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El forense que asegura que a Colmenares no lo mataron

Miguel Botella López, quien esta semana rindió testimonio en el caso Colmenares, se defendió de los cuestionamientos sobre su idoneidad para intervenir en el juicio a favor de la defensa de Jessi Quintero y Laura Moreno.

María Paula Rubiano
14 de mayo de 2016 - 03:17 a. m.
Miguel Botella ha participado en importantes exhumaciones en Europa, Egipto y otros lugares del mundo.  /Cristian  Garavito - El Espectador
Miguel Botella ha participado en importantes exhumaciones en Europa, Egipto y otros lugares del mundo. /Cristian Garavito - El Espectador
Foto: Cristian Garavito / El Espectador
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“Un ejemplo de todo lo que no debe hacerse en una necropsia”, así calificó el antropólogo forense Miguel Botella el informe con el que el exdirector de Medicina Legal, Máximo Duque, determinó que Luis Andrés Colmenares había sido asesinado la noche del 31 de octubre de 2011, supuestamente, por golpes contundentes. Esa tesis planteada por Duque es la prueba reina con la que la Fiscalía busca una condena contra Laura Moreno y Jessy Quintero.

En la audiencia, que se extendió durante cuatro días, el antropólogo explicó que durante la autopsia realizada por Duque “se violaron todos los protocolos internacionales para llevar a cabo este tipo de procedimientos”. El experto señaló que los materiales que se usaron -un cuchillo de cocina, unas tijeras, unas pinzas y un balde plástico con agua-, al igual que el lugar donde se realizó -una caja de cartón sobre un piso de tierra- habría afectado las conclusiones a las que llegaron el exdirector de Medicina Legal y su equipo.

Entre estas conclusiones está la existencia de una huella patrón que, según la Fiscalía, fue causada por el impacto de la base de una botella en el cráneo de Colmenares. Pero el experto español aseguró que tal huella no existe. Además, Botello afirmó que si bien hay dos fracturas causadas en dos eventos distintos, la primera sería una consecuencia de la caída y, la segunda, consecuencia del deficiente procedimiento de necropsia realizado por Duque.

El antropólogo indicó que las hemorragias en las vértebras de Colmenares, que supuestamente, fueron producto de los golpes, en realidad ocurrieron durante esa segunda exhumación, pues el tipo de cuchillo usado en la exhumación para decapitar al cuerpo dejó las marcas. Además, dijo, los cortes que se hicieron en cráneo y costillas destruyeron toda la evidencia y eliminaron de tajo toda posibilidad de revisar el cuerpo una vez más.

Ante sus declaraciones, el padre de Colmenares publicó una serie de correos que intercambió con el experto, en los cuales Botella admite no ser médico forense. Sobre estos señalamientos y sobre su experiencia en el campo de la antropología habló con El Espectador el docente español, quien además de haber liderado la exhumación de los restos de Cristóbal Colón y varios príncipes españoles -entre ellos toda la dinastía de la Corona de Aragón-, ha participado en identificación de restos de la Guerra Civil Española, la dictadura chilena y las víctimas de la violencia que el narcotráfico ha dejado en la frontera mexicana.

¿Cuál es su experiencia en el campo científico?

Empecé haciendo excavaciones -la primera la hice en 1968- desde que era estudiante de arqueología. Pero la arqueología que estudié en aquel momento era muy de hallazgos de cerámicas, de restos constructivos, pero no había humanos. Luego empecé a estudiar medicina, y me licencié en medicina y cirugía en la Universidad de Granada. Después de eso estuve en Francia y, cuando regresé, me dieron los cursos de Antropología y Anatomía Humana. Ahora dirijo el departamento de Antropología y el Laboratorio antropológico de la Universidad de Granada y doy clases de antropología forense, evolución humana y paleopatología —los traumatismos y enfermedades en los huesos—.

¿Y en el campo judicial?

He trabajado en todo el mundo ayudando tanto con identificación de cadáveres como en evaluación de informes y dictámenes. En Chile, por ejemplo, fui evaluador único de la calidad de las identificaciones que se hicieron de los muertos de la época de la dictadura de Pinochet. Estudié los expedientes y traumatismos que había, estudié las fotos, no vi los restos esqueléticos. Pero lo que evalué fue la pericia que habían hecho los investigadores. Encontré que habían grandísimos fallos. En mi currículo hay 72 informes, estudios y dictámenes que he firmado como responsable. Pero con mi equipo hacemos más de 100 informes periciales forenses por año.

En España, ¿cada cuánto trabaja con las autoridades?

Constantemente. Es una cosa rutinaria. Tengo la ventaja de que actuamos en conjunto y por eso me ponen medallas, que es lo que recibo porque no me pagan (risas). Llevo colaborando más de 20 años. Aquí todos trabajamos juntos, policías y médicos forenses.

¿Qué son específicamente estos informes periciales?

Hacemos identificación de restos humanos, esqueletos que aparecen en el campo y de los cuales tenemos que hacer identificación. Aparte de eso analizamos circunstancias biológicas de esa persona, es decir, estudiamos la enfermedades que tuvo esa persona antes de morirse, las marcas de violencia que puedan aparecer sobre esos restos o las marcas de manipulación. Nos pueden mandar personas descuartizadas o con traumatismos complejos para que nosotros podamos ver lo qué ha pasado o revisar lo que otros han hecho.

¿Eso fue lo que hizo en el caso de Luis Andrés Colmenares?

Sobre el caso Colmenares prefiero no comentar nada, lo que tenía que decir al respecto ya está dicho en la audiencia.

¿Qué tan importante es seguir los protocolos en estos procedimientos forenses?

Entiendo que ante un tema en el que un caso nunca es igual a otro, lo más básico es emplear el sentido común. Pero los protocolos son lineamientos generales de elementos que hay que tener en cuenta para hacer un trabajo serio, son básicos para ejercer esta profesión y sobre esta línea debe actuar la experiencia, el conocimiento, y el sentido común.

Usted mismo ha señalado que no es médico forense, pero aun así lo han buscado autoridades judiciales de distintos países para ayudar a identificar víctimas o causas de muerte en casos de homicidios. ¿Por qué?

Hay que entender que un médico forense y un antropólogo forense no son la misma cosa. La diferencia es grande. Un médico forense es un profesional de la medicina que la administración de justicia contrata para que le asesore en sus conceptos. Y el antropólogo forense es un antropólogo que aplica sus conocimientos para identificar restos momificados, saponificados, putrefactos y esqueléticos. Lo que el médico forense ve es el cadáver fresco. Ahí tenemos una vertiente, que es la paleopatología, que como ya expliqué, es para estudiar las marcas y lesiones en los huesos. Pero claro, esos campos no son impermeables. Que un cadáver esté fresco no quiere decir que no puedan llamarme a mí. Lo hacen con mucha frecuencia los forenses de Granada. Yo llego y veo los huesos del cadáver, y puedo ayudarles a determinar qué es lo que ha pasado con ellos. Nunca he dicho, y no quiero decir, que soy médico forense. No soy médico forense. Soy lo mío, que es antropólogo forense y ya está.

¿Ustedes entonces pueden establecer causas de muerte?

El que firma el certificado de defunción es el médico forense, pero no porque sepa más, sino porque es el médico que la justicia ha encargado de esa labor, es el que oficialmente está autorizado. Ahora, lo que tengo que estudiar son las evidencias que llevan a que ese médico para hacer ese certificado de defunción. Le digo: “Tiene estos traumatismos, eso en un tanto por ciento lleva a la muerte del sujeto, y no tiene otra lesión, luego esa es la causa de muerte”, y eso es lo que el médico pone en el informe.

Usted se ha encargado de estudiar fósiles humanos y restos históricos, ¿eso cómo le da experiencia para trabajar casos judiciales?

Las marcas en los huesos son iguales. El hueso humano no ha cambiado. Al fin y al cabo las evidencias sobre el hueso son iguales, las de hoy y las de hace 4.000 años. Nuestra investigación es exactamente la misma. Por eso la patología es tan importante, porque enseña a ver las lesiones a través de una perspectiva muy amplia. Por ejemplo, yo fui invitado por las distintas procuradurías de los diferentes estados de la frontera mexicana para ayudar a determinar cómo fueron las muertes con traumatismos complejos como cortes y machetazos. A mí lo que me preguntan allí es con qué herramientas lo han hecho, pero también puedo saber si quien lo hizo era zurdo o diestro, si era una persona o eran dos, si los traumatismos en los huesos son posmórtem (después de la muerte) o perimórtem (antes de la muerte), etcétera. Todos estos elementos para que puedan investigar.

¿Cuál fue su trabajo exhumando cuerpos de la Guerra Civil española?

Ese trabajo planteó un problema serio porque hubo muchos muertos en esa tragedia horrible. Eso sucedió hace casi 80 años y la memoria se ha ido perdiendo. Las esposas e hijos de quienes mataron ya están muertos, ¿cómo voy a identificar esos restos? Es que identificar es sinónimo de comparar, y no hay fotografías ni descripciones de esa gente. Por desgracia se ha perdido la posibilidad de identificar a un gran número de personas. A mí no me gusta hacer exhumaciones de fosas porque sí, ya que excavar por mucho tiempo y no poder identificar esos restos me parece un trabajo absurdo ya que no existe una base de datos de ADN para comparar los restos.

Por ejemplo, en el caso de Colombia, que es uno de los países con más desaparecidos en el mundo, ¿cómo proceder de manera eficiente y no “excavar por excavar”?

Lo primero es hacer un mapa de fosas, un estudio para localizarlas. Lo segundo es seleccionar los comparar a las personas que pueden estar ahí enterradas o no se tiene identificar quienes son, sería inútil. Pero sí hay que dignificar esos lugares para recordar lo que pasó, porque la memoria no se puede perder.

Por María Paula Rubiano

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