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                                                                                                                                El informe que desnuda la "limpieza social" en Colombia

                                                                                                                                Según datos del Cinep, el exterminio social en Colombia ha cobrado la vida de más de cuatro mil personas. El autor de la investigación, Carlos Mario Perea, asegura que esta dinámica ha permanecido oculta y que la ausencia del Estado permite su legitimización. Es necesario crear políticas públicas para combatirla.

                                                                                                                                Catalina González Navarro, María José Medellín Cano

                                                                                                                                A los atracadores en Pereira (Risaralda), a finales de los años 70, les marcaban sus manos y su cara con una tinta roja: esa era su sentencia de muerte. Los marcados con ese sello macabro comenzaron a aparecer tirados en las calles de la capital risaraldense. Así comenzó lo que hoy se conoce como “limpieza social”, un término que, según el informe “Limpieza social, una violencia mal nombrada”, debería ser más conocido como exterminio.

                                                                                                                                El documento conocido por El Espectador es el resultado de una investigación conjunta del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Nacional (Iepri) y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Su autor, Carlos Mario Perea, experto en temas urbanos desde hace al menos 20 años, realiza un análisis del fenómeno de “limpieza social”, que se ha convertido en una práctica sistemática que permea a la sociedad colombiana desde hace al menos 40 años. (Vea: Las cifras de la "Limpieza social" en Colombia)

                                                                                                                                Se trata de un tema que no se había investigado en Colombia con el rigor que merece, asegura Carlos Mario Perea, pero que además de no tener una base académica sólida, está inmerso en un contexto de silencio y de falta de políticas públicas que ha permitido que incluso la sociedad la reconozca y conviva con ella. Así se evidencia en las cifras que demuestran que al menos 4.000 personas han sido asesinadas de esta forma durante 25 años, desde 1988 a 2013.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La limpieza política se refiere al asesinato sistemático de personas que están haciendo militancia de algún tipo y que se pueden clasificar como partidarios de movimientos opositores. La limpieza étnica, como su nombre lo indica, se refiere a ejecuciones de personas de poblaciones étnicas. Sin embargo, la principal reflexión del documento, que se presentará hoy en la Feria del Libro de Bogotá, es que se debe dejar de tildar como “limpieza social” y entenderlo por su verdadero nombre: exterminio, aniquilamiento o matanza social.

                                                                                                                                Para dimensionar esta práctica, Carlos Mario Perea compara la situación de Colombia con el exterminio judío perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, que dejó una cifra de más de seis millones de muertos; la masacre de población tutsi por el gobierno hutu en Ruanda en 1994, o el apogeo de la segregación racial que vivió Estados Unidos durante más de 30 años. En el caso colombiano, se trata de un exterminio que se ha convertido en un fenómeno que tiene como escenario principal ciudades o poblaciones de más de mil habitantes, y sus victimarios son grupos ilegalmente conformados que, por falta de presencia del Estado, deciden tomarse la justicia por sus propias manos.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Según testigos, en 2004, jóvenes de la localidad Ciudad Bolívar agredieron a una muchacha de 15 años del colegio Lara Bonilla, que además se encontraba en embarazo. “La asesinaron, le sacaron el bebé y la dejaron tirada en el río Tunjuelito”. Fue entonces cuando el padre de la niña conformó el grupo los Calvos, junto con otros padres de familia, para hacer justicia y vengar su dolor. Sin embargo, tuvieron un obstáculo: que en los demás barrios del sector ya había presencia de grupos con su mismo objetivo y que incluso, se presume, tenían vínculos con el paramilitarismo o con agentes del Estado. (Vea el video sobre "Limpieza social" en Colombia).

                                                                                                                                En la investigación se destaca el papel que han tenido la guerrilla y los paramilitares en este exterminio. Según los registros, la actuación de la guerrilla es menor. De acuerdo con el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), único organismo en Colombia que ha recopilado las cifras de este fenómeno en el país, solamente el 3 % -145 personas- de los homicidios los cometió este actor armado.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Si bien la guerrilla ocupa el tercer puesto en la lista de victimarios del exterminio social en Colombia, los dos primeros lugares son: los grupos de “limpieza”, con 3.798 víctimas, y los paramilitares, con 868. En ese listado también se encuentran los agentes del Estado, como la Policía, el Ejército, el Inpec o la Sijín, entre otros, quienes entre 1988 y 2013 han asesinado a 104 personas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El silencio en el que ha permanecido el Estado es una de las principales formas de sanción del exterminio social. “Si el Estado no sólo calla, sino que además participa en las ejecuciones, no hay razones para que en los sectores populares se vea con malos ojos una práctica inscrita en la historia del barrio desde el momento de su fundación”, precisa la investigación.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                A los atracadores en Pereira (Risaralda), a finales de los años 70, les marcaban sus manos y su cara con una tinta roja: esa era su sentencia de muerte. Los marcados con ese sello macabro comenzaron a aparecer tirados en las calles de la capital risaraldense. Así comenzó lo que hoy se conoce como “limpieza social”, un término que, según el informe “Limpieza social, una violencia mal nombrada”, debería ser más conocido como exterminio.

                                                                                                                                El documento conocido por El Espectador es el resultado de una investigación conjunta del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Nacional (Iepri) y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Su autor, Carlos Mario Perea, experto en temas urbanos desde hace al menos 20 años, realiza un análisis del fenómeno de “limpieza social”, que se ha convertido en una práctica sistemática que permea a la sociedad colombiana desde hace al menos 40 años. (Vea: Las cifras de la "Limpieza social" en Colombia)

                                                                                                                                Se trata de un tema que no se había investigado en Colombia con el rigor que merece, asegura Carlos Mario Perea, pero que además de no tener una base académica sólida, está inmerso en un contexto de silencio y de falta de políticas públicas que ha permitido que incluso la sociedad la reconozca y conviva con ella. Así se evidencia en las cifras que demuestran que al menos 4.000 personas han sido asesinadas de esta forma durante 25 años, desde 1988 a 2013.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La limpieza política se refiere al asesinato sistemático de personas que están haciendo militancia de algún tipo y que se pueden clasificar como partidarios de movimientos opositores. La limpieza étnica, como su nombre lo indica, se refiere a ejecuciones de personas de poblaciones étnicas. Sin embargo, la principal reflexión del documento, que se presentará hoy en la Feria del Libro de Bogotá, es que se debe dejar de tildar como “limpieza social” y entenderlo por su verdadero nombre: exterminio, aniquilamiento o matanza social.

                                                                                                                                Para dimensionar esta práctica, Carlos Mario Perea compara la situación de Colombia con el exterminio judío perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, que dejó una cifra de más de seis millones de muertos; la masacre de población tutsi por el gobierno hutu en Ruanda en 1994, o el apogeo de la segregación racial que vivió Estados Unidos durante más de 30 años. En el caso colombiano, se trata de un exterminio que se ha convertido en un fenómeno que tiene como escenario principal ciudades o poblaciones de más de mil habitantes, y sus victimarios son grupos ilegalmente conformados que, por falta de presencia del Estado, deciden tomarse la justicia por sus propias manos.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Según testigos, en 2004, jóvenes de la localidad Ciudad Bolívar agredieron a una muchacha de 15 años del colegio Lara Bonilla, que además se encontraba en embarazo. “La asesinaron, le sacaron el bebé y la dejaron tirada en el río Tunjuelito”. Fue entonces cuando el padre de la niña conformó el grupo los Calvos, junto con otros padres de familia, para hacer justicia y vengar su dolor. Sin embargo, tuvieron un obstáculo: que en los demás barrios del sector ya había presencia de grupos con su mismo objetivo y que incluso, se presume, tenían vínculos con el paramilitarismo o con agentes del Estado. (Vea el video sobre "Limpieza social" en Colombia).

                                                                                                                                En la investigación se destaca el papel que han tenido la guerrilla y los paramilitares en este exterminio. Según los registros, la actuación de la guerrilla es menor. De acuerdo con el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), único organismo en Colombia que ha recopilado las cifras de este fenómeno en el país, solamente el 3 % -145 personas- de los homicidios los cometió este actor armado.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Si bien la guerrilla ocupa el tercer puesto en la lista de victimarios del exterminio social en Colombia, los dos primeros lugares son: los grupos de “limpieza”, con 3.798 víctimas, y los paramilitares, con 868. En ese listado también se encuentran los agentes del Estado, como la Policía, el Ejército, el Inpec o la Sijín, entre otros, quienes entre 1988 y 2013 han asesinado a 104 personas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El silencio en el que ha permanecido el Estado es una de las principales formas de sanción del exterminio social. “Si el Estado no sólo calla, sino que además participa en las ejecuciones, no hay razones para que en los sectores populares se vea con malos ojos una práctica inscrita en la historia del barrio desde el momento de su fundación”, precisa la investigación.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Pero más allá de que exista el compromiso estatal para acabar con esta práctica de terror hay que tener en cuenta lo que dijo el Consejo de Estado en 2012 sobre quienes creen que tomándose la justicia por las manos está la solución. “La muerte injusta de una persona con antecedentes delictivos continúa siendo injusta a pesar de los antecedentes que registre. Y lo será tan injusta, tan insoportable y tan repudiable como la del hombre bondadoso de irreprochable conducta (...) nadie en Colombia se puede arrogar la facultad de definir (con fines de exterminio o de perdón) quién es útil, bueno y merece seguir con vida”.

                                                                                                                                Por Catalina González Navarro, María José Medellín Cano

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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