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Luis Enrique Calle Serna, uno de los tres hermanos narcotraficantes denominados los Comba, cumplió a finales de junio pasado su pena de nueve años de prisión en Estados Unidos por delitos de narcotráfico. Sin embargo, solo fue hasta esta semana que el gobierno de Iván Duque, la Cancillería en particular, pidió su deportación a Colombia. Esta solicitud se dio en medio de los reproches que se les han hecho al presidente Duque y su gabinete por los infructuosos intentos de traer a Colombia al exjefe paramilitar Salvatore Mancuso, quien también cumplió una pena por narcotráfico en marzo de este año y estaba listo para ser enviado a Italia, país del que también es ciudadano.
Luis Enrique Calle Serna y su hermano mayor, Javier Antonio Calle Serna, pasaron de ser sicarios del cartel del norte del Valle a liderar el grupo narcotraficante los Rastrojos, una especie de ejército privado que apareció hacia 2002 como consecuencia de la división entre dos capos del cartel del norte del Valle: Diego León Montoya (alias Don Diego, extraditado a EE. UU. en 2008) y Wílber Varela (alias Jabón). Los hermanos Calle Serna, subordinados de Varela, terminaron entregándose a las autoridades estadounidenses en 2012. Luis Enrique en octubre en Panamá y Javier Antonio en mayo. Hasta donde se sabe, Luis Enrique Calle Serna habría echado mano de un recurso que a otros narcos ya le concedieron (como el Tuso Sierra o Rogelio): asilo en Estados Unidos argumentando que, de volver a Colombia, su vida correría peligro a raíz de sus delaciones.
La última decisión que tomó la justicia estadounidense en contra de Luis Enrique Calle Serna fue en enero de 2018. En ese momento, la Corte del Distrito Este de Nueva York ordenó que este debía pagar US$350.000 que obtuvo producto de entrar drogas ilegales a Estados Unidos. Sin embargo, los agentes del Tesoro le confiscaron mucho más: alrededor de US$1,1 millones en cuentas que estaban a nombre de personas cercanas y otros US$2,8 millones en cuentas que había a su nombre. Además, cualquier dinero o propiedad que pase por entidades financieras norteamericanas a nombre de Calle Serna o de su hermano Javier, según se lee en documentos conocidos por este diario, terminará congelado.
Las figuras de los hermanos Serna son reconocidas en el mundo del narcotráfico. El clan familiar, oriundo de Putumayo, empezó en el mundo del crimen en los años ochenta. El mayor de los Serna trabajó en la frontera con Ecuador, en donde estaban los laboratorios de procesamiento de coca de Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha, Leonidas Vargas y Fidel Castaño. En esas vueltas también aprendió a usar armas durante enfrentamientos contra la guerrilla y del lado de paramilitares entrenados por el mercenario israelí Yair Klein. Cuando llegó a Cali, en los años noventa, ganó fama como sicario y empezó a trabajar con el cartel del norte del Valle junto a su hermano Luis Enrique.
En esos años, los hermanos Comba también formaron parte de la persecución contra las cabezas del cartel de Cali. Como toda saga violenta de la mafia, casi 10 años después, los Comba llegaron a liderar a los Rastrojos. Sobre ellos recayeron sospechas de haber participado en el asesinato de su jefe, Wílber Varela, alias Jabón. El asesinato de Varela se perpetró en 2008, en el estado venezolano de Mérida, y Varela terminó inhumado en ese país porque nadie reclamó su cuerpo. Después la organización se dividió por las posturas encontradas que había entre Diego Rastrojo y el clan Calle Serna de entregarse a la DEA. Estos últimos eran renuentes a seguir ese plan, pero, en 2011, Luis Enrique Calle Serna empezó a hacer los primeros contactos con las autoridades de Estados Unidos y un año más tarde se entregaron él y su hermano.
Durante la sangrienta guerra entre Don Diego y Varela, protagonizada por sus ejércitos los Machos y los Rastrojos, los Comba fungían como brazo armado del grupo que lideraba Varela. Su alias viene de la palabra “combatiente”. Esos enfrentamientos dejaron cerca de 1.000 personas muertas, según el portal periodístico Insight Crime. Esta violenta guerra, que empezó en 2002, también tuvo como manzana de la discordia el factor “gringo”: Varela ordenó asesinar a un aliado de Montoya que estaba colaborando con la DEA a espaldas de toda la organización mafiosa. Esta cruda vendetta solo paró cuando Don Diego fue capturado por las autoridades en 2007, luego de haber ordenado la masacre de Jamundí en mayo de 2006, en la que murieron 10 investigadores de la Dijín.
Como viene ocurriendo con varias organizaciones narcotraficantes del país, los Rastrojos establecieron nexos con carteles mexicanos. Entre ellos, el cartel de Juárez (liderado en los noventa por Amado Carrillo, El Señor de los Cielos) y el cartel de Tijuana, el cual ahora forma parte del denominado Cartel de Jalisco Nueva Generación. Cuando sacaron del mapa a Varela heredaron las rutas del narcotráfico. También con Don Diego fuera de ese negocio, se volvieron, quizás, en los capos de la droga más importante en la primera década de este siglo. Incluso, cuando los Comba llegaron al poder, en México se desató una sangrienta guerra en la disputa de realizar un pacto con los Calle Serna en el envío de cocaína.
La última vez que los Comba ocuparon los titulares de prensa fue en junio de 2014, en plena campaña reeleccionista de Juan Manuel Santos. En ese momento se conoció una declaración del mayor de los Comba, de diciembre de 2013, desde una cárcel estadounidense. El capo aseguró que se hizo una “vaca” de US$12 millones con otros narcos, como alias Diego Rastrojo, Cuchillo y el Loco Barrera, para buscar un proceso de sometimiento a la justicia con el gobierno de Juan Manuel Santos. Según Javier Antonio Calle Serna, ese dinero se le entregó a un estratega político de la campaña presidencial de Santos, el venezolano J. J. Rendón, quien habría quedado encargado de hacer el puente con la Casa de Nariño. El tema fue escándalo fugaz y no quedó en nada.
¿A qué escenario llegaría Calle Serna?
El permanente reacomodo de las estructuras narcotraficantes en Colombia, sobre todo en el Valle del Cauca, hace difícil saber qué efectos generaría una eventual llegada de Luis Enrique Calle Serna a Colombia. Fuentes de la Policía y abogados que conocen el bajo mundo en ese departamento le habían contado a El Espectador que una serie de narcos del Valle se estaban reuniendo para organizar el tráfico de drogas en el Pacífico. Uno de los líderes de la “Gran Alianza” sería un antiguo sicario de los Comba. Se trata de alias Capulina, quien fue capturado en 2017, pero quedó en libertad luego de que el testigo estrella en su contra se retractara. La Fiscalía lo señaló de ser el jefe de una oficina de sicarios en Cali.
Uno de los aliados de Capulina sería Dairo Valencia, miembro del clan de los Piraña, provenientes de Zarzal. Los Piraña son señalados por las autoridades de tener nexos con los carteles mexicanos de los Beltrán Leyva y de Jalisco Nueva Generación. Hace más de un año, en el lago Calima, Valencia se encontraba con otro supuesto narco cuando sufrió un atentado sicarial. Fuentes de la Fiscalía señalan que les siguen la pista a este y otros atentados, ya que puede ser el inicio del enfrentamiento entre estructuras narcotraficantes que están del lado del cartel de Sinaloa (liderado por los hijos del Chapo Guzmán) o Jalisco Nueva Generación (controlado por los Beltrán Leyva), quienes llevan años enfrentados.
Una fuente que conoce las movidas del narcotráfico en el Valle le dijo a este diario que la “Gran Alianza” es un invento de las autoridades para inflar resultados. “Que alguien esté en la capacidad de articular a una serie de narcos eso ya no existe. Ni siquiera cuando vuelva uno de los Comba esto va a suceder. Ahora, si usted está fuera del negocio durante seis meses, pues las nuevas generaciones de traficantes ya le habrán ganado terreno”, señala la fuente. Otro riesgo que se corre es que muchos de los líderes mafiosos que quieren recuperar sus bienes que dejaron en manos de testaferros terminan cometiendo homicidios, como ha sucedido en los últimos años con los familiares del extinto capo Iván Urdinola.