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Ángela Buitrago, la fiscal de hierro y el quinto autobús

Treinta años después del holocausto del Palacio de Justicia, sus investigaciones siguen siendo punto de referencia en Colombia y ahora la CIDH acude a su experiencia para que le ayude a buscar la verdad sobre los desaparecidos en México.

Catalina Ruiz-Navarro, Especial para El Espectador
06 de diciembre de 2015 - 06:29 p. m.
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Desde desenterrar el caso del Palacio de Justicia hace diez años hasta desmentir las versiones del Estado mexicano frente al caso Ayotzinapa, Ángela María Buitrago, “la fiscal de hierro”, ha pisado todos los callos y reventado todas las ampollas de los grandes crímenes colombianos. Ya llegó el momento de los que pasan en Latinoamérica. Sus investigados son cada uno más poderoso que el anterior y, pese a ello, Buitrago ha llevado cada una hasta sus últimas consecuencias.

En la noche del 26 de septiembre de 2014 ocurrió un crimen que le dio la vuelta al mundo: la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, México. Hasta la fecha, las explicaciones dadas por el Gobierno han sido insuficientes, descaradas e irrespetuosas, por lo que desde entonces los mexicanos marchan el 26 de cada mes para pedir justicia para sus normalistas. Este año, un Grupo Interdisciplinario de Expertos, dispuesto por la CIDH, entre los que se encuentra Ángela María Buitrago, presentó un informe que desmiente la supuesta “verdad histórica” y revela que esa noche los estudiantes se apoderaron de un quinto bus, un Estrella Roja que salió por la parte trasera de la Central de Camiones (autobuses) con los estudiantes abordo, algo que no se menciona en los informes oficiales.

Los expertos sospechan que todo el horror sucedido aquella noche en Iguala fue una operación para impedir a toda costa que la heroína escondida en uno de los buses secuestrados por los estudiantes (que según varios ONG de derechos humanos era traficada en complicidad con las fuerzas del Estado) saliera de la ciudad. Esto se suma a las sospechas de los miles de defensores de derechos humanos y periodistas que denuncian con terror la existencia de un narco-Estado.

Buitrago llegó a trabajar en la Fiscalía General con Mario Iguarán en 2005. Venía de litigar en derecho penal y enseñar en el Externado. Antes de eso, trabajó en los juzgados ambulantes, haciendo necropsias y levantamiento de cadáveres. En sus cinco años como fiscal llevó casos tan impensables para la endémica impunidad de la justicia colombiana: el del también exfiscal –hermano del entonces ministro de Justicia, Guillermo Valencia Cossio– hasta la Corte Suprema, e incluso denunció, con pruebas, cómo el tipo salía libremente de su sitio de reclusión en vehículos del Ministerio de Justicia. Logró la condena de los entonces gobernadores del Meta, Casanare y Putumayo y llegó a citar a audiencia por calumnia a Pachito Santos cuando era vicepresidente. Gracias a ella, Jorge Noguera fue condenado por las chuzadas del DAS y no se amedrentó para investigarlo por el homicidio agravado del defensor de derechos humanos Alfredo Correa D’Andreis, como también de los de la sindicalista Zully Esther Codina y el político y sociólogo Fernando Pisciotti Van Strahlen. Desenterró el caso del Palacio de Justicia después de 20 años de impunidad y logró armar un caso sólido contra el coronel Plazas Vega por desaparición forzada. Hoy, treinta años después del horrendo crimen del Palacio de Justicia, le debemos a Buitrago que existan avances que nos permitan estar siquiera un poco más cerca de la verdad y reparación de uno de los episodios más terribles de la violencia colombiana, tan cotidiana.

Resulta increíble pensar que en 2010 le aceptaron a Buitrago su renuncia protocolaria en la Fiscalía colombiana dizque por “ineficiente”, pero, como dijo en su momento Juanita León en La Silla Vacía, el “problema” de Buitrago es, más bien, un exceso de eficiencia. Buitrago es una mujer que no le tiene miedo a nada ni a nadie. Y en ella, Themis, esa representación de la justicia que suele parecer tan irreal: una mujer con los ojos vendados que carga una balanza en un brazo y sostiene, sobre el suelo una espada, parece encontrar una encarnación. Y es que hasta sus adversarios le reconocen su disciplina, persistencia, rigurosidad, claridad conceptual y dedicación.

“Los mexicanos no se conforman. Ellos no se acostumbran a lo que nos acostumbramos nosotros. México no va a dejar que la desaparición de 43 estudiantes quede impune”, dijo este año la a los medios La Fiscal de Hierro, y por su parte, los mexicanos pueden estar seguros de que la presencia de Buitrago en la investigación del caso Ayotzinapa es lo más cercano a una esperanza de que algún día Los 43 encuentren verdad, justicia y reparación.

 

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