“El periódico ya no era un espacio seguro para mí”: Vanesa Restrepo
Entrevista con la joven periodista antioqueña Vanesa Restrepo, víctima del delito de “acto sexual abusivo con persona incapaz de resistir” y quien trabajaba en El Colombiano hasta hace unos días. Su denunciado es un editor del mismo medio que, al parecer, goza de la protección de las directivas. El caso de Vanesa, revelado hace un año por Las Igualadas de El Espectador, ha evolucionado pero no a favor de ella. La Corte Constitucional podría revisar su caso.
Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
¿Por qué tomó la decisión de retirarse de “El Colombiano” después de cinco años de trabajar en ese diario?
Sentí que ya no era un espacio seguro para mí. Un año después de denunciar a una persona del periódico por acto sexual abusivo en mi contra, y de que cerca de 55 personas de la redacción firmáramos una carta en la que le pedíamos a la empresa acciones concretas de protección, como un protocolo de prevención del acoso y abuso sexual, las propuestas no se materializaron. Al menos hasta mi retiro, el 9 de octubre pasado, no tuve conocimiento de la existencia de ese protocolo. El periódico dice que lo creó, pero ni lo conozco ni sé que haya sido implementado. Esos compromisos no pueden ser de papel, tienen que ser reales y expeditos. La redacción era el espacio en el que pasaba más tiempo, cada día. Pero, ¿quién puede trabajar cuando no se siente segura?
¿Por qué creía que no podía estar segura? O dicho de otro modo, ¿qué la hacía sentir insegura?
Que en el periódico seguía trabajando mi agresor, que creo que él estaba siendo protegido en ese espacio y que, a mí, no me daban igual o mayor protección a pesar de que soy la víctima.
¿Cuánta cercanía tiene el editor que usted denunció con la cúpula del diario?
Mi impresión es que lo protegieron por su cercanía con personas que tienen cargos altos en el periódico. Yo, en cambio, estaba enfocada en mi trabajo y no me preocupaba por hacer relaciones públicas con las directivas. Iba allá solo a ejercer periodismo.
Concretamente, a la persona que usted denunció en la Fiscalía le imputaron acto sexual abusivo con persona incapaz de resistir. ¿Por qué sus abogados consideraron que al abuso sexual, ya de por sí un delito muy complicado, le cabía el agravante de “con persona incapaz de resistir”?
La tipificación del delito no la hicieron mis abogados, sino la propia Fiscalía con base en el relato del caso. Son hechos agravados por la confianza que tenía en él y porque mediaron unos condicionamientos previos: reunión de colegas en un bar en donde nos tomamos unas copas, engaño al ser conducida a su casa y después sorprenderme cuando me había dormido.
¿Sabe si su agresor ha tenido problemas con otras periodistas o con otras mujeres del periódico?
Conozco las historias de dos mujeres que tuvieron conflictos con este agresor. Una de ellas ya no trabaja en el periódico, pero sufrió acoso por parte de la misma persona en las redes sociales: le enviaba a su celular fotos explícitas sin su consentimiento. Ella tuvo que bloquearlo. La otra víctima sigue trabajando en la empresa. Me contó privadamente lo que le sucedió, pero no se atreve a denunciarlo.
¿La conducta del editor que la agredió, un periodista con rango superior al suyo, fue intimidante o discriminatoria con usted después de que lo denunciara?
No. Intentó contactarme una vez, después de la denuncia, para hablar, pero no lo permití. Y cuando nos encontrábamos por accidente dentro del periódico tratábamos de evitarnos. Era terriblemente incómodo para mí. Me sentía muy mal y tenía miedo.
A Juan Esteban Vásquez, persona a la que usted denunció penalmente, ¿“El Colombiano” le impuso condiciones, límites a su conducta, lo trasladó de área de trabajo o nada de esto sucedió?
Cuando puse el caso en conocimiento de la directora, esta dio la orden de que nuestros turnos no coincidieran. Las presiones de otras colegas, incluido el equipo que él tenía a su cargo, obligaron a removerlo de la redacción durante algunas semanas, aunque no de manera definitiva. Él seguía encargado de los cierres (de las ediciones) algunos fines de semana. Por eso mis horarios tenían que cambiar para no cruzarnos. Una vez me di cuenta de que estaba interviniendo, con decisiones y discusiones, directamente en mi trabajo. Les manifesté mi inconformidad a las directivas. Ahora sé que fue promovido a un área transversal, pero desconozco los detalles de sus funciones.
¿Sus cambios de horario, de funciones laborales e incluso de amigos y compañeros debido a los traslados fueron perjudiciales para usted o no?
Claramente, sí. Siempre era quien tenía que cambiar de horarios los fines de semana sin importar si tenía ya planeado descanso o trabajo. Si había coincidencia o si algo diferente pasaba, era yo quien tenía que alterar los turnos. Nunca sucedió lo contrario.
¿Ante cuáles entidades judiciales o privadas formuló denuncia o queja?
En junio del año pasado informé a la directora general y a la encargada de gestión humana. Unos días después denuncié ante la Fiscalía a la persona que me agredió. Hay un proceso penal en curso contra el agresor: el pasado 17 de enero se cumplió la audiencia de imputación de cargos en el Juzgado Primero de Envigado y me acaban de notificar que la audiencia de acusación está programada para la próxima semana. De otro lado, en noviembre de 2019, interpuse una tutela contra el periódico para pedir garantías para mis derechos a la igualdad, a la no discriminación y a vivir una vida libre de violencias. En las dos instancias el fallo favoreció a la empresa. Por eso acabo de presentar ante la Corte Constitucional una solicitud de revisión de la tutela, porque considero que en el Juzgado y en el Tribunal se desconocieron los lineamientos que la propia Corte ha trazado en materia de protección de los derechos de las mujeres.
¿Cuáles fueron los argumentos en los fallos a favor del periódico y qué alega usted ahora?
Primero quiero dejar claro que la tutela contra el periódico no exonera a la persona que denuncié ante la Fiscalía. Son escenarios y sujetos diferentes. La tutela la interpuse contra la empresa por el entorno laboral que tenía que enfrentar todos los días. Los fallos a favor de El Colombiano se basan en las respuestas de este, según las cuales mis peticiones ya habían sido satisfechas. Los jueces creyeron lo que el diario contestó, pero la realidad es bien distinta. El documento que se presentó ante la Corte Constitucional para que revise la tutela fue elaborado por un equipo de especialistas en derecho constitucional y una abogada feminista que me han estado apoyando. Ese documento fue también respaldado por la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), por el Centro de Estudios Dejusticia y por el movimiento Estamos Listas, que consideraron que es importante un pronunciamiento de la Corte para que todas las mujeres, incluyendo las periodistas, podamos desarrollar una vida laboral libre de violencias.
Después del ataque sexual que sufrió usted permaneció más de un año en su trabajo, yendo todos los días al periódico, ¿por qué renunció ahora y no antes?
Cuando le conté a la directora del periódico lo que había pasado, hace más de un año, ella me dijo que iba a procurar respetar los derechos de las partes, aunque consideraba que era un asunto privado. Confié en ese compromiso. El periodismo, para mí, es una vocación y por eso siempre me dije que si no había hecho nada incorrecto, por qué razón debía irme. La pandemia y el teletrabajo hicieron más sencillo continuar en el periódico. Pero hace dos semanas tuvimos una reunión presencial en la que las directivas informaron que se estudiaba la posibilidad de regresar, aunque no tenían claro cómo ni cuándo. El solo hecho de pensar en volver a encontrarme en el mismo espacio con mi agresor me generó mucho temor y decidí dar un paso al costado.
¿Por qué la directora de “El Colombiano” consideró que se trataba de “un asunto privado”, si tanto usted como su denunciado eran empleados regulares del periódico?
Ella sostiene que los hechos son ajenos al periódico porque ocurrieron en un horario y en un lugar distintos a los laborales. El día en que fui atacada, irónicamente habíamos terminado muy tarde: estuvimos trabajando hasta las 10 u 11 de la noche. Quienes salimos a esa hora, unos 7 u 8 periodistas, terminamos yendo a un bar para relajarnos un poco antes de ir a las casas. No se trató de un plan de diversión premeditado ni preparado con anticipación por una pareja ni mucho menos.
Si había instaurado una denuncia penal en la Fiscalía, ¿por qué interpuso también la tutela?
Porque la denuncia en la Fiscalía es para determinar la responsabilidad penal del denunciado. Mientras tanto, la tutela contra el periódico buscaba que se me garantizara un entorno seguro para trabajar, libre de violencias. Desde cuando presenté la denuncia, El Colombiano ha dicho que esperará a que la justicia se pronuncie, pero no puede quedarse de brazos cruzados: hay que prevenir hechos violentos y contribuir al cambio social y a la equidad de género, desde adentro. Por eso presenté la tutela. Y sé, porque muchas colegas me lo han expresado en privado o en público, que el problema no es exclusivo de El Colombiano. Garantizar los derechos de las mujeres no es opcional. El tema debe hablarse, se debe reconocer que existe un problema, las acciones de prevención deben implementarse y tienen que ser participativas porque nos atañe a todos. Los periodistas estamos expuestos a muchos riesgos sin importar si somos hombres o mujeres, pero el temor a ser acosadas y abusadas sexualmente es casi exclusivo de nosotras.
¿Cuáles hechos, en particular, expuso en la tutela como violatorios de sus derechos fundamentales?
Aquí quiero aclarar que nunca pedí, por ejemplo, la desvinculación de mi agresor. Pedí que se me protegieran los derechos a la igualdad y no discriminación, que consideré vulnerados cuando, además, hubo sugerencias de que era la responsable por las circunstancias en que se presentó el caso, por elementos como la ropa que llevaba puesta. También solicité que se respetara el derecho a vivir una vida libre de violencias que se ve vulnerado por la ausencia de un protocolo institucional y de otras acciones para atender y prevenir los casos de violencia contra las mujeres.
El único trámite que le resta a la tutela es el de revisión en la Corte Constitucional si es seleccionada. ¿Por qué cree que se interesará en este tema?
Porque aquí hay una gran oportunidad para proteger los derechos de todas las mujeres que estamos vinculadas a empresas y para materializar el enfoque diferencial del que nos ha hablado la Corte en sentencias pasadas. El caso es novedoso porque esta corporación aún no ha tenido la oportunidad de pronunciarse sobre las violencias sexuales en entornos laborales como los medios de comunicación y es importante hacerlo debido a que la presencia de las mujeres en espacios laborales como el periodismo es cada vez mayor.
El periódico, en efecto, argumentó que activó todos los protocolos y las medidas para garantizar sus derechos y los de todas las demás mujeres del diario, pero para usted, claramente, eso no es cierto. Explíqueme por qué.
Protocolos específicos para casos de abuso sexual no existían. Sí hubo acciones iniciales como la contratación de psicólogos para las partes afectadas y para las subalternas del agresor que tenían miedo de trabajar con él. Pero el tema no pasó de una recomendación de buscar terapia. Y hoy, más de un año después de la petición, no se han implementado esos protocolos. Súmele incidentes discriminatorios, como el que sucedió en la oficina de Gestión Humana cuando fui a denunciar a mi agresor: como le dije, me cuestionaron por la ropa que tenía puesta o por salir de noche con mis compañeros. Cuando les comuniqué un caso nuevo en que estaban envueltos dos periodistas, y añadí que la víctima tenía miedo de hablar, se limitaron a contestar que si ella no daba la cara, no podían hacer nada. Esa compañera me dijo después: “Si en tu caso que fue público no pasó nada, imagínate en el mío”. Nunca pudo hablar y finalmente se retiró. Su agresor, en cambio, sigue trabajando allá.
El ambiente laboral para usted, en particular, su relación con las directivas de “El Colombiano”, ¿cambió y en qué sentido después de que les informara sobre su denuncia?
No tengo quejas sobre influencias en los contenidos que hacía y en las investigaciones que llevaba y no puedo decir que alguna vez me censuraron como consecuencia de lo que pasó. Mis jefes inmediatos respaldaron siempre mi trabajo. Pero sí hubo espacios en los que sentí que había una intención de rodear y proteger a mi agresor. En ese caso lo que hice fue evitarlos. No siempre lo logré y hubo momentos muy difíciles: en abril, por ejemplo, tuve que marginarme de un evento virtual de la compañía, el primero en la pandemia, porque tan pronto me conecté, encontré a mi agresor en un papel protagónico. Toda la redacción estuvo en ese ejercicio de fraternidad, como lo llamaron las directivas, excepto yo. Eso derivó en episodios de estrés y afectación en mi productividad.
La directora del periódico, que por su posición de líder puede marcar la pauta en el tipo de trato que se les exige a todos los empleados, ¿fue tan distante y arrogante con usted como se ha dicho o eso no es cierto?
Creo que ella incurrió en dualidad: en privado me decía que mi caso la tenía conmovida y que quería proteger a las mujeres. Pero a la hora de decidir, sus acciones estuvieron dirigidas a proteger al agresor. No hubo congruencia entre lo que dijo y lo que hizo.
Encuesta en desarrollo: Periodistas sin acoso.
En cuanto a lo que a usted le consta o ha oído de sus colegas, ¿el ambiente en los espacios periodísticos es tan agresivo y desigual con las mujeres (aunque poco se hable de ello), como los que suelen ocurrir en otro tipo de empresas o entidades públicas?
Los periodistas, por la naturaleza de nuestro trabajo, pasamos mucho tiempo en las salas de redacción y en la calle. Se sorprendería si le contara cuántas mujeres que ni siquiera me conocen, muchas de ellas periodistas pero también funcionarias públicas, o vinculadas al sector privado, me han escrito para contarme historias de todos los calibres. Varias colegas también me han contado experiencias de abuso sexual, tanto en El Colombiano como en otros medios. El común denominador suele ser el miedo a ser revictimizadas, a quedarse sin trabajo, a ser estigmatizadas. La Fundación Karisma y la Red de Periodistas con Visión de Género están haciendo una encuesta llamada Periodistas sin acoso que busca medir qué tan frecuentes son esos fenómenos en los medios y en las relaciones con las fuentes. Es la primera vez que se hace un estudio de esta naturaleza. Confío en que servirá para que entendamos que no se trata de casos aislados y que, con las acciones adecuadas, podemos prevenirlos.
“La presencia de mujeres de poder, no garantiza su solidaridad”
Una curiosidad sobre la que no puedo dejar de preguntarle: El Colombiano está dirigido por una mujer. Las subalternas de esta, en materia laboral y de convivencia también son mujeres ¿La asombra la displicencia con que, según se ha dicho, trataron su caso personas de su mismo género?
Creo que no solo pasa en El Colombiano sino también en otros escenarios: algunas personas consideran que, como no han sido víctimas de esas conductas, quien las denuncia está exagerando. Y no es así. No es ético que una gerente de gestión humana aborde una denuncia de violencia sexual preguntándole a la víctima cómo estaba vestida o por qué salió de noche con sus compañeros, como le conté antes. No podemos seguir revictimizando a los denunciantes: si a alguien le roban el celular en la calle, no podemos culparlo por haberlo sacado de su bolsillo; si abusan de una mujer, la responsable no es ella porque llevaba falda. En El Colombiano hay muchas mujeres en posiciones de poder y eso es algo que celebro pero aprendí que su presencia no es garantía de que haya solidaridad o enfoque de género.
¿Por qué tomó la decisión de retirarse de “El Colombiano” después de cinco años de trabajar en ese diario?
Sentí que ya no era un espacio seguro para mí. Un año después de denunciar a una persona del periódico por acto sexual abusivo en mi contra, y de que cerca de 55 personas de la redacción firmáramos una carta en la que le pedíamos a la empresa acciones concretas de protección, como un protocolo de prevención del acoso y abuso sexual, las propuestas no se materializaron. Al menos hasta mi retiro, el 9 de octubre pasado, no tuve conocimiento de la existencia de ese protocolo. El periódico dice que lo creó, pero ni lo conozco ni sé que haya sido implementado. Esos compromisos no pueden ser de papel, tienen que ser reales y expeditos. La redacción era el espacio en el que pasaba más tiempo, cada día. Pero, ¿quién puede trabajar cuando no se siente segura?
¿Por qué creía que no podía estar segura? O dicho de otro modo, ¿qué la hacía sentir insegura?
Que en el periódico seguía trabajando mi agresor, que creo que él estaba siendo protegido en ese espacio y que, a mí, no me daban igual o mayor protección a pesar de que soy la víctima.
¿Cuánta cercanía tiene el editor que usted denunció con la cúpula del diario?
Mi impresión es que lo protegieron por su cercanía con personas que tienen cargos altos en el periódico. Yo, en cambio, estaba enfocada en mi trabajo y no me preocupaba por hacer relaciones públicas con las directivas. Iba allá solo a ejercer periodismo.
Concretamente, a la persona que usted denunció en la Fiscalía le imputaron acto sexual abusivo con persona incapaz de resistir. ¿Por qué sus abogados consideraron que al abuso sexual, ya de por sí un delito muy complicado, le cabía el agravante de “con persona incapaz de resistir”?
La tipificación del delito no la hicieron mis abogados, sino la propia Fiscalía con base en el relato del caso. Son hechos agravados por la confianza que tenía en él y porque mediaron unos condicionamientos previos: reunión de colegas en un bar en donde nos tomamos unas copas, engaño al ser conducida a su casa y después sorprenderme cuando me había dormido.
¿Sabe si su agresor ha tenido problemas con otras periodistas o con otras mujeres del periódico?
Conozco las historias de dos mujeres que tuvieron conflictos con este agresor. Una de ellas ya no trabaja en el periódico, pero sufrió acoso por parte de la misma persona en las redes sociales: le enviaba a su celular fotos explícitas sin su consentimiento. Ella tuvo que bloquearlo. La otra víctima sigue trabajando en la empresa. Me contó privadamente lo que le sucedió, pero no se atreve a denunciarlo.
¿La conducta del editor que la agredió, un periodista con rango superior al suyo, fue intimidante o discriminatoria con usted después de que lo denunciara?
No. Intentó contactarme una vez, después de la denuncia, para hablar, pero no lo permití. Y cuando nos encontrábamos por accidente dentro del periódico tratábamos de evitarnos. Era terriblemente incómodo para mí. Me sentía muy mal y tenía miedo.
A Juan Esteban Vásquez, persona a la que usted denunció penalmente, ¿“El Colombiano” le impuso condiciones, límites a su conducta, lo trasladó de área de trabajo o nada de esto sucedió?
Cuando puse el caso en conocimiento de la directora, esta dio la orden de que nuestros turnos no coincidieran. Las presiones de otras colegas, incluido el equipo que él tenía a su cargo, obligaron a removerlo de la redacción durante algunas semanas, aunque no de manera definitiva. Él seguía encargado de los cierres (de las ediciones) algunos fines de semana. Por eso mis horarios tenían que cambiar para no cruzarnos. Una vez me di cuenta de que estaba interviniendo, con decisiones y discusiones, directamente en mi trabajo. Les manifesté mi inconformidad a las directivas. Ahora sé que fue promovido a un área transversal, pero desconozco los detalles de sus funciones.
¿Sus cambios de horario, de funciones laborales e incluso de amigos y compañeros debido a los traslados fueron perjudiciales para usted o no?
Claramente, sí. Siempre era quien tenía que cambiar de horarios los fines de semana sin importar si tenía ya planeado descanso o trabajo. Si había coincidencia o si algo diferente pasaba, era yo quien tenía que alterar los turnos. Nunca sucedió lo contrario.
¿Ante cuáles entidades judiciales o privadas formuló denuncia o queja?
En junio del año pasado informé a la directora general y a la encargada de gestión humana. Unos días después denuncié ante la Fiscalía a la persona que me agredió. Hay un proceso penal en curso contra el agresor: el pasado 17 de enero se cumplió la audiencia de imputación de cargos en el Juzgado Primero de Envigado y me acaban de notificar que la audiencia de acusación está programada para la próxima semana. De otro lado, en noviembre de 2019, interpuse una tutela contra el periódico para pedir garantías para mis derechos a la igualdad, a la no discriminación y a vivir una vida libre de violencias. En las dos instancias el fallo favoreció a la empresa. Por eso acabo de presentar ante la Corte Constitucional una solicitud de revisión de la tutela, porque considero que en el Juzgado y en el Tribunal se desconocieron los lineamientos que la propia Corte ha trazado en materia de protección de los derechos de las mujeres.
¿Cuáles fueron los argumentos en los fallos a favor del periódico y qué alega usted ahora?
Primero quiero dejar claro que la tutela contra el periódico no exonera a la persona que denuncié ante la Fiscalía. Son escenarios y sujetos diferentes. La tutela la interpuse contra la empresa por el entorno laboral que tenía que enfrentar todos los días. Los fallos a favor de El Colombiano se basan en las respuestas de este, según las cuales mis peticiones ya habían sido satisfechas. Los jueces creyeron lo que el diario contestó, pero la realidad es bien distinta. El documento que se presentó ante la Corte Constitucional para que revise la tutela fue elaborado por un equipo de especialistas en derecho constitucional y una abogada feminista que me han estado apoyando. Ese documento fue también respaldado por la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), por el Centro de Estudios Dejusticia y por el movimiento Estamos Listas, que consideraron que es importante un pronunciamiento de la Corte para que todas las mujeres, incluyendo las periodistas, podamos desarrollar una vida laboral libre de violencias.
Después del ataque sexual que sufrió usted permaneció más de un año en su trabajo, yendo todos los días al periódico, ¿por qué renunció ahora y no antes?
Cuando le conté a la directora del periódico lo que había pasado, hace más de un año, ella me dijo que iba a procurar respetar los derechos de las partes, aunque consideraba que era un asunto privado. Confié en ese compromiso. El periodismo, para mí, es una vocación y por eso siempre me dije que si no había hecho nada incorrecto, por qué razón debía irme. La pandemia y el teletrabajo hicieron más sencillo continuar en el periódico. Pero hace dos semanas tuvimos una reunión presencial en la que las directivas informaron que se estudiaba la posibilidad de regresar, aunque no tenían claro cómo ni cuándo. El solo hecho de pensar en volver a encontrarme en el mismo espacio con mi agresor me generó mucho temor y decidí dar un paso al costado.
¿Por qué la directora de “El Colombiano” consideró que se trataba de “un asunto privado”, si tanto usted como su denunciado eran empleados regulares del periódico?
Ella sostiene que los hechos son ajenos al periódico porque ocurrieron en un horario y en un lugar distintos a los laborales. El día en que fui atacada, irónicamente habíamos terminado muy tarde: estuvimos trabajando hasta las 10 u 11 de la noche. Quienes salimos a esa hora, unos 7 u 8 periodistas, terminamos yendo a un bar para relajarnos un poco antes de ir a las casas. No se trató de un plan de diversión premeditado ni preparado con anticipación por una pareja ni mucho menos.
Si había instaurado una denuncia penal en la Fiscalía, ¿por qué interpuso también la tutela?
Porque la denuncia en la Fiscalía es para determinar la responsabilidad penal del denunciado. Mientras tanto, la tutela contra el periódico buscaba que se me garantizara un entorno seguro para trabajar, libre de violencias. Desde cuando presenté la denuncia, El Colombiano ha dicho que esperará a que la justicia se pronuncie, pero no puede quedarse de brazos cruzados: hay que prevenir hechos violentos y contribuir al cambio social y a la equidad de género, desde adentro. Por eso presenté la tutela. Y sé, porque muchas colegas me lo han expresado en privado o en público, que el problema no es exclusivo de El Colombiano. Garantizar los derechos de las mujeres no es opcional. El tema debe hablarse, se debe reconocer que existe un problema, las acciones de prevención deben implementarse y tienen que ser participativas porque nos atañe a todos. Los periodistas estamos expuestos a muchos riesgos sin importar si somos hombres o mujeres, pero el temor a ser acosadas y abusadas sexualmente es casi exclusivo de nosotras.
¿Cuáles hechos, en particular, expuso en la tutela como violatorios de sus derechos fundamentales?
Aquí quiero aclarar que nunca pedí, por ejemplo, la desvinculación de mi agresor. Pedí que se me protegieran los derechos a la igualdad y no discriminación, que consideré vulnerados cuando, además, hubo sugerencias de que era la responsable por las circunstancias en que se presentó el caso, por elementos como la ropa que llevaba puesta. También solicité que se respetara el derecho a vivir una vida libre de violencias que se ve vulnerado por la ausencia de un protocolo institucional y de otras acciones para atender y prevenir los casos de violencia contra las mujeres.
El único trámite que le resta a la tutela es el de revisión en la Corte Constitucional si es seleccionada. ¿Por qué cree que se interesará en este tema?
Porque aquí hay una gran oportunidad para proteger los derechos de todas las mujeres que estamos vinculadas a empresas y para materializar el enfoque diferencial del que nos ha hablado la Corte en sentencias pasadas. El caso es novedoso porque esta corporación aún no ha tenido la oportunidad de pronunciarse sobre las violencias sexuales en entornos laborales como los medios de comunicación y es importante hacerlo debido a que la presencia de las mujeres en espacios laborales como el periodismo es cada vez mayor.
El periódico, en efecto, argumentó que activó todos los protocolos y las medidas para garantizar sus derechos y los de todas las demás mujeres del diario, pero para usted, claramente, eso no es cierto. Explíqueme por qué.
Protocolos específicos para casos de abuso sexual no existían. Sí hubo acciones iniciales como la contratación de psicólogos para las partes afectadas y para las subalternas del agresor que tenían miedo de trabajar con él. Pero el tema no pasó de una recomendación de buscar terapia. Y hoy, más de un año después de la petición, no se han implementado esos protocolos. Súmele incidentes discriminatorios, como el que sucedió en la oficina de Gestión Humana cuando fui a denunciar a mi agresor: como le dije, me cuestionaron por la ropa que tenía puesta o por salir de noche con mis compañeros. Cuando les comuniqué un caso nuevo en que estaban envueltos dos periodistas, y añadí que la víctima tenía miedo de hablar, se limitaron a contestar que si ella no daba la cara, no podían hacer nada. Esa compañera me dijo después: “Si en tu caso que fue público no pasó nada, imagínate en el mío”. Nunca pudo hablar y finalmente se retiró. Su agresor, en cambio, sigue trabajando allá.
El ambiente laboral para usted, en particular, su relación con las directivas de “El Colombiano”, ¿cambió y en qué sentido después de que les informara sobre su denuncia?
No tengo quejas sobre influencias en los contenidos que hacía y en las investigaciones que llevaba y no puedo decir que alguna vez me censuraron como consecuencia de lo que pasó. Mis jefes inmediatos respaldaron siempre mi trabajo. Pero sí hubo espacios en los que sentí que había una intención de rodear y proteger a mi agresor. En ese caso lo que hice fue evitarlos. No siempre lo logré y hubo momentos muy difíciles: en abril, por ejemplo, tuve que marginarme de un evento virtual de la compañía, el primero en la pandemia, porque tan pronto me conecté, encontré a mi agresor en un papel protagónico. Toda la redacción estuvo en ese ejercicio de fraternidad, como lo llamaron las directivas, excepto yo. Eso derivó en episodios de estrés y afectación en mi productividad.
La directora del periódico, que por su posición de líder puede marcar la pauta en el tipo de trato que se les exige a todos los empleados, ¿fue tan distante y arrogante con usted como se ha dicho o eso no es cierto?
Creo que ella incurrió en dualidad: en privado me decía que mi caso la tenía conmovida y que quería proteger a las mujeres. Pero a la hora de decidir, sus acciones estuvieron dirigidas a proteger al agresor. No hubo congruencia entre lo que dijo y lo que hizo.
Encuesta en desarrollo: Periodistas sin acoso.
En cuanto a lo que a usted le consta o ha oído de sus colegas, ¿el ambiente en los espacios periodísticos es tan agresivo y desigual con las mujeres (aunque poco se hable de ello), como los que suelen ocurrir en otro tipo de empresas o entidades públicas?
Los periodistas, por la naturaleza de nuestro trabajo, pasamos mucho tiempo en las salas de redacción y en la calle. Se sorprendería si le contara cuántas mujeres que ni siquiera me conocen, muchas de ellas periodistas pero también funcionarias públicas, o vinculadas al sector privado, me han escrito para contarme historias de todos los calibres. Varias colegas también me han contado experiencias de abuso sexual, tanto en El Colombiano como en otros medios. El común denominador suele ser el miedo a ser revictimizadas, a quedarse sin trabajo, a ser estigmatizadas. La Fundación Karisma y la Red de Periodistas con Visión de Género están haciendo una encuesta llamada Periodistas sin acoso que busca medir qué tan frecuentes son esos fenómenos en los medios y en las relaciones con las fuentes. Es la primera vez que se hace un estudio de esta naturaleza. Confío en que servirá para que entendamos que no se trata de casos aislados y que, con las acciones adecuadas, podemos prevenirlos.
“La presencia de mujeres de poder, no garantiza su solidaridad”
Una curiosidad sobre la que no puedo dejar de preguntarle: El Colombiano está dirigido por una mujer. Las subalternas de esta, en materia laboral y de convivencia también son mujeres ¿La asombra la displicencia con que, según se ha dicho, trataron su caso personas de su mismo género?
Creo que no solo pasa en El Colombiano sino también en otros escenarios: algunas personas consideran que, como no han sido víctimas de esas conductas, quien las denuncia está exagerando. Y no es así. No es ético que una gerente de gestión humana aborde una denuncia de violencia sexual preguntándole a la víctima cómo estaba vestida o por qué salió de noche con sus compañeros, como le conté antes. No podemos seguir revictimizando a los denunciantes: si a alguien le roban el celular en la calle, no podemos culparlo por haberlo sacado de su bolsillo; si abusan de una mujer, la responsable no es ella porque llevaba falda. En El Colombiano hay muchas mujeres en posiciones de poder y eso es algo que celebro pero aprendí que su presencia no es garantía de que haya solidaridad o enfoque de género.