Disfraz delató a 'Mi Sangre'
Así supieron dónde se escondía en Argentina.
María del Rosario Arrázola / Juan David Laverde Palma
Desde octubre del año 2006 las agencias norteamericanas empezaron a documentar las andanzas del narcotraficante Henry de Jesús López Londoño, conocido con los alias de Mi Sangre, Salvador, Carlos Mario, Brother, Krackin o Federico. Así se lee en la acusación de un jurado de la Corte del Distrito Sur de la Florida que conoció El Espectador.
En el proceso identificado 10-20763-CR-LENARD(s) también aparecen como requeridos por la justicia de Estados Unidos los socios de este capo que cayó el pasado mates 30 de octubre en Argentina. Se trata de John Fernando Giraldo Úsuga, su hermano Juan Diego Giraldo Úsuga, su primo Arley Úsuga Torres y José Carlos Londoño Robledo, Édison Gómez Molina y Carlos Antonio Moreno Tuberquia. Todos ellos están procesados por conspiración para traficar estupefacientes a EE.UU. según pudo establecer el fiscal Wifredo A. Ferrer.
El mismo martes de la detención, en un restaurante italiano de la localidad de Pilar, a unos 50 kilómetros de Buenos Aires, la solicitud de extradición fue formalizada por el gobierno norteamericano. El hombre que sobrevivió a las guerras entre las mafias de Don Berna en Medellín, que le compró una franquicia al paramilitarismo para pasar de agache en el proceso de paz, con conexiones políticas y una guardia pretoriana que internacionalizó para garantizar sus rutas mientras se movía en Latinoamérica, por fin había sido arrestado.
Desde hacía más de tres meses estaba ubicado en Argentina, donde vivía bajo la fachada de un próspero empresario inmobiliario de nacionalidad venezolana, moviéndose en exclusivos sectores de Buenos Aires, viajando con frecuencia a Uruguay, Paraguay, Brasil, Venezuela, México y otros países de Centroamérica, donde pasaba revista a todas las cadenas del negocio. Los investigadores establecieron que se codeaba con prestigiosos empresarios, artistas, futbolistas y otras reconocidas figuras de la sociedad argentina, quienes se dejaron deslumbrar por el supuesto hombre de negocios.
Su esquema de seguridad lo conformaban 30 integrantes de la organización ilegal ‘Los Urabeños’, quienes de acuerdo con infiltrados de la DEA y de la Dijín de la Policía fueron entrenados en Colombia por diferentes mercenarios que estaban dotados de armas de última tecnología, vehículos blindados e identidades falsas. No obstante, para no despertar sospechas, Mi Sangre sólo se movilizaba con dos o tres escoltas. A las distintas propiedades que alcanzó a tener López Londoño a través de testaferros les pagaba seguridad privada.
Quien deseaba reunirse con Mi Sangre debía estar dispuesto a viajar por lo menos diez días antes, tomando rutas que salían de Colombia por Medellín o Cartagena con destino a Caracas. Una vez allí sus enlaces revisaban que estuviera “limpio” y no hubiera sido objeto de seguimientos. Entonces, otro vuelo los llevaba hacia Paraguay, en seguida a Uruguay y, finalmente, por tierra, hacia Argentina. Una vez todos los controles de seguridad habían sido verificados, el encuentro podía darse.
Sin embargo, la DEA y la Dijín de la Policía ya tenían ubicado al capo. Hace varias semanas se enteraron de que la compañera de Mi Sangre, Janeth Valencia, y sus dos hijos menores mantenían contacto con la hermana de ella en Colombia. A ella le pidieron que les mandara unos disfraces a Buenos Aires para los niños. Los disfraces fueron empacados en una caja a la que la Policía le instaló un dispositivo de vigilancia desde su salida de Medellín hasta su arribo a Buenos Aires. La batería de este artefacto duraba 60 días. Así pudieron conocer el escondite de Mi Sangre, localizado a 94 kilómetros de Buenos Aires.
En el paquete donde iban los disfraces también fueron incluidos brasieres y pantalones de Studio F para Janeth Valencia. El disfraz de la niña de Mi Sangre era un girasol, y el del niño, uno del Hombre Araña. La Policía envió delegados a la capital argentina para hacer seguimientos al capo y a su círculo de colaboradores, entre los que se encontraban ciudadanos de ese país. En el exclusivo sector de Nordelta, en el mismo condominio en donde fue capturada la esposa de otro capo, Daniel El Loco Barrera, residía la compañera de López Londoño.
Pronto el cerco se fue estrechando. Un agente de inteligencia de la Policía logró meterse al Facebook de la empleada doméstica de Mi Sangre en Argentina, una mujer oriunda de Medellín. Logró enamorarla y así conocer los detalles más íntimos de la rutina de la casa López Valencia. Supieron de esta manera que el capo no dormía con ella, que había adquirido unas tierras en las afueras de Buenos Aires, que solía jugar polo en selectos clubes de la capital argentina y que tarde o temprano ese arribismo desmesurado lo pondría en evidencia.
Los agentes documentaron que Mi Sangre enviaba $5.000 millones mensuales para financiar la máquina de guerra de los 1.200 hombres que integran ‘Los Urabeños’, un cartel que terminó por cooptar a casi todas las bandas criminales del país, empezando por ‘Los Rastrojos’ y el Erpac (Ejército Revolucionario Popular Anticomunista). Toda esta información se canalizó a la Secretaría de Inteligencia de Argentina, que era la encargada de recibir todos los datos para efectuar el operativo en el que finalmente cayó este narco de 41 años.
Se rastrearon satelitalmente los vehículos utilizados por su organización y se estableció que desde el año 2010 Mi Sangre se paseaba por las calles bonaerenses mientras concretaba negocios con un testaferro argentino que ya está identificado y que le servía para lavar dinero a través de su servicio inmobiliario. Unas 10 personas eran las encargadas de recibir y transportar a los enlaces del capo en Colombia cuando se desplazaban a Argentina. En total, se determinó que Mi Sangre residía en cinco inmuebles acompañado siempre de alias Jorge, su hombre de confianza.
Hace pocos días una fuente alertó a las autoridades estadounidenses y colombianas de que Mi Sangre había ido al consulado de Ecuador en Buenos Aires a tramitar un pasaporte. El operativo, sin embargo, no pudo efectuarse porque en ese país no creían que un capo de los quilates de López Londoño pudiera acercarse a una oficina diplomática para hacer una diligencia tan rutinaria. Pero las horas del mandamás de ‘Los Urabeños’ estaban contadas. Es el epílogo repetido de los narcos que ascienden en la estructura criminal de las mafias que van atomizándose por cuenta de la persecución de las autoridades.
Su historia comenzó como un sicario de la ‘Oficina de Envigado’, al que después de librarse de numerosas vendettas apodaron Mi Sangre, un negociante de la bala y de la droga asociado con Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario; José Absalón Samudio, alias Mala Suerte; Miguel Arroyave, jefe del bloque Centauros; los hermanos Úsuga, y con conexiones con el cartel de los Zeta de México, a quienes surtía cocaína enviada desde el Golfo de Urabá a través de lanchas go-fast. Mi Sangre fue uno de los baluartes del llamado bloque Capital, una oficina del paramilitarismo que operaba en las barbas del Estado en Bogotá y que ha sido insuficientemente investigada.
Su oficina de cobro se implantó en todo el comercio informal de Bogotá y en los Sanandresitos de la carrera 38 y la calle sexta. El dueño del microtráfico era él. El sector del Siete de Agosto, El Restrepo, la calle 116 y Corabastos también estaban bajo su control. En una oficina de Hacienda Santa Bárbara solía reunirse con paramilitares, narcos, políticos y hasta agentes del Estado. Incluso se especula que en esa oficina se esbozaron los derroteros de la controvertida Ley de Justicia y Paz. Una vez aprobada en 2005, Mi Sangre se desmovilizó como integrante raso del bloque Centauros, pero no duró mucho en calidad de excombatiente.
Reencauchó sus rutas, activó alianzas y después de la extradición de Don Berna en 2008, se adueñó del negocio, así tuviera que comprar enemigos. Entonces, El Loco Barrera y Sebastián sintieron amenazado su imperio criminal por Mi Sangre y libraron con él una guerra a muerte. Hasta Don Berna estaba en la lista de quienes querían eliminarlo. Por eso viajó a Argentina. Y allí terminó su carrera delictiva.
En Twitter@nenarrazola @jdlaverde9
Los capos que han caído en Argentina
Argentina se ha convertido en el refugio de importantes narcotraficantes colombianos, pero la venganza y las autoridades los han perseguido hasta allí. En ese país han caído algunos de los criminales más importantes de Colombia y Henry de Jesús López, alias Mi Sangre, es apenas el último de la lista, que la componen, entre otros, Luis Agustín Caicedo Velandia, jefe de un cartel que para las autoridades llegó a ser más grande que los históricos carteles de Cali y Medellín, y que fue capturado en Buenos Aires en abril de 2010; la exreina y modelo Angie Sanclemente, quien fue capturada en mayo de 2010 y condenada por liderar una red de narcotráfico desde Argentina, e Ignacio Álvarez Meyendorff, al parecer socio de Velandia y del cartel del norte del Valle, capturado en abril de 2011 cuando llegó a Argentina proveniente de Tahití. En el país austral, además, se sometió a la justicia en 2008 el jefe de la ‘Oficina de Envigado’, Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio, y fue asesinado el capo Héctor Edilson Duque Ceballos, también en 2008.
Desde octubre del año 2006 las agencias norteamericanas empezaron a documentar las andanzas del narcotraficante Henry de Jesús López Londoño, conocido con los alias de Mi Sangre, Salvador, Carlos Mario, Brother, Krackin o Federico. Así se lee en la acusación de un jurado de la Corte del Distrito Sur de la Florida que conoció El Espectador.
En el proceso identificado 10-20763-CR-LENARD(s) también aparecen como requeridos por la justicia de Estados Unidos los socios de este capo que cayó el pasado mates 30 de octubre en Argentina. Se trata de John Fernando Giraldo Úsuga, su hermano Juan Diego Giraldo Úsuga, su primo Arley Úsuga Torres y José Carlos Londoño Robledo, Édison Gómez Molina y Carlos Antonio Moreno Tuberquia. Todos ellos están procesados por conspiración para traficar estupefacientes a EE.UU. según pudo establecer el fiscal Wifredo A. Ferrer.
El mismo martes de la detención, en un restaurante italiano de la localidad de Pilar, a unos 50 kilómetros de Buenos Aires, la solicitud de extradición fue formalizada por el gobierno norteamericano. El hombre que sobrevivió a las guerras entre las mafias de Don Berna en Medellín, que le compró una franquicia al paramilitarismo para pasar de agache en el proceso de paz, con conexiones políticas y una guardia pretoriana que internacionalizó para garantizar sus rutas mientras se movía en Latinoamérica, por fin había sido arrestado.
Desde hacía más de tres meses estaba ubicado en Argentina, donde vivía bajo la fachada de un próspero empresario inmobiliario de nacionalidad venezolana, moviéndose en exclusivos sectores de Buenos Aires, viajando con frecuencia a Uruguay, Paraguay, Brasil, Venezuela, México y otros países de Centroamérica, donde pasaba revista a todas las cadenas del negocio. Los investigadores establecieron que se codeaba con prestigiosos empresarios, artistas, futbolistas y otras reconocidas figuras de la sociedad argentina, quienes se dejaron deslumbrar por el supuesto hombre de negocios.
Su esquema de seguridad lo conformaban 30 integrantes de la organización ilegal ‘Los Urabeños’, quienes de acuerdo con infiltrados de la DEA y de la Dijín de la Policía fueron entrenados en Colombia por diferentes mercenarios que estaban dotados de armas de última tecnología, vehículos blindados e identidades falsas. No obstante, para no despertar sospechas, Mi Sangre sólo se movilizaba con dos o tres escoltas. A las distintas propiedades que alcanzó a tener López Londoño a través de testaferros les pagaba seguridad privada.
Quien deseaba reunirse con Mi Sangre debía estar dispuesto a viajar por lo menos diez días antes, tomando rutas que salían de Colombia por Medellín o Cartagena con destino a Caracas. Una vez allí sus enlaces revisaban que estuviera “limpio” y no hubiera sido objeto de seguimientos. Entonces, otro vuelo los llevaba hacia Paraguay, en seguida a Uruguay y, finalmente, por tierra, hacia Argentina. Una vez todos los controles de seguridad habían sido verificados, el encuentro podía darse.
Sin embargo, la DEA y la Dijín de la Policía ya tenían ubicado al capo. Hace varias semanas se enteraron de que la compañera de Mi Sangre, Janeth Valencia, y sus dos hijos menores mantenían contacto con la hermana de ella en Colombia. A ella le pidieron que les mandara unos disfraces a Buenos Aires para los niños. Los disfraces fueron empacados en una caja a la que la Policía le instaló un dispositivo de vigilancia desde su salida de Medellín hasta su arribo a Buenos Aires. La batería de este artefacto duraba 60 días. Así pudieron conocer el escondite de Mi Sangre, localizado a 94 kilómetros de Buenos Aires.
En el paquete donde iban los disfraces también fueron incluidos brasieres y pantalones de Studio F para Janeth Valencia. El disfraz de la niña de Mi Sangre era un girasol, y el del niño, uno del Hombre Araña. La Policía envió delegados a la capital argentina para hacer seguimientos al capo y a su círculo de colaboradores, entre los que se encontraban ciudadanos de ese país. En el exclusivo sector de Nordelta, en el mismo condominio en donde fue capturada la esposa de otro capo, Daniel El Loco Barrera, residía la compañera de López Londoño.
Pronto el cerco se fue estrechando. Un agente de inteligencia de la Policía logró meterse al Facebook de la empleada doméstica de Mi Sangre en Argentina, una mujer oriunda de Medellín. Logró enamorarla y así conocer los detalles más íntimos de la rutina de la casa López Valencia. Supieron de esta manera que el capo no dormía con ella, que había adquirido unas tierras en las afueras de Buenos Aires, que solía jugar polo en selectos clubes de la capital argentina y que tarde o temprano ese arribismo desmesurado lo pondría en evidencia.
Los agentes documentaron que Mi Sangre enviaba $5.000 millones mensuales para financiar la máquina de guerra de los 1.200 hombres que integran ‘Los Urabeños’, un cartel que terminó por cooptar a casi todas las bandas criminales del país, empezando por ‘Los Rastrojos’ y el Erpac (Ejército Revolucionario Popular Anticomunista). Toda esta información se canalizó a la Secretaría de Inteligencia de Argentina, que era la encargada de recibir todos los datos para efectuar el operativo en el que finalmente cayó este narco de 41 años.
Se rastrearon satelitalmente los vehículos utilizados por su organización y se estableció que desde el año 2010 Mi Sangre se paseaba por las calles bonaerenses mientras concretaba negocios con un testaferro argentino que ya está identificado y que le servía para lavar dinero a través de su servicio inmobiliario. Unas 10 personas eran las encargadas de recibir y transportar a los enlaces del capo en Colombia cuando se desplazaban a Argentina. En total, se determinó que Mi Sangre residía en cinco inmuebles acompañado siempre de alias Jorge, su hombre de confianza.
Hace pocos días una fuente alertó a las autoridades estadounidenses y colombianas de que Mi Sangre había ido al consulado de Ecuador en Buenos Aires a tramitar un pasaporte. El operativo, sin embargo, no pudo efectuarse porque en ese país no creían que un capo de los quilates de López Londoño pudiera acercarse a una oficina diplomática para hacer una diligencia tan rutinaria. Pero las horas del mandamás de ‘Los Urabeños’ estaban contadas. Es el epílogo repetido de los narcos que ascienden en la estructura criminal de las mafias que van atomizándose por cuenta de la persecución de las autoridades.
Su historia comenzó como un sicario de la ‘Oficina de Envigado’, al que después de librarse de numerosas vendettas apodaron Mi Sangre, un negociante de la bala y de la droga asociado con Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario; José Absalón Samudio, alias Mala Suerte; Miguel Arroyave, jefe del bloque Centauros; los hermanos Úsuga, y con conexiones con el cartel de los Zeta de México, a quienes surtía cocaína enviada desde el Golfo de Urabá a través de lanchas go-fast. Mi Sangre fue uno de los baluartes del llamado bloque Capital, una oficina del paramilitarismo que operaba en las barbas del Estado en Bogotá y que ha sido insuficientemente investigada.
Su oficina de cobro se implantó en todo el comercio informal de Bogotá y en los Sanandresitos de la carrera 38 y la calle sexta. El dueño del microtráfico era él. El sector del Siete de Agosto, El Restrepo, la calle 116 y Corabastos también estaban bajo su control. En una oficina de Hacienda Santa Bárbara solía reunirse con paramilitares, narcos, políticos y hasta agentes del Estado. Incluso se especula que en esa oficina se esbozaron los derroteros de la controvertida Ley de Justicia y Paz. Una vez aprobada en 2005, Mi Sangre se desmovilizó como integrante raso del bloque Centauros, pero no duró mucho en calidad de excombatiente.
Reencauchó sus rutas, activó alianzas y después de la extradición de Don Berna en 2008, se adueñó del negocio, así tuviera que comprar enemigos. Entonces, El Loco Barrera y Sebastián sintieron amenazado su imperio criminal por Mi Sangre y libraron con él una guerra a muerte. Hasta Don Berna estaba en la lista de quienes querían eliminarlo. Por eso viajó a Argentina. Y allí terminó su carrera delictiva.
En Twitter@nenarrazola @jdlaverde9
Los capos que han caído en Argentina
Argentina se ha convertido en el refugio de importantes narcotraficantes colombianos, pero la venganza y las autoridades los han perseguido hasta allí. En ese país han caído algunos de los criminales más importantes de Colombia y Henry de Jesús López, alias Mi Sangre, es apenas el último de la lista, que la componen, entre otros, Luis Agustín Caicedo Velandia, jefe de un cartel que para las autoridades llegó a ser más grande que los históricos carteles de Cali y Medellín, y que fue capturado en Buenos Aires en abril de 2010; la exreina y modelo Angie Sanclemente, quien fue capturada en mayo de 2010 y condenada por liderar una red de narcotráfico desde Argentina, e Ignacio Álvarez Meyendorff, al parecer socio de Velandia y del cartel del norte del Valle, capturado en abril de 2011 cuando llegó a Argentina proveniente de Tahití. En el país austral, además, se sometió a la justicia en 2008 el jefe de la ‘Oficina de Envigado’, Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio, y fue asesinado el capo Héctor Edilson Duque Ceballos, también en 2008.