Así fue como la justicia liberó a una mujer que mató a su violador por ira y dolor
Una mujer que estaba presa por asesinar a su victimario, quien la amenazó y la violó, encontró una luz en la justicia gracias a un fallo de la Corte Constitucional, que reconoció su derecho a la igualdad y a ser juzgada bajo enfoque de género.
Virgelina Aguiar es nuevamente una mujer libre. Como campesina, madre cabeza de familia y pobladora del Tolima, logró que su historia llegara a la Corte Constitucional y signifique un precedente para la ley colombiana. Lo que inició como un expediente por homicidio, en el que ella era la victimaria y por el que ha pagado cárcel en dos ocasiones, terminó estableciendo los parámetros para que en todo el país se lleven los juicios contra mujeres que cometen crímenes por ira e intenso dolor. Aguiar asesinó a un hombre que la violó y la amenazó con la imposibilidad de volver a ver a sus hijos. Ahora, quedó en libertad porque la Corte Constitucional reconoció que, en casos como el suyo, las situaciones de violencia pueden ser tan graves que ciegan a las víctimas en instantes de extrema angustia.
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Virgelina Aguiar es nuevamente una mujer libre. Como campesina, madre cabeza de familia y pobladora del Tolima, logró que su historia llegara a la Corte Constitucional y signifique un precedente para la ley colombiana. Lo que inició como un expediente por homicidio, en el que ella era la victimaria y por el que ha pagado cárcel en dos ocasiones, terminó estableciendo los parámetros para que en todo el país se lleven los juicios contra mujeres que cometen crímenes por ira e intenso dolor. Aguiar asesinó a un hombre que la violó y la amenazó con la imposibilidad de volver a ver a sus hijos. Ahora, quedó en libertad porque la Corte Constitucional reconoció que, en casos como el suyo, las situaciones de violencia pueden ser tan graves que ciegan a las víctimas en instantes de extrema angustia.
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En la tarde del 20 de julio del 2000, Virgelina Aguiar asesinó a José Virgilio Campos, el hombre que por meses la acosó, amenazó, chantajeó y abusó sexualmente. Él era su jefe y un familiar lejano, dueño de una carnicería en Ibagué (Tolima), donde le dio trabajo a ella y, en esa misma ciudad, le ofreció hospedaje a sus hijos, los cuales mantenía sola ante la ausencia de un padre. El punto de no retorno en la historia se dio ese día, en el que el maltrato contra ella era ya una constante, pero que, al involucrar a sus hijos, llevaron a Virgelina Aguiar a perder los estribos. José Virgilio Campos esa noche le escondió a la madre sus hijos y juró no decir dónde estaba hasta que la mujer no accediera, una vez más, a sus deseos.
Virgelina Aguiar le imploró a José Virgilio Campos que le dijera dónde estaban sus hijos —la razón de soportar tantos abusos—, pero él se negó rotundamente. Ante la impotencia y el cúmulo de dolor que aguantó por meses, cegada por la ira y el dolor, tomó un hacha de la que tanto tiempo fue escenario de abusos, y apuñaló al hombre que no solo la agredió a ella, sino que trató de alejarla de sus hijos. Tras cometer el crimen, Virgelina Aguiar llamó a la Policía y los esperó en el lugar para entregarse. Desde ese momento y hasta ahora, el expediente estuvo dando vueltas por todo el sistema judicial que la condenó, liberó, volvió a encerrar y, finalmente, hizo de su expediente un caso guía. Fue sentenciada a prisión en dos instancias, la última en 2005 por orden del Tribunal Superior de Ibagué.
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Cansada de sentir que la justicia estaba viendo todo lo contrario a lo que pasó, Aguiar interpuso una tutela que llegó a la Corte Constitucional. Esta última abordó la manera en que el Juzgado Sexto Penal de Ibagué y el Tribunal de esa ciudad valoraron las pruebas del caso, a petición de la ONG Temblores, defensores de Aguiar. La Corte no entiende porque el Tribunal concluyó que Aguiar sí accedió a la violencia sexual que sufrió, porque las pruebas no indican que se negó. Tampoco, por qué el Tribunal omitió la gravedad del testimonio de Aguiar, en el que indicó haber sido coaccionada con un cuchillo, maltratada en un espacio cerrado y quedar a la merced de un hombre que se aprovechó del amor que siente por sus hijos. “Esta lectura de las pruebas, y la conclusión sobre el consentimiento desconoce el enfoque de género que vincula a los jueces a la hora de interpretar los hechos”, concluyó la Corte.
Una valoración de las pruebas que tuviera en cuenta el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencias, según la Corte, hubiera refrendado la posición de Aguiar, quien, a pesar del desenlace de la noche, alertó haber sido reducida física y psicológicamente los instantes previos al homicidio. Una aproximación justa al caso, dice la Corte, dicta que Aguiar estaba convencida de que recogería a sus hijos, que no tenía manera de llegar a ellos sin la ayuda de su victimario y que su preocupación, como madre, fue instrumentalizada por un agresor sexual. Los prejuicios evidenciados en la sentencia del tribunal son tan grandes, que, de hecho, se llegó a concluir que Aguiar era una mentirosa, sólo por haber testificado que tuvo la fuerza para tomar un hacha con sus manos.
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Para la Corte es injusto que el expediente de Aguiar termine siendo un caso de homicidio en el que la víctima quedó en estado de indefensión, cuando en Colombia se protege las situaciones de ira e intenso dolor. Un mecanismo con el cual se amplía la visión de los casos, atenuando la responsabilidad de una persona que, en un instante de angustia máxima, termina haciendo daño o asesinando a un victimario. “En concreto, el Tribunal ignoró los episodios de violencia narrados por Virgelina Aguiar, que sin duda constituían violencia contra la mujer. Y redujo injustificadamente el escenario de los hechos jurídicamente relevantes al momento en que Virgelina asestó el golpe contra José Virgilio, sin considerar el contexto de violencia en el que se enmarcó ese episodio”, concluyó la Corte.
Otro de los graves errores que constató la Corte Constitucional en el expediente fue la incorrecta notificación por parte del Tribunal. En 2005, el despacho judicial confirmó la sentencia, pero nunca le avisó a Aguiar, a pesar de que aumentó la condena de ocho años de cárcel, a 28 años y nueve meses. Cómo Aguiar nunca fue notificada, cuando salió de prisión por primera vez, dos años antes de la sentencia de confirmación, de inmediato rehizo su vida, creyendo que no tenía más pendientes con la justicia. Alzó de nuevo su hogar, siendo ella el eje de sus tres hijos, hasta que en 2022 fue capturada en un retén de la Policía en el Tolima, siendo obligada a pagar una nueva pena, de casi tres décadas, de la que no tenía conocimiento . Llevaba dos años presa, hasta que con esta sentencia de tutela la Corte Constitucional ordenó su libertad inmediata.
Al final, la sentencia protegió los derechos de Aguiar a la igualdad ante la ley y a no ser discriminada. Como la perspectiva de género estuvo ausente en las sentencias de primera y segunda instancia, la Corte dejó sin efectos la decisión de 2005 del Tribunal Superior de Ibagué y le ordenó, en un término de 60 días, redactar y publicar un nuevo fallo que ofrezca una perspectiva más justa para una mujer cabeza de familia que cometió un crimen por ira e intenso dolor. Dado que la decisión del tribunal quedó sin efectos, también se ordenó la libertad inmediata de Aguiar, quien el pasado fin de semana fue recibida por una de sus hijas a la salida de la cárcel Picaleña de Ibagué. Ya se trasladaron a Purificación (Tolima), donde Aguiar seguirá a la cabeza de su familia, esperando una nueva sentencia que reconozca su historia y que pueda ser utilizada en favor de mujeres como ella.
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