El juez que se atrevió a señalar a los asesinos de Rodrigo Lara Bonilla
Aurora Rocha de Castro quedó a cargo de sus cinco hijas, luego de que su esposo, Tulio Manuel Castro Gil, fuera asesinado en julio de 1985. Fue el juez de la investigación por el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla.
Aurora Rocha de Castro le cumplió el sueño a su esposo, Tulio Manuel Castro Gil. Era un sueño de pareja, de esos que se comparten en la intimidad del hogar, cuando el abogado de Siachoqué (Boyacá) le dijo que su ilusión era llenar la mesa de seis puestos que tenían en su casa de profesionales. La profesora “a todo honor”, como dice ella misma, hizo realidad la ilusión de ambos por cuenta propia. Trabajando hasta tres jornadas diarias. Sacando cualquier crédito que le ayudara a pagar la educación de sus cinco hijas. Con la ayuda de su madre que se quedaba en la casa cuando a ella le tocaba doblarse en turnos en horarios de trabajo tan extensos que terminó enfermándose.
(En contexto: Hace 30 años murió un victimario, pero quienes importan son sus víctimas)
Lo logró hacer sola, pero no por decisión suya. El martes 23 de julio de 1985, cuando se disponía a descender de un taxi en el que se movilizaba hacia su casa, fue asesinado con una ráfaga de ametralladora el juez primero Superior de Bogotá, Tulio Manuel Castro Gil. No tenía ni un solo escolta, pese a que todo el país sabía el peligro que corría el juez que se atrevió a señalar con el dedo a quiénes habían estado detrás del asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, ocurrido el 30 de abril de 1984. Aurora Rocha de Castro quedó sola en el comedor de seis puestos, con cinco niñas menores de edad que sacar adelante, a como diera lugar.
“Fue una tarea muy difícil. Muy difícil”, repite la maestra. “Yo fui una mujer titán. Realmente la situación era complicada. Afortunadamente yo era docente, a mucho honor, y mi sueldo lo trataba de estirar como podías para saldar todos los pagos. Trabajaba dos jornadas, incluso tres, pero me tocó reducirlas por motivos de salud. Pero además de eso, con tanto trabajo yo les estaba quitando a mis hijas la posibilidad de tener una mamá y eso o podía ser porque, además de tener al papá ausente, yo no podía quitarles a su mamá”, recuerda Aurora Rocha, quien gastó hasta el último centavo de sus sueldos y créditos en una sola cosa: las matrículas del colegio y luego de la universidad.
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Su hija mayor, Gisela, tenía 15 años cuando mataron al juez Tulio Manuel Castro de nueve balazos, durante sus últimos días como juez investigador, pues acababa de ser nombrado como magistrado del Tribunal Superior de Santa Rosa de Viterbo (Boyacá), donde debía posesionarse el primero de agosto. No alcanzó. “El sueño se le cumplió. Siempre recuerdo de esa imagen de cuando inhumaron a Tulio Manuel que veía esas palas llenando de tierra la tumba y solo me provocaba quedarme en ese hueco. Pero no. Yo tenía que levantar la frente porque él murió de una manera honesta”, rememora Aurora Rocha de Castro. Tan alto levanto su cara que sus cinco hijas son profesionales y ya tiene tres nietos.
Gisela estudió veterinaria y hoy vive en Alemania, con su pareja y dos hijas, una de ellas, Manuela, como su abuelo. Sonia, la segunda, es fonoaudióloga, especialista en gerencia en salud. Ednna, la tercera, estudió Ingeniería Civil y sus méritos la llevaron a realizar una maestría en Estados Unidos. Catalina, la cuarta, es la única de las cinco hijas que siguió los pasos de su papá. Es abogada, con estudios en derechos humanos y derecho internacional y, confidencialmente, dice Aurora, es la que más se parece al juez Tulio Manuel Castro Gil. “Tiene el carácter de su papá. Es frentera, muy justa y no le gustan las mentiras. Ella tiene su legado. Es correcta en sus decisiones y siempre trata de hacer lo mejor”, dice la maestra.
(Lea también: En su memoria: 661 víctimas de un taquillero criminal que es mejor ni mencionar)
Y, por último, Mónica, la que le faltaron cuatro días para que su papá la acompañara a su cumpleaños número cuatro. Es la que menos lo recuerda, dice Aurora Rocha, pero la que le dio el único nieto varón, Lucas. La menor de las luchadoras, como les dice su mamá, terminó el bachillerato en Estados Unidos y allí estudió administración de negocios. “Todos mis nietos han leído y les hemos comentado quién fue su abuelo. Les decimos que murió por ser un hombre correcto. Quiero que lo recuerden siempre como una persona de valores y que ellos mismos luchen por ellos. Por la verdad, por ser justos y que siempre actúen desde el respeto. Por Tulio Manuel es que seguimos adelante”, dice Aurora Rocha.
Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.
Aurora Rocha de Castro le cumplió el sueño a su esposo, Tulio Manuel Castro Gil. Era un sueño de pareja, de esos que se comparten en la intimidad del hogar, cuando el abogado de Siachoqué (Boyacá) le dijo que su ilusión era llenar la mesa de seis puestos que tenían en su casa de profesionales. La profesora “a todo honor”, como dice ella misma, hizo realidad la ilusión de ambos por cuenta propia. Trabajando hasta tres jornadas diarias. Sacando cualquier crédito que le ayudara a pagar la educación de sus cinco hijas. Con la ayuda de su madre que se quedaba en la casa cuando a ella le tocaba doblarse en turnos en horarios de trabajo tan extensos que terminó enfermándose.
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Lo logró hacer sola, pero no por decisión suya. El martes 23 de julio de 1985, cuando se disponía a descender de un taxi en el que se movilizaba hacia su casa, fue asesinado con una ráfaga de ametralladora el juez primero Superior de Bogotá, Tulio Manuel Castro Gil. No tenía ni un solo escolta, pese a que todo el país sabía el peligro que corría el juez que se atrevió a señalar con el dedo a quiénes habían estado detrás del asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, ocurrido el 30 de abril de 1984. Aurora Rocha de Castro quedó sola en el comedor de seis puestos, con cinco niñas menores de edad que sacar adelante, a como diera lugar.
“Fue una tarea muy difícil. Muy difícil”, repite la maestra. “Yo fui una mujer titán. Realmente la situación era complicada. Afortunadamente yo era docente, a mucho honor, y mi sueldo lo trataba de estirar como podías para saldar todos los pagos. Trabajaba dos jornadas, incluso tres, pero me tocó reducirlas por motivos de salud. Pero además de eso, con tanto trabajo yo les estaba quitando a mis hijas la posibilidad de tener una mamá y eso o podía ser porque, además de tener al papá ausente, yo no podía quitarles a su mamá”, recuerda Aurora Rocha, quien gastó hasta el último centavo de sus sueldos y créditos en una sola cosa: las matrículas del colegio y luego de la universidad.
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Su hija mayor, Gisela, tenía 15 años cuando mataron al juez Tulio Manuel Castro de nueve balazos, durante sus últimos días como juez investigador, pues acababa de ser nombrado como magistrado del Tribunal Superior de Santa Rosa de Viterbo (Boyacá), donde debía posesionarse el primero de agosto. No alcanzó. “El sueño se le cumplió. Siempre recuerdo de esa imagen de cuando inhumaron a Tulio Manuel que veía esas palas llenando de tierra la tumba y solo me provocaba quedarme en ese hueco. Pero no. Yo tenía que levantar la frente porque él murió de una manera honesta”, rememora Aurora Rocha de Castro. Tan alto levanto su cara que sus cinco hijas son profesionales y ya tiene tres nietos.
Gisela estudió veterinaria y hoy vive en Alemania, con su pareja y dos hijas, una de ellas, Manuela, como su abuelo. Sonia, la segunda, es fonoaudióloga, especialista en gerencia en salud. Ednna, la tercera, estudió Ingeniería Civil y sus méritos la llevaron a realizar una maestría en Estados Unidos. Catalina, la cuarta, es la única de las cinco hijas que siguió los pasos de su papá. Es abogada, con estudios en derechos humanos y derecho internacional y, confidencialmente, dice Aurora, es la que más se parece al juez Tulio Manuel Castro Gil. “Tiene el carácter de su papá. Es frentera, muy justa y no le gustan las mentiras. Ella tiene su legado. Es correcta en sus decisiones y siempre trata de hacer lo mejor”, dice la maestra.
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Y, por último, Mónica, la que le faltaron cuatro días para que su papá la acompañara a su cumpleaños número cuatro. Es la que menos lo recuerda, dice Aurora Rocha, pero la que le dio el único nieto varón, Lucas. La menor de las luchadoras, como les dice su mamá, terminó el bachillerato en Estados Unidos y allí estudió administración de negocios. “Todos mis nietos han leído y les hemos comentado quién fue su abuelo. Les decimos que murió por ser un hombre correcto. Quiero que lo recuerden siempre como una persona de valores y que ellos mismos luchen por ellos. Por la verdad, por ser justos y que siempre actúen desde el respeto. Por Tulio Manuel es que seguimos adelante”, dice Aurora Rocha.
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