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                                                                                                                                “El periodista no importa, importan sus historias”: Ricardo Calderón

                                                                                                                                Hace cinco meses Diego Garzón publicó el libro “El reportero invisible”, que recoge la trasescena de algunas investigaciones periodísticas de Ricardo Calderón en los últimos 25 años. El Espectador habló con Calderón sobre su obsesión por conseguir esas historias a pesar de los riesgos.

                                                                                                                                Juan David Laverde Palma

                                                                                                                                Colaborador de El Espectador
                                                                                                                                Ricardo Calderón dirige el equipo de investigaciones del noticiero de televisión Noticias Caracol. / Óscar Pérez
                                                                                                                                Foto: Óscar Pérez

                                                                                                                                Ricardo Calderón Villegas es un hombre tímido. Bueno, eso es lo que dice a pesar de que ha sido capaz de exponer a mafiosos y poderosos por igual sin ningún temor en las últimas tres décadas en Colombia. Gracias a sus revelaciones sobre corrupción y espionaje ilegal, por ejemplo, fue cerrado el DAS en 2011, el único organismo de inteligencia de América Latina que ha corrido esa suerte. Además, 31 generales de la Fuerza Pública han salido de sus cargos y muchos oficiales más terminaron investigados o detenidos por sus informes. Algunas de las historias detrás de su trabajo como periodista fueron documentadas por Diego Garzón en su libro El reportero invisible. Calderón Villegas nunca da entrevistas. Tal vez recuerda una o dos en toda su vida. Esta vez se animó a hacerlo porque en estos tiempos convulsos en los que hace carrera la idea de que el periodismo no es confiable quiere dejar ciertas constancias sobre un oficio que para él ha sido la vida misma. Tanto, que muchas veces pensó que por conseguir una historia quizá no volvería para contar el cuento y, sin embargo, siempre volvió.

                                                                                                                                Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.

                                                                                                                                Ricardo Calderón dirige el equipo de investigaciones del noticiero de televisión Noticias Caracol. / Óscar Pérez
                                                                                                                                Foto: Óscar Pérez

                                                                                                                                Ricardo Calderón Villegas es un hombre tímido. Bueno, eso es lo que dice a pesar de que ha sido capaz de exponer a mafiosos y poderosos por igual sin ningún temor en las últimas tres décadas en Colombia. Gracias a sus revelaciones sobre corrupción y espionaje ilegal, por ejemplo, fue cerrado el DAS en 2011, el único organismo de inteligencia de América Latina que ha corrido esa suerte. Además, 31 generales de la Fuerza Pública han salido de sus cargos y muchos oficiales más terminaron investigados o detenidos por sus informes. Algunas de las historias detrás de su trabajo como periodista fueron documentadas por Diego Garzón en su libro El reportero invisible. Calderón Villegas nunca da entrevistas. Tal vez recuerda una o dos en toda su vida. Esta vez se animó a hacerlo porque en estos tiempos convulsos en los que hace carrera la idea de que el periodismo no es confiable quiere dejar ciertas constancias sobre un oficio que para él ha sido la vida misma. Tanto, que muchas veces pensó que por conseguir una historia quizá no volvería para contar el cuento y, sin embargo, siempre volvió.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Cuando explico eso les parece que es un chiste, pero es la verdad absoluta. No fui policía por una razón sencillísima: porque en esa época en la Escuela de Policía General Santander los que se metían de cadetes tenían que bañarse con agua fría a las 4 de la mañana, y soy muy flojo pa bañarme con agua fría. Esa fue la única razón, realmente, si no ya estaría de general. O habría caído en la reciente purga de generales de Petro (risas).

                                                                                                                                ¿Pero le llamaba la atención ese mundo?

                                                                                                                                Esa era la época más dura en la lucha contra los carteles de la droga, especialmente de Medellín y Cali, y muchos de los papás de mis compañeros de colegio estaban muy metidos en esas luchas y murieron. Era frecuente ver a compañeros huérfanos. Y esa gente que moría era muy valiosa. Veía eso y decía: “Quiero ayudar”. Era como: “Quiero seguir en esa lucha”. Ver sufrir a los compañeros era terrible, y pensaba en tratar de hacer justicia de alguna manera, y la forma en que pensaba hacerlo era ser policía. No se me ocurrió ser abogado para ser fiscal o juez, sino policía. Pero el tema del agua fría lo terminó frustrando (risas).

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                A propósito de esos emblemáticos oficiales que murieron combatiendo al narcotráfico, quisiera preguntarle: ¿qué impacto tuvieron para usted los crímenes del coronel Jaime Ramírez Gómez, quien descubrió el complejo cocalero de Tranquilandia en 1984; o del coronel Valdemar Franklin Quintero, entonces comandante de la Policía en Antioquia y jurado enemigo de Pablo Escobar, ultimado el 18 de agosto de 1989, el mismo día del magnicidio de Luis Carlos Galán?

                                                                                                                                Yo estaba en el mismo curso con los hijos de ellos, y pues ver que les matan al papá, sobre todo en el caso de Ramírez, era muy desgarrador porque los hijos terminaron heridos en ese atentado de 1986. En esa época en el colegio se iba a los velorios, el terror se vivía en vivo y en directo. No era un colegio normal: todos los días había izada de bandera y minuto de silencio porque había muerto el papá de alguien. Había una mezcla de impotencia y rabia. O sea: cayeron estos, pero alguien tiene que hacer algo y la única forma de hacerlo era ser policía porque era un tema de “están matando a los buenos y están ganando los malos”. Pero, como le conté, el agua fría no me dejó.

                                                                                                                                En esos tiempos de barbarie, en diciembre de 1989 el cartel de Medellín le puso un bombazo a la sede del DAS en Bogotá que destruyó sus instalaciones y mató a más de 60 personas. Uno de los heridos en ese atentado fue su papá, que ese día tenía una reunión allí. ¿Cómo se salvó?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Mi mamá me llamó ese día a donde trabajaba y me dijo: “Creo que su papá se murió”. Me fui a la casa a esperar a ver qué, pero hacia al mediodía terminó apareciendo con un montón de cortadas en la cabeza; lleno de sangre, pero vivo. Al día siguiente lo acompañé a recoger el carro que teníamos, un Renault 6. Todos los vehículos estaban estallados, pero al nuestro simplemente se le hundió un pedacito del techo. La escena era dantesca. Ya habían recogido muchos cuerpos, pero todavía había pedazos de cabellos, de cráneos, cosas de ese estilo. ¿Cómo se salvó él? Un milagro, no hay otra explicación.

                                                                                                                                En contexto: Ricardo Calderón, un reportero diferente

                                                                                                                                En todo caso me parece curioso que desde 1989 el DAS se hubiera cruzado en su camino. En 2011 esa entidad terminó clausurada por sus denuncias e investigaciones en Semana.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cuando la cerraron me pareció curioso porque el DAS siempre estuvo, irónicamente, de forma lineal en mi vida periodística, pues por las cosas mismas que hacía el DAS. Algunas buenas, a veces hacían cosas buenas (risas). Una institución que cubrí primero como fuente, pero luego uno se da cuenta en lo que terminó convertida al servicio de un tema político y totalmente desbordada. Lo cual no quiere decir que eso no lo hubieran hecho antes, simplemente nadie se dio cuenta o nadie investigó. Desde su creación tenía muy mala reputación. El DAS siempre fue lo que fue.

                                                                                                                                Volvamos a sus compañeros de colegio. Usted vio a muchos de ellos convertirse en ejemplares oficiales de la Policía, pero también a otros que decidieron tomar el camino torcido. ¿Esos amigos de colegio se volverían años después buenas fuentes suyas?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Los buenos oficiales siempre fueron las peores fuentes que tuve. Eran muy buenos amigos, pero pésimas fuentes. Todo terminaba en recocha, cuentos del colegio y ya. Muchos creen que ellos me ayudaron mucho y nunca pasó. En mi trabajo me ayudaron, irónicamente, los que se desviaron del camino, los que se fueron pal lado malo, porque terminé conociendo parte de ese mundo oscuro, las alcantarillas. Ahí entendí, por ejemplo, cómo funcionaba la corrupción de oficiales activos y retirados con el crimen organizado. Ellos, los malos, me terminaron presentando un montón de fuentes que fueron interesantes para comprender la corrupción institucional. Me abrieron esas puertas: entraba, miraba, y ya veía cómo recogía la información.

                                                                                                                                ¿Pero recuerda que, ya como periodista, le tocara denunciar a alguno de sus excompañeros?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hubo dos que realmente fueron los que se torcieron. Uno se retiró muy joven de la Policía como capitán y terminó metido con los paramilitares. Me tocó denunciarlo. Comencé a investigar a unos paramilitares en los Llanos, y en esas descubrí que el jefe de ellos había sido mi compañero de colegio. Además, había sido mi vecino en el barrio. A él lo asesinaron en una vendetta mafiosa. Hubo otro que no era compañero directo, pero sí estaba un par de cursos abajo. Solíamos hablar con alguna frecuencia y años después lo consulté como fuente oficial. En algún momento tuve acceso al computador del narcotraficante Chupeta y supe que él estaba en su nómina. Eso se publicó. Él terminó condenado y extraditado. Era lo que había que hacer.

                                                                                                                                ¿Cómo le impactó que excompañeros suyos, que además habían visto morir a tantos oficiales, escogieran ese camino torcido?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Me emputaba porque se trataba de hijos de policías. Yo en ese momento el tema de la Policía lo asumía como ser cura o bombero: era una misión de vida, una cosa mística y por el beneficio de la comunidad. O sea, no podés traicionar la cosa. Me sorprendía que por plata terminaran traicionando esa mística, además era como traicionar a sus propios padres, a su propia familia. Lo más irónico es que me hubiera tocado denunciarlos. Lo fácil habría sido no hacer nada, pero pues, así como ellos le incumplieron a la Policía, yo tenía que cumplir con mi oficio como periodista.

                                                                                                                                Lea: Exclusiva colombiana sobre magnicidio Haití, Premio Rey de España Narrativo

                                                                                                                                Usted terminó en el periodismo por accidente. Primero se presentó a la Armada, pero abandonó esa idea cuando se mareó en una lancha en Cartagena en su excursión de colegio. Luego intentó estudiar Biología Marina, pero prefería los billares que las materias. ¿Cómo terminó estudiando periodismo?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Descartada la Policía por el agua fría, la opción era la Armada porque era en Cartagena, pero en el típico viaje a las Islas del Rosario me pegué una vomitada la cosa más brava de ida y vuelta. Es más, es la primera vez que reconozco que fui el que vomité porque le eché la culpa a una compañera. Descartada entonces la Armada. En el colegio a mí en lo único que me iba bien era biología. Lo demás lo perdía siempre. Pero tampoco quería ser biólogo puro y en la Tadeo había Biología Marina, que se hacía la mitad en Bogotá y la otra mitad en Santa Marta. Y me metí pensando en Santa Marta y la rumba. Pero hice dos semestres y perdí hasta la conciencia porque me la pasaba en los billares. En esas Octavio Arizmendi, el hermano de Darío Arizmendi, que era muy amigo de mi mamá porque eran de Yarumal (Antioquia), me ayudó a entrar a la Sabana. La sede del norte estaba recién inaugurada y había dos carreras: Comunicación Social o Ingeniería de Alimentos. Escogí la primera porque siempre fui bruto en matemáticas. Lo más irónico es que siempre asocié la comunicación con una carrera de reinas, una costura. Siempre denigré de ella. Pero pensé: “Bueno, esto quizá me pueda ayudar para la timidez”. Lo pensé más como terapia que como carrera.

                                                                                                                                Es muy curioso eso de su timidez porque el libro lo que retrata es a un periodista demasiado audaz, sin miedos, capaz de encarar a los peores mafiosos.

                                                                                                                                Soy el más tímido del mundo. Con la gente normal soy supremamente tímido, me cuesta mucho todo. Pero con los bandidos no.

                                                                                                                                ¿En qué momento de la universidad se encendió en usted ese gusto por la investigación o, para decirlo mejor, ese gusto por meterse en problemas, que viene siendo lo mismo?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Fue una tarea para la clase de la profesora Mercedes Ochoa, que nos daba redacción. Nos pidieron un reportaje y alguien me dijo que la planta de Cementos Samper, que quedaba en la vía a La Calera, estaba contaminando las zonas cercanas y que habían muerto vacas. Ahora que hago memoria fue la primera vez que me metí ilegalmente a algún lado. Lo hice porque debía ver si era verdad lo de las vacas muertas. Me metí por un potrero y encontré huesos de vacas y al fondo la chimenea de la cementera. Tomé una foto que probaba eso y escribí el cuento en una cuartilla sin mucha reportería profunda realmente. A Mercedes le pareció el cuento simpático, dijo “esto es una denuncia” y lo puso como ejemplo de lo que debe ser el periodismo. Eso me gustó. Eso de servir a la comunidad. O sea, suena culísimo, pero es verdad.

                                                                                                                                2020 - Premio al Periodista del Año - Ricardo Calderón

                                                                                                                                Y ahí se dijo: “Carajo, quizá soy bueno para esto. Puede que me dé mareo el mar, pero no meterme a una propiedad privada para descubrir una historia”.

                                                                                                                                Sí, ahí empieza el cuento de la adrenalina de “voy a denunciar alguna vaina”.

                                                                                                                                Usted llegó a “Semana” en 1994 como practicante de la sección de Deportes. ¿En qué momento terminó investigando mafias urbanas, guerrillas y paramilitares, oficiales bandidos y generales corruptos y “chuzadores”?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Arranco en deportes, pero en esa época había masacres todos los días y la redacción de Semana era muy chiquita. Hablé con mi jefe Édgar Téllez y me regalé para cubrir la vaina. Él aceptó, pero la única condición era no dejar de hacer deportes. Finalmente, seguí haciendo solo orden público, porque empecé a hacer buenas historias. Se activó en mí una cosa medio inconsciente que era que mientras más me decían “no se meta por allá que lo pelan”, con más ganas iba. Entonces conseguía cosas que no tenían los demás colegas. Y eso se veía reflejado en los artículos en los que decía: “Esta masacre la hicieron las Farc o los ‘paras’”, y así.

                                                                                                                                ¿Y ese espíritu kamikaze venía con usted en el molde o empezó a descubrirlo a tientas?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Fue a tientas, básicamente. O sea, fue el oficio. En el colegio era relativamente tranquilo, en la universidad también, pero acá descubrí esa adrenalina de tratar de buscar la verdad y encontrarla. Suena a cliché chimbo, pero es cierto. Realmente era sentir el peligro, el susto, decir: “¿Y ahora cómo me salgo de esta vaina?”. Eso es lo que todavía me mueve. Es decir, meterme en el peor bollo y ver cómo me salgo. Esa vaina es adictiva. Y el peor bollo era “busque al peor bandido y hágale”. Es seguir la lógica contraria, como un bombero en un incendio: la gente huye, pero yo corro hacia el incendio. Es lo que hay que hacer.

                                                                                                                                Claro, pero no todos tenemos el material para meternos al incendio.

                                                                                                                                Pero, mire: los que se van del incendio siempre tendrán una versión, pero si yo estuve en el incendio puedo contar la versión completa. Es así de simple.

                                                                                                                                En un país tan violento como Colombia, incluso los periodistas más valientes en algún momento han dicho: “Mejor me voy ya del incendio, esto está muy caliente, estoy en peligro”. Usted, en cambio, prefiere seguir en la mitad de la candela.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Eso tiene que ver con el miedo. No hay un termómetro para el miedo, y el miedo es muy respetable. El miedo es útil, una especie de alerta para emboscadas. A mí me ha servido mucho para cuidarme y el cuento aquí es: ¿tiene miedo? Sí. Pues hágalo con miedo. Pero hágalo. Informe.

                                                                                                                                Carátula del libro escrito por Diego Garzón Carrillo, de la editorial Planeta, ya está en venta en las principales librerías del país.
                                                                                                                                Foto: Cortesía

                                                                                                                                Hay un capítulo del libro que me impresionó. Usted estaba investigando el mercado negro de las armas y lo fácil que era adquirirlas en Bogotá. Así que se hizo pasar por un comprador, pero en la mitad el asunto se complicó, los delincuentes se dieron cuenta de que usted era periodista y estuvieron a punto de asesinarlo. Unas interceptaciones de la Policía revelaron el plan criminal y usted logró salvarse. ¿Cuántas “balas” así ha esquivado en estos casi 30 años en el oficio, Ricardo?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No tengo la más mínima duda de que tengo una legión de ángeles que me cuida, arrancando por mi mamá, porque me han pasado muchas cosas como en ese episodio, en donde apareció alguien en el momento justo que no tenía por qué aparecer. Siempre es un tercero que aparece de la nada, muchos sin conexión directa conmigo y sí, eso se lo atribuyo a mi mamá. El libro recoge algunas de esas anécdotas, no todas, porque he tenido muchas historias de ese estilo. “Mejor no vaya a tal lado”, o “fulanito lo está buscando para pelarlo”, o “si le ponen una cita en tal lado es porque lo van a matar”. “Ah, bueno”, les decía, y no iba. Bueno, también me pasó mucho que me decían: “Pilas, no vaya a tal lado”, pero al final iba porque decía: “Nah, qué me van a pelar, ¡hoy es sábado!”.

                                                                                                                                ¿Me está diciendo que, a pesar de las advertencias, en algunas ocasiones usted se metió a la boca del lobo porque su instinto de periodista le dijo: “Nah, hoy no me va a pasar nada”?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sí, pensaba: “¡Qué me van a pelar hoy!”. Además, había unas reuniones en las que uno sí sabía que podría estar en peligro por los personajes o porque los “paras” se emputaron o qué sé yo. Pero cuando uno tiene ese tipo de citas difíciles siempre es mejor ir que no ir. ¿Qué hace la mayoría de periodistas? No ir. Siempre voy, o casi siempre. Y, claro, hay un 50/50 de posibilidades. Voy y puede que no vuelva, pero el otro 50 % es que puede que me salga una noticia. Puede sonar a un desprecio por la vida porque, claro, es lo contrario al instinto de supervivencia. Pero así soy. Le insisto, soy un cliché, como decía García Márquez: este oficio es absolutamente increíble. Ningún oficio le permite a uno hacer cosas como: quiero infiltrarme con la mafia de traficantes albanos. “Bueno, hágale”. Pero, claro, hay que tener valentía, porque esto es tan amplio como una pizza y tan profundo como la misma pizza.

                                                                                                                                ¿Y esa profundidad que se busca y que ha sido su sello la da el riesgo que se asume?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Claro. En el periodismo hay unas normas relativamente básicas. Usted va, consulta a una fuente y luego contrasta esa información. Manual básico. Y está bien hecho, pero ¿cuál es el paso siguiente? El paso siguiente implica mucho más trabajo. Para empezar, no se trabaja de 8 a 5; si toca trabajar siete días a la semana durante un año entero, se hace. Eso implica sacrificar la familia, los amigos, la salud, todo. No todo el mundo está dispuesto a hacer eso. Pero aún al que le da por hacerlo, en algún momento puede terminar mamado. Y después, si uno sigue, el escalón que viene es que hay una posibilidad de que te maten. En mi caso, no es no me importe la vida, aunque sé que soy un poco suicida. Pero es que te lo juro por mi madre, Juan, esto lo hacemos porque hay un bien supremo que es servirle a la gente. Es un apostolado. Qué le hace que uno termine pobre (risas).

                                                                                                                                Diego Garzón, autor del libro, refiriéndose a usted, dice que “el periodismo también es una suma de cicatrices”. Usted tiene 90 en todo el cuerpo. Ha recibido botellazos, navajazos, heridas de todo tipo, lo han golpeado y encerrado en baúles de carros, incluso sus mismas fuentes han llegado a drogarlo para saber si usted les decía la verdad en momentos de máxima tensión y extrema desconfianza. ¿Pensó alguna vez: “Bueno, hasta aquí nos trajo el río”?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El tipo que me encierra en un baúl, que es el mismo que me casca tratando de meterme al carro y me deja ocho puntos en la ceja estaba paranoico porque me demoré mucho en publicar la investigación. No le expliqué que los tiempos del periodismo son distintos a los tiempos de su mundo; o sea, esto no es de un día para otro, esto se va a demorar tres meses. Eso explica por qué me cascó, su paranoia era lógica en el mundo en el que vivía. Lo fácil era abandonar la cosa y emputarse, pero cuando pasan incidentes así es cuando uno dice: debe haber algo más grueso más adelante. Se trata de entender al otro, de ponerse en su lugar, así sea un bandido.

                                                                                                                                Hablemos sobre su buena suerte. En todos estos años sus denuncias han expuesto a personajes muy poderosos: mafiosos, políticos, asesinos profesionales, altos oficiales de la Fuerza Pública. Muchos terminaron en la cárcel o extraditados. Algunos de ellos incluso pagaron sicarios para asesinarlo. El libro reconstruye uno de esos episodios, en el que los asesinos le confesaron a usted del plan criminal. ¿Se ha detenido a pensar todas las veces que ha estado a punto de morir?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No, de lo contrario no habría seguido haciendo esto. Muchas veces mis amigos me han regañado: “Pero, güevón, le dijimos que no se metiera ahí”. Y yo: “Pues, sí, pero mire lo que encontramos”. Es lo que te decía antes: es como vivir 50/50. Hay un 50 % de chance de que te maten y otro 50 de que te salga la chiva.

                                                                                                                                Pero, Ricardo, se da cuenta también de que hay un 50 % de posibilidades de que la chiva no salga, ¿cierto?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sí, pero también hay un 50 % de chances de que sí salga. Pienso: si me cuesta la vida, me cuesta la vida. Pero cuando uno ve el resultado del trabajo se da uno cuenta de que este oficio sí sirve. Hay un señor absolutamente impune, que jamás va a ir a la cárcel, que asesinó a muchos jóvenes y los presentó como falsos positivos. Que las familias de esas personas sepan al menos que el tipo fue expuesto es un poco de justicia. No quiero parecer justiciero, pero lo que hacemos bien sí sirve pa la gente. Y si eso nos cuesta, pues nos cuesta.

                                                                                                                                Periodista colombiano quién dirige el equipo de investigaciones de Noticias Caracol.
                                                                                                                                Foto: Óscar Pérez

                                                                                                                                En el extenso catálogo de intimidaciones que ha sufrido usted se cuentan un atentado del que se salvó de milagro, medio centenar de mensajes o llamadas amenazantes, 15 sufragios, cinco coronas fúnebres y hasta una lápida con su nombre. En un país en el que han sido asesinados más de 160 periodistas en los últimos 45 años, ¿alguna vez se vio tan acosado que pensó en abandonar el oficio, radicarse en otro país, dedicarse a otra cosa quizá?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cuando me pasaban esas cosas me emputaba y seguía investigando mucho más. Eso no quiere decir que no me diera miedo de que me mataran en la esquina, pero la amenaza lo que busca es generar miedo para que abandones lo que estás haciendo. Entonces acá el cuento era: “Ah, les pareció poquito el primer artículo, pues en la siguiente revista va el doble”. Y siempre había mensajes del tipo: “Si me matan ya hay cuatro carátulas más escritas”. La verdad he hecho todo lo que el manual dice que no debe hacerse. La consideración de peso siempre es: puede que te maten. Pero yo digo: y qué tal que no.

                                                                                                                                Pero eso es entregarle al albur su vida.

                                                                                                                                Juan, este es un servicio superior, no algo para ser famoso. Y si se hace bien, también se hace algo de justicia.

                                                                                                                                ¿En un país tan impune como Colombia el periodismo es una forma de justicia?

                                                                                                                                Claro, al menos pa la gente. Que a una mamá a la que le asesinaron a su hijo uno pueda mostrarle a su verdugo vale oro. Es la vida.

                                                                                                                                ¿Qué es lo que más le preocupa del periodismo de hoy?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Las redes sociales le han hecho un daño enorme e irreparable al periodismo, porque muchos periodistas se están midiendo no por las historias, sino por los clics y los seguidores. Es decir, no por el impacto de su trabajo para la sociedad y eso me parece vergonzoso. Además, siempre he pensado que esos “seguidores” son como ser rico en Tío Rico, eso no es nada. Nosotros nos debemos a la gente, pero el ego de muchos periodistas los nubla. El periodista habla por sus historias. El periodista no importa, importan sus historias.

                                                                                                                                En Colombia muchos periodistas han sido asesinados por sus denuncias. Gente muy valiosa que, sin embargo, hoy muy pocos recuerdan. ¿No le parece tristísima esa desmemoria colombiana?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Si lo que yo hago le sirve a la comunidad, eso paga la boleta. Si me pegan un tiro, listo. O sea, suena entre arrogante, absurdo y suicida, pero si me van a matar por lo que hago muero feliz, totalmente feliz. Te lo juro, porque sí creo, de verdad, Juan, en este apostolado. Además, tampoco nunca me ha gustado ponerme en plan de víctima.

                                                                                                                                ¿Cómo ha manejado usted esas fuentes tan complejas del mundo legal e ilegal que podían en cualquier momento asesinarlo por el calibre de sus denuncias o revelaciones?

                                                                                                                                A todos hay que decirles la verdad. “Llevamos meses tomando tinto, nos tenemos confianza y la vaina, pero me toca cascarte, decir que sos un narco, ¿qué hacemos si sos un narco?”.

                                                                                                                                ¿Y eso qué efectos tenía?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Siempre me decían: “¿Cómo me podés ayudar”. “No, yo no te puedo ayudar”, les contestaba. Y añadía: “Te puedo ayudar a que digas la verdad, pero primero me contás esa verdad a mí”.

                                                                                                                                ¿Por qué un hombre que ha conseguido tanta información, alguien que escribió casi 150 artículos sobre el DAS, alguien que ha tumbado cúpulas del Ejército y la Policía, para solo poner un par de ejemplos, no ha escrito libros?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Por falta de tiempo. Yo debería tener una disciplina. Es decir, trabajar de lunes a viernes y de sábado a domingo dedicarme a escribir libros. Pero aún hoy, cincuetón, viejo, treinta años en el oficio, y a mí me llega un mensaje al teléfono: “Tengo una información delicada, nos vemos en tal parte”, pues yo voy. Y así me paso buscando la siguiente historia. Muchas veces no salen. En esto se pierde mucho tiempo en pistas que no van a ninguna parte. Pero a veces van.

                                                                                                                                El libro se llama “El reportero invisible”, pero usted ya no lo es más desde que está en televisión. ¿Cómo ha cambiado su modo de hacer periodismo desde que está en Noticias Caracol?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sí ha habido una pérdida sustancial de fuentes solo por el hecho de estar en televisión, pero éste me parece un mundo fascinante. O sea, yo estuve 26 años en un yate, en un catamarán en el Mediterráneo, y desde ahí se hacían cosas; pero esto es un portaviones. Es impresionante. Además, he encontrado aquí la gente más querida de todo el mundo.

                                                                                                                                ¿Y cómo va esa timidez suya frente a las cámaras?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Es distinto hablar con las fuentes a pararse frente a una cámara. O sea, yo no la logro todavía, parezco una momia ahí. Los bandidos y los otros que me conocen se cagan de la risa porque parezco petrificado. Me han dicho: “Ahí sí tan tieso, ¿no?”. Si me dicen: “Ricardo, hay que hablar con tal narco” yo voy sin líos, no me angustia; pero si me dicen: “Vas al aire en un minuto me cago”. O sea, pierdo dos kilos en una vaina de esas. Pero ahí he ido soltando.

                                                                                                                                Una última pregunta: ¿qué es el periodismo para usted?

                                                                                                                                La vida. Es la puta vida.

                                                                                                                                Por Juan David Laverde Palma

                                                                                                                                Periodista de la Unidad Investigativa de Noticias Caracol y colaborador del diario El Espectador. Periodista y magíster en Estudios Políticos.@jdlaverde9jdlaverde@caracoltv.com.co
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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