El patrón de Arauca
Gustavo Quinchía, alias ‘Pablito’, podría ser el primer ‘eleno’ en ser extraditado a EE.UU.
Diana Carolina Durán Núñez
Hace unos días el DAS notificó la extradición de Gustavo Aníbal Giraldo Quinchía, alias Pablito o Tatuco. Giraldo no sólo es el presunto responsable del secuestro de dos periodistas estadounidenses, motivo por el cual lo solicita la justicia norteamericana. Este hombre, de 1.65 metros de altura y piel trigueña, hacía parte de la Dirección Nacional del Eln, como comandante de los frentes de guerra central y oriental. Pero, sobre todo, era conocido en Arauca, según un informe de inteligencia militar, como “uno de los terroristas que mayor influencia ha ejercido sobre las administraciones municipales y departamentales”.
Las autoridades establecieron que Pablito comenzó como miliciano en el frente Domingo Laín, que fundó la compañía Simacota y que eventualmente lideró ambos grupos. Pero su supuesta injerencia en alcaldías y gobernaciones era un tema que trasnochaba a la Fiscalía, que en sus investigaciones concluyó que este comandante guerrillero incidía en “el desvío de grandes cantidades de dinero producto de las regalías, con destino al Eln”. “Se colocaba a unos 800 metros del campamento y atendía la gente que citaba, políticos, testaferros...”, declaró para este proceso Gilberto González, desmovilizado del Eln, que trabaja con los campamentos de Pablito.
Las declaraciones juramentadas de al menos siete desmovilizados del Eln le sirviieron a la Fiscalía para que ésta reconstruyera el paso de Pablito por el Eln, organización a la que ingresó como miliciano del frente Domingo Laín Sáenz. Este hombre, que no vestía de camuflado porque decía odiarlo sino de prendas color verde oliva, que siempre andaba armado con una pistola y un fusil y que se desplazaba por Arauca escoltado por unos 30 guerrilleros, fue quien ordenó el asesinato del obispo de Arauca, el 2 de octubre de 1989. “Determinamos el ajusticiamiento del obispo Jesús Emilio Jaramillo por delitos contra la revolución”, dijeron los ‘elenos’ en un comunicado que divulgaron un año después del crimen.
Otro de los principales objetivos de Pablito fue Julio Acosta Bernal, gobernador de Arauca entre 2004 y 2007. De acuerdo con el testimonio de Orlando Jiménez, uno de los desmovilizados que lo identificó en fotografías en abril pasado, el comandante guerrillero, luego de cinco atentados fallidos contra la vida de Acosta, dispuso envenenarlo con cianuro. Incluso, según este testigo, el veneno no se limitó al ex gobernador, hoy detenido por sus presuntos vínculos con los paramilitares. Carlos Marín Guarín ordenó a sus “francotiradores” poner cianuro en la punta de las balas con las que dispararan contra las estaciones de Policía.
Jiménez también aseveró en su declaración juramentada que Pablito, cuyo poderío traspasaba la frontera, dejó de secuestrar venezolanos, porque así lo acordó con el presidente Hugo Chávez. “Pablito decía que no había que pelear mucho con el Estado, porque en cada combate se gastaban millones (...). Ahí fue cuando lo autorizaron que se metiera en Eln en el negocio de la coca”, dijo Jiménez. La inmersión del Eln en el narcotráfico, coincidieron los reinsertados que han hablado en este caso, fue hacia el año 2000. Pero los ‘elenos’ no lo hicieron solos: el frente 10 y el 45 de las Farc fueron sus principales aliados en esta empresa.
Aunque permaneció en el Eln por casi 30 años, nadie conocía su identidad. Se referían a él como Carlos Marín Guarín, y así figuraba en la directiva ministerial de recompensas. Alrededor de $1.600 millones se ofrecía por información que condujera a su paradero. Ese mismo nombre aparecía en la circular roja de la Interpol. Fue Carlos Marín Guarín y no Gustavo Giraldo el hombre que los investigadores judiciales persiguieron varios años. Y ese se ha convertido también en el principal argumento para demostrar su inocencia: “Yo no soy ese”, manifestó Giraldo Quinchía en su indagatoria.
Para la Fiscalía, no cabe ninguna duda de que Giraldo es el mismo Carlos Marín Guarín. Probarlo, sin embargo, fue su reto desde que Pablito fue detenido el pasado 8 de enero en Bogotá. Entre enero y abril, el fiscal del caso ordenó tres veces un reconocimiento en fila al que Pablito se negó, una tras otra. En la última oportunidad, expresó: “No participaré en la diligencia porque ya me dieron televisión, prensa y radio”. El reconocimiento tuvo que hacerse con fotografías. El organismo le solicitó al CTI que comparara unas imágenes de video de archivo y sus fotos actuales, y el resultado fue “una gran semejanza”. Por último, el ente estableció que su registro de nacimiento, expedido en Bogotá, fue adulterado.
Giraldo Quinchía le aseguró a la Fiscalía que no es más que un campesino que vive de la compra y venta del ganado, y que él no es Carlos Marín Guarín. No obstante, fue llamado a juicio –la primera audiencia tuvo lugar la semana pasada en Arauca– por los delitos de rebelión, terrorismo, concierto para delinquir agravado, narcotráfico y obtención de documento falso agravado. Y si en algo coincidieron los diversos testimonios de reinsertados del Eln sobre Pablito, es que él era el hombre de “darle al tubo”: bajo su mando, el oleoducto Caño Limón-Coveñas fue atacado constantemente a finales de los 90 y principios de esta década.
Sin embargo, los desmovilizados que aceptaron testificar ante el organismo investigativo no ocultaron su temor de ser blanco de retaliaciones. “Los reinsertados somos objetivos militares para ellos. Él (Pablito) manda buscar a los reinsertados y ofrece plata por cada uno que maten”, señaló uno. William Quintero, otro de los que identificó a Giraldo, denunció en abril que uno de sus hermanos fue asesinado un día antes de que él se presentara en la cárcel de Palogordo (Girón) a hacer el reconocimiento del guerrillero. “Ya comencé a ver las consecuencias de haber declarado”, manifestó Quintero.
Gilberto González, otro desmovilizado, declaró que Carlos Marín Guarín ordenó el secuestro del Fokker de Avianca, la toma de Puerto Rondón (Arauca) y de Cubará (Boyacá), el asesinato del diputado araucano Édgar Guzmán y las extorsiones Ecopetrol y multinacionales. Pero fue el secuestro de Ruth Morris y Scott Dalton, periodistas de Los Angeles Times, el delito que lo puso en el radar de la justicia norteamericana, y que lo tiene ad portas de convertirse en el primer guerrillero del Eln en ser extraditado a ese país. Y aunque en Estados Unidos sea un completo desconocido, en el Arauca todos sintieron su sombra. Como lo dijo un ex ‘eleno’, “no se movía una hoja sin la orden de él”.
Hace unos días el DAS notificó la extradición de Gustavo Aníbal Giraldo Quinchía, alias Pablito o Tatuco. Giraldo no sólo es el presunto responsable del secuestro de dos periodistas estadounidenses, motivo por el cual lo solicita la justicia norteamericana. Este hombre, de 1.65 metros de altura y piel trigueña, hacía parte de la Dirección Nacional del Eln, como comandante de los frentes de guerra central y oriental. Pero, sobre todo, era conocido en Arauca, según un informe de inteligencia militar, como “uno de los terroristas que mayor influencia ha ejercido sobre las administraciones municipales y departamentales”.
Las autoridades establecieron que Pablito comenzó como miliciano en el frente Domingo Laín, que fundó la compañía Simacota y que eventualmente lideró ambos grupos. Pero su supuesta injerencia en alcaldías y gobernaciones era un tema que trasnochaba a la Fiscalía, que en sus investigaciones concluyó que este comandante guerrillero incidía en “el desvío de grandes cantidades de dinero producto de las regalías, con destino al Eln”. “Se colocaba a unos 800 metros del campamento y atendía la gente que citaba, políticos, testaferros...”, declaró para este proceso Gilberto González, desmovilizado del Eln, que trabaja con los campamentos de Pablito.
Las declaraciones juramentadas de al menos siete desmovilizados del Eln le sirviieron a la Fiscalía para que ésta reconstruyera el paso de Pablito por el Eln, organización a la que ingresó como miliciano del frente Domingo Laín Sáenz. Este hombre, que no vestía de camuflado porque decía odiarlo sino de prendas color verde oliva, que siempre andaba armado con una pistola y un fusil y que se desplazaba por Arauca escoltado por unos 30 guerrilleros, fue quien ordenó el asesinato del obispo de Arauca, el 2 de octubre de 1989. “Determinamos el ajusticiamiento del obispo Jesús Emilio Jaramillo por delitos contra la revolución”, dijeron los ‘elenos’ en un comunicado que divulgaron un año después del crimen.
Otro de los principales objetivos de Pablito fue Julio Acosta Bernal, gobernador de Arauca entre 2004 y 2007. De acuerdo con el testimonio de Orlando Jiménez, uno de los desmovilizados que lo identificó en fotografías en abril pasado, el comandante guerrillero, luego de cinco atentados fallidos contra la vida de Acosta, dispuso envenenarlo con cianuro. Incluso, según este testigo, el veneno no se limitó al ex gobernador, hoy detenido por sus presuntos vínculos con los paramilitares. Carlos Marín Guarín ordenó a sus “francotiradores” poner cianuro en la punta de las balas con las que dispararan contra las estaciones de Policía.
Jiménez también aseveró en su declaración juramentada que Pablito, cuyo poderío traspasaba la frontera, dejó de secuestrar venezolanos, porque así lo acordó con el presidente Hugo Chávez. “Pablito decía que no había que pelear mucho con el Estado, porque en cada combate se gastaban millones (...). Ahí fue cuando lo autorizaron que se metiera en Eln en el negocio de la coca”, dijo Jiménez. La inmersión del Eln en el narcotráfico, coincidieron los reinsertados que han hablado en este caso, fue hacia el año 2000. Pero los ‘elenos’ no lo hicieron solos: el frente 10 y el 45 de las Farc fueron sus principales aliados en esta empresa.
Aunque permaneció en el Eln por casi 30 años, nadie conocía su identidad. Se referían a él como Carlos Marín Guarín, y así figuraba en la directiva ministerial de recompensas. Alrededor de $1.600 millones se ofrecía por información que condujera a su paradero. Ese mismo nombre aparecía en la circular roja de la Interpol. Fue Carlos Marín Guarín y no Gustavo Giraldo el hombre que los investigadores judiciales persiguieron varios años. Y ese se ha convertido también en el principal argumento para demostrar su inocencia: “Yo no soy ese”, manifestó Giraldo Quinchía en su indagatoria.
Para la Fiscalía, no cabe ninguna duda de que Giraldo es el mismo Carlos Marín Guarín. Probarlo, sin embargo, fue su reto desde que Pablito fue detenido el pasado 8 de enero en Bogotá. Entre enero y abril, el fiscal del caso ordenó tres veces un reconocimiento en fila al que Pablito se negó, una tras otra. En la última oportunidad, expresó: “No participaré en la diligencia porque ya me dieron televisión, prensa y radio”. El reconocimiento tuvo que hacerse con fotografías. El organismo le solicitó al CTI que comparara unas imágenes de video de archivo y sus fotos actuales, y el resultado fue “una gran semejanza”. Por último, el ente estableció que su registro de nacimiento, expedido en Bogotá, fue adulterado.
Giraldo Quinchía le aseguró a la Fiscalía que no es más que un campesino que vive de la compra y venta del ganado, y que él no es Carlos Marín Guarín. No obstante, fue llamado a juicio –la primera audiencia tuvo lugar la semana pasada en Arauca– por los delitos de rebelión, terrorismo, concierto para delinquir agravado, narcotráfico y obtención de documento falso agravado. Y si en algo coincidieron los diversos testimonios de reinsertados del Eln sobre Pablito, es que él era el hombre de “darle al tubo”: bajo su mando, el oleoducto Caño Limón-Coveñas fue atacado constantemente a finales de los 90 y principios de esta década.
Sin embargo, los desmovilizados que aceptaron testificar ante el organismo investigativo no ocultaron su temor de ser blanco de retaliaciones. “Los reinsertados somos objetivos militares para ellos. Él (Pablito) manda buscar a los reinsertados y ofrece plata por cada uno que maten”, señaló uno. William Quintero, otro de los que identificó a Giraldo, denunció en abril que uno de sus hermanos fue asesinado un día antes de que él se presentara en la cárcel de Palogordo (Girón) a hacer el reconocimiento del guerrillero. “Ya comencé a ver las consecuencias de haber declarado”, manifestó Quintero.
Gilberto González, otro desmovilizado, declaró que Carlos Marín Guarín ordenó el secuestro del Fokker de Avianca, la toma de Puerto Rondón (Arauca) y de Cubará (Boyacá), el asesinato del diputado araucano Édgar Guzmán y las extorsiones Ecopetrol y multinacionales. Pero fue el secuestro de Ruth Morris y Scott Dalton, periodistas de Los Angeles Times, el delito que lo puso en el radar de la justicia norteamericana, y que lo tiene ad portas de convertirse en el primer guerrillero del Eln en ser extraditado a ese país. Y aunque en Estados Unidos sea un completo desconocido, en el Arauca todos sintieron su sombra. Como lo dijo un ex ‘eleno’, “no se movía una hoja sin la orden de él”.