Buscar al revés: La historia de 10 desaparecidos reunidos con sus familias
Con la Búsqueda Inversa, la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas espera entregar dignamente los cuerpos de 74 personas. Ya van 40 familias que han vuelto a saber de sus seres queridos y 10 de ellas han podido despedirlos.

Valentina Arango Correa

Uno a uno se despliegan los rostros. Está el de Mauricio Neiva Díaz, con su mandíbula pronunciada, quien en 1980 se dirigía a Huila para trabajar en una cosecha de café, pero su familia nunca volvió a tener noticias. El de Edgar Fidencio Muñoz Ruiz, con su cabello abundante peinado hacia atrás, que falleció en 2009 en medio del conflicto armado en Planadas (Tolima). También Raquel Torres Romero, con una fuerza que emanaba de sus ojos. Ella desapareció junto a su hijo Cristhian Norbey González Torres, hace 13 años. Hay 71 desaparecidos más, todos sus cuerpos han sido encontrados por la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) y 10 han sido entregados dignamente a sus familias con respuestas de su paradero y la explicación de cómo fue que el conflicto armado los apartó.
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Uno a uno se despliegan los rostros. Está el de Mauricio Neiva Díaz, con su mandíbula pronunciada, quien en 1980 se dirigía a Huila para trabajar en una cosecha de café, pero su familia nunca volvió a tener noticias. El de Edgar Fidencio Muñoz Ruiz, con su cabello abundante peinado hacia atrás, que falleció en 2009 en medio del conflicto armado en Planadas (Tolima). También Raquel Torres Romero, con una fuerza que emanaba de sus ojos. Ella desapareció junto a su hijo Cristhian Norbey González Torres, hace 13 años. Hay 71 desaparecidos más, todos sus cuerpos han sido encontrados por la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) y 10 han sido entregados dignamente a sus familias con respuestas de su paradero y la explicación de cómo fue que el conflicto armado los apartó.
“Me llamó mi hijo y me dijo: ‘Mamá, ¿dónde está? Necesito que nos vayamos ligero para la Alcaldía’”, recuerda Isabel Torres Romero, sobre el 1 de octubre de 2024, cuando salió desde una vereda de Concepción (Santander) hasta el pueblo para ver un desfile de bandas. Estando en la zona urbana, su hijo le avisó que escuchó un programa radial donde avisaban que estaban buscando a la familia de una mujer con el nombre de Raquel. Esa mujer tenía sus mismos apellidos y al ver la foto no quedó duda: era su hermana. No sabían nada de ella desde hace 13 años.
“Ese día, él dijo que hiciéramos un ovejo para el almuerzo, porque había que aprovechar, ya que no sabían cuándo se volverían a ver. Estuvimos todos y sí, fue la última vez que nos vimos”, contó una de las primas de Raquel sobre el día de su desaparición en 2012. Luego no volvieron a saber de ella, ni de su hijo, Cristhian Norbey González Torres, que nació el 27 de septiembre de 1995. “Fuimos las mejores hermanas, pero llegó el día de la desaparición y no tuvimos más oportunidades de toparnos”, dice Isabel.
De acuerdo con la Unidad de Búsqueda, el día de la recuperación los cuerpos de la madre y el hijo estaban juntos y de esa misma manera fueron levantados por el equipo forense. Así, la última reunión de la familia Torres Romero antes del hallazgo fue un cumpleaños de Cristhian. La familia Torres Romero se reunió nuevamente entre el 17 y el 18 de diciembre de 2024, cuando el cuerpo de Raquel y su hijo fueron entregados dignamente a su familia en el mismo municipio que los vio nacer, Concepción (Santander). “Hoy me siento feliz porque sé que voy a darle una cristiana sepultura”, dijo Isabel Torres agradecida.
El encuentro se dio gracias a la búsqueda inversa, una iniciativa de la UBPD, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, la cual suma acciones comunicativas y de divulgación que retoma los aprendizajes de organizaciones de la sociedad civil como el Colectivo Orlando Fals Borda, destinadas a ubicar a las familias de estas personas desaparecidas. Al igual que Raquel Torres y su hijo, los primeros en regresar con esta estrategia a donde sus familias, nueve entregas dignas más se han realizado: Édgar Fidencio Muñoz Ruiz, entregado en Bolívar (Cauca), Joel Bernal Barrera, en Yopal (Casanare), José Efigenio Mosquera, en Tadó (Chocó), Luis Alberto Vera Jaimes, en Cubará (Boyacá), Oswaldo Manuel Ravel Morgan, en Barranquilla (Atlántico), Rubén Darío López Valencia, en Armenia (Quindío), y Yeison Mosquera Leudo, en Medio Baudó (Chocó).
Ahora, 40 familias como los Torres se enteraron del paradero de sus desaparecidos. La de Rubén Darío López Valencia, por ejemplo, no sabía nada de ese padre que, después del desplazamiento masivo y una difícil situación económica causada por el Terremoto de Armenia —ocurrido el 25 de enero de 1999— se fue por una oferta de trabajo hasta Villavicencio (Meta). Habían perdido todo, llevaban dos años viviendo en un albergue, construyendo una familia extendida de personas también afectadas por el grave suceso, y sobrevivían del trabajo en una trilladora de café. Por eso, en 2002, Rubén registró al último de sus cinco hijos y se fue.
El dinero del nuevo trabajo y las cartas para sus hijos llegaban a través de un amigo en común. La comunicación dependía del teléfono fijo de la madre de un amigo de Rubén, ya que, tras el terremoto, las condiciones de vivienda de la familia no permitían un canal más privado. Años después, una llamada anónima y nerviosa cambió todo: “A Rubén lo mataron”. No hubo explicaciones, solo silencio y un vacío que duró años. La ubicación de su cuerpo y las razones de su muerte nunca fueron claras. Se rumoreaba que grupos armados lo desaparecieron en medio de problemas de orden público. La familia solo quería saber dónde estaba Rubén.
En mayo de 2020, el Grupo interno de trabajo de búsqueda, identificación y entrega de personas desaparecidas de la Fiscalía intervino el cementerio de Villavicencio (Meta) y recuperó el cuerpo de Rubén, ya identificado, pero sin familiares localizados para su entrega. Cuatro años después, con la estrategia de Búsqueda Inversa, rastrearon bases de datos estatales para encontrar a la familia. Tras 22 años, desde la Unidad de Búsqueda lograron localizar a la compañera de Rubén, quien aparecía en los registros de la Unidad para las Víctimas. La llamada que recibió la familia esta vez fue diferente: les informaron que tenían el cuerpo de su padre y querían reunirlos. Rubén Darío regresó con sus seres queridos el 23 de febrero de 2025.
Otro caso es el de Osvaldo Ravel, quien desapareció en julio de 2007 en Barranquilla. Era un comerciante y ebanista de 31 años, de quien no se volvió a saber tras abordar un vehículo con destino a Valledupar (Cesar) por una oferta laboral. Su cuerpo fue hallado días después en la vereda La Firma, corregimiento de Patillal, Valledupar. Tras 17 años, fue entregado dignamente a su familia en la capital del Atlántico. Su caso se suma al de José Efigenio Mosquera Ibargüen, conocido cariñosamente como Tongui, oriundo de Tadó (Chocó), que fue entregado 14 años después de su desaparición. Su sobrina, Ana Siris Mosquera, expresó tras recibir el cuerpo: “Ya vamos a tener para irlo a llorar, para hablar con él. No va a ser uno más de los que queda perdido”. El reencuentro de esos paraderos inesperados también ha traído tranquilidad.
La historia de Mauricio Neiva Díaz, de apenas 15 años, fue un poco diferente. Desapareció en marzo de 1980 en Vista Hermosa (Meta) cuando se dirigía hacia Huila para trabajar en una cosecha de café. Fue víctima de reclutamiento forzado por grupos armados. Su cuerpo fue hallado en 2009 en el contexto del conflicto armado y entregado a Medicina Legal, donde se confirmó su identidad en 2011. Permaneció en el Cementerio Central de Neiva hasta que, en 2024, Búsqueda Inversa permitió localizar a su familia. Fueron 45 años de incertidumbre, hasta que su cuerpo fue entregado dignamente el 22 de octubre del año pasado.
Estos hallazgos han sido posibles gracias a las medidas cautelares implementadas por la Sección de Ausencia de Reconocimiento de la JEP, las cuales protegen zonas de interés forense donde podrían estar inhumadas víctimas de desaparición forzada. A través de la plataforma digital de Búsqueda Inversa, las fotos, los nombres, apellidos y detalles sobre los lugares donde podrían haber ocurrido las desapariciones se publican junto con una ruta de contacto para que las familias puedan verificar su parentesco y recibir los cuerpos.
Para confirmar su vínculo familiar, los seres queridos llevan sus documentos, fotos, registros, cédulas, cualquier tipo de información que ayude a comparar los datos encontrados. Incluso, en casos de allegados, aceptan pruebas como cartas, mensajes o declaraciones notariales. Una vez recibida la información, la Unidad de Búsqueda inicia un riguroso proceso de investigación y verificación. Por su parte, el equipo de Medicina Legal lleva a cabo un análisis forense integral, utilizando métodos como la comparación de huellas dactilares, la comparación de cartas dentales y análisis genéticos, lo que permite confirmar plenamente la identidad de los cuerpos.
De esta manera, la estrategia de Búsqueda Inversa ha sido un atisbo de esperanza para familias como las de Raquel, Cristhian, Rubén, Osvaldo, José Efigenio, Joel, Luis Alberto, Yeison y Mauricio, quienes, tras años de incertidumbre, han encontrado respuestas. Cada entrega digna deja de ser un ciclo de dolor para convertirse en el alivio de cientos de familias. Son más que cuerpos recuperados, son los nombres de hijos, padres, tíos, de quiénes nunca se supo por qué no regresaron a casa. Tampoco tuvieron un ritual de despedida, pero ahora sus familias podrán hacerlo.
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Por Valentina Arango Correa
