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Esta semana, en Washington y Medellín, se desarrollan reuniones de alto vuelo político y judicial enfocadas en un asunto que tiene en serios aprietos a las autoridades de los Estados Unidos: el uso problemático del fentanilo que ya desató una crisis de salud pública en la que han muerto miles de personas en ese país. Aunque Colombia aún está lejos de vivir ese escenario, el director de la Policía, general William Salamanca, está empecinado en que sus uniformados se nutran de las experiencias de las autoridades estadounidenses con este opiáceo que es fabricado de manera clandestina por los carteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. (Le pude interesar: Esta es la política de drogas oficial del gobierno de Gustavo Petro)
Mientras la Policía colombiana recibe esta información de curtidos agentes de la CIA, sus hombres de inteligencia llevan meses investigando cómo el fentanilo farmacéutico, que es usado para tratamientos médicos como el cáncer, es desviado a cocinas clandestinas para mezclarlo con otras sustancias y fabricar o adulterar drogas sintéticas. El Espectador conoció detalles sobre esta investigación de la inteligencia en la que están en el radar funcionarios de clínicas, hospitales, laboratorios, funcionarios públicos, bandas criminales y exnarcotraficantes que trabajaron hace dos décadas con Iván Urdinola, el fallecido capo del extinto cartel del Norte del Valle.
La ruta del desvío
Los hombres de la inteligencia policial han determinado que en ciudades como Medellín, Bogotá, Pereira, Pasto, entre otras, existen unas redes, por ahora “novatas”, que extraen desde el interior de los centros clínicos las ampolletas que no fueron empleadas en procedimientos médicos. “Por ejemplo, para la sedación de pacientes se reporta que se usaron 10 ampolletas, pero en realidad, solo fueron dos o cinco y el resto sale del hospital irregularmente. También hay funcionarios al interior de los hospitales que emiten fórmulas médicas que sirven como un supuesto soporte para que personas se acerquen a laboratorios o centros oncológicos y pidan, bajo cuerda, la venta de fentanilo”, dice la fuente policial.
En este punto del relato, la Policía dice que la posibilidad de que funcionarios de los laboratorios trabajen de la mano con grupos que vendan drogas sintéticas “es altamente probable”, pero que es una teoría en la que trabajan para confirmar. Pero lo que sí tienen claro es dónde están ubicados los laboratorios que producen fentanilo farmacéutico en Colombia: Sopo, Funza y Guarne, es decir, en municipios aledaños a Bogotá y Medellín, respectivamente. Sin embargo, un importante porcentaje de las ampolletas de fentanilo decomisadas en el mercado negro colombiano provienen del laboratorio chileno Biosano, que tiene registro Invima de ese fármaco en el país desde 2002. La Policía dice que el fentanilo de esta empresa podría ser desviado luego de importarse legalmente. (Puede leer: Fentanilo: ¿una guerra ajena que está comprando Colombia?)
Para conocer esta información, los agentes de inteligencia se han sentado con médicos y otros funcionarios de la salud que han dado luces sobre cómo es el manejo puertas para dentro del fentanilo. “Los funcionarios de la salud que sacan el fentanilo claramente ganan un dinero extra, tienen un porcentaje del negocio. Es algo que está pasando en las clínicas y hospitales del país, pero que es muy difícil de controlar. El problema para la gente que hace este tipo de drogas es conseguir a un funcionario que se preste para sacar el fentanilo porque a partir de allí la venta y distribución es más fácil en Telegram y la deepweb”, afirma uno de los investigadores que ha estado en terreno investigando el desvío de fentanilo.
Los grupos criminales
Mientras este artículo se construía, la Fiscalía capturó a una ficha que ya estaba en el radar de la inteligencia policial. Se trata de alias Peluca, quien, según la entidad, llevaba más de 20 años en la delincuencia organizada de Antioquia y era llamado el Rey del Tusi. El ente investigador logró comprobar que el hombre sería el segundo al mando de Los Chatas, una organización criminal que en estos momentos hace parte de los diálogos de paz que intenta consolidar el Gobierno con las mafias del Valle de Aburrá. Según las autoridades, esta banda recolectaba cerca de $2.000 millones mensuales con las drogas sintéticas que se producían en laboratorios improvisados en apartamentos y casas. No obstante, a la fecha, ninguna entidad especializada en análisis de drogas ha reportado la presencia de fentanilo en el tusi.
Antioquia, dicen las autoridades policiales, es uno de los departamentos que se posiciona como prioridad por el incremento de organizaciones criminales dedicadas a la producción de drogas sintéticas. A principio del año, El Espectador pudo acceder en Medellín a los laboratorios artesanales de tusi o tusibí, un coctel de sustancias sintéticas en forma de polvo de colores que se ha popularizado en menores de edad. Calavera, un traficante de drogas que trabaja para La Oficina, la confederación que reúne las bandas delincuenciales más importantes del Valle de Aburrá, le dijo a este diario que él y otros productores mezclaban fentanilo farmacéutico con sustancias como éxtasis, cafeína, clonazepam, esencias, rivotril, entre otras sustancias. (Le puede interesar: Viaje a las cocinas clandestinas de tusi en Medellín)
Las fuentes de inteligencia le contaron a este diario que en este negocio hay narcotraficantes que fueron extraditados a Estados Unidos y eran cercanos al fallecido capo Iván Urdinola, una de las principales cabezas del extinto cartel del norte del Valle. “Hay gente de su familia y hombres que hicieron parte del grupo criminal y de los Machos, un brazo de ese cartel que heredó el poder de los Urdinola, tras el asesinato de Iván (febrero de 2002). Igualmente, la Cordillera, en el Eje Cafetero, y lo que eran los Pachenca en Magdalena, también están relacionados con este negocio y están interesados en conseguir fentanilo para mezclarlo con otras sustancias”, dice un alto oficial.
El compromiso de la CIA
Fuentes cercanas al general William Salamanca le contaron a El Espectador que esta semana el director de la Policía está afinando los últimos detalles para crear, junto con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, el Centro Estratégico contra el Fentanilo, una dependencia que funcionará en la Dirección de Inteligencia Policial (DIPOL). “El director de la CIA, William Joseph Burns, se comprometió a enviar a expertos de su agencia para que Colombia tenga todas las herramientas que le permitan contrarrestar una eventual llegada del fentanilo clandestino. El fentanilo es un tema que el general está tocando con la comunidad internacional de la Policía. Es prioritario para él”, dice una fuente cercana al alto oficial.
Si bien la crisis en Estados Unidos ha permeado el debate sobre esta sustancia en Colombia, es clave tener en cuenta que el fentanilo que circula en las calles colombianas no es el mismo que está causando miles de muertes en Estados Unidos. Cuando se habla de fentanilo, se hace referencia a una sustancia depresora del sistema nervioso que hace parte de los opioides, al igual que la oxicodona y la heroína. En Colombia, funciona como un medicamento de uso intrahospitalario que se suele emplear como anestésico y para el tratamiento del dolor crónico o agudo. Es decir, se comercializa de forma legal, debe tener registro Invima y está bajo la supervisión del Fondo Nacional de Estupefacientes.
Sin embargo, en países como China y México el fentanilo se ha empezado a producir de forma clandestina, alejándose de los procesos científicos que son estandarizados y rigurosos. La Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito advierte que el drástico aumento de las muertes por sobredosis en Estados Unidos se debe a la venta de los análogos del fentanilo que se producen de forma ilegal. En Colombia, a la fecha solo se han registrado dos casos aislados relacionados con el fentanilo que se produce de forma clandestina. El resto de los reportes que investigan las autoridades se tratan de desviaciones ilegales de fentanilo farmacéutico a cocinas clandestinas para la producción de drogas sintéticas.
Organizaciones de la sociedad civil han solicitado que Colombia se aleje del enfoque bélico en materia de drogas que atiende principalmente el fenómeno del tráfico de estupefacientes y las organizaciones criminales. En entrevista con El Espectador, Adriana Muro, directora de Elementa DDHH, una organización que estudia las políticas públicas de drogas y los derechos humanos, recomendó, ante el posible incremento de fentanilo en Colombia, que el Gobierno Petro no continúe con la fallida guerra contra las drogas. “Ahora vamos a impulsar y a dar recursos en materia militar, en materia de seguridad, en materia de inteligencia para que se siga persiguiendo los eslabones más expuestos y no a los grandes y por ahí no es el camino. Toda la vida fue la cocaína y ahora va a ser el fentanilo”, puntualizó.
El viceministro de Justicia, Camilo Umaña, aseguró en diálogo con este diario que, en general, la idea de la política de drogas es que los temas de consumo deben contemplar medidas de salud pública y prevención. El caso puntual del fentanilo, anota, genera una alerta particular por su uso y su potencial afectación a la salud y dice que “si bien en Colombia no hay una gran ola de consumo de esta sustancia, somos conscientes de que está en una fase preliminar de penetración”. Por esta razón, explica que a través del sistema de alertas tempranas del Ministerio se están realizando continuas revisiones a la realidad de su consumo y así entender qué medidas pueden ser más eficaces.