joven ha estado vinculado a la iglesia cristiana y la causa “provida”, y que se enteró del proyecto de ley a través de un video en Tik Tok del congresista Gustavo Bolívar. En su opinión, la iniciativa podría llevar presos a pastores y laicos católicos. “Deja ver entre líneas que una persona que use cualquier esfuerzo (oración o consejería) pueda ser sujeto de procesos penales. Muchas personas homosexuales y transexuales buscan a las iglesias, porque quieren cambiar y entran en un proceso de acompañamiento espiritual. Lo que se hace es orar por ellos, leer libros. Aquí no se aplican torturas psicológicas o físicas. Eso es mentira”, sostuvo Silva a este diario.
El argumento principal es que por ser gay no puedo presentar proyectos para proteger la comunidad LGBTI por conflicto de interés
— Mauricio Toro (@MauroToroO) June 7, 2022
JAMÁS en el Congreso se ha recusado a una mujer,afro o campesino por defender su comunidad. Solo hoy en este acto homofóbico se recusa a un hombre gay pic.twitter.com/YV3JeRkW0i
“Estamos defendiendo que no se persiga a pastores por aconsejar, orar o leer la Biblia. Este proyecto puede llevar una persecución judicial. Que presenten otro proyecto que diga textualmente que no se puede torturar físicamente con ácido o choques. Yo no me opondría, pero que sea textual y no se preste para interpretaciones”, concluye Silva, quien añade que ha recibido amenazas por WhatsApp tras la discusión con Mauricio Toro.
Carlos Mantilla, abogado de Colombia Diversa, opina que no es cierto que el representante Toro tenga un interés indebido en el proyecto, dado que la aprobación del proyecto no representa para él un beneficio directo derivado de su orientación sexual. “Es como si una representante mujer no pudiera presentar ni legislar sobre proyectos de ley de derechos de las mujeres. Esto es muy grave, dado que aparta a una voz LGBTI de las discusiones de un proyecto vital para la comunidad”, asegura Mantilla.
Por su parte, el representante Toro dice que Silva es homofóbico y que la recusación la presentó “azuzado” por los representantes cristianos Carlos Acosta y Ángela Sánchez, quienes, según Toro, lo agendaron para entrar al primer debate en el Congreso. “Esa recusación se cae de todo sustento jurídico, no tiene ningún soporte y lo que hace es ponerle un palo en la rueda a la discusión, porque estamos cortos de tiempo. El proyecto se tiene que debatir antes del 19 junio para que no se hunda. Acosta presentó una proposición de archivo respaldada por Sánchez. Las torturas se están dado en algunas iglesias cristianas y me extraña que las quieran defender”, afirmó Toro a este diario.
En respuesta, Silva sostiene que conoce a los representantes Acosta y Sánchez, pero que ellos no lo ayudaron ni le pidieron radicar la recusación. “Es algo que yo hice con un equipo de jóvenes, como estrategia para frenar el proyecto. Así lo decidimos. La recusación es un derecho ciudadano”, concluyó el líder, que se niega a mencionar el nombre de la iglesia a la que pertenece por razones de seguridad. El próximo martes, la recusación deberá ser resuelta y determinará si Toro está impedido.
Mientras eso ocurre, los sobrevivientes de las terapias de conversión piden mantener vigente el proyecto que podría prevenir que se repita lo que vivieron. El profesor Óscar Marín afirma que la recusación evidencia el statu quo que como sociedad hemos construido: la heterosexualidad obligatoria como el deber ser. “Creo que van a archivar ese proyecto, pero lo vamos a seguir presentando porque están lesionando el derecho de las personas a ser”, dice Marín. Por el contrario, la activista Danne confía en que la iniciativa legislativa continúe su curso y que el próximo Congreso, en el que ya no estará Toro, le dé trámite. “La discusión no es si las iglesias pueden hablar de Dios o de la espiritualidad, es la posibilidad de que la información que se brinde no sea violenta ni desconozca derechos humanos. Ya hay otros congresistas que se han comprometido a apoyar el proyecto y esperamos que así sea”, ratifica Danne.