El 'falso piloto' vive en el aeropuerto de Brasilia
El venezolano Moisés Boyer Riobueno lleva dos semanas durmiendo en el aeropuerto de la capital de Brasil. Dice que solicitó asilo político a la presidenta Dilma Rousseff.
Diana Carolina Durán Núñez
Moisés Roberto Boyer Riobueno cumple hoy 15 días desde que hizo de un aeropuerto su casa. Este venezolano, conocido en Colombia desde hace 10 años como “el falso piloto”, duerme ahora en el Aeropuerto Internacional Presidente Juscelino Kubitschek, que pertenece a la ciudad de Brasilia, “sin ropa y sin comida”. Cada mañana se asea como puede, uno que otro trabajador del aeropuerto —cuyos nombres no quiere revelar— le da un pan y un jugo para el desayuno, se dirige hacia el Palacio del Congreso para hablar con políticos o funcionarios brasileños de su situación y de la de Venezuela, y regresa a su nuevo hogar. Esa, al menos, es su versión. El problema es que a Boyer Riobueno, desde hace 10 años, nadie le cree.
En agosto de 2003, fue El Espectador el medio que divulgó la versión de Boyer: que él había formado parte del Ejército venezolano, que estuvo hombro a hombro con Hugo Chávez en el golpe de 1992, que por cuenta de ese golpe estuvo más de dos años privado de la libertad y que el 18 de abril de 2002 él, personalmente, llevó al jefe guerrillero Raúl Reyes a reunirse con el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez. No obstante, su historia muy pronto fue rectificada por organismos judiciales de Colombia y de Venezuela. No se hallaron registros que demostraran el paso de Boyer por las Fuerzas Militares venezolanas.
Además, mientras estuvo en Colombia, pasó por todas las agencias de inteligencia tratando de relacionar al gobierno de Hugo Chávez Frías con la guerrilla de las Farc y cobrando por su supuesta información clave. Al principio las agencias compraron sus palabras y se dieron a la tarea de verificarlas, pero como un castillo de naipes todo lo que dijo terminó por el suelo. Se pudo establecer que ni siquiera había sido soldado de la reserva del Ejército, que se presentaba como un desertor de los Círculos Bolivarianos, que tenía tendencias suicidas y que incluso había sido internado en un centro siquiátrico en Caracas, pero no duró mucho: falsificó una orden de salida de otro paciente.
En síntesis, se trata de un hombre que se ha pasado su vida intentando hacerles creer a agencias de inteligencia de varios países de Latinoamérica que es una de las personas que más conoce de los secretos non sanctos del gobierno Chávez. Y por esa versión alucinante es que sostiene que es un perseguido político ahora del gobierno de Nicolás Maduro. Hace más de una década, el entonces vicepresidente José Vicente Rangel lo tildó de “malandro”. Desde el aeropuerto de Brasilia, sin embargo, hoy Boyer insiste en la misma versión que durante una década ha sido criticada, rechazada y desmentida.
“Decidí venirme acá porque los aeropuertos son los lugares más seguros del mundo. Acá hay policía federal, gente de inteligencia. Es que no confío ni en la sombra mía”, explica. No es la primera vez que Boyer vive en un aeropuerto. Según registró en su blog el periodista brasileño Djalma Rodrigues, en octubre de 2012 Boyer vivía en el aeropuerto Atlas Brasil Cantanhede, ubicado en la ciudad de Boa Vista (norte de Brasil, cerca de Venezuela y de Guyana). Allí exhibía un registro de la Policía Federal que indicaba que el portador había solicitado reconocimiento de su condición de refugiado. Ahora pide el asilo. De acuerdo con Boyer, el pasado 7 de octubre le envió una carta a la presidenta brasileña, Dilma Rouseff, haciendo la solicitud.
El Espectador se comunicó con el Comité Nacional para los Refugiados, entidad del Ministerio de Justicia de Brasil, pero al cierre de esta edición no había sido posible confirmar si Boyer solicitó asilo. Moisés Boyer no niega que permanece en contacto con miembros de la oposición venezolana, aunque aclara que ellos no le dan dinero. Cuenta que estuvo preso en Venezuela por 23 meses, entre 2010 y 2011, mientras un tribunal militar lo procesaba por traición e injuria. Cualquiera pensaría que lo más factible era condenarlo, pero el resultado fue el opuesto. “No sé cómo logré salir en libertad”, concluye él escuetamente sobre ese supuesto episodio de su vida. Cualquier relato de Boyer tiene que tener ese “supuesto” por delante.
En el Aeropuerto Internacional de Brasilia, un Moisés Boyer que se declara sin ropa y sin comida insiste en que es un perseguido. Una década después reapareció, pero su historia ha sido desmentida en todo el vecindario, nadie le cree y los organismos de inteligencia lo tildan de ser un “loquito aprovechado”. Varios medios brasileños se han interesado en su historia e incluso se comunicaron con El Espectador. Boyer sigue buscando audiencia.
dduran@elespectador.com
@dicaduran
Moisés Roberto Boyer Riobueno cumple hoy 15 días desde que hizo de un aeropuerto su casa. Este venezolano, conocido en Colombia desde hace 10 años como “el falso piloto”, duerme ahora en el Aeropuerto Internacional Presidente Juscelino Kubitschek, que pertenece a la ciudad de Brasilia, “sin ropa y sin comida”. Cada mañana se asea como puede, uno que otro trabajador del aeropuerto —cuyos nombres no quiere revelar— le da un pan y un jugo para el desayuno, se dirige hacia el Palacio del Congreso para hablar con políticos o funcionarios brasileños de su situación y de la de Venezuela, y regresa a su nuevo hogar. Esa, al menos, es su versión. El problema es que a Boyer Riobueno, desde hace 10 años, nadie le cree.
En agosto de 2003, fue El Espectador el medio que divulgó la versión de Boyer: que él había formado parte del Ejército venezolano, que estuvo hombro a hombro con Hugo Chávez en el golpe de 1992, que por cuenta de ese golpe estuvo más de dos años privado de la libertad y que el 18 de abril de 2002 él, personalmente, llevó al jefe guerrillero Raúl Reyes a reunirse con el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez. No obstante, su historia muy pronto fue rectificada por organismos judiciales de Colombia y de Venezuela. No se hallaron registros que demostraran el paso de Boyer por las Fuerzas Militares venezolanas.
Además, mientras estuvo en Colombia, pasó por todas las agencias de inteligencia tratando de relacionar al gobierno de Hugo Chávez Frías con la guerrilla de las Farc y cobrando por su supuesta información clave. Al principio las agencias compraron sus palabras y se dieron a la tarea de verificarlas, pero como un castillo de naipes todo lo que dijo terminó por el suelo. Se pudo establecer que ni siquiera había sido soldado de la reserva del Ejército, que se presentaba como un desertor de los Círculos Bolivarianos, que tenía tendencias suicidas y que incluso había sido internado en un centro siquiátrico en Caracas, pero no duró mucho: falsificó una orden de salida de otro paciente.
En síntesis, se trata de un hombre que se ha pasado su vida intentando hacerles creer a agencias de inteligencia de varios países de Latinoamérica que es una de las personas que más conoce de los secretos non sanctos del gobierno Chávez. Y por esa versión alucinante es que sostiene que es un perseguido político ahora del gobierno de Nicolás Maduro. Hace más de una década, el entonces vicepresidente José Vicente Rangel lo tildó de “malandro”. Desde el aeropuerto de Brasilia, sin embargo, hoy Boyer insiste en la misma versión que durante una década ha sido criticada, rechazada y desmentida.
“Decidí venirme acá porque los aeropuertos son los lugares más seguros del mundo. Acá hay policía federal, gente de inteligencia. Es que no confío ni en la sombra mía”, explica. No es la primera vez que Boyer vive en un aeropuerto. Según registró en su blog el periodista brasileño Djalma Rodrigues, en octubre de 2012 Boyer vivía en el aeropuerto Atlas Brasil Cantanhede, ubicado en la ciudad de Boa Vista (norte de Brasil, cerca de Venezuela y de Guyana). Allí exhibía un registro de la Policía Federal que indicaba que el portador había solicitado reconocimiento de su condición de refugiado. Ahora pide el asilo. De acuerdo con Boyer, el pasado 7 de octubre le envió una carta a la presidenta brasileña, Dilma Rouseff, haciendo la solicitud.
El Espectador se comunicó con el Comité Nacional para los Refugiados, entidad del Ministerio de Justicia de Brasil, pero al cierre de esta edición no había sido posible confirmar si Boyer solicitó asilo. Moisés Boyer no niega que permanece en contacto con miembros de la oposición venezolana, aunque aclara que ellos no le dan dinero. Cuenta que estuvo preso en Venezuela por 23 meses, entre 2010 y 2011, mientras un tribunal militar lo procesaba por traición e injuria. Cualquiera pensaría que lo más factible era condenarlo, pero el resultado fue el opuesto. “No sé cómo logré salir en libertad”, concluye él escuetamente sobre ese supuesto episodio de su vida. Cualquier relato de Boyer tiene que tener ese “supuesto” por delante.
En el Aeropuerto Internacional de Brasilia, un Moisés Boyer que se declara sin ropa y sin comida insiste en que es un perseguido. Una década después reapareció, pero su historia ha sido desmentida en todo el vecindario, nadie le cree y los organismos de inteligencia lo tildan de ser un “loquito aprovechado”. Varios medios brasileños se han interesado en su historia e incluso se comunicaron con El Espectador. Boyer sigue buscando audiencia.
dduran@elespectador.com
@dicaduran