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El pasado miércoles 15 de octubre, en la región de Urabá, empezó a circular un panfleto anunciando la creación del movimiento Autodefensas Gaitanistas de Colombia. Según sus promotores, nace por el incumplimiento del Gobierno en el proceso de paz con los grupos paramilitares y el avance de la guerrilla en las zonas que dominaron durante muchos años. A las 24 horas, las autoridades de Ejército y Policía ya tenían claro el origen del amenazante comunicado: es la nueva faceta política del narcotraficante más buscado de Colombia, Daniel Rendón Herrera, más conocido con el alias de Don Mario.
La noticia tomó por sorpresa a los pobladores de Apartadó, Turbo, Carepa y otros municipios de Urabá, y hasta se vivieron momentos de pánico que paralizaron el comercio y conminaron a la gente a guardarse en sus casas. Pero los organismos de inteligencia ya sabían que ese anuncio estaba por darse. Desde hace dos meses empezaron a advertir movimientos de personajes cercanos a los desmovilizados bloques Élmer Cárdenas, Bananeros y Mineros, y tenían claro que esta situación estaba asociada al rearme orquestado por Don Mario, esta vez secundado por sus nuevos secuaces.
Después de la captura de John Freddy Manco Torres, alias El Indio, y de Camilo Torres Martínez, alias Fritanga, involucrados en el escándalo que llevó a prisión al ex director de Fiscalías de Medellín, Guillermo Valencia Cossio, en la organización de Don Mario cobraron importancia alias Yovani o Guerrillo y Alexánder Montoya, alias El Flaco. Estos dos personajes pertenecieron a grupos guerrilleros y, según las autoridades, fueron claves para consolidar la nueva faceta que quiere mostrar Don Mario para desviar la atención de la opinión pública frente a su actividad principal: el tráfico de estupefacientes.
Además es claro que busca darle a su organización un matiz político, en procura de que el Estado se vea forzado a entablar una negociación para desmovilizar sus estructuras. Una estrategia de comunicación para aparecer como víctima de los incumplimientos del Gobierno y la amenaza de la guerrilla, tal como lo hizo meses atrás cuando circuló un video de 27 minutos, a través del cual Don Mario mostró las imágenes de 25 personas detenidas de la banda de Los Paisas, con un mensaje anexo: “Nos ha tocado unirnos para defendernos de la campaña de exterminio que emprendieron H.H. y Don Berna”.
Es cierto que después de la desmovilización de los grupos paramilitares, la organización de Don Mario libra una guerra aparte con sus antiguos aliados de la Oficina de Envigado y el Bloque Cacique Nutibara que otrora comandó alias Don Berna. Pero el motivo de la confrontación no es otro que el narcotráfico. Las autoridades saben perfectamente que las principales rutas de exportación de droga desde la costa Caribe están en Urabá y es Don Mario el gran capo. Con un poder que se extiende hasta los Llanos Orientales, donde libró la guerra paramilitar y aún conserva importantes aliados en el mundo de la droga.
Las vueltas del capo
Pero ¿cómo Daniel Rendón Herrera, o Don Mario, llegó a convertirse en el mandamás que hoy tiene con los nervios de punta desde el presidente Uribe hasta la cúpula de las Fuerzas Militares y los organismos de inteligencia? La primera particularidad de su historia es su lugar de origen, el municipio de Amalfi, al norte del departamento de Antioquia, el mismo pueblo en donde nacieron los hermanos Fidel, Vicente y Carlos Castaño. Y fueron ellos, vecinos en sus tiempos de infancia, quienes terminaron involucrándolo en la guerra, junto a su hermano Freddy Rendón, después conocido como El Alemán.
Nacido el 12 de noviembre de 1964, vivió su niñez en la vereda Las Ánimas de Amalfi junto con sus 15 hermanos. Su padre llegó a la región huyendo de la violencia partidista, y también por esta razón se vio obligado a desplazarse hacia Medellín, donde algunos de sus hijos entraron a estudiar y otros comenzaron a viajar a Urabá para movilizar contrabando. Con el correr de los días, tanto él como su hermano Freddy constataron la creciente presencia de los hermanos Castaño y su grupo de autodefensa en Córdoba y Urabá y no dudaron en vincularse a sus estructuras armadas a principio de los años 90.
Mientras su hermano Freddy empezó a moverse en un pequeño grupo de autodefensas llamado Los Guelengues, en el municipio de Necoclí, Daniel Rendón Herrera hizo sus primeros lances en la guerra en San Pedro de Urabá. Hacia mediados de los año 90, ambos ya eran colosos de la guerra e hicieron parte de la avanzada paramilitar que penetró al departamento del Chocó en 1997. Y fue precisamente a finales de ese año cuando nació el frente Élmer Cárdenas, que constituyó su imperio de terror en la margen izquierda del río Atrato, con proyección a los municipios del Urabá antioqueño.
Y de la mano de los Castaño, los hermanos Rendón Herrera dividieron sus destinos. Tras la muerte de Fidel Castaño, El Alemán se había quedado en Urabá apoyando la expansión militar de Carlos Castaño, mientras su hermano Daniel, o alias Don Mario, optó por seguir los pasos de Vicente Castaño, quien había decidido abrir un nuevo frente de guerra en los Llanos Orientales. Para fortalecer este propósito, Don Mario viajó al departamento del Meta y entró a secundar al jefe del Bloque Centauros, Miguel Arroyave, primer responsable de la expansión del paramilitarismo hasta el departamento del Guaviare.
La otra guerra
Desde finales de los años 90, Miguel Arroyave oficiaba en los Llanos como el principal proveedor de insumos químicos para los narcotraficantes que desplegaban acciones en el Meta y el Guaviare. Pero fue detenido por la Policía y recluido en el pabellón de máxima seguridad de la cárcel Modelo en Bogotá. En este centro penitenciario fortaleció sus contactos con varios jefes paramilitares y en 2001, cuando fue absuelto por la justicia, regresó a los Llanos Orientales y, junto a Daniel Rendón Herrera, o Don Mario, expandió el poder de las autodefensas hasta los departamentos de Casanare y Arauca.
Sin embargo, la lucha territorial no tuvo como su principal antagonista a la guerrilla. Paradójicamente, por discrepancias del narcotráfico, la guerra terminó por enfrentar al Bloque Centauros de las Autodefensas Unidas de Colombia con una de las organizaciones aliadas en la lucha contrainsurgente: las Autodefensas Campesinas del Casanare, orientadas por Héctor Buitrago, conocido con el alias de Martín Llanos. Una disputa a muerte con los denominados urabeños que dejó un indeterminado saldo de víctimas y familias enlutadas en varios departamentos.
Un testigo estelar de estos tiempos de barbarie fue José Raúl Mira Vélez, un ex integrante de los grupos de autodefensas que hizo parte de los esquemas de seguridad de Miguel Arroyave y de Daniel Rendón Herrera. Al decidirse a colaborar con la justicia, Mira Vélez confesó a la Fiscalía que cuando él llegó en 2003 procedente de Norte de Santander, le tocó apoyar a Arroyave en sus permanentes desplazamientos a Bogotá para fortalecer el Bloque Capital, pero ese mismo año, Don Mario lo integró a su grupo de escoltas para facilitar sus desplazamientos, especialmente en el municipio de El Dorado.
Con una ventaja para José Raúl Mira: como casi todos los miembros de la escolta de Don Mario, también era natural de Amalfi (Antioquia). Por ese grado de confianza pudo detallarle a las autoridades cómo se realizaban las reuniones de la
cúpula del Bloque Centauros, para planear crímenes y otras acciones ilegales, especialmente en una finca llamada Los Mandarinos, ubicada en un desvío en la vía que comunica a Villavicencio con el municipio de San Martín, a pocos kilómetros de un bañadero conocido como Humadea, en el camino hacia El Dorado.
El testigo confesó que su petición desde que llegó a los Llanos era que lo vincularan a una de las oficinas de cobro por los porcentajes que recibían por sus acciones criminales, pero fue el propio Don Mario quien lo impidió. “Don Mario y yo éramos de la misma tierra, de la misma vereda, él me vio crecer junto a mis hermanos, y no solamente él sino el señor Carlos Castaño”, declaró Mira Vélez, quien detalló cómo se hacían los cobros de narcotráfico, aceptando que esa había sido la razón de la guerra con Martín Llanos. Otra gente fue asesinada por los hombres de otro narco: Daniel Barrera, alias El Loco.
Una cadena de asesinatos que terminó por alcanzar al propio jefe del Bloque Centauros, ultimado por sus propios socios en el paramilitarismo y el narcotráfico en septiembre de 2004. El poder en el Meta quedó a cargo de Manuel de Jesús Pirabán, alias Jorge Pirata; Pedro Guerrero Castillo, alias Cuchillo, y el propio Daniel Rendón Herrera o Don Mario. Hasta que llegó el momento de la desmovilización, y uno a uno lo hicieron en diferentes momentos. Jorge Pirata y Cuchillo lo hicieron en el Meta, mientras Don Mario lo hizo con su hermano Freddy y el Bloque Élmer Cárdenas en Urabá, en agosto de 2006.
Sigue la violencia
Hasta ese momento todo parecía avanzar hacia la paz, pero los jefes paramilitares desmovilizados les jugaron sucio a la sociedad y al Estado y quisieron mantener sus negocios de narcotráfico a la sombra. Tarde o temprano este poder suscitó conflictos entre quienes se habían sometido a la justicia, razón por la cual, en medio del descontrol absoluto en que cayó el proceso de paz entre el Gobierno y las autodefensas, muchos de los desmovilizados volvieron a sus andanzas, entre ellos, dos de los jefes principales del Bloque Centauros: Pedro Guerrero Castillo, alias Cuchillo, y Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario.
En particular, Don Mario, en vez de regresar al Llano, lo hizo a la región de Urabá y de paso se fue a imponer el orden a las sabanas de Córdoba. Era lógico. La organización necesitaba un hombre fuerte para controlar el negocio de la droga en las costas de Urabá y, con el paso de los días, para emprender el rearme de las estructuras armadas, fundamentales para recobrar los corredores de movilidad para el tráfico de armas, droga e insumos químicos. Mientras los jefes paramilitares, por su propia conducta, empezaron a labrar su cuenta regresiva hacia la extradición, Don Mario reanudaba la guerra.
Esta vez contra sus antiguos socios. Primero contra los hombres de Diego Fernando Murillo Bejarano en la clandestinidad, interesados en reconfigurar la oficina de cobro de Envigado. Después contra los testigos u opositores de su regreso a la guerra. Un solo ejemplo basta para demostrar los tentáculos de Daniel Herrera. “A pesar de que se desmovilizó, Don Mario está libre, y una persona como ésta, con el poder que tiene, no le importa llegarlo a matar a uno y el programa de protección no va a proteger mi vida”, declaró el testigo José Raúl Mira. Lo asesinaron hace seis meses.
Hoy, Don Mario constituye el principal desafío de seguridad del Estado colombiano. Un reto de tales proporciones que el propio presidente Uribe ha reclamado urgentemente su captura. Las autoridades calculan que ya lo siguen unos 350 hombres. Otros hablan que pasan de 1.000. Lo cierto es que Daniel Rendón Herrera es el hombre más buscado en Colombia y ahora pretende darle un estatus político a su violencia. Pero lo suyo es narcotráfico. Las autoridades lo saben y la recompensa por su captura es grande. La carrera contra el reloj indica que Colombia está a tiempo de neutralizar otro horror.
La fachada política de ‘Don Mario’
El comunicado de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, que hoy tiene a las autoridades en estado de alerta, tiene según ellas una explicación: se trata de un grupo armado ilegal que está tratando de buscar una negociación con el Gobierno. Incluso, el comandante de la Brigada XVII del Ejército en Carepa (Antioquia), sostuvo que detrás de él está la figura de Don Mario, el narcotraficante más buscado del país.
En su declaración la extraña organización sostiene que se han visto obligados a regresar a su lucha antisubversiva para defender los intereses de las comunidades más vulnerables, víctimas del abandono estatal, producto de la corrupción político-administrativa.
Lo cierto es que hoy en la zona de Urabá, como en tiempos recientes, han regresado los asesinatos cotidianos, las capturas y los patrullajes. El telón de fondo es el lastre del narcotráfico.
El ‘dossier’ criminal del fugitivo
Según la Fiscalía General de la Nación, Daniel Rendón Herrera tiene hoy vigentes cinco órdenes de captura por los delitos de homicidio agravado y concierto para delinquir. Está requerido por fiscalías de Bogotá, Montería y Villavicencio.
Sus áreas de injerencia están localizadas en los departamentos de Antioquia, Córdoba y Chocó, especialmente en la zona de Urabá, en la región de Tierralta y en el municipio de Acandí.
Las autoridades sostienen que después de varias bajas en su organización, hoy Don Mario tiene como socios principales a antiguos guerrilleros que decidieron cambiar de bando. Su hermano Fredy se mantiene en silencio.
Los destinos de los hermanos Rendón Herrera
El pasado febrero, en aguas del río Cauca fue encontrado el cadáver de un hombre de aproximadamente 50 años de edad, quien horas después fue identificado como Lázaro Rendón Herrera, quien resultó ser un hermano de ‘Don Mario’. Esta persona fue sacada a la fuerza de su finca ubicada en el área rural del municipio de Cáceres y su cuerpo fue encontrado a la altura de la vereda Palomar, en la zona de Caucasia.
Entre tanto, otro de sus hermanos, Fredy Rendón Herrera, permanece detenido en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí, donde aguarda que pueda ser beneficiado con la Ley de Justicia y Paz, ante lo cual pagaría una condena no superior a los 8 años, pues así está estipulado en la Ley 975 de 2005. En su versión libre ante la Fiscalía, Fredy Rendón admitió que empresarios y políticos apoyaron su gestión en el Urabá.
En una declaración ante la Corte Suprema de Justicia en mayo de 2007, Fredy Rendón explicó en detalle cómo los candidatos de los municipios sometidos a su influencia eran obligados a exponerle sus programas de gobierno, pero que eran las comunidades las que seleccionaban a los candidatos. En su declaración explicó cómo se gestó el proyecto ‘Urabá grande unido y en paz’ con apoyo de los políticos.