El Legado del pueblo Awá a la Comisión de la Verdad
En memoria de Juan Orlando Moreano y la Guardia Indígena. La crisis que padece la comunidad indígena quedó plasmada en un informe que reposa en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
Paulo Bacca, director de la Línea de Justicia Étnica de Dejusticia.
En una nueva escena del horror de la guerra, el pasado domingo fue asesinado Juan Orlando Moreano, connotado líder del pueblo Awá del resguardo de Inda Sabaleta en el municipio de Tumaco, junto a sus compañeros John Faver Nastacuas y Carlos José García. La masacre ocurrió frente a la mirada atónita de su comunidad y, sin lugar a dudas, es también un atentado a la justicia étnica y racial en Colombia, ya que el liderazgo de Juan Orlando, impulsó el proceso de justicia transicional en su pueblo. Así, por ejemplo, su participación fue clave para la entrega del informe Ecologías de la Guerra en la Pervivencia del Gran Territorio Awá, presentado por Dejusticia junto a la Unidad Indígena del Pueblo Awá (UNIPA), la Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas Awá (CAMAWARI) y la Corporación Chacana en el marco del Caso 02 de la Justicia Especial para la Paz (JEP). En este caso, la JEP acreditó al territorio del pueblo Awá como víctima del conflicto armado en calidad de sujeto colectivo de derechos.
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En una nueva escena del horror de la guerra, el pasado domingo fue asesinado Juan Orlando Moreano, connotado líder del pueblo Awá del resguardo de Inda Sabaleta en el municipio de Tumaco, junto a sus compañeros John Faver Nastacuas y Carlos José García. La masacre ocurrió frente a la mirada atónita de su comunidad y, sin lugar a dudas, es también un atentado a la justicia étnica y racial en Colombia, ya que el liderazgo de Juan Orlando, impulsó el proceso de justicia transicional en su pueblo. Así, por ejemplo, su participación fue clave para la entrega del informe Ecologías de la Guerra en la Pervivencia del Gran Territorio Awá, presentado por Dejusticia junto a la Unidad Indígena del Pueblo Awá (UNIPA), la Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas Awá (CAMAWARI) y la Corporación Chacana en el marco del Caso 02 de la Justicia Especial para la Paz (JEP). En este caso, la JEP acreditó al territorio del pueblo Awá como víctima del conflicto armado en calidad de sujeto colectivo de derechos.
Juan Orlando además de ser el gobernador suplente en ejercicio del resguardo de Inda Sabaleta fue consejero de la Guardia Indígena de UNIPA y sus enseñanzas de vida, elaboradas comunitariamente con su pueblo, permiten interpelar con sentido propositivo las conclusiones de los capítulos étnicos que por estos días viene entregando la Comisión de la Verdad (CEV). En la perspectiva del pueblo Awá, una de las graves falencias de la justicia transicional es su tendencia a tratar las consecuencias de los conflictos armados dejando de lado su historia de largo aliento y, por tanto, variantes como las desigualdades estructurales y los agravios históricos asociados al fenómeno colonial y los conflictos sociales del presente. Es en este contexto en el que Juan Orlando ubicaba el papel de la Guardia Indígena:
“Cuenten con nosotros para construir procesos de armonía, de equilibrio, entre paréntesis podemos decir ‘la paz’; que cuenten con nosotros para la paz, jamás para la guerra o nunca para la guerra. Nosotros somos constructores de vida, somos constructores de armonía, de alegría. Desde el pueblo indígena Awá la Guardia Indígena es un sistema de gobierno histórico”, reseñó.
Para el pueblo Awá, el Caso 02 ha sido un escenario de primer orden para que la JEP, en conjunto con la CEV, aborden la violencia y el racismo estructural sufrido históricamente por su pueblo, analizando las formas en que estos patrones se han inscrito en su territorio. Según los lideres y lideresas Awá, el colonialismo no es solo una estructura socio-política del pasado sino también una matriz de legados que reaparecen en el presente. Por ejemplo, en la violencia que siguen padeciendo sus comunidades y en la ausencia de disculpas públicas por parte del Estado y los actores armados. Igualmente, las secuelas coloniales aparecen en la inexistencia de actos de reconocimiento de responsabilidad y homenajes públicos capaces de concebir programas de reparaciones y garantías de no repetición acordados con las comunidades y las autoridades representativas de su pueblo. A decir de Juan Orlando:
“En este marco del contexto del conflicto armado como guardia indígena puede ser bastante duro porque es un conflicto de más de 50 años. Un conflicto que en nuestro territorio ha habido desplazamientos, masacre, desaparición, amenaza; bueno, un sinnúmero de situación de derechos humanos. Y la Guardia Indígena como función tiene, de poder caminar en los territorios, de acompañar en todos los escenarios”, expresó.
Así, el caso del pueblo Awá viene demostrando que cuando las condiciones de dominación política y económica se mantienen, difícilmente se puede lograr que las víctimas del conflicto armado sientan que sus condiciones de vida están cambiando. A decir de las autoridades tradicionales del pueblo Awá, también hay una relación directa entre la dominación política y la violencia ejercida sobre su gran territorio. Mientras los cuerpos de comuneros y comuneras han sido heridos de formas diversas en el marco del conflicto armado; muchas veces provocando muertes, el cuerpo del territorio también es cercenado y herido de muerte. Es justamente esa relación la que le da sentido al programa político de la Guardia Indígena según Juan Orlando:
“Entonces la Guardia es un órgano de poder armonizar todos los problemas, de poder prevenir, de poder proteger, de poder salvaguardar la vida. Imagínese: si la Guardia Indígena tenemos toda esta función y toda esta situación de desarmonía que se nos presenta es un reto bastante duro. El ser guardián nace desde el corazón, desde el espíritu, porque guardia no es el que empuña el bastón solamente, guardias somos todos los Awá, porque es que estamos pendiente el territorio, somos guardianes del territorio”, explicó en ese entonces.
La relación entre el racismo estructural y el trauma territorial debe entenderse entonces como un desequilibrio físico y espiritual en las dinámicas cosmovivenciales de los Awá. Por tal motivo, el informe que le entregamos a la JEP reconoce la importancia del respeto de los derechos humanos para reportar cambios en contextos de justicia transicional. Sin embargo, también destaca que a medida que avanzan las etapas procesales del Caso 02, se hace más necesario avanzar en la coordinación interjurisdiccional entre la JEP y la Jurisdicción Especial Indígena del pueblo Awá. Así, por ejemplo, se debería lograr que las garantías de no repetición sean acordadas tomándose en serio la forma en que este pueblo concibe la justicia restaurativa: para los Awá, el perdón es intersubjetivo, es decir, que opera de forma directa entre el ofendido y el agresor.
Es por este motivo, que el derecho a la verdad promovido valientemente por la CEV resulta clave para potenciar la memoria histórica combatiendo la impunidad. En la cosmología Awá, en paralelo, la memoria es una fuente de derecho propio en la medida que la voz de los antepasados es la piedra angular para sostener a las generaciones por venir. El presente, por su parte, es una confluencia viva entre pasado y futuro, perturbado por las secuelas y los espectros del colonialismo y el conflicto armado. En consecuencia, la verdad es parte integral de la reparación, pero para que esta sea colectiva, deberá integrar a las cosmologías indígenas. Por tal motivo, uno de los desafíos más apremiantes para el pueblo Awá en el marco de la justicia transicional es que entre todos y todas podamos desarrollar análisis de las violaciones a los derechos humanos sin perder de vista las afectaciones al territorio y a la cultura de los pueblos. Esta enseñanza, es desde mi punto de vista, uno de los legados más importantes de Juan Orlando. Un legado que deberíamos retomar los defensores y defensoras del trabajo de la CEV y, que sin lugar a dudas, como lo sostuvo Juan Orlando, vivirá por siempre en la Guardia Indígena:
“Tenemos la simbología que es la bandera que nosotros llamamos pañoleta, que son los cuatro colores. Esta mire, teniendo en cuenta nuestra cosmovisión se descifra, está el rojo que podemos decir para nosotros es toda esa sangre que han derramado nuestros sabios, nuestras sabias, nuestros mayores, nuestras mayoras. Y no solamente por defender el territorio, sino por defender la vida, defender todo lo existente. El amarillo se dice riqueza pero desde nuestro propio concepto podemos decir que más que riqueza es la vida que tenemos en el territorio. Están las aguas, están las aves, los animales, los árboles, las plantas, la medicina, la artesanía, la música propia, el idioma, entonces, la vida para nosotros. Y el blanco es la tranquilidad. Como decimos en nuestro idioma ‘Wat Uzan’, es el vivir bien, el vivir contento en el territorio, el vivir alegre, el nadar libremente, el caminar libremente en el territorio. Y el verde es todo lo que se mira en el territorio, es el ‘Katsa Su’, el gran territorio”, dijo Juan Orlando.
Sin la memoria de los pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos será imposible sobreponerse a las secuelas físicas y espirituales de la guerra: hay evidencias palmarias que el exterminio del pueblo Awá está en curso y este no es solo físico sino también cultural.
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