El “mea culpa” de los militares sobre su sistema de inteligencia
En la reciente masiva filtración a la cúpula militar colombiana hay varios documentos que dan cuenta de que la Fuerza Pública tiene claro que su sistema de inteligencia y contrainteligencia tiene múltiples problemas: corrupción, fuga de información y fracasos operacionales son algunas de las consecuencias.
David Escobar Moreno
Desde hace aproximadamente dos años los altos mandos militares de Colombia tienen un diagnóstico claro, pero preocupante, sobre los errores y las deficiencias de su aparato de inteligencia, compuesto por cerca de 6.200 uniformados. Así lo muestran varios documentos rotulados como “ultrasecretos” del Comando General de las Fuerzas Militares filtrados por el colectivo de hackers Guacamaya. El Espectador tuvo acceso a los archivos que tienen información reservada de seguridad nacional, a través de la organización Forbidden Stories, un consorcio radicado en Francia que continúa el trabajo de periodistas amenazados o asesinados.
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Desde hace aproximadamente dos años los altos mandos militares de Colombia tienen un diagnóstico claro, pero preocupante, sobre los errores y las deficiencias de su aparato de inteligencia, compuesto por cerca de 6.200 uniformados. Así lo muestran varios documentos rotulados como “ultrasecretos” del Comando General de las Fuerzas Militares filtrados por el colectivo de hackers Guacamaya. El Espectador tuvo acceso a los archivos que tienen información reservada de seguridad nacional, a través de la organización Forbidden Stories, un consorcio radicado en Francia que continúa el trabajo de periodistas amenazados o asesinados.
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Los documentos también dan cuenta de que el Comando General elabora un plan para erradicar esos problemas que, según su análisis, han generado corrupción con manejo de dineros públicos, seguimiento a personas que no representan un riesgo para la seguridad nacional, fuga de información y violencia física o psicológica en el interior del aparato de inteligencia.
Cuatro documentos encontrados en el masivo hackeo concuerdan en que la inteligencia tiene tres problemas fundamentales: errores en la escogencia de uniformados que hacen esas labores de inteligencia, desorganización en los procedimientos de recolección y análisis de información e insuficiente infraestructura técnica y tecnológica.
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De estas tres grandes falencias surgen un sinnúmero de errores que afectan operaciones contra grupos armados y pueden terminar implicando judicialmente a los uniformados que hacen labores de planeación, análisis y recolección de información de inteligencia. El sistema de inteligencia militar, dice el Comando General, no permite que exista interoperabilidad entre Ejército, Armada y Fuerza Aérea, pues no existe una red integrada de comunicación segura y moderna.
Tampoco hay una base de datos conjunta que pueda ser utilizada por los organismos de inteligencia de las Fuerzas Militares con el fin de cruzar datos con otros miembros de la comunidad de inteligencia, como la Policía y la Dirección Nacional de Inteligencia (que reemplazó al extinto DAS).
Otro de los inconvenientes detectados por el Comando General es que no existe personal capacitado y con experiencia en inteligencia capaz de dirigir y guiar una política de inteligencia para la defensa. Además, el personal que está activo para estas tareas solo es entrenado para recolectar información, pero no tiene nivel de análisis y aplicación de esos datos en estrategias militares. “Tampoco hay continuidad de personal que contribuya a hacer seguimiento y retroalimentación de los procesos de inteligencia y se cubren algunas vacantes con militares retirados en temas puntuales, pero esto es insuficiente”, indican los documentos reservados en poder de este diario.
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Uno de los factores que generan esa ausencia de seguimiento es que la Junta de Inteligencia Conjunta (JIC), que se reúne mensualmente y está compuesta por el ministro de Defensa y las cabezas de inteligencia de las Fuerzas Militares y de Policía, no cuenta con personal permanente que realice seguimiento y retroalimentación al proceso de inteligencia estratégica. A su vez la JIC, dice el Comando General, no coordina la compra de equipos tecnológicos para la comunidad de inteligencia ni promueve el entrenamiento del personal. Estas deficiencias de estructura terminan desencadenando otras más graves: fugas de información y corrupción.
El ejemplo más claro y cercano de la preocupante situación que afronta la inteligencia militar es, precisamente, la masiva filtración a la que tuvo acceso este diario de miles de documentos que no se podían filtrar por su nivel de criticidad para la seguridad nacional.
El diagnóstico del Comando General señala que no existe una plataforma que garantice el envío de documentos con información sensible y tampoco un canal seguro que permita comunicarse con el personal de inteligencia que se encuentra en terreno. En cuanto a las acciones de corrupción, el Comando General identificó que la falta de seguimiento en el interior de la inteligencia permite que dinero destinado para operaciones encubiertas o pagos a fuentes por información terminen en “un uso inadecuado o incorrecto de recursos públicos”.
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Como evidencia de esa presunta malversación de recursos, en 2018 la revista Semana reveló que, al parecer, existía una red de oficiales y suboficiales del Comando General de las Fuerzas Militares y de la Regional de Inteligencia Militar Estratégica Conjunta (Rimec) que habrían maquillado pagos de fuentes falsas. El fin de esta maniobra ilegal era desviar recursos hacia cuentas personales y a la compra de aparatos de vigilancia cibernética que habrían sido utilizados para hacer seguimientos irregulares a personajes de la vida nacional, como periodistas. Sin embargo, en junio de 2021, la procuradora general Margarita Cabello archivó la investigación y argumentó que no le quedaba otra opción por culpa de la “deficiente investigación” de la administración de su antecesor, Fernando Carrillo.
Esa presencia de hechos de corrupción también tiene que ver con la permanencia de personal en inteligencia que cuenta con “precedentes negativos y que generan desconfianza y poca credibilidad”, dicen los documentos filtrados.
Este tipo de miembros de la inteligencia “posiblemente manipularían información o influenciarían en la toma de decisiones con información que goza de reserva legal” o podrían “constreñir subalternos”. Es decir, usar la violencia física o psicológica contra otros miembros de la inteligencia que tienen menos poder. Aunque existen las pruebas de polígrafo para verificar la confiabilidad de los miembros de la comunidad de inteligencia, los documentos señalan que estas no son suficientes para garantizar la idoneidad de su personal y que se necesitan análisis externos.
Ante la gravedad del panorama, el Comando General viene creando un plan para erradicar estas deficiencias de inteligencia. La cúpula militar pretende crear el Sistema Integrado de Información de Inteligencia para la Defensa (SI3D) con el fin de fortalecer el desarrollo de las actividades de planeación, recolección, análisis y evaluación de la inteligencia militar. Además, quiere generar manuales y directrices que garanticen recolección y manejos de información más transparentes. Según los archivos del Comando, el estado final evidenciará una inteligencia para la defensa militar interoperable (entre diferentes fuerzas), con productos de inteligencia que reduzcan el nivel de incertidumbre en el estratega militar.
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Los documentos encontrados por este diario en el masivo hackeo no dan cuenta de que el SI3D ya esté en funcionamiento. Asimismo, consultamos con el Comando General de las Fuerzas Militares, y al momento de esta publicación no hubo respuesta de su parte y otras fuentes de inteligencia dicen desconocer si el proyecto está en marcha.