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“Uno de los oficiales le manifestó al resto una frase poco usual en estos casos: ‘Por fin cayó este hijo de puta’. Y acto seguido se entraron a la oficina del F-2 tres oficiales, destaparon una botella de whisky y se pusieron en forma de brindis. Ahí se tomaron la botella. Posteriormente se trasladaron al comando del departamento y continuaron tomando”. Estas palabras hacen parte del escalofriante relato de un exsuboficial de la Policía de Cundinamarca que fue testigo de lo que sucedió en esta unidad el día del asesinato de Luis Carlos Galán, el viernes 18 de agosto de 1989.
Este testimonio y dos más recaudados por la Fiscalía en los últimos meses motivaron esta semana a la familia del inmolado líder liberal a pedirle a la justicia que investigue la participación de oficiales y suboficiales de la Policía en la desviación de la investigación del crimen, y si hubo agentes que deliberadamente omitieron sus responsabilidades de proteger al candidato presidencial. A la petición se sumó la Comisión Colombiana de Juristas, que con nombre propio pidió vincular al general (r) Argemiro Serna Arias y dos oficiales (r) más.
El Espectador tuvo acceso a las declaraciones de dos de los testigos de la Fiscalía en el caso Galán. El primero, pensionado desde 1993, fue cabo segundo y para la época del magnicidio era jefe de información de la Sijín de la Policía de Cundinamarca. Su nombre es Mario Rueda León, hoy tiene 71 años y, según él, admitió ser testigo porque admiraba a Galán y le dolió lo ocurrido, pues “si hubiera habido un pequeño esquema de seguridad por parte de los mando del departamento”, nada hubiera sucedido.
Rueda León aseguró que ese 18 de agosto de 1989 estaba disponible en las oficinas del F-2, situadas en la Policía de Cundinamarca, pero no desarrolló ninguna actividad de inteligencia ni antes ni después del crimen de Galán. En la mañana, el subcomandante de esta unidad policial, el entonces coronel Argemiro Serna, citó a una reunión para evaluar lo sucedido en Medellín a raíz del asesinato del coronel Valdemar Flanklin Quintero, perpetrado por el cartel de Medellín. Sin embargo, se quedó esperando órdenes para reforzar la seguridad del candidato Galán.
Para ese día estaba previsto un acto político en la plaza central de Soacha. Rueda León preguntó a su comandante directo, el teniente José Florencio Calvache, qué debía hacerse para que el candidato presidencial no tuviera ningún contratiempo. La respuesta fue decirle que el comandante de la Policía de Soacha, capitán Luis Felipe Montilla, “se hizo putear” del coronel Argemiro Serna por haber pedido apoyo de la Policía para la concentración política. Según el testigo, el coronel Serna le dijo que si tenía miedo “entonces se comprara un perro”.
Además, Serna le expresó que necesitaba los 15 hombres de contraguerrilla de la Policía de Soacha para adelantar un operativo en esa noche del 18 de agosto. En efecto, insistió Rueda León, hacia la una de la tarde se llevaron a los 15 experimentados policías, que sólo regresaron después del asesinato de Galán. Ante la insistencia de la Fiscalía para aclarar si la Policía de Soacha sí reforzó la seguridad antes del acto político, el testigo declaró enfáticamente: “Ni antes, ni el día del atentado, ni al otro día” hubo uniformados o personal de la Sijín.
En cambio, el exsuboficial pensionado reveló que hacia las 10 de la noche de aquel 18 de agosto, un oficial de la Sijín mandó a simular una orden de trabajo, incluyendo entre 12 y 15 hombres, “para demostrar ante la opinión pública o ante los mandos superiores que habían estado en servicio en el momento del atentado a Galán”. Rueda aclaró que él se encontraba a menos de dos metros de distancia del oficial que dio esa orden y que además le oyó decir en referencia a ese documento aparentemente falso: “Esto es por si mañana nos piensan joder”.
La Fiscalía le preguntó una y otra vez a Rueda León por qué tenía conocimiento de todas estas cosas. Su respuesta fue que como jefe de información de la Sijín en la Policía de Cundinamarca, a él era a quien debían darle los datos de nombres, armamento y sitio donde se iban a desarrollar las misiones. Por eso que el testigo reconociera que supo de órdenes de la Policía para cubrir su responsabilidad en el asesinato de Galán es tan grave. Y más aún al aportar detalles sobre cómo se vivió en esta unidad policial la muerte del candidato presidencial.
Según Rueda León, “la reacción de los señores oficiales no era de que hubiera sucedido algo extra normal. Algunos pareciera como si estuvieran satisfechos con el hecho sucedido. Tanto, que una vez tuvieron conocimiento por los medios o por la radio de la Policía (del atentado), uno de los oficiales le manifestó al resto una frase poco usual en estos casos: ‘Por fin cayó este hijueputa’”. Después, relató, ellos sacaron el whisky. Antes de terminar su declaración, manifestó que “cuando Galán tomó la decisión de pisar los predios de la plaza de Soacha, ya estaba muerto porque todo estaba planeado”.
El segundo testigo
Su nombre es Josué Oved Ariza Lancheros. Para 1989 era cabo segundo y estaba asignado a la Policía de Cundinamarca. Su primera declaración ante la Fiscalía la dio en septiembre de 2009 y según él, a los pocos meses empezó a recibir llamadas amenazantes a su celular. Aún así, volvió a comparecer ante un fiscal de derechos humanos para ratificarse y aportar nuevos elementos. En esencia, Ariza Lancheros contó que salió de la Policía después del magnicidio de Galán por las presiones para que se tapara la verdad sobre la desprotección al candidato.
El testigo manifestó que ese 18 de agosto, desde temprano, le causó curiosidad el poco personal de agentes que había para asegurar el área de la plaza de Soacha. No obstante, su jefe, el capitán Luis Felipe Montilla, le dijo que dejara así y lo envió a recibir la caravana de Galán. Después le dio una contraorden: “Deje a los motorizados en la Alcaldía y vamos a ver qué dice este mechudo, refiriéndose al de la manifestación”. Así lo hizo, quedó situado a unos tres metros de la tarima, y vivió el caos cuando se produjo el atentado fatal.
Entonces, reveló Ariza Lancheros, vio cuando una persona recogió un arma. El personaje le dijo que era el fotógrafo personal de la campaña Galán y se la entregó a él. Cuando ingresó con el arma al comando de Policía, un capitán le exigió que le entregara el arma. Él se negó y pidió que se hiciera una notación en el libro de minuta. El capitán lo amenazó con una pistola, según su relato, pero él sólo accedió cuando le firmaron un recibido. Era una subametralladora Ingram con un proveedor y 12 cartuchos.
Después del atentado, el capitán Montilla empezó a exigirle que le firmara una orden donde constara que él (Ariza Lancheros) había recibido a Galán en la línea divisoria entre Bogotá y Cundinamarca. Como se negó, lo amenazaron diciéndole que si no firmaba “todos nos jodíamos”. Fue a partir de ese momento cuando se empezó a planear la forma de hacerle creer a la justicia y a sus superiores que sí se había prestado seguridad al candidato Luis Carlos Galán en la plaza de Soacha.
Es ahí “donde entró el coronel Serna a obligarme, a presionarme que tenía que decir lo que ellos querían que nosotros dijéramos. Yo me negué repetidas veces al punto que las palabras fueron groseras y les dije: ‘Si ustedes recibieron plata por la muerte del doctor, a mí me dejan sano, a mí me dejan por fuera porque yo no quiero ir a la cárcel’”. Después volvió el coronel Serna con una hoja de papel escrita a mano con el libreto de lo que se le debía decir a la justicia. Según él, por eso salió de la Policía.
Lo paradójico es que años después, en 1996, cuando buscaba trabajo como escolta, pidió una certificación laboral a la Policía y le dijeron que no aparecía en sus archivos y que su hoja de vida en la institución no existe. No obstante, hoy sostiene que fue testigo de las adulteraciones que se hicieron después del atentado de Galán, que se las ha dicho a la Fiscalía y la Procuraduría, y recordó que esa misma noche del 18 de agosto un oficial, textualmente, le dijo: “Si esto se sabe yo lo mato”.
Ante la pregunta de la Fiscalía de por qué dio una declaración mentirosa en agosto de 1989, el testigo aclaró que lo hizo por miedo a que lo mataran y por obedecer las presiones del coronel Serna y de otros oficiales. Ariza insistió en que hubo adoctrinamiento para establecer qué debía decirse. Según él, el roce más fuerte lo tuvo con el coronel Serna y fue él quien le dijo qué debía contestar ante el juez en 1989. Desde que dio su declaración, Ariza dice sentirse amedrentado y por eso cambia permanentemente de lugar de residencia.
Estos dos testimonios llevaron a la Fiscalía a ordenar la detención del excomandante de la Policía de Soacha, capitán Luis Felipe Montilla, quien ya entregó su versión y permanece en el Centro de Estudios Superiores de la Policía, en Bogotá. En criterio de la Comisión Colombiana de Juristas, estas declaraciones y otras pruebas son más que suficientes para vincular al expediente al general (r) Argemiro Serna y a los oficiales retirados Gustavo Alfonso Leal y Gentil Vidal Sarria, pertenecientes a la plana mayor de la comandancia de la Policía de Cundinamarca en agosto de 1989.
La carrera del general (r) Argemiro Serna
Argemiro Serna era coronel y comandante de Policía de Cundinamarca el 18 de agosto de 1989 cuando el candidato presidencial Luis Carlos Galán fue asesinado en la plaza de Soacha. A inicios de los 90 se desempeñó como comandante de Policía en Tolima. En 1994 pasó al Comando Especial Conjunto en Cali y luego al Bloque de Búsqueda que operaba en esa misma ciudad.
Serna fue uno de los responsables de la captura del jefe del cartel de Cali, Gilberto Rodríguez Orejuela, realizada el 9 de junio de 1995. Ese mismo año se desempeñó como comandante de Policía de Cali y a finales de año se fue como agregado a Venezuela. En 1996 inició su curso para general y en 1997 subió de cargo. Ese año fue designado como comandante de Policía de Bogotá, cargo en el que estuvo hasta 2001 cuando se retiró tras más de tres décadas de servicio. Hoy su hoja de vida se ve empañada por el proceso en su contra que denuncia una supuesta omisión respecto al en el magnicidio de Luis Carlos Galán.
El expediente de Galán, Pizarro y Jaramillo
Tras varios meses de investigación, la Fiscalía encontró 25 coincidencias en los hechos que rodearon las muertes de los candidatos presidenciales Luis Carlos Galán, ocurrida el 18 de agosto de 1989, de Carlos Pizarro, acaecida el 26 de abril de 1990, y Bernardo Jaramillo Ossa, ocurrida el 22 de marzo de 1990. Por ello, decidió juntar las investigaciones por estos tres magnicidios en un mismo caso que será dirigido por tres fiscales de la recientemente creada Unidad de Contexto y un grupo de Policía Judicial.
Entre las coincidencias encontradas se hallan, por ejemplo, “la calidad de las víctimas, la coincidencia en los móviles, y el modo en que fueron perpetrados los homicidios. (También son coincidentes) el tipo de arma, los escoltas en común que habrían servido a los tres políticos, la participación de agentes del Estado y el asesinato de los autores materiales de los magnicidios”, indicó la Fiscalía en un comunicado.